Según la última encuesta de NC Report para La Razón publicada este lunes, la formación de Alberto Núñez Feijóo obtendría entre 139 y 141 escaños con el 33,4% de los sufragios. Aunque, de acuerdo con este barómetro, realizado entre el 20 y el 24 de febrero, retrocede en cuatro escaños respecto al final de 2022, repite como primera fuerza en intención de voto y mantiene una sólida ventaja frente a Pedro Sánchez, que lograría entre 94 y 96 diputados con el 24,2% de los apoyos.
Asimismo, Vox se haría con entre 44 y 46 escaños y el 13,8% de los votos, cinco representantes más de lo que esta encuesta le otorgaba a finales del año pasado, ahora que la formación de Santiago Abascal se encuentra a las puertas de formalizar su moción de censura contra Pedro Sánchez, con Ramón Tamames como candidato. Estas cifras permiten al bloque de las derechas obtener una holgada mayoría absoluta y podrían formar Gobierno. Por su parte, Unidas Podemos contaría con entre 24 y 26 diputados y el 10% de los sufragios.
El sondeo de Sigma Dos para Antena 3, publicado este domingo, refleja un repunte en intención de voto del PP hasta el 31,6%, cinco décimas más que en enero, con entre 136 y 138 escaños. El PSOE sería la segunda fuerza política con el 25,2%, cuatro décimas más, y obtendría entre 97 y 99 diputados. En cambio, Unidas Podemos baja al 9,4%, desde el 10,2% del mes anterior, quedándose en una horquilla de entre 20 y 22, lo que apunta a que la polémica de la ley del solo sí es sí habría pasado factura a la formación morada frente a los socialistas. Asimismo, Vox caería al 14,6% de los sufragios desde el 15,2% de enero, obteniendo entre 42 y 44 representantes.
De igual forma, el sondeo de Invimark para La Sexta muestra que Núñez Feijóo suma medio punto más de apoyos respecto a la anterior encuesta, alcanzando el 30,3%. Esto lo sitúa a tres puntos de ventaja de Pedro Sánchez, que se quedaría con el 27,1% de los sufragios. Vox sería la tercera fuerza más votada con el 14,7% de los votos y Unidas Podemos obtendría el 9,6%.
El barómetro de Key Data para Públicopublicado este domingo otorga al Partido Popular 132 escaños y registra ya nueve meses por encima del 30% de intención de voto. El PSOE obtendría 99 diputados, mientras que Vox se haría con 48 y Unidas Podemos con 26. Por lo tanto, Alberto Núñez Feijóo necesitaría a los de Santiago Abascal para sumar mayoría absoluta.
La misma tendencia arroja la encuesta de DYM para 20 Minutos, publicada el pasado miércoles y que apunta a un crecimiento de ocho décimas para el PP hasta cosechar el 32,4% de los sufragios. De esta manera, obtendría entre 132 y 136 representantes en el Congreso. En cambio, Vox caería una décima, pero conseguiría entre 45 y 48 diputados, suficientes para sumar los populares. El PSOE contaría con el 27,1% de los votos y entre 103 y 107 escaños. En cambio, Unidas Podemos tendría un 9,2% de apoyos y entre 18 y 21 asientos.
Últimos sondeos
Estas encuestas muestran datos similares a los sondeos conocidos en las últimas semanas. Es el caso del barómetro de Hamalgama Métrica para Vozpópuli, en el que el PP escala al 32% de intención de voto, lo que le permitiría hacerse con 132 escaños. En cambio, el PSOE se queda en un 24,4% de los sufragios y 97 representantes. Por su parte, Vox se mantiene en 54 diputados con el 16% de los votos. De esta manera, el bloque de derechas mejora sus expectativas de mayoría absoluta al sumar 187 escaños. En tanto, Unidas Podemos retrocede un diputado hasta los 24 con un 9,9% de los votos.
También elDiario.es, en su sondeo electoral de Simple Lógica con porcentaje de voto, otorga la victoria al PP por delante del bloque de las izquierdas. Así, los populares lograrían el 29,7% del voto tras lo que se sitúa el PSOE, al que la polémica del sí es sí no le pasaría tanta factura durante el último mes. Por ello, el partido liderado por Feijóo obtendría dos puntos de ventaja sobre los socialistas, que remontan levemente respecto a meses anteriores. Vox se mantendría en tercera posición (15,2%) y en cuarta Unidas Podemos, con el 11,2%. El bloque de la derecha se impondría también en este sondeo, aunque Pedro Sánchez se mantendría.
En cambio, el CIS mantiene a los socialistas como los más votados en su barómetro de febrero. El partido de Feijóo pierde terreno y se queda a 2,3 puntos de Pedro Sánchez. Según el sondeo público, el PSOE ganaría las elecciones con el 32,1% de los votos. Mientras, el PP se queda en el 29,8%.
Salvo sorpresa, queda poco más de un año para que se celebren las próximas elecciones generales en España. El goteo de encuestas para esos comicios es cada vez más constante y veremos cómo el ritmo se intensifica a medida que se aproxima la fecha electoral. Para contar con todo el contexto demoscópico, El Confidencial ha recopilado los sondeos publicados por las distintas casas encuestadorasdesde las últimas elecciones generales hasta hoy. Además de mostrar los resultados de cada encuesta, aplicamos nuestra propia fórmula para calcular un promedio de sondeos, que ofrece una versión ponderada de las opciones de cada partido de cara a los próximos comicios.
En el siguiente gráfico interactivo, puede explorar cada uno de los puntos y filtrar por partidos o casa encuestadora para ver las evoluciones en detalle o comparar los resultados con la media ponderada de todas las encuestas.
Este promedio de encuestas no debe interpretarse como la estimación de voto que ofrece El Confidencial. Se trata de una herramienta cuyo objetivo es dar una idea agregada de la situación de los distintos candidatos ante las elecciones generales de 2023.
