Además, un plan de estas características requiere también un estudio pormenorizado de lo existente para ver qué es lo que podría convertirse en peatonal, o cómo se podría reconducir el tráfico y de momento, no lo tiene. Algo crucial para encajar todo lo que se propone.
En cuanto a las familias que viven en los edificios públicos anexos a la estación, hemos vuelto a hablar con el trabajador que entrevistamos en su momento en este mismo medio hace unos meses, y nos ha comentado que el Ayuntamiento no se ha reunido en ningún momento con ellos. La única comunicación que han tenido ha sido una carta avisando que a primeros de junio serían recolocados en sus nuevos destinos: unos en Albacete, otros Madrid, otros Utiel y otros más en Aranjuez. Familias que, después de vivir toda una vida en Cuenca, se tienen que ir a otra ciudad aumentando ese número de migrantes internos que tiene tanto la ciudad como la provincia.
Además, al contrario de conectar barrios, estos coches (tanto en funcionamiento como los que estuvieran aparcados) producirían un efecto de barrera parecido al que ya hacían las vías del tren. Viendo este plan parece que el transporte privado ha sido el único factor tenido en cuenta, acomodándose completamente a él. Da la sensación de que el único objetivo en Cuenca es averiguar cómo utilizar más el coche en vez de invitar a la gente a cambiar esta conducta mediante un urbanismo más sostenible, ciclable y peatonal, incentivando el transporte público y relegando a un segundo plano esa forma de utilizar la ciudad tan egoísta, insostenible y contaminante a la que estamos bien acostumbrados.
Estamos ante un gran reto y tenemos que estar a la altura. El cambio climático se intensifica. Fruto de ello son estos periodos de sequías o el aumento paulatino de la temperatura. Tenemos que tener claro que hacer sostenibles nuestras ciudades es crucial para combatirlo. Es verdad que los requerimientos que tenemos en la ciudad son muy cambiantes. Hoy en día tenemos en cuenta cuestiones como el ruido, la contaminación o estudios de salud, que moldean nuestras ciudades completamente y son cruciales para que vivamos mejor. Pero, ¿quién sabe cuáles surgirán en un futuro? Por ello, nuestras ciudades actuales tienen que tener la flexibilidad necesaria para afrontar tanto los actuales como los futuros requerimientos a los que nos enfrentemos, por muy indeterminados que sean. Eso pasa por cambiar la forma en la que la planeamos. Por ello, tenemos la obligación de estar informados y hacer ciudad. Pero, ¿cómo podemos actuar?
Ya sabemos cómo no cometer los mismos errores del pasado y ya sabemos cómo podemos revertir esta situación. Pero para frenar esto tenemos que abordar esta situación tanto ciudadanos como políticos. Tanto los ciudadanos como las instituciones debemos informarnos, observar, aprender, interiorizar y aplicar estos conocimientos en nuestro día a día, ya sea en acciones cotidianas como a nivel institucional. Todos estamos en continuo aprendizaje y tenemos que seguir así. Ya estamos viendo los resultados de este consumo desmesurado y tenemos que actuar en consecuencia. Pero insisto, lo que no podemos hacer es volver atrás y cometer los mismos fallos. La gestión de estos terrenos ferroviarios es clave para encauzar un camino u otro. Tenemos que ser conscientes que no hay margen de error en la gestión de estos terrenos. Equivocarse en un edificio puede afectar una ciudad en 50-100 años, pero si nos equivocamos en un planeamiento urbano tan clave como lo es este, podemos pagarlo con toda nuestra vida y las de las siguientes generaciones. Es prácticamente irreversible.
Tenemos la suerte de vivir en un mundo conectado, donde el conocimiento aumenta de forma exponencial cada día. No hay excusa para no informarnos, extrapolar y aplicar las fórmulas que funcionan en nuestras ciudades. Sabemos de la existencia de Jane Jacobs, Colin Buchanan, Clarence Perry o Kevin A. Lynch, y ciudades tan variadas como Vitoria, Copenhague o Liubliana. Ejemplos hay miles y podemos estudiarlos y aplicarlos a nuestro territorio. Lo que tenemos que hacer como ciudadanos es exigir que las políticas estén a la altura. Exigir que, dentro de las posibilidades de nuestra ciudad, se vayan haciendo las cosas de forma razonada y no poniendo parches como se ha ido haciendo estos últimos años. Tenemos que sentarnos y estudiar cuáles son las fortalezas, amenazas, debilidades y oportunidades de nuestra ciudad y ver cómo queremos que evolucione Cuenca a partir de todo esto.
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