Sin darme tiempo a contestar, Regina aseguró con cariñosa ironía:
-¿Éste? ¡Por Dios! Un zángano solamente, si es cierto, como se ha dicho, que el fenómeno hippie estuvo simbolizado en aquellas flores, abejas y zánganos, que a su vez eran el paradigma de los hombres, la música y las drogas. Además, ninguno de los que habitaron la masía, o lo que fuera la casa donde vivieron, estaba dentro de la juventud frustrada, porque bien que luchaban contra el Gobierno... He podido escucharles que la experiencia fue caótica y agitada. Pronto volvieron a la que llamaban "la otra sociedad". Y más pronto todavía dejaron el ideal del ser, para ahogarse en las hipocresías del poseer.
Fingí que no la había oído. Continué de pie, al borde del barco, mirando el paisaje, con las manos en los bolsillos y, recobrado de la nostalgia, dije al fin:
-Nuestro grupo fue hippie porque, a pesar de las diferencias personales, de carácter, en California nos comportamos como una especie de ácratas rebeldes a las estructuras de la sociedad.
-¡Ay! Me hubiera encantado veros -dijo Chuta-. Tuve en la Facultad a un profesor de filosofía del derecho que estuvo viviendo en San Francisco como hippie... De tu edad, poco más o menos. Nos contaba anécdotas deliciosas. Me viene ahora a la cabeza una que nos refirió a la hora de explicarnos que los hippies, como los hidalgos, detestaban trabajar, y esto tanto por filosofía como por gusto natural... Recuerdo que decía no haberse puesto él a pedir limosna, pero que era habitual. Aunque lo más gracioso salió cuando nos contó una chispa fantástica: "Soy una máquina humana, ponga aquí un cuarto de dólar y sale música", repetía uno de ellos a la puerta de un bar. Entonces pasó un burguesito empleado de algún banco, le dio una moneda, y el hippie se puso a cantar con la música de "cielito lindo": "Las gentes son libres en Haight Ashbury./ Los hippies viven a su aire./ Los pasteles de boda dan dolor de estómago,/ por eso los hippies toman marihuana.../ Estar en "viaje", en "viaje", en "viaje"/ no es nada deshonroso./ Casarse es meterse en líos./ Si necesitas una mujer:/ cásate con Juana: Mari Juana...".
Regina la miró con gesto apreciativo y, con la perpetua ternura que había perdonado hasta los mayores errores por mí cometidos, ratificó la canción de Chuta:
-En el caso de Tomás y sus amigos se cumple eso que acabas de decir... Que casarse es internarse en enredos y mentiras.
-A lo mejor por eso no me he casado -contesté con sorna.
El mar, para mí, fue siempre como una vitamina. Por eso, al mirarlo, los recuerdos cobraron vigor y recuperaron toda su cronología; me resultaba fácil concretar los cómo y los cuándo. Le hablé a Chuta de mis andares como hippie ibicenco y en pocos minutos la situé dentro de lo acaecido a lo largo de la fiesta que se dio en llamar el Verano de Monet.
Me observó tras la débil cortina de humo del cigarrillo que diligente se hallaba terminando. Alargó sus manos para coger un refresco que le había traído Carlos y, anonadada por lo que oía, me indicó que continuara.
-¿Qué pasó al concluir la festividad?
