Encabezo con esta imagen la presentación de mis comentarios de la actualidad electoral sobre la convocatoria del 10-N, con lo cual reabro después de muchos meses las páginas de este weblog, que tenía prácticamente abandonado desde hace meses, ante el cúmulo de proyectos que han fijado su realización por mi parte en otros ámbitos. Incluso ahora mismo me cuesta prestarle la atención que mi voluntad desearía, puesto que tengo que entregar a corto plazo el ensayo de Sociología Política que me han solicitado para encarrilar la solución de la denominada "cuestión catalana".
Por eso este reemprendimiento constituye un reto y un sobreesfuerzo intelectual, demandado por la deontología profesional y mi inquebrantable amor hacia la gente de Cuenca y a todo su espacio, aunque desde 1987 (cuando fui elegido concejal del Ayuntamiento de la capital conquense en la candidatura de CDS y bajo el patronazgo de Adolfo Suárez padre) no he vuelto a obtener la confianza suficiente en las urnas para poderles representar dignamente. Con altibajos lo intente hasta 2015, en que abandoné la política activa.
Comenzaré, con los fines descritos, presentando sucesivamente un Manifiesto en toda regla, que, a pesar de los años -lo escribí en 2011, a raíz de mi candidatura por UPYD al Parlamento de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha- mantiene lamentablemente su plena vigencia, como creo que podrán observar los lectores. Obviamente, como ni apoyo ni represento a ningún partido de los que se presentan al 10-N, sólo haré los retoques que considere precisos para que ninguna sigla se sienta menospreciada o supervalorada. Buscaré, como siempre, ofrecer la máxima objetividad que delaten los hechos. Y paso, sin más, a transcribir -merced a etapas sucesivas- el citado Manifiesto Electoral para el Progreso de Cuenca. Va por Ustedes.
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CUENCA NECESITA LA RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA QUE PRECONIZA (ponga siglas el Elector en el 10-N)
Tal y como expone el libro Contexto sociopolítico y progreso de Cuenca, escrito por Juan Andrés Buedo y publicado en 2010, el desconcierto político que vive la provincia de Cuenca en los últimos años, en medio del Estado español, sufre los avatares de éste. Al ser una pieza de un Estado que ya no puede actuar solo, sino de forma coordinada con otros Estados y con los grandes bloques espaciales, la cultura política de los conquenses y sus políticos, ha de ser ampliada cuanto antes, dejando atrás ese pegajoso sentirse “únicos”, conformador de un desechable signo antropológico de su identidad, que sirve casi siempre de risa a los que nos ven desde el exterior. Ni Cuenca es única, ni mucho menos va a serlo en los próximos años, contra lo que puedan mantener ciertos rasgos dialécticos de la mediocridad política de sus dirigentes públicos tradicionales.
Estamos sumidos en un nuevo modelo que, a trancas y barrancas, con todas las dificultades imaginables, nos ofrece la construcción europea en la que es obligado creer y en la que es obligado avanzar para erigir esa Europa cosmopolita que nos libere de la miopía nacional.
En nuestros días sólo se puede construir “en” democracia y “con” democracia. Más aún, un numeroso cuerpo de estudiosos de la política nos han convencido de que el desarrollo objetivo político central que resulta factible plantear desde ópticas progresistas va de la mano del desarrollo y la mejora de la democracia.
En nuestra España del miedo y nuestra Cuenca del pecado existe una sociedad amedrentada, donde el temor parece ser el más vivo y presente de todos los «valores» que compartimos. Sólo con y desde el miedo tienen explicación y sentido la mayoría de cuanto nos afecta y desagrada. De él nace la “teoría del mal menor” que suele presidir, desde las grandes decisiones de Estado hasta los actos mínimos de la conducta individual, buena parte de nuestros actos públicos y privados.
El apocamiento derivado en numerosas ocasiones de una insensibilidad y una regresión política, necesita la permanente ayuda de la democracia, a sabiendas que las reglas de ésta no son inamovibles y resulta necesario en todo momento el mantenimiento del respeto de los ciudadanos y de la legitimidad de las instituciones democráticas.
UPyD ha despertado muchas simpatías, demostrando que estamos en el buen camino. Como también ha despertado mucho miedo en el resto de partidos políticos, que optan por ignorarnos y poner trabas a que los medios de comunicación muestren nuestras propuestas, ya que ofrecemos a los ciudadanos algo muy distinto a lo que otros partidos nos tienen acostumbrados. Esencialmente ofrecemos la participación política a todos los ciudadanos. Una participación desprofesionalizada: con limitación de mandatos, incompatibilidad de sueldos y cargos públicos, y el cese de privilegios para los políticos, que deben regresar a la vida privada sin beneficio alguno al término de su mandato. Pretendemos, pues, que termine el control social, económico y administrativo que se han convertido en una auténtica, reaccionaria y despótica aristocracia: “La Clase Política”. Los integrantes de ésta son quienes han transformado nuestra Democracia en una “Partitocracia” retrógada y poco ajustada a las demandas de los ciudadanos en el siglo XXI.
