William H. Riker fue uno de los más influyentes politólogos estadounidenses en la segunda mitad del siglo XX. Ofreció una versión formal y positiva notablemente heterodoxa de los procesos democráticos que merece atención, tanto por sus prejuicios como por sus profundos aciertos sobre los procesos y las fallas de las democracias modernas. Por eso hay que recurrir a él a la hora de poner en evidencia el despotismo y el abuso de autoridad que derivó en el injusto cierre de la línea de tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia.
Como ya dije en el artículo que dedique a llamar la atención requerida en el ámbito de la pedagogía ferroviaria y sus conexiones con la reapertura de este tren regional, si en lugar de asesores de tocomocho y carné, con poca práctica y demasiado sesgo ideológico, hubieran tenido los autores del cierre de esta línea a unos versados geógrafos e ingenieros de Caminos, despegados del mercantilismo empresarial ahogado por el beneficio infecto, el inmundo desatino no se hubiera producido, las añagazas adoctrinadoras hubieran saltado por los aires. Y, con esto, los negativos cambios producidos en la sociedad afectada hubiesen impedido de manera directa las terribles consecuencias en la dinámica económica producida. Factores como la interconectividad, la globalización, el envejecimiento de la población y sus reasentamientos, la urbanización y la sostenibilidad ambiental se deben tener en cuenta hoy en día y en futuro próximo en todo lo que concierne a la movilidad de las personas, al mercado laboral y al conjunto de factores que trae consigo la Cuarta Revolución Industrial. Mientras tanto, perdidos en sus honduras de ignorancia, esos políticos han resbalado desde 2021 en la broza de la manipulación doctrinal, seguida a diario por los medios de comunicación afines y subvencionados por dichos carcas.
Una forma de manipular al pueblo es alimentar la ignorancia, recortando programas educativos, favoreciendo la educación de una pequeña élite escondiendo información, manipulando la historia, o haciéndole creer al pueblo que es más educado de lo que en realidad es. Otra forma de manipular al pueblo es mentir o exagerar sobre la realidad, haciendo promesas vacías de campaña, manipulando datos y estadísticas, o usando eufemismos para disfrazar los problemas. Por ejemplo, decir "copago" y no "repago" o "desaceleración" en lugar de "crisis". Una forma más de manipular al pueblo es polarizar la opinión pública, atacando y difamando a los oponentes, creando falsos enemigos o amenazas, o apelando a las emociones y los prejuicios de la gente. Por ejemplo, usar el miedo, el odio, el orgullo, o la compasión para influir en el voto. Por último, una forma de manipular al pueblo es controlar los medios de comunicación, ya sea mediante la censura, la propaganda, la desinformación, o la repetición excesiva de ciertos mensajes. Por ejemplo, usar imágenes en negativo intermitentes, técnicas de inducción del temor y el estrés, sugestión cuasi hipnótica, o falsificación e invenciones.
La manipulación política puede ser un arma poderosa que es utilizada tanto para el bien como para el mal. Es importante ser conscientes de sus técnicas para poder resistirla y protegernos de sus efectos negativos. La repercusión de estas técnicas y estrategias radica en el hecho de que van premeditadamente dirigidas a a influir en el pensamiento o el comportamiento de las personas con fines políticos. Se trata de un fenómeno que ha existido desde la antigüedad, y que ha sido utilizado por gobernantes, partidos políticos, grupos de presión y otros actores políticos para alcanzar sus objetivos.
El lenguaje es una herramienta potente que puede ser utilizada para la persuasión y el control. Los políticos son conscientes de esto, y utilizan el lenguaje de manera estratégica para influir en el pensamiento y el comportamiento de las personas. Una de las técnicas de manipulación política más comunes es la mentira. Los políticos mienten para ocultar la verdad, para promover sus propios intereses, o para manipular la opinión pública. Las mentiras pueden ser cometidas de forma consciente o inconsciente, pero siempre tienen el objetivo de engañar o engañar a la gente. Otra técnica de manipulación política común es la exageración. Los políticos exageran para hacer que sus afirmaciones parezcan más importantes o convincentes. La exageración puede ser sutil o flagrante, pero siempre tiene el objetivo de crear una impresión distorsionada de la realidad. La mentira y la exageración son dos técnicas de manipulación política que se utilizan de forma habitual. Ambas técnicas pueden ser muy efectivas, ya que pueden engañar a las personas y hacerles creer cosas que no son ciertas.
