Realizaba ayer el ramplón alcalde de Cuenca, que en la actualidad padecemos, unas declaraciones de agencia en las que considera que "estamos perdiendo un tiempo precioso" con la decisión del Tribunal Supremo de suspender cautelarmente las actuaciones alrededor del Plan X Cuenca". La supervisión y el análisis de dichas afirmaciones, en sí mismas denotan la escuálida acción de su gobierno municipal, que empantana y desdibuja la intervención pública necesaria en esta ciudad, y que desde el rocoso estatus en el que se halla este regidor, inmovilizado y destructor, bien merece la dedicatoria que encabeza este artículo.
Su mal gobierno reclama a toda prisa un cambio de rumbo, comenzado por un consejo: en lugar de defender el ponzoñoso "plan de la cruz a Cuenca", lea primero los capítulos uno, dos, cuatro, ocho, once, doce y catorce del libro "Reivindicación del tren para el progreso de Cuenca", que acaba de ser publicado.
Darío Dolz, al carecer de un plan B respecto al obsesivo y descoyuntado plan, anda ahogándose -cogido de la manita del teniente alcalde Gómez Cavero- en los arroyos del mal gobierno. Esto de por sí demanda con apremio la presentación con urgencia de una moción de censura que lo apee de la alcaldía y ponga en su lugar a otro concejal electo el 28M con mayor porfía y mejor capacidad política.
El Catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la UPF, Carlos Ramió, gran especialista en gestión pública, advertía el cuatro de mayo de 2023 que el domingo 28 de mayo iba a acontecer las elecciones en los municipios de nuestro país. Era, por tanto, un buen momento para reflexionar sobre cómo se producen los relevos en los equipos políticos que conforman los gobiernos municipales y en proponer como deberían hacerlo de una manera satisfactoria. Así lo entendimos los candidatos de la lista de +.Cuenca Ahora, que elaboramos el mejor programa para abrir esta ciudad a la deseada prosperidad, pero que sin embargo pocos votantes leyeron y sólo los mejor informados apoyaron con su voto. Resultado de esa oferta: no sacó ni un concejal. Bueno, las consecuencias están a la vista.
Entonces era el momento de dar la vuelta a la rueda democrática imprescindible en el conjunto de este municipio. Sin duda la rutina política que en él sestea no supo entender -como tantas veces- la favorable energía que producen los cambios de gobierno en las administraciones públicas cada vez que se agota un mandato y se produce un relevo político, y los ciudadanos dieron su plácet al continuismo. Cuenca no quiso enterarse de la necesidad de truncar el estancamiento producido por el bastón de mando de Dolz y el PSOE, con el apoyo del que ya ha pasado a la historia contemporánea de la ciudad como "Cuenca No Une".
Frente a estos, no se enteró el hábitat electoral del cambio ofrecido. Era preciso que se retirara aquí un equipo político y entrase otro distinto. Esta dinámica, como dice Ramió, representa la esencia de la legitimidad democrática de la Administración pública. Pero, aunque se trate de un fenómeno natural no deja de ser un proceso complejo y traumático. Los que se van suelen estar confundidos y dolidos por la pérdida del poder y los que entran entusiasmados y motivados para tomar el relevo y demostrar de manera pueril que ellos son mejores tanto en su proyecto como en sus capacidades. Es habitual que los cargos políticos, tanto salientes como entrantes sean noveles en estas lides de transición de un equipo político hacia otro. Por tanto, es normal que no sepan muy bien cómo hacerlo, pero lo más censurable es que no suelen plantearse ni preocuparse por estos procesos de remplazo político: suele dominar la improvisación y el estado anímico de unos y otros y el resultado suele ser un desastre que sufren nuestras administraciones públicas como instituciones. No es un tema menor el tercer gran actor que participa de este proceso representado por los directivos y los empleados públicos cercanos a la dirección política de cada institución. No solo les toca observar de manera pasiva estos momentos de transición, sino que participan activamente en ellos y es usual que lo vivan con sufrimiento por los comportamientos poco elegantes tanto de los equipos políticos entrantes como salientes.
