Me jubilé de la dirección del Centro Base de Atención a Personas con Discapacidad de Cuenca el día 6 de noviembre de 2015. Y desde ese mismo instante continúo en deuda con ellas, esencialmente porque les prometí que escribiría una novela dedicada a todos estos seres entrañables, y el tiempo discurre su día a día sin que les haya compuesto ni una línea. Sin embargo, bien saben que no ha sido por olvido ni dejación. Sólo que se han cruzado en mi marcha literaria otros proyectos, todos de base ensayística, y me han absorbido las ocupaciones y los distintos momentos cotidianos.
Por descontado, tengo recogido un material impagable -de años y una amplia gama sobre ese área sociocultural- con la directriz pergeñada para saldar dicho compromiso. Ahora, puedo prometer y prometo (como dijo en la televisión una de las personas que más huella han dejado en mi comportamiento público, Adolfo Suárez) que cuanto ahora expongo viene a ser un contrato en toda regla: mi tercera novela, si la vida y la mente no se me tuercen, será la mejor de las caricias que algún día venga a darles a todas ellas.
No sé si lograré una narración como la de “Cierra los ojos y mírame”, una de las primeras novelas juveniles que hablan de la discapacidad. Pero, sin duda, pondré el interés necesario para intentarlo. Mis amadas personas con discapacidad y cuantos cuidan de ellas se lo merecen sobradamente. Por favor, sigan leyendo y transmitan mi exposición... Blanca y David nos van narrando su historia a través de los capítulos que protagonizan dicha novela. La novela está escrita por Ana Galán y Manuel Enríquez, dos autores que fueron capaces de escribir un libro mano a mano desde la distancia. A pesar de no haberse conocido en persona, tenían muchos puntos en común, y pudieron encontrarse por fin cara a cara durante la promoción del libro.
"Cierra los ojos y mírame"
Después de sufrir un grave accidente de coche, David descubre que se ha quedado ciego. De repente, su vida da un giro inimaginable que le deja desconcertado y perdido en un mundo que creía conocer. Tareas como comer, vestirse o leer, suponen para él un esfuerzo que le hacen sentirse impotente ante su situación.
Pero David debe armarse de valor e intentar seguir adelante y aprender a valerse por sí mismo con la ayuda de un perro guía, a través del que conocerá a Blanca. Blanca y su familia han adiestrado a Kits, el perro lazarillo que será una ayuda indiscutible para David. Poco a poco, Blanca y David comienzan una amistad que pronto pasará a ser algo más, pero parece que en un mundo donde las dificultades siempre están presentes y parece que las historias nunca terminan con un final feliz, su relación no será capaz de salir adelante. ¿O sí?
En Cierra los ojos y mírame, Blanca y David nos van narrando su historia a través de los capítulos que protagonizan. Blanca nos enseñará el desconocido mundo de los perros guía y las personas que dedican su vida a adiestrarlos para que sean capaces de servir a los invidentes. A través de la historia de David, conoceremos el esfuerzo de superación y adaptación de una persona que se encuentra, sin previo aviso, privado de su visión.
Fueron muchos los años durante los que, desde mi despacho de la calle Fernando Zóbel de Cuenca, tuve el gozo de sentir la emotividad de los centenares de personas, miles en realidad, que pasaron por el Centro Base. Y puedo decir que, lejos de cuanto expresó Arcadi Espada -un periodista siempre respetable, pero que cuando ha discernido sobre el síndrome de Down y quiénes lo padecen no ha sabido dejar los prejuicios de lado-, toda la gente ha de entender que «estamos rodeados de discapacidades, sobre todo, emocionales». Lo hemos comprobado en la inconmensurable película Campeones (una reunón de "superdotados emocionales" que ¡ójala sean premiados en Hollywood como merecen!). Y se verifica asimismo en la novela ‘Un refugio para Clara’, cuya autora es Marta Estrada. Esta obra arranca cuando Clara, traumatizada y hundida por sentirse culpable del accidente que ha dejado parapléjica a su hija, se pierde en plena ventisca y es recatada por Eric, un hombre huraño y sordo que vive con su perro en la montaña. Ambos inician una historia de amor que se abre paso entre el sufrimiento de ambos.
La escritora decidió para esta novela que fuera sordo, porque tenía claro que quería escribir sobre la capacidad del ser humano para superar situaciones traumáticas y darle profundidad a su historia. Pero su novela no es su testimonio personal, tampoco es un libro de autoayuda y ninguno de los protagonistas sufre la misma discapacidad que la propia Marta. Compagina ésta su trabajo en la ONCE con el cuidado de su familia y la escritura, una pasión que se desató cuando perdió la vista y que generó el fruto de la publicación de su primera novela.
Probablemente, reconoció la autora, reúne elementos muy poco frecuentes. Pero era lo que quería destacar: "quería ir más allá e indagar en otras limitaciones que no fueran iguales a la mía, que hubiera sido la asociación quizá más lógica". Lo realmente importante es que siempre prestamos atención a las discapacidades puramente físicas, pero también estamos rodeados de las emocionales, las que nos impiden amar, compartir, empatizar... y eso es lo que hizo que por primera vez el relato de Marta Estrada saliese solo, cobrase forma y le gustara de verdad a ella misma. "La verdad es que cuando tuve el libro en mis manos me emocioné mucho", observó la propia novelista.
Por supuesto me gustaría alcanzar la altura de todas esas obras. Y, por consiguiente, conmoverme también. No sé si lo conseguiré, pero mis intentos no se frenarán hasta lograrlo. Hasta que eso llegue, ruego paciencia.