Si algo caracteriza al Gobierno de Rajoy, aparte de su cinismo y mentiras, es la falta de estrategia global y de inteligencia, un modus operandi del que ha hecho uso otra vez el presidente, con una desvergüenza y desfachatez redobladas, al atreverse a decir que se muestra convencido de que '2013 será mejor que este año y que en 2014 España creará empleo'. Es una afirmación insólita cuando el propio Gobierno prevé que el paro se dispare otro millón, a más de 6 millones; eso sí, lo dice a lo tonto, y sin permitir a los periodistas hacer cualquier pregunta. Y yo, desde mis blogs, me siento inducido por ello a remitirle a la información en la que contundentemente Alejandro Bolaños en El País denuncia esos recortes disfrazados de reforma, cuyo único efecto claro está en adelgazar el Estado de bienestar.
Bien dice este periodista que muchos de los cambios anunciados son ajustes del gasto que no mejoran la eficiencia económica. Así se contempla tras cinco años de crisis, al ver un sinfín de planes anunciados para salir de ella, y apreciar un insuficiente bagaje: cuando se oye la palabra reforma, "la reacción natural ya no es discutir si el cambio propuesto servirá para algo, sino echarse la mano a la cartera". Al Ejecutivo español se le exigen, al mismo tiempo, drásticos ajustes presupuestarios y radicales cambios en las normas que regulan la economía. Son condiciones de Bruselas, del Banco Central Europeo (BCE), de Alemania para sostener a España frente a los embates de los mercados. Pero, como repite a menudo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, "la prioridad es reducir el déficit". En más de un caso, la reforma es un envoltorio, mucho menos de lo que promete. Y, sorpresa, lo que hay dentro son más recortes y más impuestos. Ningún gobierno del PP de estos momentos es capaz de hacer cambios para ver resultados, no ya a nivel central, si no tampoco de naturaleza autonómica, provincial, ni local.
El catedrático de Economía Roberto Centeno preguntado sobré qué haría él para arreglar España, al presentar hace poco su libro sobre la crisis El disparate nacional, describe los hechos –de algunos de los cuales fue testigo directo– y las personas que nos han llevado a la ruina, y dedica un capítulo a explicar las medidas para salir de la crisis. No deja a un lado la consideración, que estima el centro de la cuestión, de que el problema de España no es económico, como en Grecia, Irlanda y Portugal. Es político. Así, aclara dicho profesor, político fue el desastre financiero, donde un Gobierno insensato hizo caso omiso de la carta de los inspectores del BdE en 2006, en la que se alertaba inequívocamente de lo que iba a suceder, e hicieron justo lo contrario de lo que debían. Política fue asimismo la decisión de ignorar la crisis y de falsear el cálculo del PIB, que desde 2008 se sobrevalora en más de dos puntos anuales. Y política es la decisión de "mantener un modelo de Estado infinanciable y corrupto, unos bancos inviables y unos monopolios esenciales con licencia para robar". Por ello -entiende Centeno- "afirmar que hay soluciones que dejen intacto este entramado de expolio sin límites es un insulto a la inteligencia y un engaño miserable a los españoles".
De ahí que, frente a los pasos dados por el PP y sus dirigentes, Roberto Centeno se muestra tajante al presentar la primera de sus medidas: el cambio del modelo de Estado. Una providencia obvia, indiscutible, sine que non, puesto que ningún país puede soportar un sistema político que lleva al despilfarro anual del 11% de su PIB. "Es metafísicamente imposible. Desde las duplicidades entre administraciones –36.000 millones–, hasta la estructura del sistema –17 comunidades autónomas con todos los elementos propios de un Estado soberano y 8.127 ayuntamientos con una legión de personas y medios–", determina el reiterado profesor. A esto hay que agregar el descontrol más absoluto y el mayor nivel de corrupción, tanto institucional como personal, de la historia de España. Es indecente, es desvergonzado y es indigno que la casta política, con la señora De Cospedal al frente, afirme con total cinismo que "las Comunidades no son el problema". Si el despilfarro del 11% del PIB no es el problema, ¿entonces cuál es, Maricospe?, le pregunta nuestro catedrático.
