Rosa Díez, Portavoz de UPyD (Publicado en UPyD, aquí)
La coherencia parece ser un valor desconocido, al menos, para ser aplicada en la política. Ya he comentado más de una vez la sorpresa que causa a propios y extraños --periodistas acreditados en el Congreso de Los Diputados, tertulianos varios, columnistas de todo tipo, comentaristas "políticos", etc., el hecho de que llevemos a la práctica lo que prometimos en nuestra campaña y en nuestro programa electoral: que UPyD tiene un sentido institucional de la política y que, en coherencia con este principio, nuestro comportamiento se iba a alejar de todo tipo de sectarismo.
Desde que se inició esta legislatura, desde la primera vez que intervenimos en el Pleno del Congreso de los Diputados, hemos visto las caras de sorpresa que producían nuestras intervenciones y nuestros votos. El hecho de que analicemos siempre las propuestas en función de su contenido y completamente al margen de la fuerza política que la plantea es algo al parecer tan "revolucionario" que deja perplejos a los unos y los otros. Los partidos tradicionales van por la vida política con orejeras y eso les lleva a pensar que todos hemos de comportarnos como ellos: que nuestro voto será negativo o positivo en función del partido que haga la porpuesta. No terminan de comprender que una cosa es no poder pactar la política de estado --por ejemplo--con un partido que no cree en el Estado español y otra muy distinta que no podamos encontrar coincidencias en cantidad de inicitativas políticas. Los mismos que están dispuestos a gobernar con los nacionalistas a cualquier precio --los que lo hacen ahora y los que aspiran a hacerlo desde el "nuevo" Partido Popular-- se rasgan las vestiduras cuando ven la coherencia y libertad con la que actuamos. El sentido institucional con el que desarrollamos nuestra tarea política y el nulo complejo que tenemos a la hora de defender o rechazar con argumentos las cosas en las que creemos. Bueno, ya se irán acostumbrando. No les va a quedar otro remedio, pues ha llegado a la política española un partido que --como me decía el otro día un joven en la calle, frente al Congreso-- "no se casa con nadie". Con nadie más que con los ciudadanos a los que les ha prometido tener un determinado comportamiento. Justo el que estamos teniendo.
El desconcierto se reprodujo esta semana durante las votaciones de los Presupuestos generales del estado. Una agencia anunció el martes noche que "UPyD ha votado junto con ERC, IU y NaBai en contra del Presupuesto de la Casa del Rey". La cosa pasó más o menos desapercibida hasta que ABC decidió ayer hacer un despliegue en el que contaba "el sucedido" . Naturalmente la información del citado periódico no está exenta de intencionalidad: en titular "Rosa de España vota con ERC" lo resume todo. Por dentro del artócilo, firmado por Ángel Collado, lo contextualiza; pero, como saben bien los que se dedican a la comunicación, el titular y el pié de foto es lo que todo el mundo lee. El artículo cae además en la falsificaciones groseras, tales como que nuestro partido "comparte principios con la izquierda más clásica--aborto y eutanasia-" o que "elude la definición sobre el modelo de la Jefatura del Estado". ABC, nos dedica, por el mismo motivo, un editorial que resulta perfectamente esclarecedor: Rosa Díez, la nueva izquierda. Ambos --artículo y editorial-- son una muestra del nerviosismo de la derecha política que la derecha mediática se apresura a acompañar. Las gentes de Rajoy nos temen como a un nublado; en vez de analizar su estancamiento en base a sus propios errores, tratan de caracterizar a Unión Progreso y Democracia como una fuerza política que en modo alguno puede contar con la simpatía de votantes tradicionalmente conservadores. Craso error el suyo. No sólo desprecian la inteligencia de los ciudadanos a la hora de elegir su opción electoral --los ciudadanos tienen un pensamiento mucho más complejo, más rico y más crítico-- sino que nos hacen un enorme favor. Me pregunto cuanta gente de los verdaderamente conservadores habrá encontrado en el artículo de hoy de ABC un motivo para votarnos. Precisamente por aquello que el periodista se empeña en resaltar y que está plenamente alejado de la realidad: que nuestro voto fue en contra de la Casa del Rey. Me atrevo a afirmar que ahora mismo su Majestad el Rey tiene muchos más detractores entre la derecha más recalcitrante que los que pueda tener en la izquierda moderada.
