Japón (Publicado en Aragón Liberal, aquí)
Los ciudadanos vamos desconfiando cada vez más de la clase política. “Son todos iguales” se suele escuchar. Sin embargo, hay políticos honrados en todos los partidos y con vocación de servir a los demás, que debe ser la finalidad de los que ejercen el poder
Los ciudadanos vamos desconfiando cada vez más de la clase política. “Son todos iguales” se suele escuchar. Sin embargo, hay políticos honrados en todos los partidos y con vocación de servir a los demás, que debe ser la finalidad de los que ejercen el poder. Se ha calificado a la política como noble arte y muchas veces de noble ha tenido poco, ha sido más bien el arte del medro y enriquecimiento personales y de la artimaña para alcanzar y permanecer en el poder. El poder corrompe, se dice, pero eso, creo yo, depende más de la persona que de la estructura. Como veremos más adelante, la corrupción no se da sólo en el poder político.
A la corrupción política se le ha definido como “el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada”. Su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país. La corrupción hace peligrar seriamente el desarrollo. En el terreno político socava la democracia y el buen gobierno ya que supone un desacato e incluso una subversión de los procesos formales.
Una lista de la corrupción política en España puede verse buscando en la red la palabra “corruptódromo”.
España ocupa el lugar 30 en el índice de percepción de corrupción con una relación de 6,1 según Transparencia internacional, ocupando el puesto 14 respecto a los países de la Unión Europea. Esto indica que nos falta madurez política y que la corrupción ha afectado al desarrollo (quizá por eso la crisis ha sido mayor, en cuanto al paro, que en otros países de nuestro entorno).
Pero la política no hay que dejarla sólo a los políticos. Todos debemos participar en la sociedad según nuestro talento para el bien común, bien en partidos o sindicatos, bien en organizaciones intermedias, como asociaciones de barrio, colegios profesionales, clubs deportivos, etc. que forman el tejido social. No basta con votar cuando hay elecciones, los que votamos, sino que debemos interesarnos por la cosa pública, cada uno a su nivel, en todo tiempo. La democracia o es participativa o no es verdadera democracia. La democracia es transparente o la gente corriente deja de participar por sentirse defraudada. Es verdad que se requiere de cierta formación cívica y política, y también de tipo moral. Además, ahora las nuevas tecnologías permiten un debate virtual añadido al “real”.Tristemente la juventud, salvo tal vez algunos “indignados”, “pasa” de política, a diferencia de los que éramos jóvenes en la transición. ¿A quién beneficia este hecho? ¿Quizá al Poder?
La corrupción también incluye al sector privado, en cuyo caso se puede hablar decorrupción empresarial o de tráfico de influencias entre el sector privado y el público. También hace falta participar en la empresa. Las cooperativas lo consiguen más fácilmente que las sociedades anónimas. La gestión de la empresa corresponde a la dirección, pero los trabajadores también deben poder participar en las decisiones importantes e incluso en el capital. En los sindicatos puede pasar lo mismo que en los partidos. Criticarlos es fácil y se dan abusos, pero dentro de ellos también hay gente trabajando por los demás. Habiendo cauces como éstos señalados no se emplean por pereza, pasividad o desencanto.
También la Iglesia Católica ha fomentado la participación de los laicos “ad intra” en la Catequesis, la Liturgia y la acción caritativa comunitaria, como Cáritas. A través de los Sínodos y Consejos Pastorales el seglar puede intervenir en el discurrir de la parroquia o de la diócesis, algo normal en nuestros hermanos protestantes. El Concilio Vaticano II anima “ad extra”a la nueva evangelización y al compromiso público de los católicos en todo el entramado social.
En resumen, se debe criticar constructivamente a partidos y sindicatos y castigar a los culpables de la corrupción, pero también debemos participar por las vías que tenemos en la política, la empresa y la Iglesia. Porque, y me lo pregunto yo el primero, tú que criticas ¿qué haces?, ¿en qué participas?, ¿cómo contribuyes al bien común?
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