Un día más actualizamos la información sobre la evolución del mercado de predicción (Predi) y también los resultados de Agenda Pública Analytics.
La coalición de derecha vuelve a crecer (esta vez dos puntos, hasta el 20%) y como suele ser habitual, la probabilidad de que se produzca una repetición electoral sube a la vez (cuatro puntos, cerca del 17%), posicionándose claramente como el tercer resultado más probable de las elecciones del 28A. Como comentábamos hace unos días, estas dos opciones crecen conjuntamente porque dibujan un escenario parecido. Uno en el que la derecha puede alcanzar la mayoría y que si no lo hace, una repetición de elecciones es más probable que una coalición de izquierda que requiera el apoyo de varios partidos muy distintos (CC, y Bildu, por ejemplo). No obstante, la coalición de izquierda sigue claramente en cabeza con 32 puntos. La coalición de centro y el gobierno del PSOE en solitario bajan levemente al 13% de probabilidad.
El debate sobre el debate electoral que hemos vivido durante las últimas horas de campaña parece tener pocos efectos en el mercado de voto a partidos más allá de que VOX recupere algo de lo que perdió el día anterior, 0.3 puntos. Los mismos que pierde el PSOE que sigue en cabeza con 28.12. Habrá que permanecer atentos en las próximas jornadas para ver si el debate altera más las cifras que el debate en torno a él.
Cabe recordar además, ahora que se avecina la prohibición de publicar encuestas, que el mercado seguirá activo y visible hasta el último día. Esto significa que el mercado sobre el gobierno resultante no concluirá hasta que se constituya un gobierno oficialmente o se convoquen nuevas elecciones.
¿Quiénes son los ganadores y los perdedores de la polémica sobre el debate? Lo explicamos hoy en Agenda Pública Analytics. Las menciones de hoy se han centrado básicamente en el debate. Como se observa en el gráfico 1, las menciones han tenido un efecto negativo en el sentimiento hacia el PSOE pero, quizás sorprendentemente, también hacia Podemos. Vox, PP y Ciudadanos se ven beneficiados en una magnitud similar. Dada la hegemonía del asunto del debate en las menciones sobre la campaña, sus efectos se han hecho notar en el sentimiento hacia los partidos, que ha mejorado para el conjunto de partidos de derecha, mientras la simpatía hacia PSOE y Podemos se ha resentido.
Gráfico 1. Sentimiento hacia los partidos en las menciones sobre el debate
Gráfico 2. Evolución del sentimiento de los principales partidos (% de opiniones favorable/%de opiniones negativas)
Puede seguir las actualizaciones de este nuevo instrumento de análisis en Tendencias Políticas.
Hay quien me ha dicho que soy un influencer en comunicación social, es posible... No lo sé, y, a mi edad, tampoco tiene mucha importancia. Porque, en sentido estricto, se denomina de ese modo a la persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca. Siendo así, es probable que deba aceptarlo, pues llevo dedicado a dicha materia desde 1972, y he practicado el oficio de la opinión pública ininterrumpidamente en muchos medios de comunicación, además de en unas cuantas revistas especializadas.
Digo todo esto porque -me parece casi mentira, con todo lo que ha llovido sobre mis espaldas- algo que empezó casi como un entretenimiento (mis "reflexiones para ejercer un voto inteligente"), una especie de intención optimista, va tomando cuerpo y se hace cada vez más sistémico en el plano político; cobra con las horas mayor audiencia, y comienza a respetarse incluso entre los más escépticos. Lo cual me ayuda a avanzar en todos sus propósitos y filtrar los enunciados a las aguas de más calidad. Y aquí es donde instalo el presente artículo, para exponerlo en la amplia pizarra del Aula Electoral, abierta para divulgar desde abril de 2007 la potencialidad de un proyecto político dignísimo y muy meritorio, aglutinado bajo las siglas de UPYD, en el que fui candidato al Senado por Cuenca en la elecciones generales del 20 de noviembre de 2011.
En esas elecciones empecé a practicar una disciplina cada día más en boga, la neuropolítica, impelido básicamente por carecer de medios materiales, económicos y personales en mi partido. Esto me forzó ya en esas fechas a utilizar con perspicacia todas las redes sociales para buscar el voto indeciso y llevarlo a mis alforjas. Imagínense los esfuerzos de tiempo, imaginación y emprendimiento que me vi obligado a dedicar. Ha de recordarse que en esos años el Big Data y sus aportes empezaba a clonarse pero no se hallaba aún desarrollado.
Este término, fetiche de los gurús digitales que proclaman el futuro -y que yo vengo aplicando a la investigación social desde 2002, cuando realicé mi primer estudio Delphi sobre Servicios Sociales para Talavera de la Reina-, ha cobrado fuerza a partir de 2013 y alcanza su gran explosión en 2016. Se destapa entonces el escándalo de Cambridge Analytica. Esta empresa británica parece que influyó en las Elecciones Presidenciales de los Estados Unidos de 2016 gracias a los datos que compró a Facebook a través de un profesor universitario de Psicología. El impacto de Cambridge Analytica es mucho más profundo ya que sus servicios han sido contratados para participar en más de 200 elecciones.
Cambridge Analytica consiguió datos de 50 millones de usuarios de la red social para analizar su conducta. Para hacerlo, creó una aplicación llamada ‘This is your digital life’. Cambridge Analytica programó la app y escribió sus términos y condiciones. Allí se especificaba que quien usara el software daba permiso para que sus datos de Facebook quedaran registrados, y que se recolectara la misma información de sus amigos. Unas 270.000 personas instalaron la aplicación. Pero como dieron permiso para analizar los datos de sus amigos, la cifra real de usuarios analizados por ‘This is your digital life’ fue de 50 millones. No hubo nada ilegal: todos aceptaron ceder su información para un estudio científico. Se accedió a todo lo que los usuarios hacían en la red social.
¿Facebook puede cambiar las ideas de los votantes? En Cambridge Analyitca había expertos en estadística, analítica de datos, diseñadores gráficos, psicólogos y publicistas. Quienes creaban contenido específico para un determinado perfil. La información hunde o encumbra a cualquiera. El candidato beneficiado, podía susurrar una cosa a un votante y otra cosa a otro. El poder de manipulación no solo fue virtual, se extendió al mundo real al planear los mítines.
En la obra de Adolf Tobeña Neuropolítica: Toxicidad e insolvencia de las grandes ideas, este catedrático de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona desenmaraña dos preguntas fundamentales. ¿El votante de izquierdas nace o se hace? ¿Y el de derechas? Tobeña escarba, por tanto, en el origen de las preferencias ideológicas esenciales que distinguen a la sociedad. Y, al mismo tiempo, hace hincapié en debates trascendentales para la sociedad actual. Se derivan de dos preguntas principales: ¿Cómo deben seleccionarse a nuestros líderes políticos? ¿Influyen las diferencias de género en el tablero de la igualdad?
