Las personas observan su medio social, se fijan en las opiniones y lo que se piensa sobre ellas, registran cuáles están ganando terreno y van a convertirse en dominantes. Los que confían en la victoria se pronuncian y los perdedores tienden a callarse, porque la lengua se suelta cuando uno se siente en armonía con el espíritu de la época. En puridad aquí se asienta el alma sustantiva de esta serie extensa que he venido en denominar "Episodios provinciales", centrados en Cuenca y con la intención moralizadora de llenar el vacío que deja la prensa local, apegada al ostracismo y la vacuidad de muchos de sus contenidos.
La democracia no se mide únicamente por la existencia de urnas o el funcionamiento formal de los ayuntamientos. La calidad democrática se reconoce en la transparencia, en el pluralismo real, en la participación activa de la ciudadanía y en la existencia de medios de comunicación libres y críticos. Y es precisamente en esos aspectos donde, lamentablemente, Cuenca —tanto su capital como el conjunto de la provincia— muestra preocupantes signos de deterioro democrático que no deberíamos seguir ignorando.
La historia política reciente de Cuenca refleja la persistencia de estructuras de poder clientelares, especialmente en las zonas rurales. En demasiados municipios, los recursos públicos, los empleos o incluso los favores institucionales se reparten según afinidades políticas y no en función del mérito, la necesidad o la equidad. Esto no es una simple acusación ideológica: es un fenómeno socialmente percibido y que alimenta el descrédito institucional.
A ello se suma el bipartidismo cerrado, que sigue marcando la dinámica política conquense y limita enormemente la renovación de élites. Los rostros, los discursos y los estilos políticos parecen inamovibles en buena parte de las instituciones locales.
No es casual que la participación ciudadana en Cuenca capital y en buena parte de la provincia suela situarse por debajo de la media nacional, especialmente en elecciones consideradas "de segundo orden", como las europeas o autonómicas. A esto contribuye, sin duda, la combinación de desafección política, envejecimiento de la población y el constante éxodo juvenil, que vacía los pueblos y resta dinamismo a la vida política y social.
Pero no solo hablamos de las urnas. La sociedad civil conquense es débil, con escasez de movimientos sociales, asociaciones vecinales o plataformas críticas verdaderamente independientes. Las que existen, en muchos casos, dependen de subvenciones institucionales que, aunque necesarias, pueden limitar su libertad y su capacidad de movilización.
A pesar de las leyes de transparencia, acceder a información pública en la provincia sigue siendo una tarea difícil. Muchos ayuntamientos y la propia Diputación provincial mantienen páginas web desactualizadas, con presupuestos poco comprensibles para la ciudadanía y escasa rendición de cuentas. La opacidad alimenta el desinterés y abre la puerta a la sospecha.
Por si fuera poco, Cuenca carece de un ecosistema mediático plural e independiente. La mayoría de los medios locales dependen de la publicidad institucional, lo que reduce su capacidad crítica y contribuye a una preocupante uniformidad informativa. La falta de espacios de debate público abiertos y plurales empobrece la vida democrática y deja a la ciudadanía sin instrumentos para informarse de forma rigurosa y contrastada.
Este déficit democrático no puede entenderse al margen de los problemas estructurales que arrastra Cuenca: la despoblación, el envejecimiento, la falta de oportunidades laborales o la centralización provincial en torno a la capital, que margina a las comarcas rurales.
La combinación de estos factores crea un círculo vicioso: cuanto más se vacía la provincia, más se concentran los recursos y las decisiones en pocas manos; y cuanto más poder se concentra, más difícil es dinamizar el territorio y romper con la inercia.
El panorama es preocupante, sí, pero no irreversible. La mejora de la calidad democrática en Cuenca pasa por abrir ventanas y oxigenar las instituciones y la vida social. Algunas propuestas son:
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Implantar presupuestos participativos reales en los ayuntamientos, especialmente en la capital y municipios medianos.
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Apoyar de forma decidida a las asociaciones vecinales, plataformas ciudadanas y movimientos sociales, garantizando su independencia.
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Exigir y vigilar la transparencia institucional, con portales actualizados, información comprensible y rendición de cuentas periódica.
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Impulsar medios de comunicación locales independientes, con ayudas públicas claras y transparentes, pero desvinculadas de afinidades políticas.
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Fomentar la educación cívica y la participación juvenil, combatiendo el éxodo y ofreciendo alternativas para que las nuevas generaciones se impliquen.
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Combatir el clientelismo y favorecer la profesionalización de la administración pública, con criterios objetivos en la gestión de recursos y servicios.
Lo que está en juego no es una cuestión menor. La falta de calidad democrática limita el desarrollo económico, frena la innovación social y condena al territorio a una inercia que solo beneficia a unos pocos. Cuenca necesita más democracia, más participación, más transparencia. Necesita, en definitiva, abrir las ventanas y dejar que entre aire fresco.