
Abro con Platón este artículo porque en filosofía política aplicada al tiempo presente y, aún más, a la estancia pre-electoral de Cuenca, resulta imprescindible la recurrencia a su sabiduría, grabada en la máxima que prologa cuanto voy a exponer. Basta con leer la información contenida en "La Diputación de Cuenca hace balance de una legislatura `histórica´ en cuanto a inversión" (ver aquí) y la inmediata réplica del ex diputado provincial Eulalio López Cólliga en su artículo "Cuenca en el siglo XXI (LIV): Chana y sus cuentas. Efectos indeseados de Sánchez. Los intelectuales" (ver aquí), para observar como la mala política provincial desarrollada durante la legislatura casi concluida ha dejado exhausta a Cuenca, con amplias fracturas en el tejido social conquense.
En su viscosa justificación, a lo largo de una hora y veinte minutos, el presidente de la Corporación Martínez Chana, el pasado día 13 de febrero puso en valor todas las políticas que ha llevado a cabo al frente de la Diputación, así como los retos a los que se ha tenido que afrontar como la crisis del Coronavirus primero y la guerra en Ucrania. 165 millones de inversión que, según recalcó, han ido dirigidos "a las personas" (850 euros por habitante). Curioso. Principalmente porque ha sido un reparto menguado y muy pusilánime en el combate del paro juvenil, un problema que nadie ha ordenado como es debido y tiene que encararse con las técnicas marcadas por una política de empleo seria y sistemática.
Bajo el triste y desalentador quehacer de este hombre y sus cuatro compañeros de partido (o sea Page, Mertínez Guijarro, Dolz y Sahuquillo) ha dado por finiquitada la historia del ferrocarril en la provincia de Cuenca. La única de España, conviene no olvidarlo, sin este medio de transporte pese a que el Ejecutivo Nacional dispone de 24.200 millones de euros para invertir en la infraestructura (ver aquí). Con estos evidentemente estamos vendidos. Envuelven en bonetes y chichoneras sus falsos proyectos, transmitiéndolos a campanazos por los medios de comunicación, una faena que es a la que dedica buena parte de su tiempo el presidente regional.
Ahora, con el asta del toro electoral arrimada a su costado, ha salido Page anunciando que la nueva estrategia de empleo horizonte 2027 con "miles" de puestos de trabajo se firmará el próximo mes de marzo (ver aquí). ¡A buenas horas, mangas verdes! ¿No le da vergüenza afirmar esto? ¿Qué ha hecho mientras? A nuestros efectos, por inacción, dejar en paro a una alta porción de la juventud conquense. Los datos son elocuentes, mostrados en la Encuesta de Población Activa (APA) publicada en enero de 2023.

Este escueto gráfico -de elaboración propia- transmite toda la cuesta arriba que la juventud de Cuenca tiene que pasar en el ámbito laboral, y que el filólogo y escritor Jordi Amat enunciaba con toda contundencia: Si eres joven, te jodes, en un artículo publicado en El País el pasado 23 de enero. Hablaba ahí del creciente proceso de precarización de las condiciones laborales de quienes tienen entre 16 y 29 años. Así lo evidencia un estudio elaborado por investigadores del Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans centrado en la ciudad de Barcelona. Claro que el ciclo económico influye en la inserción en el mercado de trabajo, y lo han obviado en Castilla-La Mancha todos los dirigentes del PSOE, que no han aplicado una política correcta ni ajustada a la solución del problema. De aquí la huida y el éxodo de Cuenca por los jóvenes mejor preparados.
En los últimos años la inserción asalariada completa de los jóvenes se ha retrasado. Han pasado menos tiempo dentro del sistema laboral formal y han tenido relaciones laborales más precarias, algo que se intensifica en ciudades cuya estructura productiva está dominada por la terciarización, como sucede en Cuenca. Consecuencia directa de ello es la edad en la que los españoles se independizan: a los 29,8, tres años después de la media europea. Es una dinámica que, según los investigadores, repercute en la cadena intergeneracional: retraso o anulación de procesos reproductivos e implicaciones en el sistema público de pensiones por falta de personas cotizantes.
Los jóvenes no pueden irse de casa de sus padres por el paro, sin duda, porque en paro juvenil seguimos en la cola de Europa. Por las condiciones laborales también. Singularmente por el precio de la vivienda.
Hace un par de meses Bussines Insider titulaba que los jóvenes no pueden acceder a un piso ni en Madrid ni en Barcelona. “Emanciparte es una utopía”, sentenciaba Imma Benedito. No es una impresión. Son datos.