El agregador de encuestas, además, es una información en constante actualización. Cada vez que se publica un nuevo sondeo, este se incluye en nuestra base de datos y el gráfico queda actualizado.
La intención de voto no es una variable muy volátil, pero, desde las últimas elecciones generales, las tendencias han mostrado alteraciones que se explican por momentos clave. Por ejemplo, la victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid en mayo de 2021 marcó un claro ascenso de las opciones del Partido Popular para ganar a nivel nacional. Y ese impulso decayó más tarde, cuando se aproximaban las elecciones de Castilla y León, y coincidiendo con la crisis del Gobierno de Díaz Ayuso por las comisiones cobradas por su hermano por contratos de venta de material sanitario. También el nombramiento del nuevo líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, marcó un nuevo rumbo en la estimación de voto a los populares.
Pero, si se habla de tendencias, hay una pregunta principal que responder: ¿cuánto ha subido o bajado cada partidodesde las anteriores elecciones? El siguiente gráfico muestra la comparación entre los resultados del 10-N y el último dato disponible del promedio de encuestas de El Confidencial.
Cómo hacemos el promedio de encuestas
Recopilamos los sondeos publicados por las casas encuestadoras en los periódicos o páginas web correspondientes. Identificamos tanto la fecha de publicación como la de finalización del trabajo de campo. Esta última es la que utilizamos para calcular la media móvil diaria de las últimas dos semanas.
El promedio de El Confidencial pondera las encuestas publicadas según tres criterios: tamaño de la muestra, la fecha de finalización del trabajo de campo y casa encuestadora. Así, los sondeos que cuentan con tamaños de muestra más bajos tienen menos peso a la hora de calcular el promedio, y viceversa.
Por otra parte, las encuestas más recientes tienen un peso mayor en la media de cada día. Esto hace que la fórmula sea más ágil para registrar cambios de tendencia, aunque el promedio a 14 días es cauto y su tendencia no deja mucho espacio a la volatilidad de última hora. Además, el promedio tiene en cuenta información de hasta los últimos 30 días, pero aquellos publicados hace dos semanas tienen un peso prácticamente inexistente en el cálculo. Solo en los primeros 30 días que aparecen en el gráfico el promedio se calcula a futuro, ya que no se dispone de días previos para ponderar.
Por último, para la ponderación según la empresa que realiza la encuesta, se han tenido en cuenta dos cuestiones. Por un lado, el acierto de cada empresa en la última encuesta publicada para las elecciones generales del 19 de noviembre de 2019. Y, en segundo lugar, se ha establecido un criterio editorial para valorar qué casas encuestadoras deben tener un impacto mayor en la media de sondeos. De esta forma, ponderamos los conocidos como efectos de casa. Por citar un ejemplo, no es nuevo que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es la casa encuestadora que ofrece los mejores datos para el PSOE, con bastante diferencia del resto y de forma sistemática. Aplicando una ponderación por casa, estos efectos afectan en menor medida al promedio, aunque no quedan exentos de ellos por completo.
En cerca de 60 sondeos, la mayor parte concentrados en 2020 y principios de 2021, no se publica el dato de Más País. En esos casos, la suma del bloque de izquierdas se ve infrarrepresentada, ya que solo se hace la suma de PSOE y Unidas Podemos.
Nuestro modelo para calcular el promedio es sólido, pero, a la vez, flexible. Esto significa que podemos aplicar cambios en función de las necesidades que la actualidad imponga, como la creación de un nuevo partido que se presente a nivel nacional o la reacción ante una mayor intensidad de publicación de sondeos cuando quede menos para las elecciones. Todos los cambios quedarán reflejados en este apartado metodológico.
Reportaje publicado en El País, el 11 de febrero de 2023 (ver aquí)
Un ejército de expertos en datos, redes, estrategia, publicidad y marketing lleva meses trabajando con el objetivo de conquistar el corazón de los votantes. Quedan poco más de 100 días para las elecciones municipales y autonómicas y 10 meses para las generales. La volatilidad, la indecisión y unos sondeos que apuntan a un empate entre los bloques de la izquierda y la derecha presagian una batalla intensa. Estas son las tripas de las campañas.
La mañana es gélida a las afueras de Madrid. Varios vehículos oficiales azules y grises van atravesando la verja del complejo de La Moncloa en dirección al edificio del Consejo. La reunión con el presidente está programada los lunes a las nueve de la mañana. Es la primera de la semana para el jefe del Ejecutivo y candidato socialista: los maitines de coordinación electoral entre la Presidencia y el PSOE. Allí se ven las caras los distintos responsables de la campaña (en torno a 15 personas), se desmenuzan los datos y se deciden los objetivos, estrategia y agenda. Y se diseña la batalla informativa: el relato de cada día. Empezando por las apariciones de Pedro Sánchez y sus ministras y ministros, que se pretende que salgan en tropel durante la contienda.
Ruge la maquinaria electoral. Es un año excepcional donde van a coincidir las autonómicas y municipales, en el mes de mayo, con las generales, previsiblemente en diciembre. Circulan en el encuentro los sondeos del Partido Socialista realizados por la compañía Simple Lógica (La Moncloa no cuenta con encuestas propias) y los barómetros del CIS; los de la competencia y los que llegan de provincias. Incluso los aportados por la demoscopia de las grandes corporaciones que los facilitan a los partidos como una forma de lobby (una encuesta es cara, entre 12 y 20 euros por entrevistado, y la muestra no debería bajar de 1.000). Es la foto fija del momento. La escucha y el análisis por medios tecnológicos de las redes sociales van más allá: sirven para entender el estado de ánimo de la sociedad.
