Me encuentro en estos instantes participando en el Congreso Internacional Virtual “Consecuencias psicológicas, sociales, políticas y económicas del COVID-19”, en el que defiendo la ponencia Sociología prospectiva de la postpandemia del coronavirus, que, por cierto, ha sido muy bien recibida -tanto por su contenido como por el debate derivado- entre los expertos.
A tenor del programa, de acuerdo con el material presentado en este evento y, sobre todo, para divulgar algunas estrategias útiles -comerciales y operativas fundamentalmente- en los lugares que, como Cuenca, el sector turístico posee un papel destacado, me ha parecido útil realizar un pequeño análisis de varios elementos provocados por la vigente situación de enfermedad epidémica extendida por gran parte del mundo. Declarada como pandemia en marzo del 2020 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y causada por el virus conocido como síndrome respiratorio agudo grave coronavirus 2 (SARS-CoV-2), el cual provoca la enfermedad identificada como coronavirus 2019 (COVID-19).
En este congreso estamos palpando los efectos colaterales de la pandemia: El efecto económico en los diversos sectores productivos de las naciones; las consecuencias psicológicas en una población diezmada por la incertidumbre en un presente incierto; la reinvención social como producto de defensa ante la amenaza de contagio; los aciertos y desaciertos políticos al servicio de la protección de la población en momentos de crisis; el papel protagónico que han jugado las tecnologías de la información y la comunicación a favor y en contra de una adecuada difusión.
A nivel local, desde el pequeño comerciante del barrio, hasta las grandes cadenas hoteleras se ven afectados. Por otro lado, los niños, jóvenes, y adultos mayores, están siendo presas de cambios de conducta, exteriorizando comportamientos tan diversos como la empatía, el rechazo social o conductas egoístas. Incluso, aún hay poblaciones que por su distanciamiento comunicacional o estado de ataraxia no toman en serio la epidemia.
El consultor y formador turístico David Mora, al tratar de responder sobre el futuro de la industria turística, resalta que la actividad turística hoy en día es prácticamente nula, con los establecimientos de ocio, alojamiento, restauración, etc. cerrados y sin planes consensuados de reapertura. Para él, la cuestión es, ¿cuándo y cómo se podrá retomar la actividad? Para la primera pregunta estima que no hay respuestas todavía. Pero la segunda entiende que podemos comenzar a elucubrar cómo y qué hacer. Cómo será el turismo tras esta crisis que sacude los cimientos de nuestra sociedad. (Sus reflexiones pueden consultarse en SmartTravel, aquí).
No hay que cometer errores, y dada la situación económica de Cuenca menos. Los profesionales del sector y las autoridades políticas han de repasar, antes de tomar medidas desenfocadas y de previsibles malos resultados, los consejos, ideas y formatos que trascienden de un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que apunta que el turismo español podría volver a un escenario similar al de los años setenta. "Si el consumidor turístico tiene que moverse en medio de estrictas medidas de control, será prudente", advierte Joan Miquel Gomis, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Entre las medidas que se barruntan para este verano aparecen el ir a la playa por turnos, viajar en medios de transporte al 30% de su capacidad o cerrar fronteras tanto de entrada como de salida.
El estudio apunta que el coronavirus tendrá consecuencias en la confianza de los turistas. "La experiencia de esta situación sanitaria actual es tan traumática que puede provocar un cambio en el orden de prioridades en la vida de muchas personas. Y entre estos cambios de prioridades, es previsible que figuren también los hábitos en turismo, hecho que condicionará la oferta", explica Gomis.
Según el profesor, es previsible que a corto y medio plazo los viajes de larga distancia se reduzcan. "Los viajes de proximidad generan mayor confianza psicológica, más sensación de control y menos gasto entre los viajeros y, por tanto, pueden recuperarse antes", opina Gomis.