A partir de esas cuestiones desmenuza y responde a si es posible “proponer y contrastar iniciativas y fórmulas de gobernanza sin recurrir a la confrontación”. A través del análisis del marco democrático y de los rasgos biológicos del eje izquierda/derecha, Tobeña utiliza la neurociencia social para exponer las preferencias ideológicas básicas que nos distinguen como ciudadanos. Avanza propuestas para frenar la invasión del pensamiento político tóxico.
En definitiva, pone una herramienta intelectual al intento que vengo creando desde la primera de mis reflexiones electorales para el 28-A. Y por esto mismo, gran parte de mis argumentos desde 2011 son cada día más solventes, porque “se sigue apelando a la concurrencia competitiva entre idearios simplificados”, como asegura Tobeña. “Importa menos que los programas estén bien trabajados, que acarreen material averiado, dudoso o peligroso y que promuevan o amenacen el progreso social”. Bajo este prisma, el autor avisa de la aparición de “aspirantes a déspotas que se reproducen en cada generación. Contando con la posibilidad de que alguno de ellos se encarame hasta cimas de gran influencia”.
Luego, antes de zanjar la cuestión, vuelvo a preguntar a los cientos de lectores que tienen la paciencia de leerme: ¿Estoy equivocado, o estoy en la senda acertada cuando explico paso a paso una génesis democrática que tiene en la deliberación racional y en la búsqueda de acuerdos su eje central? No olvidemos que, según tiene explicado otro ilustre profesor, Domingo García-Marzá, catedrático de Ética y Filosofía Política en la Universidad Jaume I (véase su trabajo sobre Neuropolítica y democracia: un diálogo necesario), existe un punto de partida para este diálogo interdisciplinar que se encuentra en la actual desafección que padecen nuestros sistemas democráticos.
A partir de ahí destacan tanto los peligros de una neuropolítica que comprende los procesos políticos como procesos mentales, como la necesidad de introducir la dimensión afectiva en la política deliberativa.La cuestión que se plantea es si la neuropolítica constituye un buen antídoto contra el excesivoracionalismo de las concepciones deliberativas y participativas de la democracia o más bienrepresenta el último revés para nuestra forma de entender y desarrollar la democracia. La respuesta viene dada en todo instante -y así se deduce de mis reflexiones- desde un concepto de democracia que tiene en la sociedad civil su principal potencial de cambio y transformación social. Aquí me emplazo, así lo cubro con los días y espero que lo entienda el mayor número posible de los ejercientes del voto inteligente en España el 28-A.
Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha colpolsocclm (ver aquí)
El origen de la democracia data de la Antigua Grecia. Pese a que las democracias actuales no se pueden comparar con ésta, porque quiénes tenían derecho eran minoritarias, participaban en ella y contribuían de manera directa para con la polis. Hoy, sin embargo, la democracia se fundamenta a través de los partidos políticos, con unos/as representantes/as elegidos/as cada x años.
Según dicta la Constitución es como se defiende y promueve los intereses de la mayoría social, contribuyendo al avance del conjunto de la sociedad. El problema radica en que las personas pertenecen a partidos políticos de ideologías contrarias, situándose desde puntos de vista del mundo muy divergentes y enfrentados. Por el contrario para el griego la democracia era ser soberano, identificándose con la polis y con la vida política de su momento; de ahí surgía una comunidad cívica que se asentaba como unidad política que reorganizaba los demás papeles de la sociedad. Ahora,esa identidad, dista mucho de lo que se consideraba en la Atenas Clásica, y la sociedad civil se muestra apática para con los asuntos públicos que, gusten o no, conciernen a toda la población e impregnan toda la vida desde que se nace hasta que se muere.
El planteamiento que se ha hecho de la democracia se basa en la individualidad de los/as ciudadanos/as y permanece una idea del todo; como si ese todo fuese homogéneo. Además, lo que se comparte en una comunidad, y no como en Atenas de la res pública, se enmarca en valores individualistas, donde juega una carta fundamental el sistema económico capitalista: el modelo premia a aquella persona que es mejor según unos méritos y en base a la igualdad de oportunidades. Es así que existe un ciudadano abstracto, sin género, como algo neutro, y se intenta disuadir de toda diversidad, para tratar a todas las personas por igual, como una masa homogénea.
La autora, Anne Phillips, defiende la democracia de las diferencias, los grupos y la heterogeneidad. Es necesario que para que todas las personas puedan estar representadas, incorporar a la arena política la amalgama social. Por eso, no se puede hablar de democracia y tampoco de igualdad de oportunidades bajo el velo de una discriminación de partida. Es decir, la base de la estructura económica y política que surge en las sociedades contemporáneas muestra un claro ejemplo de discriminación racial, sexual, de clase o de identidades, porque se sustenta en ideales igualitarios sin erradicar el germen de esas estructuras dominantes: hombre, blanco, heterosexual y de poder adquisitivo alto.
La democracia se ha consolidado bajo visiones androcéntricas, dejando en un plano secundario al resto. Ya que todas las corrientes político-filosóficas, independientemente de si se sitúan en un marco de izquierdas o de derechas, han emergido bajo parámetros masculinos dominantes. Así es que hablar de democracia, cuando no todas las personas están presentes en ella, hace replantearse cada vez que se va a votar, cuál es el papel que tienen las distintas en la misma. Porque la igualdad se disuelve entre concepciones clásicas y, se potencian, a través de nuevos discursos, reformulaciones de problemas que se consideraban pasados, donde las necesidades actuales sobre la diversidad social se diluyen y desaparecen.
Es imprescindible que para que se produzca uncambio de paradigma, las nuevas democracias tengan en cuenta el contexto globalizado y la diversidad que de él derivan. Se puede comprobar que aun habiendo cambios formales en la legislación, la igualdad de oportunidades se ha convertido en un espejismo. Y esto tiene una explicación clara: se mantienen y reproducen estructuras pasadas donde el papel de las minorías sociales se apartan de la vida política, y los derechos que se consideraban reconocidos se ven embaucados por corrientes extremistas y populistas.
Desde el punto de vista neoliberal, discursos de partidos políticos de la ultraderecha en España, vendenpactos masculinos (pactos entre caballeros) donde promueven el clientelismo y la corrupción, y donde la igualdad de oportunidades se manifiesta como un eslogan de marketing de campaña; olvidan el desmantelamiento hecho de lo público, que es esencia de esa igualdad e intrínseco para todas aquellas personas con menos posibilidades para alcanzar la representatividad en las actuales democracias.
Es decisiva una reflexión para las elecciones que se avecinan. Sobre todo, por las transformaciones que se están produciendo, y donde se observa cada vez más, el retroceso en valores democráticos afianzados. Para analizarlo, con observar el espectro político nacional es suficiente. La democracia, tal cual se conoce hoy, está en las últimas. Porque la política española se ha convertido en un juego entre los distintos colores, lejos de la tierra de las mortales, donde las verdaderas necesidades de la ciudadanía están silenciadas. Los programas electorales, que son los contratos que se adquieren con la ciudadanía, se convierten en humo cuando llegan al poder, moviéndose entre intereses exclusivamente de partido, y donde el rédito político es el pilar de sus estrategias.
