"La mediocridad atrae y promueve la mediocridad; la competencia atrae y promueve la competencia. Por lo que hacen, no por lo que dicen, se distingue a qué grupo pertenecen las personas. ¡No es indiferente para el futuro de un país (u organización) tener en el gobierno cualquiera de los dos tipos de personas!" (Cid Adão)
Voy a dar un ligero repaso a la psicología del voto con un fin específico y bien determinado: conservar y potenciar la moral de los miembros que integramos la candidatura de +CUENCA Ahora en la elecciones municipales del pasado 28 de mayo. Me mueve, primero y ante todo, la cristalina amistad fomentada durante los días de campaña; y, en segundo lugar, el propósito de desterrar emociones o inexactitudes que puedan afectar a la buena percepción del papel jugado por cada uno en el propósito de transformar las estructuras sociales, económicas y políticas de Cuenca, tan deficitarias en estos momentos. El cumplimiento del deber se ha conseguido y, si no se ha visto respaldado en las urnas, esto no ha tenido su origen en omisiones o deslices impropios nuestros, porque como demuestra la neuropolítica se encierra esencialmente en la percepción del elector, del depositante del voto.
Este anhelo insta a resarcirnos con varios trabajos de uno de los mayores expertos en la materia a nivel mundial, Daniel Eskibel, y, consecuentemente, preguntarnos por las razones y sinrazones del voto de cada persona. Lo cual comporta varias preguntas ineludibles: ¿Se vota con el bolsillo o con el corazón? ¿Es diferente la psicología del votante de izquierdas que la del votante de derechas? ¿Qué es lo que más influye sobre el voto a un candidato: la sociedad o el cerebro? La psicología del voto nos ayuda a comprender estas y otras preguntas acerca de cómo votamos.
Cuando se dice que “se vota con el bolsillo” (aludiendo al peso de los factores económicos) o que “se vota con el corazón” (aludiendo al peso del factor emocional), en realidad se están construyendo metáforas explicativas, pero el lugar real de la decisión de voto es el cerebro humano. Así, El voto es una decisión básicamente emocional, lo cual no excluye la participación de algunos factores racionales. Primero la persona siente. Eso que siente lo aproxima a determinadas ideas, partidos o candidatos. Luego la razón argumenta, explica, ilustra, amplía o justifica. Pero la base es emocional. La subjetividad es total. Lo que ocurre en las campañas electorales se basa mucho más en las percepciones que en las realidades. Y esas percepciones están contaminadas de emociones, factores irracionales, aprendizajes previos y hasta características de personalidad. En la decisión intervienen varias zonas cerebrales considerando el papel decisivo de las emociones pero además teniendo en cuenta la intervención de zonas vinculadas a la percepción, la cognición y el lenguaje.
En la última década hay estudios que sugieren la existencia de diferencias a nivel cerebral entre personas de izquierdas y personas de derechas. Pero no se trata de una determinación total ni mucho menos. Es una base biológica inicial, pero después el ambiente familiar y social en el cual el niño se desarrolla será un factor decisivo. Y luego en la adolescencia ocurren los procesos directamente de socialización política que terminan de modular las inclinaciones políticas.
Mirado desde este prisma afirma Eskibel que el comportamiento político de una persona es el resultado de una multiplicidad de decisiones particulares que se van adoptando a lo largo del tiempo. Ahí tenemos la decisión de ir o no ir a votar, la decisión de votar a un candidato y no a otro, la decisión de alinear o no alinear su voto actual con su voto pasado, la decisión de exponerse más o menos a la información política, la decisión de participar o no en determinado evento político, la decisión de darle a la política un papel central o lateral en su vida y una cantidad de decisiones más. Al final el comportamiento político individual está hecho de todas estas decisiones. Y al mismo tiempo podemos hablar del comportamiento político de una sociedad o de un segmento social, comportamiento colectivo donde confluyen y se resignifican aquellos comportamientos individuales.
Siempre hay un comportamiento irracional del voto. En muchos ámbitos políticos y periodísticos se ha construido y defendido la bonita teoría de que la decisión de voto es un proceso mental racional en el cual cada quien analiza y compara a los candidatos y sus ideas, reflexiona con cuidado acerca de ellos y luego elige de una manera igualmente razonable. Pero todo eso es falso, como igualmente destaca Daniel Eskibel, porque la mente humana no funciona así, encerrando una teoría que en el fondo identifica la vida mental con la conciencia. Y hace ya más de 100 años que Freud descubrió el inconsciente y las motivaciones irracionales agazapadas hasta en las conductas que tienen una mayor apariencia de raciocinio. De este modo, hay que darse por enterados de que en torno al 98 % de la vida mental es inconsciente. Las decisiones del votante nunca resultan de sopesar conscientemente argumentos contrapuestos y optar luego por el más acertado. "Entre otras razones porque los argumentos que niegan lo que creemos son rechazados de plano de una manera casi automática, generalmente sin que tengan siquiera la oportunidad de ingresar a la mente. Es como que el cerebro se reserva el derecho de exclusión. Y es tan exclusivo que deja afuera todo lo que le hace ruido y lo que amenaza sus convicciones", invoca literalmente el reiterado especialista..
A la hora de localizar el voto de los conquenses tampoco puede ser obviado el factor de la personalidad del votante, que es un componente de influencia sustancial en la estabilidad del voto de una persona. Un primer factor sería el sentido de pertenencia partidaria. Cuando pertenecer a determinado partido político se entrelaza con la propia identidad personal, entonces es difícil cambiar el voto porque significaría casi una ruptura con uno mismo. Un segundo factor sería la estabilidad general en la vida de la persona. Si no hay grandes cambios que partan las aguas de la vida personal, entonces es poco probable que cambie de voto. Por contrapartida cambiar el voto es más posible en circunstancias de crisis vitales de la persona.
Y el tercer factor se halla en la personalidad del votante. Hay tipos de personalidad más inestables y tipos más estables, lo cual influye en diversos aspectos de la vida incluyendo las opciones electorales. También hay personalidades más permeables a los impactos emocionales que podrían tener más facilidades para el cambio. La pertenencia partidaria, la personalidad y la estabilidad de la vida son factores poderosos para la estabilidad del voto. Como se ve, ninguno de ellos alude directamente a la coyuntura política que tal vez sea algo menos poderosa de lo que creemos.
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