La figura del inquisidor en España está ligada históricamente al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, creado en 1478 para mantener la ortodoxia católica y ejercer un férreo control sobre la cultura y las ideas, especialmente mediante la censura de libros y la represión de ideas consideradas heréticas. La Inquisición fue abolida definitivamente en 1834, pero su legado en cuanto a mecanismos de control y censura cultural ha dejado una huella profunda en la historia española.
En la España contemporánea, aunque no existen inquisidores en el sentido tradicional, el debate sobre la censura y los "nuevos inquisidores" sigue vigente en el ámbito cultural, educativo y académico. Así, diversos colectivos de la cultura vienen denunciando un "retorno de la censura" tras la cancelación de obras teatrales y actividades culturales en ayuntamientos, que abarcan todo el esqueleto de credos políticos, señalando también vetos ideológicos y ataques a la libertad de expresión. En tal sentido, asociaciones y plataformas de artistas y profesionales vienen emitiendo comunicados en los que advierten que la censura atenta contra derechos fundamentales y la democracia, exigiendo protección para la libertad creativa. Dentro del ámbito educativo, sindicatos docentes han denunciado intentos de censura en los claustros escolares, al restringirse debates sobre condiciones laborales, interpretando ciertas directrices administrativas como formas de silenciar la discusión interna. Y en la universidad los profesores han alertado sobre censura ideológica, especialmente el veto a conferencias y charlas de ciertos partidos o posturas políticas, lo que limita la pluralidad de ideas y el debate académico.
No hay una figura única o institucionalizada como los antiguos inquisidores, pero se señala a responsables políticos, administrativos y grupos de presión ideológica que, mediante decisiones de cancelación, veto o restricción, ejercen un control sobre la expresión cultural y académica. El fenómeno es transversal y no exclusivo de un solo sector político, aunque en la actualidad el foco mediático está en gobiernos locales con pactos conservadores, según denuncian entidades culturales.
La censura en la España de hoy no se ejerce por inquisidores formales, pero sí existen actores políticos, administrativos y sociales que, a través de cancelaciones y vetos, son percibidos como "nuevos inquisidores" o "maestros de la censura", generando un debate sobre los límites de la libertad de expresión y el pluralismo en la democracia española. Una de estas resultas la acabo de vivir en un grupo de WhatsApp, que ha determinado mi inmediata baja en él, a causa del tabernario quehacer de su administrador, encorsetado en usos ridículos y zascandiles de ese intendente, psicológicamente embotado en comportamientos asimilables a los de "doña Francisca".
Calificar a alguien de "doña Francisca" se utiliza para describir a una persona que aparenta ser ingenua o poco lista, pero en realidad es más astuta o avispada de lo que parece. Es decir, da la impresión de no enterarse de muchas cosas, pero saca provecho o se defiende mejor de lo esperado. Esta expresión proviene del uso literario y cultural del nombre "Doña Francisca", que en obras clásicas representa a personajes con esa doble faceta de aparente inocencia y astucia oculta.
El nombre Doña Francisca aparece en varias obras literarias, pero destaca especialmente por el personaje de Doña Francisca (Paquita) en la comedia "La dama duende" de Pedro Calderón de la Barca y en "El sí de las niñas" de Leandro Fernández de Moratín. Dependiendo de la obra, el significado del personaje varía, pero suelen compartir ciertos rasgos comunes, que han hecho que "Doña Francisca" se convierta en un tipo literario o arquetipo.
En especial en "El sí de las niñas", Doña Francisca acata las órdenes de su madre y la voluntad de los adultos, pero internamente tiene sus propios deseos y aspiraciones, que intenta llevar a cabo de manera discreta o indirecta. Este personaje casi siempre está atrapado en una estructura social que limita su libertad (por ejemplo, matrimonios concertados). Aun así, suele hallar una forma de lograr sus objetivos, ya sea a través de la sinceridad, el ingenio, o, a veces, la fortuna. No es una figura maliciosa ni manipuladora, sino que su astucia se usa para defender sus propios intereses, para lograr finalmente que todo se resuelva a su favor.
Frente a la "francisca" esa -que moralmente tanto me ha afectado, hasta el punto de romper un lazo de unión con un grupo bien avenido y solidario con una causa justa, como es la de la defensa del tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia-, un análisis autocrítico conduce por mi parte a poner de manifiesto y denunciar los mecanismos y actores que pueden limitar la libertad de expresión en la actualidad:
- Leyes y su Interpretación:
- La Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana (2015), conocida como la "ley mordaza", ha sido criticada por restringir la libertad de expresión y manifestación, permitiendo sanciones por actos como la "falta de respeto" a las autoridades.
- El Código Penal tipifica delitos como las injurias a la Corona, lo que ha llevado a procesamientos y condenas por expresiones satíricas o críticas hacia la monarquía.
- Actores Políticos y Administrativos:
- Autoridades a nivel gubernamental, regional o local pueden ejercer presión o tomar decisiones que limitan la expresión artística o la información crítica. Se han dado casos de cancelación de eventos culturales por motivos ideológicos.
- Medios de Comunicación y sus Propietarios:
- Los dueños de los medios pueden influir en las narrativas y la selección de la información, favoreciendo ciertos intereses y silenciando voces críticas.
- Plataformas de Redes Sociales:
- Aunque no son actores estatales, sus políticas de moderación de contenido pueden resultar en la eliminación o restricción de ciertas opiniones.
- Grupos de Presión:
- Diversos colectivos pueden ejercer presión social o política para censurar expresiones que consideran ofensivas o contrarias a sus valores.
- Autocensura:
- El temor a las consecuencias legales, profesionales o sociales puede llevar a individuos y medios a limitar su propia expresión.
En este tablero de malos usos inquisitivos, que nunca he aguantado -dejé de colaborar habitualmente en cinco medios de comunicación en mi extensa vida por la censura de un simple artículo en cada uno de ellos- y mucho menos ahora, emplazado en la experiencia de la jubilación, hay que rechazar las prácticas retrógradas de censura, más propia de otros tiempos. Sin embargo, como con mi ejemplo personal delato, en la actualidad la censura es más sutil, el ciudadano apenas se da cuenta de que existe. Se ejerce a través de los canales privados de información, llámese X-Twitter, Facebook, Google, You-Tube, WhatsApp o TikTok, que tienen contratados a miles de personas para que controlen los tuits o mensajes que se van a publicar en las redes.
La censura es uno de los asuntos que ocupan buena parte de los libros de Historia del Periodismo en España. Prestigiosos periodistas que informaron durante el franquismo y la Transición describieron en la presentación del podcast Maestros del Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid en Caixaforum las dificultades que sufrieron aquellos años para informar y defendieron el papel del periodismo para garantizar la democracia. Unas aguas limpias en las que me baño desde 1978, y a las que no pienso dejar por culpa de cualquier `doñafrancisca´.
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