La dificultad que se tiene hoy para entender el significado de la democracia, tal como lo hacían los griegos, no es solo por la distancia en el tiempo, sino que está en manos de los partidos políticos el dilucidar el sentido mismo del término. Es más, en España debería existir una mayor responsabilidad de las distintas fuerzas políticas ante situaciones como la del panorama actual: enquistan y oscurecen la riqueza y diversidad social propios de democracias avanzadas, y lo hacen entre patrias y banderas con discursos propios del s.XIX; esconden las carencias y las fallas de una democracia en crisis anteponiendo los derechos de la mayoría social y lo hacen abandonando el pilar de nuestra democracia: el pacto mediante consensos.
El desafío independentista catalán tendrá un peso fundamental en las elecciones generales del 28 de abril, que Pedro Sánchez se vio obligado a convocar después de interrumpir abruptamente el diálogo con sus socios separatistas al rechazar éstos los Presupuestos de este año. Según el último barómetro de ABC/GAD3, el 80,8 por ciento de los españoles creen que Cataluña será el eje principal de la campaña electoral que se viene encima.
Los principales candidatos están centrando sus mensajes en la situación de Cataluña, con dos relatos enfrentados: por un lado, el PP y Ciudadanos sostienen que Sánchez adelantó las elecciones cuando le sorprendieron en plenas negociaciones con sus aliados independentistas, en las que llegó a aceptar la figura del mediador o relator, y ahora busca el respaldo de las urnas para seguir pactando con ellos; por otro, el PSOE asegura que el adelanto electoral demuestra que Sánchez no estaba negociando con los separatistas, y todo era una «mentira» de la derecha. El discurso que se imponga será, posiblemente, el que gane las elecciones.
En este inicio de la precampaña, a falta de dos meses para las generales, el desafío independentista sigue siendo el asunto que más preocupa a los ciudadanos, frente a otros temas que quedan relegados a un segundo plano. Es el caso de la inmigración irregular, que debería estar muy presente en el debate político, según el 57,2 por ciento. En las elecciones autonómicas andaluzas de diciembre ya fue uno de los grandes debates de campaña, avivado además por la irrupción de Vox, que llevó al PP a endurecer su mensaje para frenar una fuga de votos.
El problema del paro
La economía será el tercer asunto con más presencia en la campaña, según prevén el 53,5 por ciento de los entrevistados por GAD3. En el caso del PP, Pablo Casado abrió la precampaña en Zaragoza con su propuesta de «revolución fiscal» y una bajada global de impuestos. Junto a la defensa de la unidad de España y la aplicación inmediata de un 155 duro, la economía será el otro eje en su carrera hacia las urnas. La recuperación económica y el paro, sin embargo, ocupan un lugar secundario en los discursos del resto de partidos, al menos hasta ahora.
Al contrario de lo que ocurrió en las últimas elecciones generales, las de diciembre de 2015 y junio de 2016, en las que ganó el PP pero con un fuerte retroceso respecto a 2011, el problema de la corrupción ha perdido interés entre los ciudadanos. La preocupación ha caído con fuerza en los últimos meses, hasta el punto de desaparecer del debater público, excepto para lanzar dardos envenenados al pasado del PP.
La mitad de los electores piensan que la lucha contra la corrupción debería estar presente en la campaña, pero hay menos interés en este problema que en el desafío independentista, la inmigración o la economía. Incluso en la última Convención Nacional del PP, en enero, que se diseñó para el «rearme ideológico» del partido, el debate sobre la corrupción brilló por su ausencia, una vez consumado el relevo generacional al frente de las filas populares.
Cuando están en juego la cohesión territorial de España y la unidad de la nación, los asuntos sociales quedan relegados en el debate electoral. Los entrevistados por GAD3 creen que la desigualdad no estará entre los temas principales de la agenda de campaña de los partidos. Solo el 43,8 por ciento piensa que este asunto tendrá protagonismo en los mítines y debates de los partidos.
Hay más pesimismo incluso con el capítulo de los servicios públicos: únicamente el 35,6 por ciento de los ciudadanos creen que será uno de los grandes temas de los que se ocuparán los candidatos a lo largo de la campaña electoral.
Ficha técnica:
Universo residentes en España de 18 años y más | Tamaño de la muestra 800 entrevistas | Cuotas por sexo cruzado por cuatro grupos de edad | Error muestra +-3,5 por ciento para el conjunto de la muestra y un grado de confianza del 95,5 por ciento | Procedimiento de recogida de la información 800 entrevistas telefónicas asistidas por ordenador, a teléfonos fijos (417) y móviles (383) | Fechas del trabajo de campo del 18 al 22 de febrero de 2019
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El análisis (único) de hoy se centra en analizar, desde el lenguaje del discurso político, lo que nos espera desde ya hasta (mínimo) finales de mayo con el maratón pre-electoral, la campaña, los resultados y las negociaciones posteriores.
Es llamativo que uno de los elementos mencionados por la analista sea que el político se ha convertido en "el mensaje", Coincide con lo que publicaba recientemente el editor de Agenda Pública Juan Rodríguez Teruel sobre la personalización de la política, cuyo representante más genuino en España sería el propio Pedro Sánchez; pero no sólo, en absoluto.
Y como la cosa está entre el desgarro de la izquierda y el estancamiento de la derecha y no se puede augurar el resultado, es previsible que el enconamiento entre la una y la otra suba algunos grados más. Queda por saber si, como hablamos de discurso, la izquierda decide utilizar las mismas armas dialécticas de la derecha. Desde luego, indicios ya hay, como de que aún les falta un hervor.
Ya nos lo decía Luis Bouza, también editor de esta casa, hace casi dos años tomando prestada una idea de Margaret Canovan: el populismo es "como una manifestación de la faceta redentora –por oposición a la pragmática– de la democracia". En ésas estamos.
Guillermo Sánchez-Herrero, redactor jefe de Agenda Pública -----------------------------------------
El discurso que (se nos) viene
Uno puede quedarse un poco frío (a la luz de la verborrea política de las últimas semanas, ¿o eran meses?) cuando lea los ejemplos que ha escogido la catedrática Beatriz Gallardo de "discurso político empobrecido, simple, sometido a los reduccionismos; [lleno de] hipérboles que apelan a los prejuicios, filias y fobias del receptor".
Pero lo importante, no nos despistemos, es el análisis en sí, que dice cosas como que la culpa no es (sólo) de los medios de comunicación y las redes sociales y su dinámica, sino que obedece "[también] a la propia intención comunicativa de los equipos de comunicación de partidos y líderes"; que, "en mayor o menor medida", todos utilizan las "retóricas populistas"; y que éstas tienen "mucho mayor impacto cuando elige(n) emociones de expresividad negativa".
¿Un buen colofón? Éste, sin ánimo de señalar: "... consigue presentar las tendencias censoras, excluyentes, insultantes y agresivas como si fueran libertad de expresión, o progreso, o patriotismo". Léanlo.