La disyuntiva la explicaba gráficamente el redactor Carlos Sánchez en El Confidencial, que catalogaba el desempleo juvenil como un drama en tres actos. El desempleo, la precariedad, los bajos salarios, los problemas de formación o las dificultades para lograr la emancipación familiar, por la carestía del alquiler y la escasa movilidad laboral, han creado una situación insólita. Sin parangón entre los países avanzados. Medalla de oro. Todo un retrato en negro de un problema enquistado en la economía española desde hace décadas. Sin perjuicio de que otro día complete este artículo, hoy voy a dejarlo con un breve enunciado de esos tres actos.
Primer acto: el empleo
Un dato lo dice todo. No merece más comentarios. A la luz de la EPA (Encuesta de Población Activa) del segundo trimestre de este año, el 38,4% de los jóvenes con edades comprendidas entre 16 y 24 años están en paro. Es decir, más de uno de cada tres. Pero es que si la mirada se amplía hasta los 29 años el resultado sigue siendo estremecedor: el 28,8% no tiene empleo aunque lo busque de forma activa, ya que de lo contrario no entraría en las estadísticas de la EPA. No basta con decir a los encuestadores de Estadística: 'estoy parado', sino que hay que acreditarlo.
Ni que decir tiene que España encabeza el desempleo juvenil en Europa, donde el 16,2%, entre el segmento con menos de 24 años, está en paro. Mucho menos de la mitad. Y lo están —y esto es muy relevante— no de forma coyuntural, como un mero ajuste entre oferta y demanda, lo que se denomina desempleo friccional, sino durante un buen tiempo. El 25,4% de los jóvenes en paro son de larga duración. Por lo tanto, llevan más de un año sin encontrar un puesto de trabajo en un país en el que la rotación laboral alrededor de un mismo empleo es marca de la casa. Muchos jóvenes no tienen acceso, siquiera, a los contratos más precarios: por horas, por días o por semanas.
Segundo acto: Precariedad y bajos salarios
Otro dato lo dice todo. Y también, poco hay que añadir. El drama gana en intensidad. La ganancia media anual para un joven que tenga entre 25 y 29 años se sitúa en 17.771 euros brutos (antes de impuestos). O 16.650 euros si se trata de mujeres. Pero es que baja hasta los 12.640 euros cuando el trabajador tiene menos de 24 y más de 20 años. Es decir, por debajo de 1.000 euros contando por 14 pagas. Incluso, por debajo del salario mínimo (13.510 euros). Y eso trabajando durante todo el año y a tiempo completo, cuando la realidad es que la mayoría trabaja de forma parcial o lo hace entrando y saliendo del mercado con mucha frecuencia. Cumplir un año trabajando de forma continuada no es fácil.
Tercer acto: ¿estudias o trabajas?
Hoy el Estado está intentando poner en marcha un nuevo sistema de formación profesional más pegado a los tajos, a las fábricas. Pero el pasado no engaña. Y la realidad es que el alto desempleo juvenil, también los escasos avances en productividad, se explica, además de otros factores como la dualidad laboral entre fijos y temporales, por la permanencia en el tiempo de un deficiente sistema educativo.
Esto debe corregirse. Y, en lugar de cubrirse con togas políticas "de autoridad", mejor sería que observarán los aludidos el atolladero en el que se halla el paro juvenil y corrigieran la invertebración socioeconómica que esto produce. Un hecho incuestionable, perceptible en los jóvenes con bajo nivel educativo, los cuales presentan unas tasas de empleo sensiblemente más bajas. Para quienes tienen menos de 24 años, se sitúa en el 13,5%, frente al 21,3% en el nivel medio, mientras que en los jóvenes de hasta 29 años alcanza el 24,1%. Formación, educación, o como se quiera denominar, aumentan de forma considerable las probabilidad de encontrar un puesto de trabajo. Todos los datos lo corroboran.
Y si fracasa el empleo y la formación, ¿qué queda?, cabe preguntarse. Lo que reprime el espíritu con un último dato terrorífico suministrado por Fedea y pone negro sobre blanco: En España, más de un millón de jóvenes entre 18 y 24 años son ninis. Ni estudian ni trabajan. Así, dejo el silencio en la sala, bajo el telón, y, sin aplausos, prometo terminar de escribir la pautas politológicas que deberá seguirse en el futuro próximo para que el escenario cambie y se tengan otros actores más versados que los soportados en Cuenca entre 2019 y 2023.
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