Ya no hay especialistas en redes sociales, sino expertos en cada red social. Intentan comprender el lenguaje específico, incluso gestual, de los usuarios de cada aplicación. Y enviarles mensajes muy personalizados. No es lo mismo si proceden de Facebook que de Instagram o TikTok. Sin olvidar las tendencias de búsqueda en Google. ¿De qué se habla en la calle? ¿Qué motiva a los ciudadanos? ¿Qué les preocupa? ¿Por qué les caigo bien o mal? Internet es una herramienta y también el nuevo cuadrilátero en el camino del dato al voto. “Comprender es gobernar”, resume Antoni Gutiérrez-Rubí, uno de los grandes asesores políticos españoles, que ha trabajado para presidentes como Alberto Fernández, en Argentina; Gustavo Petro, en Colombia, o Juan Manuel Moreno Bonilla, en Andalucía. “Para influir en el votante, primero tienes que conocerlo e interpretarlo”, explica Roberto Rodríguez Andrés, profesor de la Universidad Pontificia Comillas y en 2018 premio Napolitan (los Oscar del asesoramiento electoral que se entregan en Washington) a la enseñanza de la comunicación política. “No puedes persuadir a quien no conoces y, por tanto, la clave antes de iniciar una campaña es conocer a tu público. Lo que supone usar desde la demoscopia cualitativa y cuantitativa hasta la psicología social, las neurociencias o el análisis del big data. Se trata de saber sus motivaciones y predecir sus comportamientos. Y actuar con un mensaje en consecuencia”. Un tercer consultor de moda, Aleix Sanmartín, que ayudó al popular Moreno Bonilla a conseguir la mayoría absoluta en Andalucía en 2022 y ha desarrollado una herramienta para el PSOE en estas, da su visión del poder de los datos: “Aquí, de intuición, nada. Está todo medido. Todo es científico. Por medio de las encuestas, yo diagnostico y redacto una estrategia. Establezco una pregunta en torno a la cual se va a desarrollar el debate de campaña: ¿economía o progreso social? ¿Igualdad o gestión? Una cuestión que pretendes que la gente interiorice y conteste con su voto”.
La avalancha de información que se maneja en la mesa del presidente Sánchez está empaquetada en un sistema de análisis desarrollado por los técnicos socialistas bautizado como Diana. Cuentan, además, con la aplicación Bloise, que reúne los resultados de los comicios desde 1977, divididos entre las 37.000 secciones electorales del país (cada una tiene entre 1.000 y 2.000 electores) con toda su información demográfica, sociológica y económica, y un miembro del partido asignado para dinamizar cada uno de esos segmentos. Los datos son hoy el arma para ganar unas elecciones (frente al declive de la televisión generalista). Y hay que hacer minería con empresas especializadas. Se cruzan los resultados. Se geolocaliza. Se perfila. Se hipersegmenta por sexo, edad, estudios, gustos y aspiraciones. Y se lanzan bombas propagandísticas de precisión. De forma barata, inmediata y continua. Ciudadanos produjo en la campaña de 2019 más de 4.000 vídeos para Facebook del total de 7.000 que realizaron los partidos. “Con Rivera fue una pura campaña comercial”, recuerda un consultor que trabajó a su lado. La tecnología digital ya se lleva la mitad del presupuesto de campaña.
Y se ha vuelto imprescindible con la generación Z, que se informa por las redes y no por los medios convencionales. Representan una navaja multiusos para escuchar al ciudadano, enviarle mensajes personalizados y usarlo como observador, comentador, creador o amplificador de los posts. El cargo de community manager se ha convertido en uno de los más poderosos de las formaciones políticas. Las redes fueron determinantes en el nacimiento de Ciudadanos, Podemos y Vox, para que se dieran a conocer y se comunicaran con sus seguidores. Y cada una de ellas asume su función: Twitter, para hablar con el candidato; Facebook, para informarse y opinar, e Instagram, para entrar en contacto con los ascendentes influencers del partido.
Sin olvidar, en el terreno de la demoscopia, los grupos de discusión, los focus groups: una decena de personas encerradas en una cámara Gesell (una sala con un falso espejo, como en las rondas de reconocimiento de la policía) a los que se provoca a hablar, a los que se observa, registra y graba, y cuyo discurso y comentarios sirven para ser conscientes de las motivaciones, aspiraciones y miedos de los votantes. Y cuyas reflexiones “de la calle” nutrirán los discursos de los líderes en campaña. Se pueden organizar hasta una decena de estos grupos focales por partido. Para el diplomático Jorge Moragas, jefe de gabinete y de campaña de Rajoy en 2015 y 2016 y hoy embajador en Tanzania, que se pateó elecciones por todo el mundo para aprender el oficio, “una campaña se inicia con tiempo y una buena encuesta cualitativa que no interrogue por intención de voto necesariamente; la clave son las preguntas para coger el pulso profundo del electorado. Luego, sobre la instantánea que surja de la encuesta, se elabora una estrategia y la ejecutas con los medios convencionales y los de nueva generación para multiplicar el mensaje y dirigirlo segmentado al destinatario que te defina la estrategia. Hay que crear contenidos y administrar el tiempo de impacto”.
En el otro lado del arco político, Ignacio Varela, que fue subdirector del gabinete de Felipe González y se ha encargado de campañas del PSOE desde la victoria de 1982 (hasta la llegada de Sánchez) y también para la Unión Cívica Radical en Argentina, describe un manual similar: “La estrategia de campaña es un plan. Un conjunto ordenado de acciones (y de omisiones de acción), recursos humanos y materiales y mensajes que están orientados a la consecución de un objetivo en un periodo temporal. Y ese objetivo es inducir una decisión y comportamiento en el ciudadano: el de votar a un candidato y precisamente en el día fijado para esa elección. Todo debe responder a esa estrategia, desde los mítines y el debate televisado (y el posdebate por las redes, que es vital para convencer a los indecisos) hasta los bolígrafos que regalas”.
