He visto por ahí unos carteles -no voy a citar el partido impulsor, tiempo habrá- que me han dejado ante muchos interrogantes, pues se limita a pedir que se le envíen ideas para hacer la ciudad que queremos. Su instinto social es de paso corto, su conocimiento político tan frágil y desazonador y su perspicacia económica tan nociva, que se diluye en la nada, por su propia desesperanza. ¿Acaso no saben los que se mueven entre las paredes de esa fuerza política que ya existe para esos fines una Guía para Campus Urbanos, que lleva en todo instante la implementación de lo que el propio vademécum denomina la Nueva Agenda Urbana?
Entonces, ellos han de dar más que pedir. Pues ese pequeño manual ( Descargar Nueva Agenda Urbana) posee lo que denomina Fase 2, orientada a la acción con el objetivo de instaurar precisamente su calendario, conforme a los preceptos salidos de la conferencia de Hábitat III, realizada en Quito (Ecuador) en octubre de 2016 y definida para los próximos veinte años. Ante la situación, ese partido, lo mismo que el resto de los que desenvuelven su acción política -poco activa, por cierto- en Cuenca, lo primero que deben hacer es desarrollar de común acuerdo, sin desavenencias, el Campus Urbano de Cuenca 2019, antes de la elecciones municipales, y, de este modo, integrar todas las acciones colectivas para redactar la Nueva Agenda Urbana de Cuenca, en la que se formulen las políticas, los planes y programas a nivel local de esta ciudad, tomando en consideración:
- El papel de la urbanización sostenible como motor del desarrollo sostenible.
- Los vínculos urbano-rurales.
- La relación entre las dimensiones sociales, económicas y ambientales del desarrollo sostenible para promover sociedades estables, prosperas e inclusivas.
Y es que lo que se entendió en Quito fue algo que tenemos ya encima: el poder `transformativo´ -término no existente en el diccionario, por cierto- de la urbanización; a la que impulsa desde la mirada de un desafío sin precedentes. Sabiendo que Hacia la mitad del siglo XXI, cuatro de cada cinco personas podrían estar viviendo en ciudades. Circunstancia que lleva a que la urbanización y el desarrollo estén íntimamente relacionados y se haga necesario encontrar una forma de garantizar la sostenibilidad del crecimiento.
Esa garantía la proyectó muy bien no hace mucho el profesor Joan Subirats, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona, en su artículo "Vivir en las ciudades" (ver aquí), donde evidencia la presencia de un conflicto entre el conjunto de edificios, calles y plazas (la 'ville') y la manera en que la gente vive, transita y hace suya esa realidad física o construida desde su experiencia cotidiana (la 'cité').
Su intensa investigación le permite asegurar que las ciudades viven las tensiones del cambio de época de manera cada vez más intensa, y pude corroborar antes en mi ensayo sobre el Particularismo de Cuenca. Todo lo que escribo en el capítulo sobre los dilemas y desafíos de Cuenca durante la próxima década enlaza con el pensamiento de Subirats. Es decir, que no siempre sus estructuras urbanas, el diseño de sus calles y barrios, ayudan a que esas tensiones se puedan encauzar creativamente. Sobresale a cada instante el conflicto inherente a la condición humana, concentrando las ciudades mucha humanidad y, por tanto, mucho conflicto. "Cada ciudad vive de manera distinta la tensión entre aquellos que la piensan desde su capacidad técnica, desde su saber racional, y aquellos que sienten y viven la ciudad desde su experiencia cotidiana", recalca el citado catedrático, y trayendo a colación el último libro de Richard Sennett, donde plantea la tensión entre la ciudad física o construida (lo que llama la ville) y la ciudad vivida (la cité).Por un lado, el conjunto de edificios, calles y plazas; por otro, cómo vive, transita y hace suya la gente esa realidad física. Y, en medio, esa constante posibilidad de que lo que “es” pueda convivir con lo “inesperado”.
No obstante, las fuerzas políticas de Cuenca deben saber que -conforme al razonamiento de Subirats y el análisis efectuado en el Particularismo de Cuenca la complejidad de la ciudad, la riqueza de sus interacciones le permiten ser siempre cambiante, nueva. La misma cita del reiterado profesor corrobora la vida cotidiana y el cambio social que vengo a demandar para Cuenca: "La complejidad enriquece la experiencia urbana, la simplicidad restringe, reduce esa posibilidad. Si la perspectiva de las llamadas smart cities es hacer las cosas más sencillas, más fáciles, quizás lo que acabemos encontrando es una menor capacidad de innovación y creatividad. En este sentido, las ambigüedades en los usos de cada espacio, la poca claridad en la determinación de actividades o en el perfil específico de sus habitantes, más que ser considerado un problema, debería valorarse como algo que abre posibilidades, que alarga los espacios de maniobra en cualquier ciudad. Y no digamos la merma de vínculos que puede suponer la erosión de la función de intermediación que realizan los comercios de proximidad debido a la conexión directa, cada vez más frecuente, entre productores y consumidor final."
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