El presente artículo, que, como anuncié horas atrás en las redes sociales, arranca de una petición que me han realizado diversas personas -amigos y seguidores en Facebook y Twitter esencialmente, en consonancia con las "reflexiones" que efectúo para realizar un voto inteligente el próximo día 28 de abril, en la jornada española de elecciones generales- no va a realizar ahora un excursus crítico de las principales teorías y contribuciones sobre el significado de representación política moderna, las cuales están ya hechas, al menos a la hora de indagar sobre las eventuales aporías y relaciones con la democracia. Me remito a estos efectos a la tesis doctoral de Barbara Marianna Baldi La teoría de la representación política en el estado moderno. Itinerario de una crisis, leída y publicada por la Universidad de Córdoba (ver aquí).
Es palpable, y así se reconoce en este último ensayo, que los sistemas políticos de las democracias occidentales actuales sugieren un estado de crisis del sistema representativo aunque, de la reconstrucción crítica del nacimiento y de la evolución del concepto de representación, emerge la dificultad originaria de justificar unívocamente el principio en el que se basa jurídica y sociológicamente dicho modelo político.
El capítulo primero de dicha tesis, después de una breve aproximación a la democracia ateniense, trata la teoría de Thomas Hobbes sobre la representación del monarca. Este pensador inglés fue el primero en formular la teoría formalista de la representación como autorización, pero, sobre todo, su modelo del Estado como persona artificial y representante de la multitud, que es imprescindible para la construcción teórica del concepto de representación política. Sin embargo, la génesis y evolución del concepto quedaría reducida y coja si no es contrastada con las aportaciones de otros dos pensadores, Locke y Rousseau. Sus respectivas concepciones se agrupan en el cuadro siguiente.
Precisamente la doctora Marianna Baldi en el cuarto capítulo de su tesis explica la crisis del modelo representativo actual y examina los desvíos populistas y anti-sistémicos ínsitos en el sistema democrático representativo. Considera ahí las fracturas entre clase política y sociedad que se han producido en Italia y en España en los últimos años por falta de representatividad. Y trata las consecuencias políticas de estas fracturas sociales.
Como dice la autora -y refleja en sus conclusiones- los ejes de la democracia representativa consisten en las elecciones periódicas por parte de la ciudadanía (elemento democrático) de la clase política “autorizada” a gobernar (elemento aristocrático). El modelo parece ser un compromiso entre las aspiraciones de autodeterminación del pueblo y las necesidades de división del trabajo imprescindibles en todas las sociedades. Este modelo político encubre una evidente ficción que es la de la soberanía popular y es, sin duda, susceptible de aporías y contradicciones sustanciales. Aún así, en opinión de Marianna Baldi, resulta muy complicado sustituirlo con otro sistema político. Pues verdaderamente, al menos en la teoría, los mecanismos jurídicos constitucionales que lo regulan pueden garantizar su funcionamiento. Sin embargo, algunos correctivos del modelo representativo actual serían deseables.
Y por eso determina que, si la actuación responsable y según la ética pública de los partidos políticos y de los diputados es derecho incontrolable por parte de la ciudadanía, sería oportuno prever en la Constitución, la imposibilidad de los diputados de volverse a postularse por más de dos candidaturas y la obligación de dimitir en caso de ser objeto de condenas judiciales. Estas previsiones, permiten anticipar que ayudarían a disminuir el sentimiento de impotencia y de aislamiento de la ciudadanía, en particular, en situaciones de crisis y descontento generalizado. Por otra parte, resulta esencial que el Parlamento vuelva a ser el lugar de mediación de los intereses diversos representados y, para esto, es fundamental el papel de los partidos políticos de oposición bajo una perspectiva de mutuo dialogo y reconocimiento. Algo que, como estamos viendo desde 2015, con su pentapartidismo mal asentado ni ha ocurrido, ni ocurre, ni probablemente -a tenor de las estrategias y programas entrados en la campaña del 28-A- parece que vaya a ocurrir.
No obstante, el tema es importantísimo, porque es a través de él como puede llevarse a cabo la reforma imprescindible de la Constitución de 1978, que tiene los pulmones contaminados, respira muy mal y va camino de ahogarse. Esta asfixia política obliga a reflexionar sobre los conocimientos aportados por los principales pensadores del pensamiento político (fundamentalmente Andeweg y Paramio), cuando debaten acerca de las transformaciones de la democracia representativa. Siendo mayoría los autores que han realizado un diagnóstico de crisis o, al menos, de replanteamiento de los principios en los que se asienta. Por eso dictaminan que los partidos vienen acumulando recursos en las últimas tres décadas, pero se distancian cada vez más de los electores.
La sustitución de medios de comunicación de masas por parte de los electores, cada día más atraídos por las redes sociales, ha incrementado la emisión de los mensajes directos al electorado, y, junto a esto, el acrecentamiento de mecanismos de financiación pública, hacíe que los afiliados sean menos necesarios como fuente de ingresos, son varios de los factores que se aducen para explicar el progresivo distanciamiento entre electores y partidos. Los electores, por su parte, han adquirido niveles de educación más elevados y desarrollado nuevos intereses que los hacen más exigentes respecto a la oferta de los partidos. Y aquí se emplazan los indicadores que, entre otros, se utilizan para documentar la existencia de tal crisis de representación: la pérdida de legitimidad de los partidos políticos, el declive en los niveles de identificación partidista, la creciente volatilidad y la disminución en la participación política. Un abstencionismo potencial que transfiere muchos miedos a las ofertas partidistas y a los resultados electorales, como palpamos día a día, según vengo reflejando en mis permanentes reflexiones (124 en menos de dos meses).
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