Artículo publicado en elEconomista.es, el 15 de marzo de 2024 (ver aquí)
- El Gobierno de Sánchez posee la misma fragilidad que el caído de Aragonès
Era evidente que el Govern de ERC, sostenido por 33 diputados, después de la salida de Junts de su ejecutivo, podía caer en cualquier momento. Y la misma fragilidad posee el Gobierno de Sánchez, aunque lo disimule. Prueba de ello es la retirada de los Presupuestos Generales del Estado de este año, ya que preveía una posible derrota al carecer de la seguridad de los votos de los partidos catalanes.
El ciudadano, atónito, expectante, asqueado, desilusionado, inquieto, contempla a los políticos insultarse mediante el empleo de un lenguaje barriobajero, utilizando la mentira, el falso testimonio, la prensa subvencionada.
El ciudadano advierte que los políticos, en lugar de administrar la cosa pública de la mejor manera posible, se enzarzan en luchas estériles, dedicando sus energías, su tiempo, a fabricar, a investigar conductas corruptas de sus contrarios -algo que es bueno en sí- olvidándose de sus obligaciones frente a los ciudadanos, sus administrados.
También el panorama político catalán es desalentador. Desde la salida de Junts del Govern, el president y su gobierno han evidenciado su incapacidad de gestión. Ha abandonado sus responsabilidades, bien de un modo consciente, bien por falta de capacidad. La política energética, la del agua, la sanitaria, la educativa, la hacendística, la urbanística, son inexistentes.
Junts, nostálgico, todavía persiste en la continuación de un procés, sin ser consciente que la historia y el ciudadano han pasado página; la izquierda radical vive en la permanente expectativa de "cuanto peor mejor" y destruye cualquier iniciativa, y el PP catalán sabe que sus resultados electorales serán vacuos mientras dependa de las políticas dirigistas de Madrid y su desconocimiento de lo catalán.
El PSC ve diluirse sus posibles éxitos al hallarse arrastrado por el PSOE de Sánchez, que depende de multitud de pequeños partidos que, en cualquier momento, cualquiera de ellos, le puede negar su apoyo, y ante el electorado catalán aparece frágil, inestable y también corrupto.
Por su parte, queda Ciudadanos inane, mientras que la extrema derecha, dividida entre Vox en el ala unionista y la alcaldesa de Ripoll en la independentista, atraen un voto que merma las otras derechas, sin que consiga relevancia.
El "problema catalán" condiciona la política en España desde hace muchos años y los grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE, lo han utilizado en función de sus intereses partidistas, sin percatarse que, si no lo abordaban como un problema de Estado, acabaría debilitándolos, como así ha sido.
Ante este panorama, no precisamente halagüeño, el ciudadano advierte, desolado, que una vez más, los políticos de todos los partidos solicitarán su voto para que, sin corregir sus conductas, puedan continuar, como si careciéramos de memoria, al frente de las instituciones para seguir actuando de idéntico modo.
Ante esta nueva convocatoria electoral en Cataluña, me pregunto si, de entre todos los partidos que concurrirán a las elecciones, existe alguno que me inspire lo suficiente para concederle mi voto. Hoy, a la espera de la campaña electoral, en estos momentos y ante este panorama descrito, el único partido que me inspira y atrae, es el del desencanto, y éste es el voto en blanco.