Estudiar el concepto de representación política, comprender de qué se habla al tratar el tema de la representación, es una cuestión importante para la ciencia política, tanto más cuando se habla de una "crisis de la representación". En los últimos años se ha retomado un discurso que pone el foco sobre los problemas de la representación política, popularizando el eslogan "¡No nos representan!". Sin embargo, para saber si alguien representa y si un sistema político es representativo debe estar claro qué se entiende por representar, o dicho de otro modo, cuál es la interpretación del concepto de representación que se maneja.
Hanna Pitkin, en su libro El concepto de representación (2014), diferencia cinco dimensiones de la representación política, que Rafael Martínez-Rivas, en su trabajo sobre El concepto de representación en la actualidad, analiza concisamente las cuatro primeras (autorización, rendición de cuentas, descriptiva y simbólica), y deja para el centro del mismo la representación sustantiva. Hecho este apunte, a él me remito para quienes busquen la ampliación teórica de esta materia.
Si se asume que la representación es el acto mediante el cual un representante actúa en nombre de un representado, los agentes (representantes) deben hacer presentes las opiniones, intereses y perspectivas de los ciudadanos en el proceso político, en la toma de decisiones y en la elaboración de las políticas públicas.
La denominada concepción moderna de la representación política está en el origen de las democracias representativas. Al no resultar viable un modelo de toma de decisiones que promueva la deliberación directa del conjunto de la población, se construye un sistema político –la democracia representativa– que intenta organizar la diversidad de intereses presentes mediante la elección de unos delegados a los que estará transferida la responsabilidad de la deliberación, aunque éstos mantendrán cierta autonomía en relación con sus representados. Para Dahl, la representación política vino al rescate de la democracia: le dio los instrumentos para ampliarse, arraigarse y poder sobrevivir.
Elemento esencial de esa concepción es la extensión del sufragio. Si los representantes son delegados, la forma de elegirlos –ya no serán nominados ni heredarán su posición tal como ocurría en las formas premodernas de la representación– se convierte en una de las claves de la democracia. En este sentido, Manin enumera cuatro arreglos indispensables para su configuración: 1) el nombramiento, mediante elección periódica, de aquellos que gobiernan; 2) la independencia de los representantes de los deseos de los electores; 3) la libertad para expresar opiniones por parte de los representados sin estar sujetos al control de los que gobiernan; y 4) el debate de las decisiones públicas.
Desde el ángulo de la representación política, esta se halla verdaderamente presente cuando se da la posibilidad de controlar al representante y cuando éste posee incentivos para actuar con responsabilidad porque, de no hacerlo, los ciudadanos pueden retirarle su apoyo. La representación política va asociada a la democracia electoral, ya que son las elecciones las que posibilitan los incentivos para que los representantes den respuestas (responsiveness) a las demandas de sus electores, rindan cuentas (accountability) por sus acciones y puedan ser destituidos y/o castigados (removability) a través de la elección. Por tanto, la elección es el mecanismo del que surge la autorización para actuar en nombre de los representados, así como el proceso que fija las responsabilidades de los representantes a la vez que posibilita conjugar el componente jurídico, sociológico y simbólico de la representación.
No obstante, el hecho de que haya elecciones periódicas no asegura automáticamente el control de los gobernantes por parte de los representados, como tampoco asegura que su actuación sea transparente y busque el bien común. De modo que las condiciones para la rendición de cuentas y sus efectos ha sido otro de los grandes debates acontecidos en torno a la democracia representativa.
En relación con las discusiones más empíricas, es importante resaltar la noción de representación sustantiva propuesta por Pitkin, que pone el foco en el desempeño y la acción de los representantes. De modo que el contenido toma relevancia, y no solo las características de los representantes y reglas de la representación. En ese sentido, como revelan Mercedes García Montero y Manuel Alcántara, bajo el paraguas de esta noción, ha habido avances que tratan de medir empíricamente diferentes cuestiones, como la receptividad, el tipo de mandato, la rendición de cuentas, el rol del representante o la representación de género.
La palpable crisis de la democracia representativa en los últimos tiempos -repetida tanto en el ámbito académico como en la opinión pública- se ha visto agravada por la contracción de algunas democracias a nivel global, el auge exponencial de las tecnologías de la comunicación y de la información y por el crecimiento del populismo unido al de la polarización. Entre los indicadores que aparecen como recurrentes cuando se alude a esta crisis están la pérdida de confianza por parte de los ciudadanos en los partidos políticos, las protestas sociales o el surgimiento de nuevas fuerzas políticas iliberales que llevan a cabo acciones para eludir o acabar con los contrapesos de la democracia representativa. A ello se suman las nuevas formas de intermediación de carácter virtual.
Por supuesto, hay alternativas a esta crisis, entre las que está la generación de nuevos mecanismos de representación no electorales para vehicular intereses y propiciar la participación ciudadana en la deliberación o la introducción de instrumentos de democracia directa, a lo que no es ajena la propia expansión de las citadas tecnologías.
Existen diversas herramientas de innovación democrática y deliberación social que pueden ser utilizadas en la toma de decisiones. Algunas de estas herramientas incluyen:
- Presupuestos participativos: Un proceso en el que los ciudadanos pueden decidir cómo se gastan los fondos públicos.
- Asambleas ciudadanas: Un grupo de ciudadanos seleccionados al azar que se reúnen para discutir y tomar decisiones sobre un tema específico.
- Jurados ciudadanos: Un grupo de ciudadanos seleccionados al azar que se reúnen para evaluar y tomar decisiones sobre un tema específico.
- Plataformas de participación ciudadana: Plataformas en línea que permiten a los ciudadanos participar en la toma de decisiones y proporcionar comentarios.
- Foros ciudadanos: Reuniones públicas en las que los ciudadanos pueden discutir y tomar decisiones sobre un tema específico.
Estas herramientas pueden ser útiles para fomentar la participación ciudadana y la toma de decisiones más inclusiva y transparente. De haberse aplicado estos instrumentos, no se habría producido el gravísimo yerro del cierre de la línea del tren regional Madrid-Cuenca-Valencia. Equivocación que deben asimilar las instituciones culpables, desde el Gobierno del Estado hasta el poder provincial y local de Cuenca, sin dejar tampoco a un lado la responsabilidad de la JCCM.
La innovación democrática permite construir comunidades de reforma y diversificación que orientan la inteligencia colectiva hacia el diseño de mejores políticas públicas para ensanchar los límites de la democracia. Es un conjunto estructural que puede ser consultado en LAAAB (Laboratorio de Aragón Abierto) y que este Gabinete perfectamente puede ayudar a ubicar en múltiples facetas para modernizar en toda la región de Castilla-La Mancha la actuación administrativa, haciéndola más diligente, eficaz y participativa en la toma de decisiones. Llegado el momento, de ser bien acogida esta propuesta transformadora se trasladaría el proyecto inicial al Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha, para realizar una coparticipación explícita capaz de ejecutarla diligentemente.
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