Dejando por un momento el tono adoptado últimamente por algunos líderes políticos, centrémonos por un momento en uno de los asuntos fundamentales de esta era y que explica tantas derivas: la desigualdad creciente. Pues bien, en el listado de lo que Luis Molina llama "argumentos de brocha gorda" (pinche en la imagen), encontramos el que utilizó Pablo Casado (y antes tantos otros tantas veces) nada más convocarse elecciones generales. ¿Solución? "Lo primero que haremos será bajar los impuestos; todos los impuestos". Dicho así... a ver quién no quiere eso.
Aquí (en la imagen anterior), José Antonio Marina se pregunta cómo introducir racionalidad en el debate político, pero la fórmula que propone parece muy compleja cuando el rival es el entorno en el que nos movemos.
¿Qué es lo que puede pasar cuando se fuerza el discurso (digamos) emocional? Que los enemigos políticos (antes adversarios) pueden llegar a coincidir en su discurso. Pinche en la imagen para ver este ejemplo.
En tiempos de incertidumbre todo es más complicado. Pocas veces desde la Guerra Civil la política española había estado tan polarizada y fragmentada como ahora. El bipartidismo, dominante desde la Transición, ha quedado atrás, y con él, la alternancia en el poder de dos partidos que gracias a esa preeminencia electoral podían colonizar desde el Ejecutivo todo el aparato institucional del país. De aquellos pactos, estos lodos: una desconfianza crónica en los políticos y también en las instituciones. Nadie se atreve a prever qué puede suceder ni en el futuro más inmediato. Acaban de convocarse unas elecciones en Andalucía y ya se habla de que tal vez habrá que repetirlas.
Hay luchas feroces en la derecha entre el PP, Ciudadanos y Vox, y luchas por la hegemonía también en la izquierda, entre el PSOE y Podemos, aunque traten de hacer de la necesidad virtud y se esfuercen por mantener una frágil “competición cooperativa” para sostener el Gobierno. Cada uno de los cuatro grandes partidos tiene fronteras que defender con varias fuerzas políticas a la vez y en cada uno de ellos hay luchas, algunas muy virulentas, entre fracciones y corrientes internas. Los líderes que sobreviven están exhaustos y cada vez hay menos gente brillante que quiera dedicarse a la política.
A todo ello se superpone además una lucha territorial que tiene en Cataluña su punta de lanza, y luchas no menos enconadas en el interior de cada bloque sobre cómo gestionar este conflicto. Entre los partidos de ámbito nacional cada vez hay más distancia: mientras unos abogan por negociar, otros piden que se aplique de nuevo y con mayor dureza el artículo 155 de la Constitución. Casado propone incluso ilegalizar a la CUP. En el lado soberanista la situación no es mejor. Allí donde hace un año se articulaba uno de los movimientos unitarios más sorprendentes, capaz de aunar en una misma hoja de ruta a los anticapitalistas de la CUP y los liberales neoconvergentes, reina ahora la división y la desconfianza mutua. Algunos de sus principales dirigentes, que hace un año se abrazaban en público, ahora ni se hablan. Elsa Artadi acaba de revelar que Carles Puigdemont ha enviado cuatro cartas y un libro a Oriol Junqueras, y no ha recibido respuesta...
Pablo Casado (PP), Albert Rivera (Ciudadanos) y Santiago Abascal (Vox)
En plena batalla por conquistar los votos del centroderecha PP y Ciudadanos parecen haberse sumergido en un proceso de mutación tras constatar la fuga de parte de sus electorados hacia Vox, un partido surgido en la sacudida del tablero político en el 2014, pero que sobrevivía en la marginalidad sin colarse en las instituciones.
Ahora, en un contexto internacional de repliegue identitario conservador, la ultraderecha puede tocar poder en España. La encuesta del Gabinet d’Estudis d’Opinió Pública(GESOP) le da entre tres y cinco diputados en el Congreso y el último CIS le otorga un escaño en el parlamento andaluz que saldrá de los comicios del 2 de diciembre.
¿A qué electorado seduce Vox? ¿Cómo es el perfil del votante en espectro derecho? Los estudios son todavía preliminares y las muestras demasiado frágiles para determinar el alcance de un proceso en plena transformación, pero preconfiguran un primer retrato robot. No es definitivo, porque el fenómeno no está asentado y se somete a constantes volantazos dialécticos de PP y Cs, pero sí da pistas para comprender mejor qué está sucediendo.
PERFIL DEL VOTANTE MEDIO DEL PP
La mayoría se considera de centroderecha (47,6%) y tienen el mismo electorado que se siente de centro como de derecha pura (22,8). Se detecta un sentimiento más autonomista que en sus competidores, probablemente por el arraigo del estado autonómico que, junto al PSOE, construyó, por la gestión en autonomías en las que ha gobernado largamente y por su implantación en el territorio.
Los votantes de Pablo Casado son tanto hombres como mujeres, sin diferencias significativas por género. Donde sí hay una clara señal es en la edad. El PP es un partido envejecido. El grueso de sus electores tienen sesenta años o más (50,4%), seguidos por la franja de cuarenta y cinco a cincuenta y nueve años (21,9%). Los jóvenes no están en el PP (8,5%). Esto se traduce en una amplia base de jubilados (40,9%), la más elevada de todos los partidos, y un ínfimo resultado entre estudiantes (2%).
Los conservadores tienen a su electorado dividido en cuanto a nivel de estudios, hay tantos votantes del PP que solo ha seguido la enseñanza obligatoria como los que han alcanzado títulos universitarios. Esta es una diferencia llamativa con Cs y Vox. El PP es un partido rural, con su nicho en pueblos y pequeñas ciudades, justamente donde más va a competir con Vox, que pugna claramente por esas plazas. El 4% de los votantes conservadores se han fugado a Vox, según el último estudio del GESOP para EL PERIÓDICO.
PERFIL DEL VOTANTE MEDIO DE CIUDADANOS
Albert Rivera tiene a su electorado dividido entre los que se sienten de centro y los que se autoubican como centroderecha (38,6%). Conserva un pequeño pero llamativo porcentaje de votantes que se siente de centro izquierda (12,1%). Su reivindicación es más españolista frente al autonomismo, una línea en la que compite con Vox. Sigue teniendo una ligera brecha de género.
Ciudadanos recibe más votos de hombres (56%) que de mujeres (44%) y sus bases son sobre todo adultos de franjas intermedias en la escala de edad. Su primer nicho son población de entre treinta y cuarenta y cuatro años (34,1%), seguido por los de cuarenta y cinco a cincuenta y nueve. Es aquí donde se ha producido la mayor fuga de votantes del PP a Cs.
Pero, ojo, el perfil del votante de Ciudadanos cambia según el territorio. Casi la mitad de los votantes de Rivera en España tiene estudios superiores, mientras que en Catalunya solo el 32% de su electorado ha llegado a la universidad. No es un fenómeno único (le sucede algo parecido a Podemos) pero es llamativo. El índice de estudios es otro elemento clave que distingue a las tres derechas. Ciudadanos es claramente el partido en ese espectro ideológico con mayor formación de su electorado.
