Artículo publicado en TheObjetive, 23 de enero de 2023 (ver aquí)
«Por mucho que los actos de autoafirmación patriótica y/o constitucional sienten muy bien en el alma inmortal de sus participantes, no son en absoluto aconsejables en este momento político»
Vladimir Ilich Ulianov, también conocido por el nombre artístico de ‘Lenin‘, fue sin duda una de las cabezas políticas más sobresalientes de su tiempo, un tipo que fue capaz de organizar una revolución obrera en un gigantesco latifundio agrario y teocrático y tras esto, convertirlo en una potencia global.
Una tarea compleja en la que, además de con las resistencias de la aristocracia terrateniente, las de la burguesía, las de la Iglesia y las del ejército, tuvo que lidiar con una miríada de grupos revolucionarios que competían además unos contra otros por la hegemonía del proceso revolucionario y que además poseían estrategias antagónicas para derrotar al antiguo régimen.
Sobre estos espinosos asuntos Ulianov escribió un librito en el destiló toda su capacidad estratégica -y todo el veneno del que su mente era capaz, que por cierto era bastante- llamado Qué hacer, un breve opúsculo en el que con una enorme brillantez práctica, dedicó sus mejores esfuerzos en caracterizar las fallas estratégicas y estructurales de los movimientos de masas con los que otros grupos revolucionarios pretendían derrocar al zarismo y que a su juicio solo lograban reforzarlo, singularmente las movilizaciones espontáneas, oportunistas y sin un fin concreto que alejadas de una estrategia revolucionaria centralizada solo contribuían a dificultar la creación de una conciencia política de clase unitaria capaz de ganar la batalla al régimen zarista.
Les cuento esto porque, tras ver las imágenes de la manifestación madrileña contra Pedro Sánchez, corrí a releer algunos párrafos de este libro y me quedé maravillado tanto de la capacidad de análisis de Lenin como de la absoluta aplicabilidad de sus máximas a todas y cada una de las movilizaciones que hasta ahora ha producido la derecha española y que, como ya avisaba Lenin, gracias a su anomia política y estratégica, solo han servido hasta el momento para reforzar al actual inquilino de la Moncloa.
Y es que cualquiera con dos dedos de frente que haya estudiado con un mínimo aprovechamiento la situación política española sin apriorismos interesados se habrá dado cuenta de que, por mucho que los actos de autoafirmación patriótica y/o constitucional sienten muy bien en el alma inmortal de sus participantes, no son en absoluto aconsejables en este momento político.
«Sánchez no va a perder las próximas elecciones generales por la movilización de la derecha»
Y la razón es evidente: Sánchez no va a perder las próximas elecciones generales por la movilización de la derecha – esa se presupone-, sino por otros dos elementos bien distintos: el primero, la desmovilización de una parte de los votantes del PSOE hacia la abstención, y el segundo, por el salto de los más moderados y decepcionados de entre estos hacia el PP, y a ninguno de estos dos hitos favorece llenar las calles de Madrid de banderas rojigualdas y discursos enardecidos.
De hecho y por mucho que a algunos les cueste comprenderlo el happening de ayer en las calles de Madrid solo tiene dos beneficiarios: el primero no es otro que el actual presidente del Gobierno, que vivirá en las próximas semanas una nueva luna de miel demoscópica, y el segundo, sus aliados políticos de Vox, un partido que ya ha demostrado en innumerables ocasiones que son el mejor y más leal aliado de Sánchez en su batalla por permanecer cuatro años más en Moncloa y que ya se han ganado con largura el poder ser denominados como la única y genuina derechita sanchista de nuestro país.