El pasado sábado pasé media mañana buscando relax y recuerdos en La Parra de las Vegas, como suelo hacer siempre desde hace años, principalmente al terminar algunos proyectos de cierta entidad. Dí un largo paseo cogido a la letanía del tiempo y en soledad. Para ello elegí caminar hasta el Prado Lavadero ("Prao Lavaero" en denominación sacrosanta de nuestros antepasados).
Había dejado atrás sesenta y cinco años, pues pisé ese lugar con mi abuelo Pedro "el Guarda" por vez primera en 1956, cuando contaba solo cinco. ¿Quién me iba a decir que regresaría a ese encantador lugar en la misma fecha, calvo y con pelo blanco? Fue un acto de plena voluntad: fui ahí a estar en "sociedad" con él y con mi padre, además de con otros seres inventados. Sí, los protagonistas de mi última novela, El artista de Valdeganga, Samuel y Teresa, que se conocieron ahí hasta terminar casados.
Parra de las Vegas es un municipio en donde los cultivos poseen un marcado carácter de secano, dado que nunca ha contado con riegos excesivamente relevantes y, además, la concentración parcelaria extinguió los existentes. Por ello el paisaje parreño está dominado por extensos campos de girasoles y cebada. Se han identificado seis sistemas de riego, de ellos cinco captan sus aguas de forma superficial y uno de fuente. Entre los cinco sistemas las regueras alcanzaban los 1.712 metros, lo que induce a que el sistema medio asciende a 342 metros, entre ellos el más importante era la Reguera de la Huerta de la Zarza con 439 metros. Los cultivos más extendidos eran los hortofrutícolas para el abastecimiento de los hogares y su superficie ascendía casi a 4 ha, entre ellos el más extenso era el de la Reguera del Prado Pozuelo que ascendía al 31,5% de la superficie regada.
La Reguera del Prado Lavadero quedaba sita en el sector occidental del municipio, en la partida del Descansadero nombrada así por ser el lugar elegido por los ganaderos trashumantes para el descanso de sus rebaños. Una presa ya extinta detenía y derivaba las aguas circulantes por el barranco del Tejar; desde este punto fluía una acequia con componente oeste que se prolongaba 254 metros y alumbraba una huerta de 0,31ha.
Ahí se esconden las aguas de arroyo, ahí sitúo el primer encuentro entre Samuel y Teresa, que da pie al cuadro de pintura "El manantial del Caballero". Y a mi me permiten ahora cerrar como haría Ortega y Gasset en sus «Lecciones sobre el hombre y la gente». Sólo que yo, como pensé de regreso a mi casa en Cuenca, voy a hacerlo de manera más romántica, de la mano de un poeta encandilador, Francisco Álvarez:
Permíteme explorar tu geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú serás mía.
Contemplaré de cerca tu paisaje,
observándolo dulce y lentamente,
y con el gesto alegre y sonriente
aprestaré mi cuerpo para el viaje.
…//..
Yo soltaré las águilas reales
de mis labios en torno a tus montañas,
y rondarán las verdes espadañas
en manso vuelo y suaves espirales.
Y buscarán el nido de tu boca
y las laderas de tu esbelto cuello,
y en su revuelo fulgurante y bello
sentirás su aleteo que te toca.
…//..
Permíteme explorar tu geografía
y aprender los secretos de tu historia.
Yo te abriré el caudal de mi memoria,
me guardarás en ti, y tú serás mía.
Recortes de Francisco Álvarez(*): “Tu geografía”
(*) Francisco Álvarez es un poeta español nacido en Corrales de Buelna (Cantabria) en el año 1935. Es licenciado en Filosofía y Letras y un apasionado de la poesía. Actualmente vive en California junto a su esposa y dos hijos.
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