Rivera ha logrado penetrar en ciudades medianas (donde Vox le gana) y capitales (que se reparten a partes iguales los tres partidos). Sobre el mapa, a grandes rasgos, el PP sigue dominando los pueblos, mientras que Cs y Vox pugnan por los grandes núcleos urbanos. Rivera gusta más a los desempleados que el PP (probablemente por la austeridad de la crisis) y que Vox. Tiene un índice menor entre estudiantes (5,3%) pero es el partido de las derechas que más votos recibe de ese colectivo. Según el último estudio del GESOP es el partido que más nutre de votantes a Vox (7% de fugas).
PERFIL DEL VOTANTE MEDIO DE VOX
El dato más llamativo es la inmensa brecha de género de sus votantes. Su electorado está compuesto mayoritariamente por hombres (75%) frente a mujeres (25%). Los análisis académicos suelen atribuir este salto a la denominada “aversión al riesgo”, un fenómeno según el cual las votantes tienden a escoger menos opciones que consideran arriesgadas debido a los patrones de socialización.
Sus votantes son nítidamente de derechas (55,1%), una ubicación ideológica en la que doblan al electorado del PP y en la que Cs no tiene nicho. Sus bases son las que más declaran tener mayor sentimiento español de las tres derechas. El grueso de sus votantes solo tienen estudios obligatorios (44,8%), un espacio en el que se sitúan por encima de Cs y PP. En el nivel universitario, Vox está por debajo (27,6%) de PP (35,2%) y sobre todo de Cs (47,7%).
Pocos parados les votan y también pocos jubilados. La mayoría de sus electores están en activo (75,8%) y, por lo tanto, no se nutren como otras formaciones de extrema derecha en Europa de los perdedores de la globalización. Con todas las cautelas de un proceso que todavía está en ebullición, los datos parecen indicar que Vox se alimenta más del desencanto hacia de las posiciones más conservadoras del PP hacia esta marca que de una población transversal. Los analistas, sin embargo, apuntan a que todo indica a que necesariamente Vox, si sigue en aumento, se irá haciendo más transversal. Ya lo es en edades.
Nunca en la historia de Estados Unidos se habían presentado tantas candidatas a unas elecciones. La gran ola feminista afronta su prueba de fuego: traducir su empuje en poder político
Histórica marcha de las mujeres en Washington el 21 de enero de 2017, tras la investidura de Donald Trump como presidente. Stephen J BoitanoLightRocket / Getty Images
Las elecciones legislativas que Estados Unidos celebra el 6 de noviembre tienen algo de plebiscito sobre Donald Trump. Al fin y al cabo, los comicios de medio mandato siempre sirven para juzgar a los presidentes. Una lectura más elaborada señala que es el Partido Demócrata el que se encuentra ante un gran referéndum que determinará su estrategia futura, e incluso que también los republicanos medirán sus fuerzas y podrán comprobar si, en efecto, se han convertido en el partido de Trump. Pero lo que parece indiscutible es que la gran ola feminista surgida en Estados Unidos se encuentra ante su gran prueba de fuego, su ser o no ser: ha llegado el momento de comprobar si ese empuje que ha desbordado expectativas, traspasado fronteras y hecho correr ríos de tinta se traduce en poder político. Poder a secas. En estas elecciones se votarán todos los escaños del Congreso, 35 de los 100 puestos en el Senado, además se elegirán 36 gobernadores y la composición de 87 Cámaras estatales. También están en juego 5 alcaldías, entre ellas, las de San Francisco y Washington DC.
Un par de cifras reflejan cómo la política sigue siendo cosa de hombres en el país más rico del mundo: solo hay 23 mujeres entre los 100 senadores y 84 entre los 435 congresistas. Pero otra batería de números refleja que, a falta de terremoto, las placas tectónicas se empiezan a mover irremediablemente: nunca en toda la historia se había concentrado tal número de mujeres candidatas como ahora. Según los datos de septiembre del Center for American Women de Rutgers, hay 235 que optan a la Cámara de Representantes, lo que bate ampliamente el récord de 2016 (167), y 22 se presentan al Senado (el máximo anterior era 18 en 2012).
Una sucesión de hechos, que se combinan en algo parecido a una tormenta perfecta, ha desencadenado esta poco menos que insólita movilización política de las mujeres. Primero, la victoria de Trump a pesar de la filtración de un vídeo en el que presumía de tocar sin permiso a las mujeres, y la derrota de la primera mujer candidata a presidente por uno de los dos grandes partidos, a pesar de que consiguió más votos (individuales, no por colegio electoral) que el ganador. La multitudinaria Marcha de las Mujeres, que se celebró al día siguiente de la toma de posesión del republicano, dejó claro que el feminismo iba a ser un frente de resistencia clave. Segundo, la irrupción del movimiento Me Too, a raíz de las acusaciones hace un año de abusos sexuales contra el poderoso productor de cine Harvey Weinstein, que volvió a poner el foco en el desequilibrio de poder. Y por último, la confirmación de un juez conservador acusado de abusos sexuales, Brett Kavanaugh, en el Tribunal Supremo. La ola femenina ante la cita electoral emana esencialmente del Partido Demócrata.
La candidata demócrata al Congreso Alexandria Ocasio-Cortez, en un acto de campaña. BRIAN SNYDERREUTERS
Si hay que buscar una fecha clave, basta preguntar a Emily’s List, uno de los grandes termómetros de este fenómeno. Esta organización, de corte progresista, se dedica desde 1985 a promover la participación femenina en la política. Tras la victoria de Donald Trump su teléfono no ha dejado de sonar: 40.000 mujeres contactaron a Emily’s List para expresar su interés en presentarse a algún cargo electo, cuando en todo 2016 no llegaron al millar. Así que no tienen dudas sobre el detonante de esta ola. “Al ver perder a Hillary, cuando era sin duda la mejor candidata por trayectoria, preparación… Eso sacudió a muchas mujeres estadounidenses, les hizo pensar que tal vez no habíamos llegado tan lejos como habíamos creído”, opina Vanessa Cárdenas, directora de desarrollo de la organización.
La llama ha prendido entre nuevos perfiles de mujeres. Si la cantera habitual de potenciales candidatas se encontraba entre abogadas, lobistas o herederas de dinastías políticas, explica Cárdenas, ahora hay maestras y activistas que se animan a dar un paso al frente. Y también camareras. Es el caso de Alexandria Ocasio-Cortez, la mujer de 29 años recién cumplidos que está a punto de convertirse en la congresista más joven de Washington, tras haber dado la campanada en las primarias de los demócratas en Nueva York el pasado junio: arrebató la candidatura del distrito de Bronx-Queens a un pata negra del partido, Joseph Crowley, que llevaba desde 1999 en la Cámara de Representantes. De origen latino, forjada en el activismo de barrio y empleada en una taquería de Manhattan hasta apenas dos meses antes de la votación, tras su victoria se ha convertido en el máximo exponente de la nueva oleada no solo de mujeres, sino de mujeres ajenas al establishment o pertenecientes a lo que aún se consideran minorías étnicas en la multiétnica América.
