En esta campaña electoral que culminará en las legislativas del 2 de noviembre -dura, costosa y reñida como es la norma en Estados Unidos-, el presidente Obama ha realizado un único mitin a favor de un específico miembro de la Cámara de Representantes. Fue el viernes por la noche, en el campus universitario de Charlottesville, para intentar salvar al diputado Tom Perriello de Virginia, que hace dos años ganó su escaño por los pelos. Gracias en buena parte al desbordante entusiasmo político generado por Barack Obama incluso en lugares de histórica tradición conservadora.
Dos años después de aquella sobredosis de magia electoral, el presidente de Estados Unidos empezaba así su intervención a favor del congresista Perriello: "No estoy aquí porque Tom haya votado conmigo en todas las cuestiones. Algunas veces está en desacuerdo. Hay momentos en los que yo sé que su primera lealtad no es hacia las etiquetas partidistas, no es para el Partido Demócrata sino para la gente de su distrito y el pueblo de Virginia. La razón que me trae aquí es que en esta era que vivimos, hay que reconocerlo, la valentía política es difícil de encontrar".
La audiencia más bien juvenil estalló en un coro de "vamos, Tom, vamos", sin importar que el competidor republicano de Perriello le saque una ventaja de doce puntos en las encuestas de intención de voto. Al final, la cita con Obama en Virginia no acabó sin que los asistente repitiesen, quizá con un punto de nostalgia, el "yes, we can" del 2008. Aunque toda la gracia efervescente del momento no disimuló el hecho de que el presidente de Estados Unidos, para respaldar a un candidato de su propio partido, estos días tenga que empezar por destacar las diferencias que les separan.
Obama, en terreno propio
Mientras Bill Clinton se ha embarcado en una gira de más de cien actos electorales por todo el país, Barack Obama ha tenido que medir con mucho cuidado sus apariciones. Ya que el actual ocupante de la Casa Blanca es considerado por bastantes candidatos de su partido como un lastre más que una ayuda ante unas elecciones que inevitablemente se presentan como un referéndum sobre la gestión gubernamental de los dos últimos años.
Hace dos años, el candidato Obama se atrevía a plantar batalla en los más feroces feudos electorales de los republicanos y se negaba a aceptar fronteras en la geografía política de Estados Unidos. Pero esta vez, su itinerario de campaña se ha limitado a unos cuantos bastiones del Partido Demócrata, incluido Illinois donde los conservadores aspiran a la humillante conquista del escaño que el presidente ocupó en el Senado. Mientras que en lugares como Kentucky, Virginia Occidental y Colorado, donde también se disputan decisivos escaños en la Cámara Alta, la ayuda de Obama ha sido rechazada por candidatos que le consideran una merma de votos.
Incluso una mención presidencial de mínima cortesía se ha transformado en algo bastante problemático como ocurrió recientemente en Rhode Island. Cuando Barack Obama pasó por alto durante una parada electoral el nombre de Frank Caprio, aspirante a gobernador, el frustrado demócrata no dudó en decir que el presidente se podía meter su endoso por donde quisiera. Escena imposible de imaginar no hace tanto tiempo.
Dentro de esta "anti-moda", en uno de los anuncios más comentados de esta campaña, se puede ver al gobernador
La clave demócrata es sumarse a la «anti-moda» que es Obama
demócrata de Virginia Occidental, con aspiraciones a ocupar el puesto en el Senado que ocupaba el veterano Robert Byrd desde 1959 hasta su muerte este año. Para demostrar su independencia a prueba de balas con respecto a la Casa Blanca, Joe Manchin aparece con un rifle disparando contra un montón de papeles titulados "cap and trade" y que representan la política energética de Obama para luchar contra el cambio climático.
Comentarios