Se tira de calculadora. Hay escaños que se pueden ganar o perder por decenas de votos. Cuál será la lista más votada en cada ayuntamiento (la llave para conquistar una alcaldía por el peculiar sistema de las elecciones locales). Quién conseguirá el tercer puesto en una circunscripción pequeña, Vox o Podemos, para dar el triunfo nacional a la derecha o la izquierda. Quién arañará los restos para rascar el último diputado. En qué plazas hay que reforzar el presupuesto de campaña y en cuáles supone tirar el dinero. Qué territorios pendulares debe visitar el líder una y otra vez, y en cuáles está todo ya ganado o perdido. A qué colectivos hay que tocar en un país con 10 millones de pensionistas y solo 7 millones de jóvenes. Quiénes son mis votantes fieles (los denominados duros) y cuáles los de mi competidor. Dónde se encuentran los indefinidos. Y, dentro de estos, cuáles son los posibles, los difíciles y los imposibles. Y la gran pregunta: ¿qué electrochoque les aplico al 30% de los indecisos para movilizarlos?
No se hacen campañas para los 37 millones de votantes del censo, sino para los que hay posibilidad de que te voten; los que necesitas para gobernar. Estricta eficacia en la asignación de recursos. Es el primer mandamiento de las campañas en España. Al contrario de las contiendas en Estados Unidos o Latinoamérica, que son una jungla de dinero, marketing y tecnología digital, un negocio millonario donde casi todo vale (embarrar la cancha con asuntos personales o el manejo de datos confidenciales), aquí los partidos y sus estructuras aún conservan un papel fundamental en la ejecución de la campaña, lo que abarata y aporta sensatez al proceso. En España ya se han activado. Y son muy celosos de su espacio de poder cuando el líder ficha en campaña a un consultor externo que le tutea, maneja una jerga comercial en inglés y va en deportivas. Y nunca da la cara. Para un asesor político independiente, “tu peor enemigo en campaña es el que está en el partido por debajo del líder que te ha contratado. Pero tienes necesidad de entenderte con él porque conoce y domina el aparato, los pueblos, la gente, el sistema, y puede dar dos voces a los apparátchik. Por eso, sobre el papel, el jefe de campaña debe ser alguien del partido, aunque luego lo puentees”.
El circo electoral aún no está privatizado en España. Sus procesos están regulados y fiscalizados por la Junta Electoral Central y el Tribunal de Cuentas. Tanto en el control de la financiación de las formaciones políticas como en las subvenciones que reciben, su techo de gasto en campaña y la partida máxima que pueden dedicar a publicidad —por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (Loreg)—, y en la prohibición de emitir publicidad en las televisiones privadas, publicar encuestas cinco días antes de la votación y de que estas “no contengan falsificaciones, ocultaciones o modificaciones deliberadas”.
La regulación llega a la prohibición de la obtención y uso de la categoría especial de datos personales de los electores (ideología, afiliación, religión, orientación sexual, creencias u origen racial o étnico) por parte de los partidos con el objetivo de segmentar, producir y enviar publicidad a la medida del destinatario, tras una sentencia del Constitucional de 2019. Sin embargo, algunos rasgos de la revolución digital y la fiabilidad de los sondeos (que muchas veces funcionan como una herramienta de campaña para movilizar o desmovilizar el voto, dar moral a las propias tropas y desconcertar a las del adversario) aún se escapan a las previsiones reguladoras de la Loreg.
En ese sentido, la mayoría de los sondeos sobre estimación de voto que se publican en los medios españoles aún adolecen de transparencia. Y se han convertido en un elemento más de trifulca electoral. Resulta complicado discernir los que tergiversan, proyectan medias verdades o, simplemente, engañan. ¿Quién los paga? ¿Quién los firma? ¿A qué intereses responden? ¿A través de qué medio científico realizan sus pronósticos? ¿Hay sondeos a la medida del cliente y al servicio de un titular ruidoso de Twitter? EL PAÍS y la Cadena SER, en una decisión editorial inédita, decidieron hace un año abrir las tripas de los suyos y ofrecer los datos detallados a sus lectores. Belén Barreiro, socióloga, fundadora de la compañía de investigación 40dB. que realiza esos sondeos, explica: “Los hemos abierto y proporcionamos los microdatos, la intención primaria de voto, el cuestionario completo con el orden exacto de las preguntas y el procedimiento seguido para calcular la estimación de voto. También es importante que dejemos claros otros elementos, como la simpatía por los partidos y el recuerdo de voto. Y que cualquiera pueda usarlos para hacer sus propios análisis. Ya no me creo las encuestas que no ofrezcan nuestro nivel de transparencia”.
Quedan algo más de 100 días para la primera gran batalla electoral del año, la municipal y autonómica, que transcurrirá el 28 de mayo. Todos están de acuerdo en que la derecha la va a plantear como un plebiscito sobre Pedro Sánchez y el inicio de un cambio de ciclo. Y el presidente va a reivindicar su gestión enmarcada en el Estado de bienestar y el liderazgo internacional (aprovechando para las generales los fastos de su presidencia del semestre europeo). Después de la pandemia, la sanidad pública va a ser un asunto inédito y vital en la contienda que puede inclinar la balanza. El argumento del centroderecha en campaña ha sido tradicionalmente su mejor gestión de la economía. Sin embargo, con un crecimiento del PIB en 2022 del 5,5% y el empleo creciendo, ese recurso no sirve del todo en esta ocasión. Por lo que se centrarán en argumentos más emocionales, como la unidad de España. “Porque se vota con la piel”, introduce el veterano diputado popular y antiguo director de gabinete del presidente Aznar Carlos Aragonés. “Votar no es racional, es emocional; es como si en un día los 37 millones de ciudadanos cambiaran de coche”, explica Miguel García Vizcaíno, presidente creativo de la agencia Sra. Rushmore, que hizo la campaña de Zapatero en 2008, bajo el eslogan Vota con todas tus fuerzas. “Un coche se compra con el corazón y el estómago, no con la cabeza. Pesa lo emocional. Y pasa lo mismo con las campañas. No seduces al votante hablándole del Consejo General del Poder Judicial, sino de la vida, los sentimientos, lo que compartís”. En ese escenario visceral, los estrategas electorales son conscientes de que los grandes dinamizadores del voto son el miedo (que provoca rechazo) y la esperanza (que provoca ilusión). Y según un estudio publicado por National Geographic, “la decisión final se toma en la corteza prefrontal del cerebro”.