El que éste tilda de camelo habitual, encerrado en corregir los excesos, no vale de ningún modo porque el sistema es el exceso y hay que cortarlo de raíz, manteniendo solo las autonomías históricas: País Vasco, Navarra y Cataluña. Y reducir los ayuntamientos a menos de 3.000. Mantener el resto de autonomías es contrario a la razón y a la realidad histórica, afirma categórico aquél, ratificando cuanto UPyD demandaba en un documento intangible y de máxima actualidad. Rajoy y su gente olvida, en cambio, durante la conmemoración del 34 aniversario de la Constitución que la conformación final de ésta es solo un invento de la infausta Transición para que la casta política pudiera colocar a sus familiares y amigos por cientos de miles, y con sueldos un 40% por encima que la media del sector privado. "Un diferencial jamás ocurrido antes de la Transición y que tampoco sucede en ningún otro país, donde los salarios públicos están siempre por debajo de los privados", acusa Centeno. Más todavía, están saqueando España sin contemplaciones y por eso se adhiere a los llamamientos a los funcionarios para que saquen a la luz todo lo que saben de corrupción, estafas, apropiación indebida, gastos suntuarios, engaños y clientelismo. Hay que desenmascarar a los corruptos y España debe saberlo.
Además, de una vez, hay que eliminar a esas 350.000 personas –según ha calculado Roberto Centeno- "dedicadas a tiempo completo a idear, legislar y controlar 17 mercados diferentes, a poner barreras de todo tipo entre las regiones españolas. Han destruido la unidad de mercado, que es el elemento esencial para el crecimiento. Es más fácil mover productos entre Estados europeos que entre regiones españolas". ¿De qué sirve la reforma laboral sin unidad de mercado?, se pregunta inteligentemente nuestro profesor, recordándonos lo que ya ha repetido mil y una veces, una de las verdades más profundas del funcionamiento de nuestra economía: por cada puesto eliminado en el sector público se crean 2,8 en el sector privado.
La implantación de una democracia real es la segunda de las medidas observada por Roberto Centeno, la cual fue hurtada a los españoles por los padres de la infausta Transición. Estos implantaron, como estamos viendo treinta y cinco años después, una oligarquía donde no existe división de poderes, ni institución independiente alguna, y eso no es una democracia obviamente. Los diputados no representan al pueblo, no han sido elegidos por él. Solo representan a quien les puso en una lista; son meros aplaudidores, aparte de cuchufleteros que pierden iPads a decenas y exigen que se les reemplacen. El pueblo no les importa nada. Como demuestran los amamantados en ayuntamientos varios, según testimonia la alcaldesa de Madrid, de puente con la ciudad llorando a sus muertos. "Tiene cinco secretarias, mayordomo y dos conductores, un auténtico escándalo, mientras sube hasta las tasas hasta por casarse y los IBIs sin parar, aunque el valor de las viviendas se hunda. Hay que echarlos como sea", apremia terminante el profesor Centeno, que demanda el cambio urgente de un régimen oligárquico corrupto y depredador, donde se tapan los unos a los otros –hoy por ti y mañana por mí, tú colocas a mi primo y yo a tu cuñado– es absolutamente incompatible con el crecimiento. Y simultáneamente es imprescindible cambiar la infecta ley electoral que sostiene todo el tinglado, y permite además que los votos de nacionalistas y separatistas valgan cinco veces los del resto de los españoles. El procedimiento el mismo: referéndum. O por las buenas ahora, o por las malas antes o después.
