
La expresión “insignificancia sociopolítica conquense” no aparece como tal en los textos académicos, pero puede interpretarse a partir de varios factores analizados en la literatura sobre movimientos sociales y la historia local de Cuenca y Castilla-La Mancha.
En el contexto de los movimientos sociales durante la crisis de la dictadura franquista y la transición democrática, se señala que, en Castilla-La Mancha y especialmente en Cuenca, la presencia de partidos nacionalistas o movimientos con fuerte impacto sociopolítico fue prácticamente inexistente o muy limitada. Esto contrasta con otras regiones españolas donde los movimientos nacionalistas o de clase tuvieron mayor visibilidad y capacidad de movilización. El análisis de la transición en la región destaca la debilidad relativa de las fuerzas políticas y sociales herederas del régimen franquista y de la oposición, lo que generó una dinámica en la que los movimientos sociales, aunque presentes, no fueron el motor determinante del cambio, sino un factor más entre otros de naturaleza social, económica y cultural.
La “insignificancia” sociopolítica, por tanto, se refiere a la escasa capacidad de influencia y movilización de los actores locales frente a los grandes procesos nacionales, así como a la falta de protagonismo de movimientos o partidos que marcaran la agenda política o social de forma decisiva en el ámbito conquense. Esto no implica ausencia de movimientos sociales o de participación ciudadana, sino una menor capacidad para articular demandas significativas o para influir en los grandes cambios políticos y sociales de la época.
Allá por 2018 Andrés de Blas Guerrero, catedrático de Ciencia Política en la UNED al que le debo un agradecimiento imperecedero durante los muchos años que trabajé en su departamento y él me facilitó el acceso a trascendentes investigaciones de amplio reconocimiento, recordaba que entre las muchas sugerencias que se desprenden de la lectura del espléndido ensayo de Santos Juliá sobre la Transición española, hay una, insinuada mejor que explicitada, que merece un comentario. Se trata del dilema que entonces se planteó entre democracia y nación. En pocas palabras, el dilema consistió en priorizar la construcción de la democracia sobre la recuperación de una idea de nación española.
La reconstrucción de una idea nacional para nuestro país constituía una empresa azarosa, sujeta a enfrentamientos que no se presentaban en la idea de recuperar la democracia. Los distintos actores del proceso de Transición se apuntarían a esta visión de la cuestión por distintas, pero coincidentes razones en el resultado final. Lo que se planteó entonces como una estrategia política prudente pondría de manifiesto con el paso del tiempo sus debilidades. No se prestó atención al dato de que todo Estado, incluso el más democrático, necesita para garantizar su buen funcionamiento el cimiento de una comunidad de ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes. En última instancia, de una nación política fundamentada en una cosmovisión liberal-democrática.
"Lo que sí parece claro es que los pasos dados a lo largo del proceso de Transición anterior a la Constitución de 1978 dejarían una profunda huella en la política española. Una huella cuyo peso seguimos sintiendo en la actualidad", afirmó contundentemente Andrés de Blas. Y en esta tesitura nos hallamos, en particular dentro de la circunferencia política vigente en la Cuenca de hoy, que la hace vivir en permanente crisis, con pocos asomos de redención.
Para entender los factores que contribuyen a la baja influencia sociopolítica en la sociedad conquenses hay que echar mano de la historia, y retroceder hasta la Baja Edad Media. En esa época el control político en Cuenca estuvo monopolizado por linajes nobiliarios locales y la oligarquía urbana, quienes se apropiaron de los cargos municipales más relevantes. Este entramado de alianzas y clientelismo limitó la participación y la influencia de otros sectores sociales en la toma de decisiones, consolidando una estructura de poder excluyente y poco permeable al cambio social. Este hilado abre las puertas al segundo agente de la liviandad sociopolítica en este territorio, emplazado en que Cuenca es identificada como una zona con escasos recursos de movilización. Durante la Transición española, la provincia careció de un movimiento sindical potente y tuvo que esperar hasta fases avanzadas del proceso para activar mecanismos de protesta social. Esta debilidad organizativa dificultó la canalización de demandas colectivas y la presión sociopolítica efectiva sobre las instituciones.
Este abanico incidental nos sitúa ante el concreto medio rural español, y en particular el de Cuenca, que presenta una marcada resistencia al cambio y un comportamiento tradicional. Esta actitud se traduce en una mayor dificultad para la penetración de nuevas ideas o influencias externas, lo que refuerza la estabilidad de las estructuras políticas existentes y limita la emergencia de alternativas sociopolíticas.
En la actualidad, la política social en Cuenca ha sido señalada por casos de colapso administrativo, retrasos en la gestión de expedientes y prácticas de atención discrecional según el color político de los ayuntamientos. Estas deficiencias en la gestión pú blica generan desconfianza y desincentivan la participación ciudadana, perpetuando la baja influencia sociopolítica de la sociedad local.
El voto en las zonas rurales de Cuenca tiende a concentrarse en los grandes partidos estatales, lo que reduce la pluralidad política y limita la aparición de fuerzas alternativas capaces de dinamizar el panorama sociopolítico local.
