Editorial de UPyD (Ver aquí)

Transparencia, austeridad y cercanía. Eso es lo que se espera de élPero, como también ha recordado la portavoz de UPyD, la cuestión será que el nuevo rey esté a partir de ahora a la altura de las circunstancias. Y éstas no son fáciles. Sin duda, más complicadas eran las que tuvo que afrontar su padre, Juan Carlos I. Su hijo cuenta con una situación de partida menos dramática, pero en absoluto sencilla. El paro, la desigualdad, la pobreza, la corrupción, el separatismo... Y, como consecuencia de todo ello, se ha deteriorado la confianza de los españoles en las instituciones, incluida la Corona. Por ahí debe empezar Felipe VI su labor, por lo que tiene más a mano. De su discurso de hoy cabe deducir que lo sabe. Transparencia, austeridad y cercanía. Eso es lo que se espera de él.
Si las instituciones democráticas tienen ahora menos apoyo ciudadano que en los últimos cuarenta años se debe a que quienes las representaban y dirigían fueron negligentes en su obligación de renovarlas y mejorarlas. Lo que valía en el año 1978 es inoperante en el año 2014. Por poner un ejemplo mencionado por el propio rey Felipe: la Justicia. ¿Qué ha querido decir cuando se ha comprometido con la independencia judicial? Los órganos de la Justicia alumbrados por la Constitución pudieron parecer el colmo de la eficacia y la separación de poderes cuando se comparaban con los tribunales franquistas, pero son manifiestamente insuficientes para las exigencias de la actual sociedad española. Defender la separación de poderes significa hoy promover las reformas que nos ahorren espectáculos bochornosos como el reparto del CGPJ por parte del bipartidismo, Izquierda Unida y los nacionalistas.
Felipe VI no ha pedido un cheque en blanco, sino que ha dicho que espera ganarse el orgullo que él siente por los españolesComo la justicia, podríamos mencionar muchos de los aspectos clave de nuestro orden constitucional, desde el modelo territorial hasta la ley electoral. Está claro que no será el rey quien redacte ni apruebe las leyes, pero sí puede utilizar su ascendiente para influir y facilitar. Paradójicamente, Felipe VI tiene una desventaja respecto a Juan Carlos I: él no puede maniobrar para colocar a su Adolfo Suárez. Tampoco tiene por qué. Por mucho que se diga, no hace falta una segunda transición, aunque sí un proceso de reformas que modifique, entre otras cosas, la propia Constitución del 78. En tal proceso, habrá quien legítimamente plantee instaurar la república; sería un error que esta eventualidad cohíba al nuevo rey de jugar el papel que le corresponde.
Felipe VI no ha pedido un cheque en blanco, sino que ha dicho que espera ganarse el orgullo que él siente por los españoles. Son las palabras que cabe esperar de un jefe del Estado, sea rey o presidente. España está necesitada de ejemplaridad. Si el rey se convierte en un ejemplo (como un día lo fue su padre) aumentará su capacidad para facilitar y promover los cambios que necesita nuestro país. Por el bien de todos, esperemos que aproveche su tiempo.
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