Así lo han hecho y de esa forma continúan haciéndolo los políticos en usufructo del poder en el territorio conquense y castellano-manchegos, como hemos denunciado en las casi cincuenta sinopsis publicadas sobre todos los plantes que, en defensa del mentado ferrocarril, venimos celebrando los martes en Cuenca, prorrogados hasta que haya un desenlace satisfactorio en favor de la reapertura de la línea.
Frente al pozo de los socialistas, la alternativa está en la agrupación de fuerzas, asociaciones y movimientos sociales en favor de la inversión amparadora del progreso general de la región y, especialmente, de la recuperación socioeconómica de la provincia de Cuenca.
Esta disyuntiva nos sitúa frente a la subsanación de una doble problemática. De un lado, terminar con la falta de cultura ferroviaria entre los políticos al uso; de otra parte, modernización general de la línea, con la consiguiente articulación territorial de su trayecto y nuevas funcionalidades en su explotación.
Esto nos conduce a recurrir, como haremos en sucesivas colaboraciones, al concepto de Herestesis (del griego herejía). Herestesis no es exactamente un sinónimo de lo que los sociólogos llaman ahora "el arte de la dominación", y en cambio se acerca más al espíritu de Nicolás Maquiavelo en su concepción del liderazgo y su papel protagónico en la conducción de los asuntos de la República. Herestesis es una especie de state craft sofisticado. En palabras de Riker: "Herestesis tiene que ver con la manipulación de la estructura de las preferencias y las alternativas que en ellas son elaboradas, tanto las estrictamente objetivas como las estructuras tal como aparecen a los participantes. Es el estudio de la estrategia de las decisiones" (Riker, 1983). Continúa: "Más aún, dados escenarios similares a través de las diferentes culturas, la herestesis es una conducta universal".
Se trata, en suma, del arte de manipular los procesos políticos, particularmente los democráticos, en una dirección o en otra. El término se acomoda a la comprensión formal de los mecanismos políticos que pueden derivarse de la forma de régimen democrático. La herestesis supone al menos tres premisas, que, en contra de lo que pensaba su autor, son contingentes y elegidas de manera selectiva y valorativa, y a final de cuentas, en el lenguaje de las ciencias sociales convencionales, es decir, históricas y descriptivas. La herestesis presupone que: 1) los políticos profesionales normalmente pueden manipular, y de hecho lo hacen, las preferencias políticas del electorado; 2) que existe algo así como un electorado, es decir, existe el criterio universalmente válido de la soberanía individual; 3) que existe una fractura entre el agente (el político) y el principal (el ciudadano), es decir, entre representantes y representados, que es inherente o endógena a los mismos métodos de elección; y 4) que la votación es el mecanismo decisivo (el que particularmente define al régimen democrático). Estas presuposiciones están en cada argumento de la teoría rikeriana y pueden encontrarse en el fondo de su sustrato teórico. Este sustento teórico formal es el trabajo sobre algunos problemas fundamentales de la agregación de preferencias individuales para lograr un criterio unívoco del interés colectivo (o función de utilidad colectiva) de Kenneth Arrow, conocido como el Teorema de la Imposibilidad (de una función de bienestar coherente y no dictatorial). Cada una de estas premisas ha sido cuestionada por los críticos, tanto por el lado informal y normativo como por el formal y lógico. El reto que primero Arrow y después Riker y sus seguidores presuntamente ponen a la legitimación de la democracia contemporánea es considerable.
Así lo veremos sucesivamente en artículos posteriores.