El voto no es un acto plenamente racional. Tiene que ver con nuestra biografía. En los cuarteles generales de los partidos se maneja esa realidad. En el verano de 2020, en su despacho del complejo de La Moncloa, Iván Redondo, consultor político y en aquel momento poderoso spin doctor de Pedro Sánchez, resumió esa premisa a este periodista en una sola frase: “¡Son las emociones, estúpido!”.
Sobre el tablero de juego no es lo mismo defender que atacar. La estrategia es distinta. La primera produce una campaña positiva, y la segunda, negativa (es decir, centrada en los errores de la otra parte más que en las virtudes propias, para desactivar el voto del rival). El titular defiende su legislatura; es el opositor el que tiene que aportar algo nuevo. El que está en el poder tiene otra ventaja: se puede adueñar de las preocupaciones de los votantes del segundo; asumirlas, darles una vuelta y usarlas para captar a los no consolidados. Los consultores lo llaman “triangular”. Por contra, el partido que está en la oposición se tiene que inventar cada día algo nuevo para captar la atención del votante. Hacer ruido. Tacticismo. Los efectos especiales de cada jornada amplificados por las redes.
Abelardo Bethencourt, director de la agencia Ernest, que combina la publicidad con el asesoramiento integral a los candidatos (“investigación, comunicación y organización”), y que antes trabajó del otro lado de la barrera, en el gabinete del presidente Rajoy en La Moncloa, con el que hizo las campañas de 2015 y 2016, critica el sesgo cortoplacista de su profesión, en la que pesa más la forma que el fondo, el discurso que la política: “Hay asesores electorales que saben jugar con las circunstancias inmediatas, responden rápido, son efectistas, pero no analizan a largo plazo. No miden las consecuencias de sus acciones. En esto no se trata solo de vender, tienes que ver desde lejos las ventajas y los inconvenientes de cada mensaje. No es solo comunicar bien, es defender tus posiciones y tener claro adónde vas. Yo no podría trabajar, por ejemplo, para el PSOE”. Para Rafael Rubio, profesor de Derecho Constitucional y consultor político especializado en tecnologías, que trabajó en las campañas de Rajoy, Pablo Casado y antes de John McCain en Estados Unidos, “en España, Iván Redondo fue el que convirtió a la comunicación en lo más importante del ejercicio del poder. Y ese estilo ha prevalecido. Se buscan resultados rápidos y no importa cómo. Y para eso es fundamental la Red”. Para un asesor de uno de los líderes nacionales que pide anonimato, “sin embargo, no es exactamente cierto que se pueda modificar la realidad electoral por medio de maniobras de comunicación política. La decisión de voto no la mueves tan fácilmente a base de ideas brillantes, se decanta a través del tiempo. Pero sí, es cierto, se intenta manipular al votante. Vivimos en una sociedad de mercado y aquí estás vendiendo un candidato y, en menor medida, unas ideas. Capitalismo puro”.
“Trabajar en unas elecciones es como una droga”, explica el consultor Pablo Pombo, que lo ha hecho para el PSOE y Ciudadanos. “Son adictivas por la cantidad de estrés que sufres y la cantidad de variables que manejas en poco tiempo. Cuando entras en este oficio ya no sales”. Una campaña es un acontecimiento efímero que se desarrolla cada cuatro años, dura por ley 15 días, está subvencionado por el Estado, que aporta en torno a 50 millones de euros a los partidos para gastos siempre que consigan representación (el PP y el PSOE se llevan la mitad), y se dilucida en menos de 24 horas, aunque se prepara durante cuatro años, desde la misma noche electoral anterior. En las municipales y autonómicas moviliza a cerca de 100.000 candidatos en 8.112 municipios, 25.000 locales electorales y supone un gran esfuerzo logístico, de comunicación y seguridad para el Estado. Los Presupuestos Generales de 2023 contemplan una dotación inicial de 347,04 millones de euros para las dos citas electorales de este año “y la ampliación de crédito necesaria para sufragar los gastos derivados”.
Cada cuatro años, durante 15 días, el ciudadano se convierte en el objetivo. Y se utilizan sobre él las herramientas propias del marketing comercial (del que se deriva, como un clon, el electoral). Gema Arias e Iñaki Bendito, socios de la agencia de publicidad Kitchen, realizaron las campañas de Sánchez en 2019 con el eslogan Haz que pase. Llevaron a cabo su trabajo igual que si estuvieran “reposicionando una marca. El problema es que en campaña electoral se exigen resultados a muy corto plazo. Los resultados de las ventas comerciales son a largo, pero aquí te lo juegas en un día. La maquinaria del partido es pesada; el resultado, incierto, y el ritmo, frenético”.
Coincide en ese juicio “comercial” el patriarca de la consultoría en España, José Luis Sanchís. A punto de cumplir los 80 años, se estrenó con Adolfo Suárez en 1977 y ha hecho 166 campañas en 20 países. Su récord son 14 presidentes electos. Su último cliente ha sido el socialista Salvador Illa. Sanchís era un economista por Deusto que vendía tomate Apis y representaba a los conserveros españoles antes de formarse en California a mediados de los setenta con el gurú electoral del momento, Joe Cerrell (que hoy trabaja para los Gates), y cambiar su existencia. Su tesis doctoral es indispensable para entender este negocio. Según él, “los instrumentos de venta en campaña son los mismos que los de un producto. Se vota como se compra: importan la proximidad y los sentimientos”.
—¿Vender un candidato es como vender tomate frito?
—Lo mismo. Las técnicas son similares, pero la finalidad diferente. Aquí el objetivo de ventas son 37 millones de personas cada cuatro años a los que tienes que convencer de que tu producto es bueno, mejor que el otro.