La cantera de candidatas era de abogadas, 'lobistas' y herederas de sagas políticas, pero ahora hay maestras y activistas
La diversidad que acompaña este auge femenino supone uno de los principales rasgos diferenciales frente a otros comicios en el pasado en los que las mujeres candidatas cobraron protagonismo. Porque ya hubo un “año de las mujeres” en el pasado: 1992. E incluso un precedente a este: 1984. Aquel año, la congresista Geraldine Ferraro fue elegida como candidata demócrata a la vicepresidencia. Nunca hasta entonces una mujer había ocupado una plaza en el llamado ticket (como se conoce a la pareja de candidatos a presidente y vicepresidente) de los grandes partidos. Aquello elevó las expectativas sobre una masiva afluencia de mujeres a las urnas. Ferraro colocó el género en el debate político y forzó a los republicanos a atender asuntos tradicionalmente asociados con los intereses femeninos. Pero el esperado efecto no se produjo: ella y el candidato a presidente, Walter Mondale, no pudieron evitar la arrolladora reelección de Ronald Reagan.
Rashida Tlaib. Es casi seguro que la palestina-estadounidense será la primera congresista musulmana.
Stacey Abrams. Si logra la victoria en Georgia, será la primera gobernadora afroamericana.
Mikie Sherrill. Piloto de la Armada y abogada, su victoria como congresista por Nueva Jersey lograría arrebatar a los republicanos un escaño que controlan desde hace más de una década.
El de 1992 sí supuso un parteaguas. Entró una cifra récord de 24 nuevas representantes en la Cámara baja y al Senado llegaron el triple de mujeres de las que ya había. Aquella ola femenina se suele atribuir a la confluencia de una serie de tendencias que venían de atrás y, entre ellas, al final de la Guerra Fría, que desvió el foco desde la seguridad nacional hacia territorios tradicionalmente más asociados con los intereses de las mujeres como la educación, la sanidad, el bienestar social y la economía. Hoy, dice Cárdenas, de Emily’s List, el fenómeno se alimenta de asuntos políticos similares (el seguro médico, el cuidado de los padres, de los hijos, las mujeres solas) y, como si fuera un capricho de guionista, se ha disparado con gatillos rematadamente parecidos.
El momento clave de los noventa se dio con la nominación por el presidente Bush del muy conservador juez Clarence Thomas para el Supremo. El proceso de su designación en el Senado se convirtió en un espectáculo nacional cuando una antigua empleada, Anita Hill, le acusó de acoso sexual. Aquel comité judicial del Senado, formado enteramente por hombres, condujo un despiadado interrogatorio a la demandante, que no pudo evitar que su supuesto acosador ingresara en la más alta instancia judicial del país. Fue un revulsivo para muchas. “Quedó claro que la infrarrepresentación de la mujer era un problema”, sostiene Amanda Clayton, profesora de Política y Género en la Universidad de Vanderbilt, Tennessee. “Las mujeres reaccionaron desde el enfado que les produjo comprobar que no ocupaban puestos en los lugares donde se tomaban decisiones. Las similitudes con el momento actual son evidentes”, añade. Los tres eventos se notaron en las llamadas a las puertas de Emerge, una organización que se dedica a reclutar y formar a candidatas demócratas. “Hubo muchas llamadas cuando perdió Hillary en 2016, y hubo nuevos picos cuando estalló el movimiento Me Too y, más recientemente, tras la nominación del juez Kavanaugh”, explica A’Shanti Gholar, directora política de la organización. “Muchas mujeres vieron esos episodios como muestras de que no habíamos llegado lo suficientemente lejos. Han sido tres catalizadores claros”.
El Clarence Thomas de 2018 se llama Brett Kavanaugh. Fue nominado por Trump para el Supremo y quedó confirmado a primeros de octubre, después de una monumental batalla por las acusaciones de abusos que pesaban sobre él. EE UU revivió el caso de Anita Hill. La profesora Christine Blasey Ford, que asegura que Kavanaugh intentó violarla hace tres décadas, testificó durante horas ante unos legisladores mayoritariamente hombres blancos que acabaron por confirmar a Kavanaugh. La polémica supuso la politización del Me Too. Conviene recordar que la ola contra el acoso había comenzado poniendo en la diana precisamente al muy progresista Hollywood, e hizo caer a lo largo de todo un año a popes de la cultura, la comunicación o la política de toda ideología y pelaje. Con la crisis del Supremo, Trump y los republicanos señalaron al Me Too como una campaña de los demócratas.
Sucede que la fractura de género es cada vez mayor en la política estadounidense, y eso es uno de los fenómenos más destacados del momento actual. Las mujeres cada vez más votan a los demócratas, y los hombres, a los republicanos. El género, por tanto, se ha convertido, junto con la raza, la edad y el eje rural-urbano, en uno de los grandes factores que permiten predecir el voto. “Desde hace décadas se viene observando esa brecha de género en la política estadounidense, pero hay evidencia de que en la actualidad es aún mayor”, explica Ruth Igielnik, investigadora de la empresa demoscópica Pew Research. “En nuestro último sondeo, de septiembre, un 58% de mujeres preferían candidatos demócratas frente a un 35%, mientras que un 48% de hombres se decantaban por republicanos frente a un 45%. Resulta además que la percepción de que la discriminación de género es uno de los principales motivos por los que las mujeres están infrarrepresentadas en los altos cargos políticos está el doble de extendida entre los demócratas (64%) que entre los republicanos (30%)”.
Ese aparente distanciamiento de las mujeres respecto al Partido Republicano se refleja también en la dificultad de esta formación para nominar a candidatas. Uno de los motivos de que los republicanos se hayan quedado atrás en términos de paridad tiene que ver con la reciente radicalización que han experimentado las bases del partido, apunta Susan Carroll, catedrática de Ciencias Políticas y Estudios de Género de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey. “La mayoría de las mujeres republicanas en cargos electos pertenecían al ala más moderada del partido, y esas mujeres ya no pueden ganar las primarias”, explica. “El electorado republicano se ha vuelto tan conservador que los moderados no pueden ganar primarias en la mayor parte del país”.
Un análisis en The Washington Post sobre las mujeres que han ganando en sus respectivas primarias arrojaba datos elocuentes. De las 184 que lo han logrado sin tener previamente un escaño —es decir, derrotando al legislador que buscaba renovar su legislatura— la aplastante mayoría es demócrata. Entre las 12 que ahora son claras favoritas a lograr alcanzar en las urnas su escaño, no hay una sola republicana. Entre las 56 candidatas que tienen posibilidades, solo hay una docena del Grand Old Party; y entre las 116 con menos posibilidades, solo 31 compiten por el partido de Trump. Los datos también plantean la cuestión de qué proporción de esta oleada de candidatas finalmente triunfará en los comicios, y de si realmente lograrán incrementar la presencia femenina en las Cámaras de Washington y en las estatales.
Otra incógnita, más allá de la noche del 6 de noviembre, es si este paso al frente constituye un fenómeno puntual o la consolidación de una nueva era, más femenina, en la política estadounidense. En otras palabras: si esto es una reacción frente a Trump o si Trump solo es un elemento acelerador de una tendencia previa. “La historia nos dice que, una vez que las mujeres entran en los puestos de poder, es difícil ver un retroceso”, defiende Clayton. “En 1992, por ejemplo, se produjo un gran salto. Después se estabilizó, pero la presencia de mujeres no llegó a retroceder de forma relevante. Creo que sucederá lo mismo después de estas elecciones. El alto número de candidatas se convertirá en la nueva normalidad”.