En conjunto, estos factores históricos, estructurales y culturales han consolidado una baja capacidad de influencia sociopolítica en la sociedad conquense, dificultando tanto la movilización como la articulación de demandas colectivas y la renovación de sus élites políticas. ¿Hay fórmulas para revertir la situación?, debemos preguntas. Y la respuesta es afirmativa. Entonces, ¿cuál es la salida? Se contesta con una frase evocadora: "Bajar del monte para abrir la puerta del progreso". Proposición que puede interpretarse de varias maneras, dependiendo del contexto en que se use.
En su sentido más directo, podría referirse a alguien que vive en el campo, en la montaña o en un entorno rural, y que decide trasladarse a la ciudad o a un entorno más urbanizado en busca de mejores oportunidades, educación, tecnología o desarrollo personal y profesional. Simbólicamente posee tres acepciones:
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Salir de la zona de confort: El "monte" puede simbolizar la comodidad, la tradición o el aislamiento. "Bajar del monte" sería atreverse a dejar atrás lo conocido para enfrentarse a nuevos retos.
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Apertura al cambio: "Abrir la puerta del progreso" sugiere disposición a nuevas ideas, innovación y crecimiento personal o colectivo.
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Transformación social: Puede referirse al proceso de modernización de comunidades rurales o tradicionales, integrándolas en el desarrollo económico y social.
Un significado agrupado que, politológicamente, nos sitúa en la óptica -poco visitada por la débil opinión política practicada en Cuenca, sin capacidad crítica ni versatilidad creativa- de las castas políticas de la ciudad y la provincia de Cuenca y la subsecuente derivada del estancamiento económico. Todo el ámbito geográfico de su territorio ha estado marcado, históricamente y en la actualidad, por la presencia de élites políticas y sociales que han condicionado el acceso al poder y la toma de decisiones.
Con la creación de la Diputación Provincial de Cuenca en 1835, el poder político pasó a estar articulado en torno a instituciones representativas modernas, aunque la influencia de las élites locales y provinciales siguió siendo determinante. La Diputación ejerce funciones de gobierno y administración autónoma sobre los municipios, y su presidencia y composición han estado históricamente repartidas entre los principales partidos nacionales (PSOE, PP, y en menor medida, formaciones locales).
Tanto el Ayuntamiento de Cuenca como la Diputación Provincial han alternado gobiernos entre PSOE y PP, reflejando una dinámica bipartidista en la que los partidos mayoritarios tienden a repartirse el poder, con escasa presencia de fuerzas alternativas hasta fechas recientes. El acceso a los cargos provinciales depende de la elección de concejales en los municipios, lo que refuerza la importancia de las redes políticas locales y la continuidad de las élites políticas tradicionales.
En los últimos años, movimientos como Cuenca Ahora y partidos de la España Vaciada han irrumpido en la escena política provincial, cuestionando el dominio de los partidos tradicionales y reclamando una mayor atención a los problemas estructurales de la provincia, como la despoblación y la falta de inversiones. En síntesis y como conclusión final, si Cuenca quiere recobrar la importancia sociopolítica adecuada, con urgencia ha de poner en funcionamiento una -vamos a denominarla así-ALTERNATIVA DE TRANSFORMACIÓN Y PROGRESO (ATPCu), entregada básicamente a acabar con esas castas o élites políticas parasitarias que han tenido varias consecuencias negativas para el desarrollo económico de Cuenca:
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Continuidad de intereses y falta de renovación: La preeminencia de los mismos grupos políticos y sociales ha favorecido la reproducción de intereses particulares y clientelares, limitando la aparición de nuevas ideas y proyectos innovadores. Esto ha dificultado la adaptación de la provincia a los cambios económicos y sociales, y ha perpetuado estructuras poco dinámicas
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Desigualdad territorial y despoblación: La falta de políticas inclusivas y de inversión sostenida en el medio rural ha contribuido a la despoblación, uno de los principales problemas de la provincia. La correlación entre baja creación de empleo, precariedad laboral y pérdida de habitantes es clara, especialmente en los pequeños municipios, donde la falta de oportunidades laborales ha provocado un éxodo constante de población joven y activa.
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Dependencia de sectores tradicionales: La economía provincial sigue muy vinculada a sectores tradicionales como la agricultura, la ganadería y la silvicultura, con escasa diversificación y poca implantación de sectores productivos emergentes. Las políticas públicas no han logrado revertir esta situación ni atraer suficiente inversión para modernizar el tejido productivo.
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Falta de dinamismo empresarial: Aunque existen empresas activas en la provincia, la creación neta de empleo y la calidad del mismo son bajas. Las élites políticas no han impulsado suficientemente medidas para fomentar el emprendimiento, la innovación o la digitalización, lo que limita la capacidad de la provincia para competir en el contexto regional y nacional.
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Desconfianza y desafección ciudadana: El dominio de las castas políticas y la percepción de falta de respuesta a los problemas reales han alimentado la desafección política y el surgimiento de movimientos alternativos que denuncian el abandono institucional y reclaman un modelo de desarrollo más justo y equilibrado.