—¿Se fía más de la demoscopia o del instinto?
—Lo importante es la demoscopia, porque la intuición falla. Yo me baso en los datos y a partir de ellos… a veces salta la chispa y hago un fuego bueno.
—¿Quién va a ganar las generales?
—Habrá un empate, con más votos de la izquierda.
En este superaño electoral nada parece decidido. Incluso la conformación de los bloques. En el de la izquierda, para empezar, el destino de Sumar. La plataforma progresista de la vicepresidenta Yolanda Díaz tiene que decidir su futuro, su encaje con Podemos y qué fórmula adoptará. Y Podemos e Izquierda Unida, armar su tetris de listas, programa marco y posibles socios y confluencias (Más País, En Comú Podem, En Marea, Compromís, Equo o Adelante Andalucía). Sin olvidar el nuevo partido España Vaciada. Yolanda Díaz, según una fuente de su entorno, “recogerá en estas semanas los resultados de su proceso de escucha a la sociedad, que se ha realizado durante varios meses, a través de 35 grupos de trabajo en los que han colaborado unas 1.000 personas. Están construyendo un programa de país para la próxima década que debe ser progresista”. Según esa fuente, la líder de Sumar tiene la vista puesta en las elecciones generales previstas para diciembre. “Ese es su objetivo. Lo que supone que las formaciones políticas, organizaciones sociales y movimientos que compartan este horizonte de país deben alcanzar un acuerdo amplio. Sumar no quiere ser una suma de siglas, sino un movimiento que transforme España”.
Y en el otro lado del espectro político, la ultraderecha. Según José Luis Ayllón, director senior de contexto político en la consultora LLYC y antiguo director de gabinete del presidente Rajoy, “Vox tendrá la oportunidad de demostrar en las municipales si ya es un partido o solo un movimiento. Para empezar, en cuántos ayuntamientos logra presentarse. Las elecciones territoriales no son determinantes, pero sí el pistoletazo de salida para las generales, y aquí van muy pegadas. Se pueden visualizar cosas que luego pueden pasar en el tablero político”. En cualquier caso, un asesor sénior de uno de los líderes nacionales sentencia: “Lo que no veo es el rebrote del bipartidismo. Con más de tres millones de votos estacionados tanto a la izquierda del PSOE como a la derecha del PP, el escenario continúa siendo multipartidista”.
Las municipales y autonómicas de mayo pueden representar una primera vuelta (al estilo de las presidenciales francesas), previa a las nacionales que llegarán meses después. Sin embargo, dado el carácter personalista de las municipales, donde en muchas ocasiones se votan los candidatos por encima de las ideas, nadie se atreve a hacer pronósticos. Dos especialistas en demoscopia, José Pablo Ferrándiz, sociólogo, docente en la Universidad Carlos III y director de opinión pública de la multinacional de investigación de mercados Ipsos, y Belén Barreiro, de 40dB., coinciden en describir un empate técnico entre los bloques de derecha y de izquierda dentro de un contexto polarizado, multipartidista, volátil (es decir, con muchos ciudadanos que cambian su voto de unas elecciones a otras) y con los bloques fragmentados. Para Barreiro (que fue directora de análisis del presidente Zapatero y también responsable del CIS), “sí, hay volatilidad, pero, si lo miras por bloques, están congelados. La legislatura no les ha pasado factura a los bloques en su conjunto. Ha habido muy poco cambio. Poca transferencia de voto. Es espectacular lo poco que han oscilado. No veo tanto las municipales como unas primarias, sino como un posible voto compensatorio y dual en ese modelo multipartidista: habrá ciudadanos que voten a la izquierda del PSOE en las municipales y al PSOE en las generales. Y otras combinaciones”. Para el profesor Ferrándiz, “Pedro Sánchez no ha mejorado ni empeorado en su valoración. La tendencia no oscila. Tras la guerra de Ucrania y la alta inflación, no es un líder en caída libre. Lo que se detecta es la práctica igualdad entre bloques. El que quiera gobernar necesitará socios, porque el que consiga más votos puede que no gobierne. El PP va a necesitar a Vox y ver si Ciudadanos desaparece, y el PSOE, a una izquierda lo menos fragmentada posible. La demoscopia no es una bola de cristal, pero para que el PP vuelva al Gobierno solo pueden quedar dos partidos en la derecha, la izquierda se debe desmovilizar y tiene que haber una transferencia de votos entre bloques”.
El presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos, catedrático de Sociología, activo militante socialista y sanchista de primera hora, nos recibe en su despacho monacal cerca del Retiro casi enterrado entre papeles. Y diserta: “Vivimos en una sociedad volátil, fragmentaria y sin fundamentos sólidos. No hay mayorías absolutas. Antes, dos partidos respondían a todas las ideologías y creencias, ahora no. No hay sectores mayoritarios ni dominantes. Es una sociedad más compleja, abierta, precaria y desigual, que cambia rápido. Con una juventud olvidada. De los que votan, solo un 25% repiten su elección de una convocatoria a otra. El 50% van cambiando según lo que les convence en cada momento. Y otro 25% esperan al final, toman incluso la decisión en el colegio electoral. Y un tercio dicen que se van a quedar en casa. Todo es líquido e impredecible”.
—¿Por eso fallan las encuestas?
—Les dan ustedes demasiada importancia. Y son una visión parcial; la foto de una situación, no una profecía. La mejor encuesta es la de cuando empieza la campaña, porque lo que importa es ver la motivación. El comportamiento electoral es impredecible. Puedes intuir tendencias. Pero yo no me invento la realidad. No tengo tanto poder.
