Todo está en el aire. Como pronosticaban las encuestas el voto de los catalanes ni resuelve el puzle de la gobernabilidad de una comunidad autónoma en declive, ni aclara las posibles derivadas sobre el apoyos a Sánchez en Madrid y su continuidad al frente del Gobierno del Estado.
Sólo dos cosas parecen meridianamente nítidas tras los comicios: Primero, la escasa participación que refleja el hartazgo de la sociedad catalana de una política y unos políticos ajenos a los problemas del día a día de los ciudadanos desempleo pobreza, sanidad, educación, sequía o transportes, a los que sólo faltaba el esperpento de los cortes de los trenes de cercanías en plena jornada electoral. Y, segundo, que el PSC ha ganado con claridad las elecciones pero Salvador Illa tiene muy difícil ser presidente de la Generalitat. Y si finalmente lo consigue, su jefe Sánchez podría ir despidiéndose de La Moncloa. Puigdemont que ya se lo advirtió abiertamente "o presidentes los dos, o ninguno".
Sobre estas bases se abre ahora cuatro posibles escenarios, en los que ERC que ha sido el gran perdedor de los comicios –pasa de 33 a 24 escaños- tiene, sin embargo, la llave del nuevo Ejecutivo: una primera posibilidad sería un gobierno de mayoría simple independentista sumando los votos de Junts, Esquerra Republicana, la CUP y Aliança Catalana. Posible, pero difícil por el enfrentamiento casi a muerte entre ERC y los puigdemones, aunque la política hace extraños compañeros de cama y a ambos les une el objetivo de la independencia.
Un segundo escenario, sería formar un tripartito entre el Partido Socialista, ERC y Comuns. Factible pero eso podría suponer el fin de Pedro Sánchez y nadie duda de que si tiene que entregar la cabeza de Illa para salvar la suya lo hará. Por cierto que en la sede del PSOE en Ferraz deberían reflexionar sobre hasta que punto ha sido decisiva en el éxito del PSC la decisión personal de Salvador Illa de no admitir la presencia de ministros del gobierno central en la campaña.
También podría darse el caso de un gobierno bipartito entre Junts y el PSC, la única alternativa con mayoría holgada, pero siempre presidido por Puigdemont. Una alternativa casi imposible y con la espada de Damocles para Sánchez, Illa y el sanchismo de tener que, no sólo consentir sino apoyar la independencia fiscal de Cataluña y el referéndum de la autodeterminación. Decisiones que supondrían el principio del fin del sanchismo y la desmembración de un PSOE en descomposición.
Y, finalmente, queda también la eventualidad de una repetición de los comicios, que nadie desea pero que visto el reparto de escaños con un parlamento ingobernable no puede descartarse.
Con todo esto, y puestos a apostar, la disyuntiva más factible es, o gobierno de Illa o nuevas elecciones. Las opciones de Puigdemont, un fugado de la Justicia que ha sido rehabilitado por Sánchez, pese a superar ampliamente a ERC, sólo pasan por una nueva cesión humillante del sanchismo.
Y del resto de formaciones, los outsider de estas elecciones, destacar la fuerte subida del Partido Popular, que quintuplica su representación en el Parlamento autonómico, pasa de 3 a 15, es el partido que más crece en votos y en escaños, se convierte en la cuarta fuerza política de Cataluña y consigue el objetivo del sorpasso a Vox, pero lamentablemente sigue siendo irrelevante de cara a los pactos y las decisiones de gobierno.
El partido de Abascal se mantiene con una ligera mejoría al igual que le ocurriera en el País Vasco. Yolanda Díaz salva los muebles, consigue una representación parlamentaria suficiente y con aspiraciones de entrar en el posible gobierno tripartito. Entra también la extrema derecha independentista y xenófoba de Aliança Catalana, cuyas alianzas son hoy por hoy una incógnita y también si tendrá continuidad. Y, como era de esperar se consuma el desastre de Ciudadanos. Un partido que hace sólo siete años fue el gran vencedor de las elecciones en Cataluña y que hoy certifica, por sus propios errores, su defunción también en esta Comunidad. Carlos Carrizosa y el resto de dirigentes deberían pensar si vale la pena prolongar la agonía y seguir restando votos al centroderecha a mayor gloria de Sánchez.
Y para terminar, un dato para la esperanza, el independentismo se desinfla con la debacle de ERC y el voto constitucionalista, considerando como partido constitucionalista al PSC, supone el 54% del total de los sufragios.