Una incógnita es si esta ola constituye un fenómeno puntual o la consolidación de una nueva era más femenina
Algunas tendencias demográficas y sociales alientan este pronóstico. Desde hace décadas, las mujeres, que constituyen más de la mitad de la población, votan en mayor proporción que los hombres. Ese ha sido el caso en todas las elecciones presidenciales desde 1980 y en todas las legislativas desde 1984. “Parte de la explicación es que el nivel de educación de las mujeres ha subido en los últimos años: hoy las mujeres van más a la universidad que los hombres, y la educación superior está correlacionada con la participación electoral”, explica Susan Carroll. “Las mujeres, además, se han vuelto más independientes de los hombres en la toma de decisiones. Hoy es más probable que vivan solas, que sean cabezas de familia. Hay más divorciadas, están solteras más tiempo antes de casarse. Pero el principal factor es el movimiento feminista, que ha conectado la vida de las mujeres con la política. El feminismo, aunque no todas las mujeres necesariamente se sientan identificadas con él, ha influido de manera más indirecta al evidenciar que las mujeres tienen algunos intereses diferentes a los de los hombres”.
En su último libro, A Seat at the Table (Un sitio en la mesa), la doctora Carroll ha recogido testimonios de las mujeres que están en el Congreso sobre por qué consideran que su presencia es importante en las Cámaras legislativas. Las mujeres consideran que más allá de abrir el abanico de temas que serían tratados o tendrían prioridad en una Cámara masculina, su presencia aporta un estilo distinto, y más productivo, que el de los hombres. “Sienten que ellas están más preocupadas por los resultados de las políticas, que están más centradas en que las cosas salgan adelante y menos en llevarse el mérito”, explica. “Las congresistas creen que aportan cualidades nuevas al proceso. Que son más inclusivas, más tendentes al consenso, menos partidistas, más capaces de votar con unos u otros. Y, por último, consideran que su presencia es simbólicamente importante para otras mujeres, porque sirve de ejemplo y modelo”.
Más allá de la cita en las urnas de noviembre, si se mira al horizonte de 2020, cuando EE UU celebrará sus elecciones presidenciales, también cabe pensar que este empuje de las mujeres no se va a evaporar a corto plazo. Elizabeth Warren, senadora demócrata por Massachusetts; Kamala Harris, por California, o Kirsten Gillibrand, por Nueva York, son algunos de los nombres que suenan con más fuerza para tratar de evitar un segundo mandato de Trump.
Susana Díaz durante su visita al astillero de Navantia en San Fernando (Cádiz) En vídeo, la portavoz del Comité Electoral del PSOE manifiesta el respaldo del partido a Díaz.ROMÁN RÍOS (EFE) / VÍDEO: EUROPA PRESS
Después de decenas de negativas, al final dio el sí. La presidenta andaluza, Susana Díaz, anunciará este lunes por la tarde la convocatoria de las elecciones autonómicas el próximo 2 de diciembre mediante un decreto que disuelve el Parlamento. Díaz preside esta tarde a las 18.00 una reunión extraordinaria del Consejo de Gobierno de deliberación formal previo a la convocatoria y tiene prevista una comparecencia pública cuando termine. La reunión semanal de la presidenta y sus consejeros suele ser los martes, pero este lunes se ha precipitado un consejo extraordinario para que, tras 54 días desde este martes, según establece la normativa, los andaluces vayan a las urnas. Las elecciones estaban previstas para marzo de 2019 después de una legislatura gobernando en minoría gracias a un acuerdo de investidura con Ciudadanos, un socio cómodo que le ha permitido dirigir la comunidad sin grandes sobresaltos.
Los comicios andaluces abrirán el nuevo ciclo electoral tras la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa por la moción de censura de junio, y será el laboratorio en el que se fijará el presidente del Gobierno, pendiente de la aprobación de sus Presupuestos, para adelantar o no las elecciones generales.
Desde la pasada primavera, Díaz ha rechazado la posibilidad del adelanto electoral —aunque en la práctica finalmente hayan sido tres meses— cada vez que era preguntada, con el argumento de que Andalucía gozaba de estabilidad. Y el primer día de septiembre tras el parón de agosto, Ciudadanos servía en bandeja al PSOE la excusa perfecta: daba por roto el acuerdo de investidura y no apoyaría los Presupuestos de 2019 porque los socialistas incumplían medidas como el aforamiento de los diputados, incluidas en el pacto firmado en 2015.
Díaz ha dudado durante meses si celebrar los comicios antes de Navidades le beneficiaría, y al final han pesado más las razones para el sí, como el viento de cola que propicia el Gobierno de Sánchez según las encuestas y el deseo de que las urnas en Andalucía no coincidieran con ninguna otra consulta. Tras su fracaso contra Pedro Sánchez en el asalto a la secretaría general del PSOE hace un año y medio, Díaz se replegó en su fortín y ahora se enfrenta a las urnas con el PP debilitado, Ciudadanos crecido por las encuestas y Podemos e Izquierda Unida juntos en una confluencia que busca arañarle escaños a los socialistas por el flanco progresista. El PSOE gobierna Andalucía, la comunidad más poblada con 8,3 millones de habitantes, de manera ininterrumpida hace 37 años.
Esther Peña, portavoz del Comité de Acción Electoral del PSOE, ha trasladado el respaldo del partido a la convocatoria de diciembre. "Susana Díaz tiene toda la potestad para hacer todo lo que considere oportuno. El partido, sus órganos y el presidente del Gobierno le darán todo el respaldo que necesite para revalidar y mejorar el resultado en las próximas elecciones”, ha afirmado. “El socialismo andaluz y su presidenta saben que tienen todo el respaldo del partido y del presidente del Gobierno. Va a ser una campaña socialista de arriba abajo con todos los territorios y el presidente a la cabeza a su total disposición”, ha reiterado, informa José Marcos.
Al igual que ocurrió en 2015, Andalucía será este otoño el banco de pruebas del intenso ciclo electoral que se avecina en 2019, con la celebración de elecciones municipales, autonómicas y europeas. La reciente elección de Pablo Casado al frente de los populares representa su primera prueba de fuego y Albert Rivera desea medirse cuanto antes al PP para demostrar su empuje en una comunidad cuyo electorado ha estado tradicionalmente escorado a la izquierda. Mientras, Teresa Rodríguez, enfrentada a la cúpula nacional de Podemos, lidera la confluencia que junto a Izquierda Unida espera multiplicar el resultado de 20 escaños que les propició las 863.938 papeletas logradas en 2015. Si la mayoría absoluta está en 55 diputados del total de 109, hace tres años y medio el PSOE obtuvo 47, el PP 33 y Ciudadanos nueve.
