Dos fantásticos artículos de opinión escritos por Fernando Casas y Rodolfo Picazo, el primero sobre Destrucción de árboles en el Casco antiguo de Cuenca, y el segundo relativo a Desastres proyectuales en la ciudad de Cuenca, nos ponen en guardia a todos cuantos observamos y padecemos el urbanismo insostenible producido en esta ciudad. Ante lo que ambos profesores denuncian, la ciudadanía tiene el deber de exigir que se respeten las finalidades ecológicas y se detenga esta montaraz devastación. Sin duda, ha llegado la hora de alzar la voz y proteger nuestro entorno histórico y natural, haciendo frente al bloqueo de torpezas que ciegan la acción ciudadana y desnudan la inopia que mueve la desgobernanza imperante desde hace tantísimo tiempo en esta capital de provincia.
El urbanismo insostenible es un enfoque de planificación urbana que, a diferencia del urbanismo sostenible, no considera adecuadamente los impactos ambientales, sociales y económicos a largo plazo. De esto resulta una expansión urbana descontrolada, la falta de acceso a viviendas asequibles, congestión del tráfico, degradación ambiental, etcétera.
Con esto surge la pregunta obvia: ¿Cómo convertir una ciudad en un hábitat sostenible, en un lugar eficiente y amable para la vida de sus ciudadanos? La urbótica juega un papel fundamental en las llamadas ‘smart cities’ o ciudades inteligentes, como expliqué el 9 de septiembre de 2022 en el artículo Construir un futuro para Cuenca (3): Desplegar una Smart City sostenible en la capital. Se hace notar en este la importancia y necesidad de integrar la dimensión cultural representada por el patrimonio y el turismo en el ámbito de desarrollo de ciudad inteligente en la que se quiere convertir la ciudad de Cuenca para que la evolución sea integral y positiva a largo plazo. La principal justificación está en la frecuente y repetida ausencia, o escasa presencia, de la dimensión cultural en la mayoría de los proyectos emprendidos en el marco de ciudad inteligente. Cobra así relevancia el poder reflexionar alrededor de la importancia de la cultura, lo mismo en cuanto fin como medio, para un desarrollo integral y responsable con la identidad del municipio. Bonanza muy alejada del gran bosque que se pierde entre los cristales del ridículo "Acero" junto al Júcar y la Sierra de Bascuñana, pues con ambos no se solidifican los cimientos operativos demandados por la monitorización con redes de sensores y simulación (estudios microclimáticos, de confort y energéticos) y conservación preventiva del patrimonio con técnicas no invasivas. Algo sencillo y corregible, que se explica con detenimiento en los ocho capítulos del libro Enigmas del porvenir de Cuenca (ver aquí).
Según Stefan Junestrand, arquitecto y director general de Grupo Tecma Red, “las estrategias que deben unir a todas las ciudades del mundo tienen que conducir a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que abarcan lo social, económico y ambiental e incluyen todos los ámbitos de nuestras vidas”.
La urbótica, olvidada en Cuenca -mal que nos pese a los expertos en la materia-, es una herramienta para lograr esa meta y juega su rol en diversos niveles:
- La eficiencia que se consigue a través de la tecnología, usando los datos y la información para gestionar mejor la movilidad, los servicios para los ciudadanos, la seguridad pública y, por supuesto, contribuir a desarrollar una ciudad más sostenible.
- La mejora de la convivencia entre las personas. Para promover una mejor experiencia en las ciudades y aprovechar o favorecer el crecimiento sociocultural.
El futuro a corto plazo puede cambiar sustancialmente, pero como apunta Stefan Junestrand, “cada ciudad es única; tiene sus propias culturas, retos y oportunidades, y su solución tecnológica tiene que desarrollarse de una forma personalizada. La clave en este proceso es el ciudadano. Es quien demanda y utiliza los servicios y para quién (y con quién) tiene que construirse y desarrollarse la ciudad inteligente”. Espero y confío que las opiniones presentadas por Fernando Casas, Rodolfo Picazo y mi humilde servidor ayuden a entender -reincidiendo simultáneamente en la implicación demandada a la dormida ciudadanía conquense- que es muy necesario que los rectores municipales de la ciudad echen mano de la urbótica, sabiendo siempre cuáles son las tendencias.
Como dicen las fuentes, viendo el camino que ha recorrido la tecnología en los últimos años, es complicado prever cómo evolucionará dentro de cuarenta o cincuenta años. Pero, a medio plazo, la tendencia más importante en urbótica “se centra en utilizar el big data no solo para analizar la inmensa cantidad de datos recogida, sino para aprender continuamente de ellos mediante la inteligencia artificial y así poder generar modelos de predicción, decisión y acción mucho mejores para la gestión de las ciudades y las experiencias de los ciudadanos”. Porque, en definitiva, hablar de tecnología, es hablar de personas, y no talar árboles a lo loco, lo mismo que tampoco fabricar remontes fósiles (¡ya verán los "careros" de este proyectito despersonalizado para el paisaje urbano en Cuenca, cuando ese mecanismo se estropee y su mantenimiento se haga insostenible para las arcas municipales!), y pasarelas "bezudas"; engendros tan atípicos como el bosquecitos acristalado sobre acero montado junto al Júcar.
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