Otro experto, el analista de tendencias turísticas, Fernando Gallardo, considera que el sector está obligado a reinventarse ante los efectos de la crisis de la COVID-19. El turismo tendrá que hacerse más flexible para adaptarse a un nuevo modelo, las empresas tendrán que fusionarse, invertir para disponer de más espacio y, en definitiva, innovar.
En una conferencia organizada por la Federación Empresas de Hostelería de Granada ha considerado que deberá producirse una flexibilización y modulación de la hostelería, con la adaptación de barras y restaurantes que tendrán que contratar salas cercanas para aumentar su capacidad y aforo.
Las empresas tendrán que reinventarse hacia la especialización, según Gallardo. La crisis, opina, acelerará la transformación digital de los negocios en un contexto en el que el turismo será más individual.
Todos los establecimientos serán aforados, incluidos los museos y monumentos. Las agencias de viaje tendrán asimismo que especializarse y ofrecer programas de experiencias para poder competir, mientras que el segmento del alojamiento verá mermada su capacidad en torno a un tercio por la necesidad de ofrecer garantías a los clientes.
El llamado “Plan para la transición hacia una nueva normalidad”, trata de establecer un marco de referencia para saber cuándo el confinamiento, el distanciamiento físico y las restricciones a la movilidad, que tan severamente influyen en la economía en general y en el sector de los viajes y el turismo en particular, podrán aliviarse y, finalmente, eliminarse, en consonancia con la evolución de la pandemia. Dentro de un contexto tan inseguro, al menos las normas que se dicten deberían ser claras y coherentes, fruto de un deseable consenso, lo más amplio posible, entre las Administraciones públicas y los agentes sociales.
Alcanzar la segunda fase es fundamental para reiniciar la economía del turismo a nivel local, nacional y quizás, aunque de forma limitada, internacional (por ejemplo, viajes dentro de la Unión Europea). De acuerdo con esto, resulta fundamental seguir al milímetro la mejor aportación realizada para el “levantamiento” del sector turístico tras la crisis provocada por la pandemia, que nos ha venido dada por Alfonso Vargas Sánchez, catedrático de la Universidad de Huelva del área de Organización de empresas (ver “El turismo post-coronavirus”, aquí). Advierte que algunos países, como Corea del Sur, se encuentran en esta fase, pero para muchos de los principales mercados turísticos (como España) no se espera que estas condiciones se cumplan hasta dentro de 3-8 meses.
Una vez que se logre desarrollar una vacuna y se reciba autorización para su uso, con la consiguiente protección inmunológica, estaríamos en la fase tres, en la que se pueden levantar las restricciones de distanciamiento físico y otras intervenciones no farmacéuticas. Una vez que la vacunación sea generalizada y se complete esta fase, el turismo mundial será seguro para reiniciarse por completo. Aunque se están realizando enormes esfuerzos para acelerar el desarrollo y las pruebas de vacunas, el plazo estimado sigue siendo de 12 a 18 meses.
La fase cuarta y final (preparación para la próxima pandemia) necesita invertir en investigación y seguimiento de enfermedades, en infraestructura de atención médica y personal sanitario, así como en la mejora de las estructuras de gobierno y comunicación. El turismo, en particular los viajes aéreos y los aeropuertos, debe ser parte de los nuevos planes internacionales de control y respuesta rápida. Esto también incluiría una mejor comprensión del papel del turismo en las pandemias.
Por tanto y como dice el profesor Vargas, deberíamos asumir, con un criterio de prudencia, que el periodo pre-vacuna de esta crisis va a ser más largo de lo que nos gustaría (aunque ojalá termine siendo más corto, como a veces nos “venden”), ya que no es sólo el desarrollo y autorización de la vacuna, sino la producción de ingentes cantidades de dosis y una vacunación masiva. Sobre esta base, no sería descabellado pensar que durante 2021 la co-existencia con el covid-19 seguirá imponiendo algunas restricciones al normal desarrollo de la actividad turística, sobre todo a escala internacional. Y aún en el post-vacuna, el turismo habrá de encontrar un nuevo equilibrio entre libertad y control.
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