Decenas de carteles reivindicativos empapelan Sol.| Efe
Luigi Benedicto Borges | (Publicado en El Mundo, aquí)
La decisión del organismo arbitral de impedir cualquier tipo de manifestación en la víspera electoral ha provocado un efecto llamada entre los jóvenes de Madrid y la acampada de la Puerta del Sol ha crecido considerablemente en las últimas horas, sumergida en una frenética sucesión de actividades.
El movimiento de protesta ha convocado a la ciudadanía para desahogar su descontento en un "grito mudo" a las 0.05 horas de la madrugada del viernes al sábado. Instan a la gente a acudir a la estatua del Oso y el madroño con trozos de cinta para taparse la boca.
Asimismo, han anunciado que durante todo el día se darán "abrazos gratis" en la la Gran Vía para "consolarnos por la crisis".
'No se pedirá en ningún momento el voto para partido político alguno ni se tratará de influir en la decisión individual de cada persona'
A las 19.30 horas habrá espectáculos de clown en Plaza España y a las 20 horas en Callao. Dos horas más tarde está programado una escenificación de danza y teatro en la propia Puerta del Sol.
Poco antes de la pasadas medianoche, la Junta Electoral Central (JEC) decidía prohibir que el conocido como movimiento 15M o Toma la Plaza celebrase cualquier tipo de manifestación, concentración o reunión el día de reflexión. En ese momento, en la acampada de la Puerta del Sol de Madrid, centro de todas las miradas políticas y medíaticas del país desde el pasado domingo, se ponía en marcha un acto simbólico: tres pancartas descendían desde uno de los edificios más altos de la plaza. 'Democracía' decía una. 'La lucha es en la calle, no en las urnas', exponía otra. 'People of Europe, Rise Up' ('Gente de Europa, Levantaos'), manifestaba la mayor de ellas, recibida con una prolongada ovación. Era la particular respuesta que daban los manifestantes a la prohibición de la JEC y, al mismo tiempo, un mensaje a las distintas ciudades de España y de Europa que poco a poco se han ido sumando a la causa.
Comenzaba así un pulso que, si nada lo remedia antes, tendrá su punto álgido cuando este viernes viva su último minuto y nazca el sábado 21 de mayo. Una panorama que surge tras los cinco votos a favor que se contabilizaron en un JEC inauditamente dividido, que también recogió cuatro votos en contra de la prohibición de las reuniones del movimiento 15M, una abstención, así como los votos particulares discrepantes de dos magistrados del Tribunal Supremo, Luciano Varela y José Manuel Maza.
También hubo votaciones en Sol. Decenas de ellas, pero la mayoría dedicadas a la logística de la plaza, que tras cinco noches ya ha adquirido el engranaje y el ritmo de una pequeña ciudad. A la decisión del JEC, recibida con un sonoro abucheo pero completamente ignorada por la mayoría segundos después, sólo se le dedicó un breve comunicado: "El próximo sábado, día 21 de mayo de 2011, continuará el ejercicio de reflexión colectiva entre todas las personas asistentes a las reuniones espontáneas acaecidas durante los últimos días. No se pedirá en ningún momento el voto para partido político alguno y mucho menos se tratará de influir en la decisión individual de cada persona, ni interferir en el derecho que tienen los ciudadanos y ciudadanas a ejercer el voto, no afectando así a la campaña electoral". Así todo, a las 12.00 el movimiento 15M celebrarán una nueva asamblea para abordar el asunto.
Por lo demás, todo siguió el rumbo marcado por los distintos comités y por la espontaneidad de la gente. De tal mezcla surgieron actividades lúdicas como batukadas espontáneas, aderezadas con santimbanquis disfrazados de banqueros, bailarinas de samba profesionales y malabaristas de todo tipo y otras más serias, como los tablones de información donde se desgranaba lo que falta y lo que sobra en la acampada.
Así, tras varios recuentos, se llegó a la conclusión de que ya no se necesitaba comida, ni bebida. Sobraban bolsas de basura, mantas, y el papel higiénico había dejado de ser el producto más demandado. Ahora lo que lucía la pegatina roja de "urge" eran hielo, neveras, casquillos, bombillas, alargadores, butano y estanterías. También se solicitaban con insistencia walkie talkies, pilas y megáfonos, y nunca estaban de más las aportaciones de cuerdas, chalecos, linternas y pizarras.