¿Se han dado ustedes cuenta que todas las medidas descritas forman parte del programa de UPyD desde el primer día de su nacimiento? Claro que ha avanzado el partido liderado por Rosa Díez, es innegable, pero no lo suficiente para forzar la salida del PPSOE del Ejecutivo nacional. Sin embargo, hasta las nuevas elecciones generales de 2015, cuando ese bipartidismo quede hecho trizas para siempre, hemos de exigir a los gobernantes del PP que escuchen las demandas de la calle, que procedan en todo el poder monopolizado a los cambios de gobierno necesarios; cesando desde la aciaga ministra Fátima Báñez del desempleo, hasta los funestos consejeros J. Ignacio Echániz o Leandro Esteban de Castilla-La Mancha, etcétera, etc., y colocando en su lugar a hombres y mujeres más preparados y comprometidos socialmente.
La tercera medida comprende el cierre de bancos inviables y reestructuración hipotecaria. Los ocho bancos nacionalizados –o casi– deben ser cerrados ya, como ha pedido Roberto Centeno. Primero porque son inviables, y segundo porque es imperativo adecuar el tamaño del sector financiero al de la economía real. Los bancos se liquidan y sus activos se venden a mercado. Pueden valer algo así como el 50%, o sea, 500.000 millones. Lo que significa que hay dinero de sobra para pagar a los garantizados. Rescatarlos, que es en lo que está Rajoy avalándolo todo para salvar a unas élites irresponsables y depredadoras, llevará a la ruina definitiva a la nación, advierte perseverante el catedrático, sin olvidar tampoco la urgencia de ir a una reestructuración hipotecaria en la que los bancos carguen con su parte de culpa, como señala el FMI, porque es una forma de relanzar la economía a "relativamente bajo coste". Y necesita tres cosas: la derogación del desalojo obligatorio dando una moratoria; la entrega de la vivienda salda toda la deuda –no se puede condenar a una familia de por vida– y una reestructuración de no menos de 100.000 millones, que es radicalmente incompatible con el rescate a bancos inviables. O rescate o reestructuración. Básicamente porque es de vergüenza que PP y PSOE necesiten que se suicide la gente y estar en campaña electoral para improvisar una chapuza que aplaza pero no resuelve nada.
Sin duda, somos una gran nación con un potencial de crecimiento inmenso, pero estamos en manos de la clase política más ruin, más corrupta y más incapaz de Europa. Tienen en sus manos acabar con la crisis, pero existen muchas dudas de que vayan a hacerlo. Basta ver a Rajoy, a Mas o a Cospedal para entender, con sus medidas, que no cederán un ápice de sus inmensos privilegios. Entonces, tendremos que hacerlo el pueblo paso a paso. El 15-M o el 27-O son unos interesantes vehículos de choque, pues la tartana neoliberal del PP o de los partidos nacionalistas de derechas no puede sacarnos del camino al abismo en el que nos van metiendo: la crisis total del paro en España. Varios estudios han fijado ya la radiografía del mercado laboral español, que el diario El País enunció el 26 de octubre de 2012 desde estos diez titulares: Récord en la tasa de paro; la ocupación baja a niveles de 2003; más destrucción de empleo público que privado; el trabajo por cuenta propia, la única salida; el desempleo entre los jóvenes frena su escalada; aumentan las familias con todos sus miembros sin empleo; hay menos gente que busca trabajo; la tasa de paro entre los inmigrantes baja por la vuelta a casa; el paro parte geográficamente a España, y un país a la cola de Europa.
Vengo investigando desde hace más de tres años todo cuanto afecta a la "Nueva política de creación de empleo", sobre la que aglutino miles de páginas e iré presentando en síntesis sucesivas de artículos, dispuestos para que el Consejo Territorial de UPyD de Castilla-La Mancha pueda construir un gran escenario de política activa, en la que el desempleo sea barrido por el trabajo minuto a minuto.
Juan Andrés Buedo
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Publicado por: Progress | 14/12/2012 en 09:07 p.m.