Esa clase de “monterillas” (populares y socialistas), en acertada denominación del periodista Ignacio Camacho, vienen dando unos paulatinos saltos cualitativos, principalmente tácticos en el vaso de la estrategia electoral, sin darse cuenta del procaz sectarismo en el que incurren. No hay excusas en el uso de un exabrupto a bote pronto, que retrata la zafia catadura faccionaria de quien lo emite. Esto constata el reto democrático existente en la provincia, al comprobar que en Cuenca, como en toda España, la política se ha envilecido hasta el extremo de estancarse en el fango del oprobio, como bien definió Ignacio Camacho esta anegada coyuntura: “Cada mañana, destacados líderes de la partitocracia dedican gran parte de su tiempo a lanzar improperios superficiales contra el rival, sustituyendo el debate de ideas por un zafio intercambio de invectivas sin ingenio. Con un lenguaje de patio de vecindad, han convertido la discusión democrática en una riña visceral y en una burda agitación sectaria, en la que el poder ha introducido además una insólita estrategia de acorralamiento y cacería de la oposición. Cuando entre lo más selecto de la nomenclatura no existe otro recurso intelectual que el escarnio del adversario, y cuando sus jefes practican la exclusión del discrepante, poco tiene de extraño que un alcalde de medio pelo se considere autorizado para llamar tontos (…) a todos los que no comparten el esclarecido liderazgo de su bandería”.
Los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, en pocos años han logrado acaparar las principales instituciones del Estado, controlando a su antojo poderes reales y fácticos en una búsqueda indudable de perpetuarse en el poder. Han creado un espeso bipartidismo que intentan ocultar bajo falaces desacuerdos que provocan en sus debates parlamentarios y otros foros, pero permanecen absolutamente de acuerdo en cuestiones de fondo de enorme transcendencia y que les permiten, desde dichos acuerdos, no ceder ni un ápice en el supercontrol al que nos someten.
La Diputada Rosa Díez lo dejó claro en una de sus intervenciones, denunciando que PP y PSOE no discuten ni discrepan en asuntos tan graves como
- el apoyo a los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes en detrimento del resto de Comunidades (ya que les sustentan con sus votos a cambio de beneficios casi siempre económicos),
- la negación a reformar la ley electoral (que les perjudicaría para seguir formando sus mayorías),
- ceder el control de las Cajas de Ahorros (lo que les privaría de manejar ingentes cantidades de fondos),
- reformar y dar independencia real al poder judicial (les impediría controlar a la Justicia para su propio beneficio), acciones todas ellas que impiden cualquier cambio que pueda desbancarles.
La consecuencia directa se ha plasmado en la formación de esa élite política que ha llegado a conocerse como “clase política”, término aberrante de por sí, ya que los políticos no pertenecen a una clase diferente al resto de los ciudadanos, pero que ellos aceptan desde la posición de superioridad en que les coloca. Se trata de políticos vitalicios, criados y alimentados en las sedes de los partidos, donde han aprendido a obedecer dócilmente al líder, a escalar a costa de cualquiera y a buscar desesperadamente que la sociedad, a la debieran servir, les sirva en sus ambiciones que, desde luego, quedan lejos del bien común.
Tanto los líderes del PSOE como del PP se han rodeado, en consecuencia, de una corte de personas que se caracteriza más por su docilidad y sumisión que por su capacidad e iniciativa para sacar adelante los proyectos que pueden beneficiar a los ciudadanos, y han tejido bajo sus escaños toda una red de fieles súbditos que viven a costa del erario público. Sólo así se puede explicar el perfil inauditamente pobre de ministros y ministras que pretenden dirigir la política española, y la inmensa cantidad de funcionarios y asesores personales que se recolocan continuamente en puestos de una Administración cada vez más numerosa.
El servicio público lo cambian por el servicio al Partido, olvidando la voz de la calle y la opinión de los que les votaron: Cuántas veces oímos a los ciudadanos clamar contra el exceso de remuneraciones que gozan los representantes públicos y ventajas en su jubilación casi sin esfuerzo; de la necesidad de privatizar las Cajas de Ahorros y que dejen de ser cortijos en manos del PP o del PSOE; de la obligatoriedad de que el poder ejecutivo no manipule a los jueces; de la injusticia que supone una Ley Electoral que permite a los Partidos Nacionalistas marcar las decisiones más transcendentales de la política española mediante pactos con el gobierno de turno; de la urgente necesidad de un cambio drástico en la política educativa, etc. …
Por eso mismo, UPyD ha venido a convertirse en la alternativa necesaria a ese bipartidismo y Cuenca necesita la renovación democrática preconizada por Unión, Progreso y Democracia, porque
- UPyD es el primer movimiento ciudadano que ha roto la inactividad y el silencio.
- UPyD no parte de la desesperación, sino de la esperanza, no se centra en desbancar al que gobierna, sino en crear gobiernos coherentes y capaces, no tiene como objetivo conseguir el poder a cualquier precio, sino desde el trabajo de sus afiliados como verdaderos representantes de los ciudadanos.
- UPyD pretende, en suma, la renovación democrática y, para ello precisa del esfuerzo de todo aquel que, además de criticar al Gobierno o a los políticos, desee colaborar activamente en la creación de una nueva forma de hacer política. Solo de esta manera romperemos el rígido y estéril bipartidismo que tanta desilusión y tantos problemas ha creado.
- UPyD ofrece una libertad ideológica que supera el encasillamiento clásico propuesto por los interesados en perpetuar el bipartidismo. UPyD no es ni izquierda ni derecha, conceptos gradual y ampliamente superados en la España del siglo XX, sino que simplemente defiende el sentido común aplicado a la política y a sus representantes, en lo que denominamos “transversalidad política”.
- UPyD es el único partido de ámbito nacional que permite presentarse como aspirantes a los órganos de dirección a todos los afiliados, sin necesidad de avales ni condiciones previas, sino simplemente aportando programas de trabajo.
- UPyD es la tercera vía, la alternativa necesaria. Es fundamental para que la normalidad democrática, para que la esencia de la democracia que describíamos en los primeros párrafos, vuelva a marcar el camino de la política en España.
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