La última encuesta sólida situaba el pasado febrero al PSOE andaluz como el partido más votado con un 34% —bajaba un punto—, y elevaba a Ciudadanos a la segunda fuerza por delante del PP. La formación de Albert Rivera obtendría un 19,8% con los populares justo detrás con un 18,3%. Sin embargo, los resultados de estas 1.200 entrevistas realizadas por el Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (Egopa) pueden saltar por los aires, ya que en solo un año el escenario volátil nacional —con la moción de censura a Mariano Rajoy— influirá en el votante andaluz de manera decisiva.
Todos los partidos han preparado el camino para esta convocatoria electoral anticipada que para muchos estaba cantada y han precipitado la elección de sus candidatos con unas elecciones primarias. Susana Díaz se enfrentará a Juan Manuel Moreno —que apoyó a Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias de su partido—, Juan Marín, ratificado por Rivera sin posibilidad de que se alzara un rival, y Teresa Rodríguez —enfrentada a Pablo Iglesias pero con el apoyo de sus bases—. El líder de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, cedió a Rodríguez encabezar la confluencia y no aspira a la presidencia de la Junta.
La corrupción estará en campaña
Despejado el fantasma de que la sentencia del caso ERE coincida con las elecciones andaluzas, la corrupción estará presente en campaña de igual forma. La Guardia Civil ha denunciado el gasto de 31.969 euros procedente de fondos públicos de la Consejería andaluza de Empleo en una docena de clubs de alterne entre 2004 y 2009.
Los agentes han entregado al Juzgado de Instrucción 6 de Sevilla un nuevo atestado sobre la fundación de la Junta Faffe (Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo) y que refleja los movimientos de tres tarjetas oficiales con 43 pagos en locales de Sevilla, Córdoba y Cádiz durante un lustro, según ha informado este lunes el PP, personado en la causa. Díaz comparecerá el próximo 8 de noviembre en la comisión de investigación sobre la financiación de los partidos políticos del Senado, y allí será interrogada tanto por los ERE como por la Faffe.
En plena campaña de las elecciones de 2012 trascendió el gasto de fondos públicos en cocaína por parte del ex director general de Trabajo Javier Guerrero y su chófer. Ahora la historia se repite con distintos protagonistas y matices. Al igual que los ERE, el corazón de este nuevo escándalo reside en la Consejería de Empleo andaluza.
El atestado del instituto armado desgrana 25.277 euros gastados en el club Don Angelo de Sevilla, otros 2.591 euros en el local Top Show Girls, 780 euros en La Casita, 1.930 euros en Bahía 2 y 1.390 euros en American Show de Córdoba. A los gastos en clubes de alterne los investigadores suman 22.554 euros en restaurantes, 19.371 euros en peajes y autopistas, 1.805 euros en hoteles y otras sumas menores en discotecas, gasolineras o talleres.
Todos estos gastos supuestamente irregulares se cargaron en ocho tarjetas, seis a nombre del exdirector de la Faffe, Fernando Villén, y otras dos cuyo titular era su hermano, Manuel Villén, exdirector de Administraciones Públicas de dicha fundación de la Junta, que presuntamente usó sus tarjetas para el pago de peaje de autopistas.
El presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, ha tildado de “bacanales” la presencia de directivos en los locales de alterne y ha opinado —a las puertas del club Don Angelo, donde ha convocado a los medios— que Susana Díaz convoca elecciones en diciembre porque “quiere huir de la corrupción que la tiene cercada”. Moreno ha sumado a los ERE y la Faffe las imputaciones del alcalde de Granada, Francisco Cuenca, y el presidente de la Diputación de Huelva y líder del PSOE en la provincia, Ignacio Caraballo. Además, el líder popular ha rechazado que exista inestabilidad, porque en el último pleno del Parlamento se aprobaron tres leyes “casi por unanimidad”.
El vicepresidente del Gobierno andaluz, Manuel Jiménez Barrios, ha replicado a Moreno que ve "lamentable" que el PP se haya trasladado a las puertas del antiguo prostíbulo para informar del atestado de la UCO de la Guardia Civil. "Lo que ha hecho hoy el PP no tiene nombre", ha lamentado.
Mientras, el líder de Ciudadanos en Andalucía, Juan Marín, ha avanzado que tanto Díaz como sus antecesores Manuel Chaves y José Antonio Griñán comparecerán en la comisión de investigación sobre la Faffe creada en el Parlamento y que se disolverá mañana tan pronto como se disuelva la Cámara. Marín ha sugerido que tras las elecciones se recuperará esta comisión de investigación y entonces será cuando comparezcan Díaz, Chaves y Griñán, estos dos últimos en el banquillo de los acusados del juicio de los ERE que celebra este año la Audiencia de Sevilla.
Pedro Fernández Vicente (Publicado enMadridiario, Aquí)
Tengo la sensación que en el PSOE hay una mano negra con el encargo de reducir el partido a cenizas. Hace un tiempo Zapatero se empeñó en hundir el partido y a España y estuvo a punto de conseguirlo. A ambos los dejó muy dañados, tanto que nadie en el socialismo quería ser vinculado a ZP y sus aventuras.
Y aparece Pedro Sánchez, con la idea de recuperar a un electorado que les había abandonado. Unos seguidores que, de momento, no han vuelto a votar al PSOE. No obstante, el sr. Sánchez, hoy presidente del Gobierno de España, aunque no por méritos propios, se empeña en seguir el camino de su antecesor y desconectar con muchos de sus votantes mintiendo como jamás ha mentido un líder político. Es increíble. Cada vez cuesta más trabajo creer las cosas que dice.
Recuerdo cuándo el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra lideraban la sociedad. Aquella etapa en la que había una comunión entre la ciudadanía y el gobierno que fue respaldado con mayorías absolutas. Una época en la que IU y los radicales de izquierdas eran satélites del socialismo. Una etapa pasada y añorada.
Ahora es al revés. El liderazgo del PSOE se ha empequeñecido tanto que la izquierda la lideran los radicales con Pablo Iglesias a la cabeza. ¿Quién es Pedro Sánchez? Poca cosa. Tenía la misión de hacer olvidar las andanzas “zapateriles” y ni siquiera ha sido capaz de superar los 90 escaños. Y ¿qué ha hecho? Buscar su situación personal. Ha sido capaz de negociar lo innegociable con sus enemigos para llegar a la Moncloa. Y ha llegado. Lo que no se sabe es el precio que su partido pagará por ello. Ya veremos. De momento el precio lo estamos pagando los ciudadanos.
De todas formas, ahí tienen a Zapatero que ha vuelto a la política para echarle una mano. Lo último que ha dicho es que la culpa del estropicio que está haciendo el régimen en Venezuela la tienen los americanos. Y eso no es todo. ZP considera que la política económica de Maduro va por el buen camino. Zapatero en estado puro. Ya le dijo el expresidente del Parlamento venezolano, Julio Borges, que el expresidente español era un enemigo del país. Lo que no sé es si se refería a Venezuela o a España. Pero estaba en lo cierto.
Si juntamos las mentiras y los engaños de Sánchez con los análisis y aventuras de Zapatero, podemos conseguir que Pablo Iglesias consiga sus intenciones y convierta al PSOE en algo pequeño, satélite de Podemos. Líderes pequeños para un partido pequeño.
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