"Esto es algo histórico", repetían Manuel y Carlos, veteranos del lugar, encantados ante la masiva presencia de curiosos que habían decidido cambiar el postre de la cena del jueves noche por una visita a Sol. Destacaban los grupos de mujeres de la tercera edad, que miraban encandilada el ambiente antes de dirigirse a la parada de autobuses de Callao. Tampoco faltaban las parejas maduras que leían uno por uno la multitud de eslóganes acumulados en los cristales del 'iglú' de acceso a Cercanías y Metro, en especial la ficha policial de Strauss-Kahn, convenientemente ampliada para la ocasión.
'Aquí, para vivir esto de verdad hay que hacer acciones y acciones'
Poco a poco, los grupos de debate iban creciendo de forma hetereogénea. Se trataba todo tipo de temas políticos. "Llevamos aquí desde las ocho de la tarde", explicaba Noelia, estudiante en un curso de educación sociocultural. "Hemos parado las clases y nos hemos venido todos aquí: profesores, alumnos...". Tras ellos, una pancarta elaborada a mano en la que especifican sus demandas, las mismas sobre las que llevaban horas debatiendo: la expulsión de los políticos imputados, la eliminación del Senado... Junto a ellos, un señor mayor, con una cuidada americana de lana, departía con un grupo de jóvenes cargados con mochilas de excursionista. "Sois el futuro", le insistía ante los boquiabiertos chavales.
Actividad imparable
Entre debate y debate, los distintos comités no daban abasto. "Aquí, para vivir esto de verdad hay que hacer acciones y acciones", explicaba Laura a un grupo de amigos. Las había para todos los gustos, aunque algunas destacaban más que otra. Era el caso de la labor de "infraestructura" desarrollada frente a un kiosko de lotería, donde una decena de jóvenes mezclaba cemento en una carretilla y lo introducía en botellas de agua y botes de pintura vacío, donde después iba un palo coronado con una cartulina azul. Con ello preparaban una especie de señales con la que delimitarían minutos después 'la zona de acampada', ahora dividida en calles, junto al recién estrenado cañón que proyectaba la palabra Igualdad en varios idiomas en la Real Casa de Correos.
Otros acampados preferían descansar dentro de las lonas colocadas el miércoles para contrarrestar la lluvia. Allí, junto la Comisíón de Comida, decenas de personas iban cayendo poco a poco en los brazos de Morfeo, mientras otros aprovechan para jugar una partida de cartas o hacer algún que otro pinito musical.
Los más animados seguían departiendo a lo largo de la plaza, muchos de ellos cerveza en mano, para disgusto de buena parte de los manifestantes. "Estamos en la revolución, no en un botellón", explicaban Paula y Cayetana, quienes se encargaban de repartir panfletos que pedían a la gente 'conciencia' para no mezclar el alcohol con las reivindicaciones. "No queremos que la bebida sirva como excusa para manchar todo lo que se demanda en esta acampada", puntualizaba Paula.
Ella era otra de las optimistas, de las que se fue a dormir junto a un grupo de amigos cuando cerca de las 4.00 de la mañana sonó la última alocución desde el Comité de Información, situado a las espaldas de la estátua ecuestre de Carlos III. Cuatro altavoces delimitaban dicha zona, donde un joven reclamó que se dejaran de hacer pintadas en los comercios. "Para expresarnos tenemos tela y papel de sobra, y no queremos fastidiar a los comerciantes que tanto nos han ayudado en muchos casos", dijo antes de advertir que había que descansar ante "duro" viernes que se anunciaba poco a poco por el horizonte. "Va a ser un día muy duro", concluyó.
Y la gente le hizo caso. Aunque todavía quedaba gente que no paraba quita, como el diablo vestido pulcramente de etiqueta que mostraba un cartel donde compraba almas para los bancos "a 40 años y al 300 % TAE". O las extranjeras que con trajes de gala, recién salidas de las discotecasencantadas de sacarse fotos "reivindicativas" junto a las pancartas. O el encorvado sesentañero que paseaba lentamente entre los grupos de jóvenes dormidos y los observaba con mirada vidiriosa, como si quisiera emular al Espartaco de Kubrick cuando paseaba por el poblado esclavo la noche antes de la batalla final: orgulloso de su gente, pero temeroso de que, pese a todo el esfuerzo, la batalla final contra el imperio romano estuviera perdida de antemano.