El resto de los institutos de investigación demoscópica no suelen coincidir con la estimación de voto de los barómetros de Tezanos, que siempre favorece al PSOE. Tanto triunfalismo tampoco agrada en La Moncloa, donde prefieren no morir víctimas del éxito. Narciso Michavila, presidente de GAD3, habitual en los medios, crítico con Tezanos (“está fuera de control”) y cuyas encuestas para Abc y Mediaset se suelen escorar a estribor (fue considerado un estrecho asesor de Pablo Casado), se quita el mantra de chamán demoscópico de la derecha (como durante tres décadas fue el fallecido Pedro Arriola, estratega de Aznar y Rajoy) y opina: “Los sondeos no determinan el voto, pero influyen en él; auscultan y acentúan tendencias, pero no las crean. Yo doy información técnica a los políticos que me la piden. Les doy un diagnóstico, no la solución. Les digo la verdad. A Casado, en su momento. Y a Feijóo, en Galicia. Pero ellos y sus equipos saben cada vez más”.
—¿Qué va a pasar en las generales?
—En la derecha hay volatilidad, y en la izquierda, abstención e indecisión. Yo creo que va a ganar la derecha, aunque al final la izquierda se active, porque hay una clara transferencia de voto entre bloques en esa dirección.
Incertidumbre, emociones y un resultado disputado. Y el telón de fondo de la guerra en Ucrania. Todo es posible. Hay campaña. Dos campañas. Y los militantes vuelven a tener un papel como ciberactivistas. Las modernas campañas en la Red pueden ser como la de Barack Obama en 2008, basada en movilizar el voto propio, o la de Donald Trump en 2016, destinada a desalentar al contrario para que no votara a Hillary Clinton a base de la creación y difusión de bulos y fake news con los que su equipo bombardeó las redes a través de bots y el uso ilícito de datos. Son las “campañas negras”. Algo que ningún partido en España dice conocer. Aunque profesionales del marketing describan “campañas soterradas, bajo radar, que no ven ni los periodistas, basadas en los bulos. No las hacen las agencias, sino los spin doctors maléficos, y tienen cada vez más peso. Con ellas se pueden hacer barbaridades sin firma”.
Once de la mañana. Planta séptima de la calle de Génova, número 13, de Madrid. La del poder en el PP. De frente, la zona del presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo, y del equipo que lo apoyaba en la Xunta de Galicia, aterrizado con su jefe en Madrid en abril de 2022 tras la caída de Pablo Casado. En el ala oeste se encuentra el despacho de la secretaria general y portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra (la número dos del partido), que procede de la política municipal (fue alcaldesa de Logroño entre 2011 y 2019). “Estamos activados en modo electoral”, explica con ímpetu. “Las campañas autonómicas y municipales son muy especiales; cada municipio es único dentro de nuestro proyecto nacional. Y estas elecciones deben ser una reflexión de lo que pasa en España y de la actuación de Sánchez, y que los ciudadanos se pronuncien. Que las provincias sean el comienzo de la esperanza y el cambio”.
Una compleja nube de puntos sobre una pantalla mural en su despacho muestra la media de intención y estimación de voto de los principales partidos en los últimos 12 meses. En la gráfica se observa el efecto Feijóo a partir de abril de 2022 (aupado también por la victoria del PP en Andalucía en junio de ese año), que supuso una potencial transferencia cercana a los 700.000 votos del PSOE al PP. Y después, cómo se ha ido reabsorbiendo. “Si no nos votan a nosotros, al menos que un millón de socialistas se queden en casa”, se escucha a media voz en esta sala.
La reunión de estrategia electoral en el despacho de la secretaria general del PP responde al mismo esquema que la de La Moncloa: gabinete, partido y grupo parlamentario. Pero en la oposición. Se trata de coordinar esfuerzos y mensaje. Algunos de los asistentes forman parte del núcleo duro de Feijóo. Con los que conquistó cuatro mayorías absolutas en Galicia apostando por un tono centrista y regionalista que eclipsó a Ciudadanos y borró del mapa a Vox. Son todos y todas periodistas. Está Marta Varela, su jefa de gabinete y responsable de su campaña; Mar Sánchez, encargada de proyección e imagen; Luis de la Matta, director de comunicación, y Miguel Tellado, vicesecretario de organización, que no levanta su cabeza del ordenador y está a punto de marcharse a Murcia. El portavoz es el centrista donostiarra Borja Sémper, orillado por Casado y repescado recientemente por Feijóo.
“Tenemos un millón de militantes, somos comercio de proximidad”, exclama el jefe de campaña, Elías Bendodo, número tres del PP. “Vamos a mezclar los asuntos nacionales con la especificidad de cada territorio. Hay que pisar la calle. Feijóo es un municipalista, y Sánchez, pura imagen. La clave del éxito es una mezcla de lo online, para llegar a los jóvenes, y la presencia. Somos la esperanza y la alternativa”. Bendodo, malagueño, es el embajador permanente del presidente andaluz Moreno Bonilla en Madrid. Y sabe de campañas. Ocupó el mismo puesto en la que llevó al PP de Moreno a conseguir mayoría absoluta en Andalucía, en junio de 2022, con un discurso moderado e incoloro, y a frenar en seco la proyección de Vox (y de Macarena Olona) y barrer a Ciudadanos. Andalucía aporta 61 escaños a las Cortes Generales. Los andaluces y el clan de Feijóo copan hoy el poder en el PP nacional.
Con el permiso de Isabel Díaz Ayuso. Que el 28 de mayo se juega una mayoría absoluta a todo o nada en la Comunidad de Madrid esgrimiendo un discurso de confrontación directa con Pedro Sánchez que difiere del de Feijóo. Ninguno de los colaboradores de la presidenta asiste a esta reunión de Génova ni ocupa una posición crucial en el PP nacional. Ayuso representa la situación más incómoda para el liderazgo de Feijóo; su mayoría absoluta sería inquietante para el líder nacional.