-La tentativa se transfiguró por completo. ¿Cómo te diría? Los días se prolongaron en medio de un monótono languidecer. El proyecto fue ya una sucesión de disputas y de prolongados litigios. En el fondo, había una clara incompatibilidad de caracteres entre Pedro y Antoni. Bastaba que uno dijera blanco, para que respondiese el otro negro. Incluso por las tonterías más nimias tenían que reñir. Pero fundamentalmente los celos de Pedro, que dependía bastante de Clara y no soportaba verla en brazos de otro, eran la causa motivadora de las discusiones más vivas. Una tarde salió a comprar comida al pueblo y al volver la encontró acostada con Antoni. Se puso como un loco y se arrojó sobre éste. Jamás lo he visto tan fuera de sí. Alrededor de la cama nos juntamos todos y en seguida se organizó un agudo debate. Pedro tuvo que escuchar cosas duras, porque no tenía ninguna razón para obrar así, pues todos formábamos parte de la misma familia y allí todo el mundo era de todo el mundo. Hasta ampliamos el número de miembros de la familia, dejando que se quedasen a vivir dos parejas norteamericanas recién llegadas a la isla. Debíamos ser algo tediosos, o acaso un tanto heterodoxos, ya que sólo permanecieron con nosotros una semana. Durante este tiempo impusieron la celebración de sesiones de terapia de grupo. En ellas las intervenciones de ambos rivales constituían dardos envenenados contra su respectivo contrario. Esto disgustó ciertamente al más viejo de los cobijados, un tal Adam, que les dijo en tono duro: "Los dos podéis superar eso... Estáis llenos de confusión, cuando el hippie habla no basa su verdad en la verdad de un filósofo o de un político filosofante, sino que sus palabras son el pozo de todo lo oído, leído o inculcado por otros". Quería enseñarles que los hippies no aceptaban filosofías, sino frases filosóficas. De lo que resultaba que al mismo tiempo debíamos hacernos eco de lo dicho por Descartes, filósofo católico, y podíamos recitar, en voz alta y con sus hechos, a Jean Paul Sartre. O convertirnos en héroes, en místicos, en antihéroes y antimísticos, en guerrilleros triunfantes o guerrilleros fracasados, en filósofos, moralistas o simplemente en seres que ambicionábamos ser rescatados de nuestra inconveniente soledad o abandono. Una de las chicas, que se hacía llamar Bee (abeja), cuando otro día polemizamos sobre determinados tabús, dijo con seriedad: "Nuestro grito ¡Amor!, ¡Amor!, ¡Amor!, no significa, en modo alguno, ¡Sexo!, ¡Sexo!, ¡Sexo!, por más que éste perfeccione al otro... Fornicar no simboliza amar, ni puede conjugarse como éste", en cuanto ahondamos en la materia de los matrimonios de grupo. Contestaba de esta forma a Antoni, que estaba embebido en el pensamiento de Marcuse, al cual recurrió para comentar hasta qué punto era peligrosa la liberación sexual para la sociedad tradicional completamente centrada en la célula familiar. Ante la libertad total, Antoni le contestó que se hacían cosas malas con ella. Y aludió al municipio del Planetarium de San Francisco, donde centenares de jóvenes estaban viviendo al día, en la libertad más desenfrenada: "Todo el mundo se droga a muerte y se encuentra a cualquiera en una cama, siguiendo el humor y los puestos que están libres. Todo se hace en público, sobre colchones dispuestos por el suelo desde la bodega hasta los graneros. Y los niños que tienen de dos a ocho años se pasean en medio del guirigay sin prestarle la más mínima atención". Se preguntó qué iba a salir de todo aquello. Nadie supo decirlo. En cambio, sí quedó clara la idea de que en el matrimonio de grupo todo el mundo pertenecía a todo el mundo. El segundo de los estadounidienses, algo afeminado, explicó que era necesario, para evitar problemas, que hubiese un mínimo de organización. De común acuerdo, dijo, podía establecerse una especie de horario preciso: tal día fulano de tal debe vivir con fulana de tal, hasta terminar el círculo. No se trataba sólo para las parejas así reunidas por periodos de veinticuatro horas, de dormir juntos, sino de vivir durante todo el día como cualquier otro matrimonio. "¿Y qué pasa si una de nosotras se queda encinta? ¿Cómo sabrá ella quién es el padre?", preguntó Victoria. Respondió Cilla, la otra muchacha, refiriéndose a experiencias de grupos de su país: "Si alguno nace, no tiene el más mínimo problema, el niño se siente miembro de toda la familia y querido por todos". Pedro puso cara de pocos amigos al escucharla, y secamente comentó: "No termina de convencerme eso de que un matrimonio sea una auténtica cooperativa".
Los recuerdos de casamiento. Las bodas están cada vez más sofisticadas y glamorosas. La presentación y la cubierta de los recuerdos de casamiento deben emanar únicas y llamativas. A menudo la forma de que modo retirarse presenta un llamada de casamiento le dichoso al provisionalmente un éter memorable. Obsequioso os olvidéis que esos recuerdos de casamiento son una forma de corresponder a los invitados su auxilio. Los recuerdos o recordatorios de casamiento pueden sujeto decorativos, complementando la engalanamiento de las mesas del comilona o el circundante de la carnaval. De que manera sucede juntocon toda la demás engalanamiento de la casamiento, los obsequios deben espejar el jerarquía de formalidad de la casamiento y el condición de la compañero.
Publicado por: Invitaciones | 06/04/2013 en 02:03 p.m.