En el conjunto español, en general, y en Cuenca en particular, sufrimos de una mala cultura política en materia institucional: buena parte de nuestros políticos desconocen los complejos entresijos de la realidad administrativa y carecen de estímulos para intentar comprenderla. La falta de conocimiento en la materia les hace vulnerables y se comportan en la Administración guiados por el recelo, la desconfianza y la improvisación. Todas estas malas prácticas se agudizan en los momentos más críticos del proceso político e institucional que es cuando ingresan o emigran los equipos de gobierno.
La administración pública local de Cuenca sufre de lo que el profesor Carlos Ramió denomina adanismo (inventamos de manera recurrente la rueda y, lo más perjudicial: cometemos de manera reiterada errores políticos y administrativos de principiante).
Ganar unas elecciones concede al nuevo equipo de gobierno toda la legitimidad para poder impulsar su proyecto político formulado en el programa electoral. Pero vencer en unas elecciones no debería suponer poseer una patente de corso para destruir/desbarajustar todo lo que se ha construido durante los anteriores mandatos. Hay que entender que las instituciones públicas son como las catedrales: proyectos de décadas o centurias en que cada equipo arquitectónico introduce su estilo artístico sin destruir el trabajo de los equipos anteriores. Las Administraciones públicas deben transitar manteniendo un delicado equilibrio entre la estabilidad y el cambio. Solo con la estabilidad se logra institucionalidad y con el cambio se logra legitimidad democrática e innovación pública.
Obcecado Dolz y su compañía en el apoyo al execrable Plan X(contra)Cuenca, no ha sabido adaptarse a las peticiones, mucho más maduras y bien hilvanadas, que la oposición ha venido ofertando desde que se enrocó el PSOE en el tiranicidio del cierre de la línea de tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia. Y esta postura ha derivado en un pésimo gobierno local.
Un mal Gobierno se define entre otros factores por sus círculos de corrupción, por sus carencias en la rendición de cuentas, por el clientelismo político que alimenta y por su incapacidad para hacer de la función pública una estructura independiente al servicio de la ciudadanía. Así lo explican muy claramente Piatoni, Villoria, Dahlstrom o Lapuente.
El sentido democrático nos obliga a difundir por toda la sociedad lo que dijo en su día el entonces fiscal general del estado Conde-Pumpido: España no es un país sistémico de corrupción sistémica, sino un caso de corrupción política. Por eso las instituciones independientes no tienen buena acogida: son meros bonsáis del ordenamiento jurídico.
Para no vivir en la nube estatal es bueno pisar suelo y ver lo que pasa en la vida local y regional, en la que muchas veces los Gobiernos se ven salpicados por ese efecto negativo del mal gobierno, dejándose arrastrar por sueños de grandeza que nada tienen que ver con la innovación y la creación de una economía sana.
Solo la persona libre, las instituciones independientes y las organizaciones ciudadanas que persiguen las libertades y la igualdad pueden sentirse con fuerza para entrar en el pasillo democrático y dominar el Leviatán y cambiar los malos Gobiernos por Gobiernos que busquen la excelencia y la participación de la ciudadanía en su gestión de lo público. Por esto, todos cuantos -con irreverente desprecio- hemos sido nominados como "románticos" por Dolz, demandamos que este deje la alcaldía.
En este recambio, también consideramos que la gran mayoría de los nuevos cargos políticos surgidos del 28M tienen claro lo que quieren aportar, pero desconocen, en gran medida, cómo hacerlo. También es natural que desconozcan los buenos proyectos no implementados hasta el momento por la organización y sus fortalezas y debilidades. Por tanto, cuando uno accede a un cargo político debe hacer un esfuerzo por aprender escuchando con elegancia a la organización encarnada por sus empleados más significativos. Humildad y respeto institucional son fortalezas y no debilidades para iniciar un nuevo proyecto político. De esta forma se logran complicidades que van a ser determinantes para el buen desarrollo del nuevo proyecto. Y para que este salga adelante en Cuenca, el pasillo a andar está en la moción de censura.
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