En su despacho de la madrileña Puerta del Sol, Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete y sombra de la presidenta (hasta el punto de que es difícil discernir quién de los dos es el autor de las salidas de Ayuso; para empezar, el eslogan Comunismo o libertad), reconoce que no habla mucho con Bendodo: “Esto es Madrid y hay celos”. MAR, como es conocido en los medios, ya hacía campañas en los ochenta con Aznar. Fue secretario de Estado de Comunicación, publicitario, consultor y productor audiovisual. Sabe de discurso, publicidad y propaganda. No milita en el PP. Su jefa y él no practican, según un consultor independiente, “la hipersegmentación del electorado, sino la brocha gorda: van a por todos los votos, como los viejos catch-all party”. Rodríguez asiente: “Llevamos cuatro años en campaña permanente”. El resultado es que, según los sondeos, Ayuso roza la mayoría. Rodríguez piensa que la fortaleza de la presidenta es “su capacidad de hablar sin complejos y de llegar al corazón. Y de plantearlo como una batalla directa con Pedro Sánchez”.
—¿Y su debilidad?
—Que cale entre los ciudadanos la idea de que la sanidad en Madrid no funciona.
—¿Se fía usted más de su olfato o de los datos?
—No hay que ahogarse en los datos, sino llegar al corazón. Ser político y liderar supone decir por aquí tiramos, aunque la encuesta te diga lo contrario.
—¿Para qué sirve un asesor?
—Para llevar de la mano a su asesorado por la jungla.
A algunos de esos asesores les gusta definirse como cirujanos de precisión que auscultan, toman el pulso, radiografían, hacen análisis, diagnostican y practican la autopsia, pero la realidad es que no hay más de una docena de grandes profesionales en España. Entre ellos, César Calderón, que obtuvo un Premio Napolitan por una campaña sobre la UGT y lleva 15 años trabajando en España y América: “Yo no soy un teórico. Tengo un método para ganar. En esto tienes que haber pegado carteles; conocer a los líderes y las motivaciones. Y seré un antiguo, pero creo que la palabra aún mueve el voto y que la comunicación política debe ser menos comunicación y más política”. Y otro veterano, Luis Arroyo, que asesora desde hace décadas a los socialistas y su grupo parlamentario. Estuvo en el equipo de Zapatero y en el gabinete de su vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. En estas comenzó a trabajar en otoño para la nueva candidata socialista al Ayuntamiento de Madrid, Reyes Maroto, hasta que tarifaron: “Las campañas cambian poco voto; no provocan movimientos sísmicos; pero pueden mover tres puntos, que son los que te dan la victoria”.
Y en ese top de los consultores también está Verónica Fumanal, politóloga y especialista en marketing político, que trabajó para Pedro Sánchez y Albert Rivera. “Para mí, una campaña supone tener el tiempo y el dinero suficientes para consolidar un estado de opinión o de revertirlo. Y al final, el éxito es de tu candidato. Yo no puedo tener ego”.
—¿Por qué hay tan pocas mujeres en su sector?
—El asesoramiento siempre se ha visto en lo simbólico como algo muy masculino, igual que el poder, porque el asesoramiento es un tipo de poder: la influencia. Y dejarse influenciar por una mujer aún puede tener connotaciones negativas para el ego masculino.
Palacio de la Moncloa. En la reunión electoral de los lunes que junta todas las herramientas del presidente para las elecciones se intenta conseguir una total sintonía (siempre complicada) de acción y comunicación entre el partido, el grupo parlamentario y el equipo de Pedro Sánchez en La Moncloa; entre el hardware y el software; entre el rodado aparato de Ferraz, 70, que coordina un ejército de 200.000 afiliados y 4.000 casas del pueblo, y el jugo de neuronas (y propaganda) que emana del edificio de Semillas, un Estado Mayor formado por un centenar de técnicos: desde matemáticos y especialistas en encuestas, discursos y eventos hasta creativos publicitarios. El conjunto está al mando de Óscar López, director del gabinete desde la salida de Iván Redondo. Viejo compañero de viaje de Sánchez (con altibajos) y profundo conocedor del terreno de juego, antes de aterrizar en La Moncloa fue secretario de Organización del partido y jefe de estrategia. Un rival lo define como “un político que se mueve bien en el escenario y mejor en el backstage”. Su equipo dirige en la sombra la campaña de Sánchez.
Uno de los asistentes a esas reuniones de La Moncloa comenta alborozado: “Tras la marcha de Iván, ha vuelto el partido. Un externo ayuda, pero nunca sustituye”. Entonces, ¿quién es ahora el estratega? “¡El secretario general, Pedro Sánchez!”, responde Santos Cerdán, coordinador de la campaña, un técnico industrial que ha escalado durante 30 años todos los peldaños del Partido Socialista hasta ser el número tres. Le apodan El Calculadora por su precisión en pronosticar los resultados. Gobierna Ferraz, sede central del PSOE, desde la planta quinta de un edificio de oficinas de aire ochentero donde trabajan un centenar de personas. Los de redes sociales están en la primera planta y sus efectivos se multiplicarán con técnicos contratados en campaña. “Pero no necesitamos que venga nadie de fuera a enseñarnos adónde vamos; somos competitivos, una organización con 143 años”, explica Cerdán. “El presidente nos lanza una pregunta, escucha y decide. Y está encima de todo. Hasta de los tuits. Y va a tener una implicación completa en la campaña. Hacer las municipales representa hacer más de 7.000 campañas, las mismas que los municipios en los que nos presentamos. Y salimos a ganar”.
Quedan 105 días para las municipales y autonómicas. Y menos de un año para las generales. Los estrategas prevén un curso difícil, envuelto en la crispación. Cuando se le pregunta a un asesor leñero como Miguel Ángel Rodríguez si será dura la campaña, el gurú de Ayuso afirma sin dudarlo: “Se va a calentar. Para triunfar hay que saltar a la pista, darlo todo. No te puedes quedar en la barra”.
Es reportero de El País desde 1988. Licenciado en Ciencias de la Información, se inició en prensa económica. Ha trabajado en zonas de conflicto como Bosnia, Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Líbano o Mali. Profesor de la Escuela de Periodismo de El País, autor de dos libros, ha recibido una decena de premios por su labor informativa.
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