El bipartidismo imperfecto propio del sistema de partidos español ha respondido en gran medida a un sistema electoral que, como efectos automáticos, sobrerrepresenta a las candidaturas grandes de ámbito estatal –Unión de Centro Democrático (UCD) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE) inicialmente, Partido Popular (PP) y PSOE con posterioridad-, infrarrepresenta a las candidaturas pequeñas de ámbito estatal, y otorga una representación en el Congreso de los Diputados proporcional a los votos conseguidos en el cómputo nacional a las formaciones políticas que solo se presentan en las circunscripciones en que gozan de apoyo ciudadano, cual es el caso, no exclusivo, de las candidaturas nacionalistas. Como efecto automático complementario, el sistema sobrerrepresenta a las circunscripciones tanto más cuanta menos población tienen, y, al contrario, las infrarrepresenta tanto más cuanta más población registran.
Son consecuencias mecánicas de un sistema cuya fórmula electoral es la ley D’Hondt, menos proporcional cuanto menor es la magnitud, es decir, cuanto menor es el número de representantes que se eligen en la circunscripción. No quiere ello decir que la responsable única de los efectos automáticos del sistema sea la fórmula, pues componentes del mismo, previos de hecho a su aplicación, son:
- la circunscripción, constitucionalmente restringida a la provincia tanto en las elecciones generales como en las autonómicas,
- el tamaño de la cámara de representación, fijado en 350 diputados por la LOREG en el caso del Congreso,
- la elección de un mínimo de diputados nacionales por circunscripción (dos, LOREG), y
- una barrera electoral que excluye de la aplicación de la fórmula a quienes no superan un porcentaje del voto válido (3% en el caso de la elección de diputados nacionales, 5% en las elecciones municipales y uno u otro según la comunidad autónoma en sus correspondientes elecciones).
Salvo la barrera electoral en el caso de alguna comunidad autónoma, ningún otro de los componentes indicados ha cambiado desde 1977.
Partiendo de esa base determinativa cada día es más evidente que, desde que irrumpieron en España partidos como Unidas Podemos y Ciudadanos y en Catalunya se atomizó el espacio político independentista, la fragmentación política determina la fragilidad de los gobiernos, no su fortaleza. La fragmentación provoca una política veleta de legislaturas precarias. La pluralidad política basada en ofrecer variedad de ofertas ideológicas es positiva, pero la fragmentación política impide avanzar en acuerdos y, consecuentemente, es negativa. Dicho de otra forma, la fragmentación política en España prioriza el posicionamiento ideológico para lograr cuotas de poder y no aborda los problemas reales que tienen los ciudadanos. Ya con esto dejo claro que, visto todo lo observado en Cuenca, con la gran derivada de unos resultados de gobierno parcos, abreviados, cuando no muy negativos, si algo debe evitarse de cara a las próximas elecciones municipales del próximo 28 de marzo es esa fragmentación. Esencialmente porque ésta constata que la aritmética para lograr acuerdos sólidos demuestra un claro ejemplo de fisión política negativa.
Las distintas bases de negociación, tanto a nivel municipal como provincial, como nos ha revelado destacadamente la supresión del cierre del tren convencional, muestran hasta qué punto se evita resolver los problemas del conjunto de la sociedad y se prioriza la toma de posiciones políticas partidistas o unilaterales. Es de dominio público, por tanto, la constatación de que cuanto mayor es la atomización política, más disminuye la capacidad de lograr acuerdos en la política general conquense. Por esto, desde la Ciencia Política, debo insistir en un hecho apriorístico elemental, y es el de que la fragmentación política no ha nacido de una confrontación de valores entre las diferentes ofertas políticas, sino de una confrontación de emociones. La causa por la que la fragmentación política en España y específicamente es negativa se debe al hecho de que los partidos ofrecen soluciones trascendentes a los ciudadanos cuando los problemas son concretos. Se plantea como algo de enorme trascendencia la lucha contra el populismo de derechas o de izquierdas, pero, al mismo tiempo, se alimenta que ambos sigan creciendo. La fragmentación política negativa que sufrimos es la consecuencia directa de seguir votando a partidos políticos que están más preparados para movilizar a la gente que para gobernar al acceder al poder. Nos basta con ver el currículum personal, el quehacer profesional y la formación pública de nuestros representantes en las distintas corporaciones, principalmente en la Diputación Provincial.