También la izquierda mediática se empeñan en el mismo juego. Para ellos somos un partido "de derechas". Cuando más zapateristas es el medio, más de derechas somos a su criterio. Si para el PP somos "un nublado", para el PSOE --e IU, que ayer mismo decía que debían aprender de "nuestro marketing de partido fresco y nuevo"(?) para evitar la sangría-- nos hemos convertido en una obsesión. No saben qué hacer con nosotros: si nos quitan del CIS, malo; si nos ponen peor. Si me tratan de descalificar personalmente, malo; si me sonríen y charlan conmigo, peor. Vienen tiempos malos para la izquierda y la derecha oficial en España. Hasta el periódico The Economist, en ese reportaje dedicado a España que titula "Se acabó la fiesta", termina hablando de nosotros. Ellos tampoco saben cómo describirnos y nos califican como un partido "de centro radical". En fin, que unos y otros, españoles y foraneos, se van a tener que acostrumbrar a una fuerza política nueva que dice lo que piensa en cualquier lugar de España y en cualquier foro en que se encuentre. Que dice lo mismo en la tribuna del parlamento que en un mitin en la calle. Que habla con claridad, para que todo el mundo el entienda. y que, como me decía el joven antes citado, no se casa con nadie.
Dicho todo esto, ya terminó la sesión del Presupuesto. Tres días en los que el hemiciclo sólo se llenaba cuando los señores y señoras diputados llegaban a mirar los dedo (uno, si; dos, abstención; tres, no) de los portavoces de su grupo que dirigían la votación. Estos Presupuestos fracasados y caducos antes de empezar a debatirlos, volverán tras pasar por el Senado, supongo. Y nosotros volveremos a votar en contra de la totalidad de los mismos. Como hemos hecho estos tres días pasados. Hemos apoyado un buen número de enmiendas, todas aquellas que eran positivas para la educación, las políticas de empleo, la competitividad de nuestras empresas, las políticas sociales, las nuevas tecnologías... Hemos rechazado el pensionazo, los recortes en prestaciones sociales de los funcionarios.... Hemos defendido las transacionales, como la que afecta a la Ley de la Carrera Militar (calcada de nuestra Proposición no de Ley) o la que afecta a las prestaciones a los presos sociales de la dictadura (homosexuales perseguidos y encarcelados), pues si bien esta última no era plenamente satisfactoria con las justas reivindicaciones de ese colectivo que hicimos nuestras en nuestra enmienda, era lo más lejos que podíamos llegar (que el PSOE quiso llegar) y mejoraba el texto de la Ponencia. Y hemos votado en contra de todas las secciones. Como se sabe, primero se votan las enmiendas (todas menos las transacionales fueron derrotadas con el voto unido de PSOE, PNV y BNG) y después la sección completa. Los presupuestos puedden ser devueltos al Gobierno por dos vías: porque se apruebe la enmienda a la totalidad o porque decaiga una Sección. Por ese motivo, porque estos presupuestos no tienen arreglo, hemos votado en conta de todas ellas, sin hacer ningún distingo. Votamos NO a la Sección de Vivienda, a la de Trabajo, a la de Educación, a la de Industria..., y a la O1 que la Casa del Rey, aunque en esta en concreto también votamos en conta de las enmiendas presentadas por Ezkerra Republicana. En contra de las enmiendas por no estar de acuerdo con ellas; en contra de la Sección, por no estar de acuerdo con el Presupuesto. Más claro: agua. Incluso votamos en contra a la Sección de Cortes Generales (fuimos los únicos), que es aquella en la que nos ponemos el sueldo, para que todo el mundo lo entienda. Pues eso: coherencia.
Los dicho: los de siempre, los que votan por los dedos y no por el pensamiento razonado,han de irse acostumbrando a esta lógica institucional y coherente a la hora de hacer política. Nosotros no vamos a hacer cálculos electorales a la hora de argumentar y/o votar. Seguiremos haciendo política sin prejuicios y sin complejos. Y que vayan preparándose. Porque tengo para mí que hay millones de ciudadanos deseando que alguien les represente con limpieza y con sinceridad. Millones de ciudadanos que están hartos de los unos y de los otros. Millones de ciudadanos que, como despierten, van a provocar un auténtico big-bang. Al tiempo.
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