El lehendakari vasco Íñigo Urkullu, del PNV, suma a las causas financieras una política que llama de “tierra quemada y nulo entendimiento” entre el PSOE y el PP cuando llegan a La Moncloa: “Los dos principales partidos políticos españoles han considerado históricamente que el bipartidismo era estructural y consustancial al sistema político. Para llegar al poder y mantenerse en él, han creído más provechoso destrozar lo que el predecesor había realizado antes que llegar a grandes acuerdos previos y promover pactos de Estado para que las grandes leyes y políticas fueran estructurales y ajenas a los cambios de ciclo político”. Un foco de atención que, salvando las distancias, podemos aplicar al escenario conquense; basta con darse una vuelta por la información trasladada en los medios de comunicación que aquí se ubican.
Este montículo permite no pasar por alto la "opitulación" (el socorro, en términos llanos) hecha por Tomás Guitarte, el diputado de Teruel Existe que rompió “el techo de cristal” con “la revuelta de la España vaciada” para representarla por primera vez en el Congreso en esta legislatura, abunda en esa idea: “Los problemas de la despoblación y los desequilibrios territoriales eran y son evidentes. Las denuncias y las propuestas llegaban a los despachos de los responsables, pero las soluciones no pasaban de las palabras o de las promesas. Sinceramente, nos hemos sentido engañados”.
Guitarte ve compatible la disgregación política con consensos, sobre todo para temas como la educación, y pone de ejemplo Finlandia. Urkullu respalda esa tesis, expone el arraigo de las coaliciones constantes y el diálogo en Euskadi y remarca que en España la confrontación política es un problema para el 61% de la población (CIS) mientras que en el País Vasco baja al 17% (Euskobarómetro). Luego, en definitiva, esto es lo que debemos ver muy claro en Cuenca y hacer lo mismo. De haber obrado así, los errores cometidos por el PSOE y sus fugaces actores de reparto -a los que debemos dar pasaporte el 28M-, Cuenca no habría caído en la tinieblas de la pauperización en esta legislatura, la peor de toda la historia democrática.
Por este último motivo hay que tejer en la provincia una cultura del pacto, que termine con esa fragmentación política destructiva. Nuestros electores han de saber que estamos en la era del post bipartidismo, y los medios de comunicación local-provincial-regionales ni se han enterado, ni han asomado la cabeza para enterarse de este cambio. Siguen dando opiniones superadas e irreales. El progreso anda muy alejado de sus apreciaciones o valoraciones. Y se nota en su falsa o nula lectura de las distintas encuestas por parte de esas redacciones, algo que distingue y encumbra a este blog.
Persevero. La fragmentación política que provocaron Podemos, Ciudadanos y más tarde Vox, ha llegado para quedarse, luego "la fragmentación parlamentaria no parece ser un fenómeno coyuntural", como reseñó Jose Antonio Montilla, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada, sino un fenómeno que ha sido común en otros parlamentos europeos y al que habrá que acostumbrarse en futuras legislaturas. Este nuevo sesgo conviene reorientarlo bajo los consejos de dicho profesor; es decir, hay que enfrentarse a la fragmentación obviando los peligros de ésta: "Si no somos capaces de enraizar una cultura de la colaboración y que la sociedad valore realmente la capacidad de llegar a acuerdos y examine sus contenidos, y no con quién se llegue al acuerdo, es imposible que funcione bien el Gobierno en un parlamento fragmentado". Una enseñanza que debemos desconcentrar y aplicar al territorio cercano.
Ante las próximas elecciones, los partidos políticos están marcando ya distancias entre sí para intentar aglutinar al mayor número de electores. "Hay capacidad y cultura para acordar pactos, pero esto se lleva fatal con el marketing político actual", como ha advertido la letrada Mónica Moreno, Al igual que ella, los expertos han asegurado que la fragmentación electoral seguirá siendo una realidad en los procesos electorales de España y que, por ello, es necesario fomentar la cultura del pacto. Porque como explicaba Meritxell Batet, la presidenta del Congreso de los Diputados: "No hay alternativa. Podemos ser muy críticos con las instituciones democráticas y con la política, pero no tenemos alternativa". La idea es diáfana, este problema se halla en La concentración de los ciudadanos en los extremos y las posturas opuestas de los partidos. "La preocupación no es la fragmentación, sino los elementos de polarización que hoy son muy elevados", apuntaba Irene Delgado, catedrática de Ciencias Políticas de la UNED. Esto exige colocar estrechos soportales de tránsito y de filtro, sabiendo que una alta polarización ideológica hace que sea difícil encontrar acuerdos entre la clase política y no es favorable a nivel institucional, porque acaba erosionando la confianza ciudadana en los órganos institucionales.
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