Este blog pretende ser un equitativo rincón de la crítica a la propaganda política. En su modestia, tiene abiertas las ventanas a cuantos aires nos libren de las contaminaciones ideológicas.
El trance del coronavirus. Un esbozo sociológico de la pandemia La prolongada depresión emocional y material del coronavirus, vivida como un extrañamiento forzoso ya antes del confinamiento, posee unos efectos sociales, políticos, sanitarios, culturales y económicos, debidamente evaluados en esta monografía, que, en nueve capítulos, dictamina el futuro que ha de venir tras esta serie de problemas.
Cataluña ensimismada Demanda la reconstrucción de un catalanismo equilibrado, capaz de responder a las necesidades concretas de un país y de una sociedad, y que, marginando nacionalismos extremos (españolistas e independentistas), pueda cohesionar e integrar diferentes sensibilidades; gobernando para la gente y, en especial, para aquellas personas que más sufren las desigualdades e injusticias sociales.
Enigmas del porvenir de Cuenca. Luces y sombras para salir del estancamiento En Cuenca sobra el "resultadismo" estratégico, que es una inadmisible entrega de las llaves de la continuidad en el estancamiento e incluso en el retroceso en todos los ámbitos socioeconómicos. Está obligada a sustituir a sus actuales líderes, que viven de la política sin aportar nada a ésta.
Últimos libros de J. A. Buedo sobre Cuenca
Contexto sociopolítico y progreso de Cuenca Obra publicada por la Editorial Alfonsípolis en mayo de 2010. En sus 254 páginas, ayuda al lector a conocer las claves de la vida pública conquense, al tratar los problemas colectivos más recientes de esta provincia y reflexionar sobre ellos.
Cuenca 2005. Un recorrido sociológico por la Ciudad Para bajar este ensayo del servidor sólo tiene que hacer clic en el Download que figura al pie de este artículo, publicado en Aires de La Parra el 23/05/2006
Cuenca en la encrucijada. Repercusiones de ampliación UE El Download de esta obra figura al término del artículo "Buen gobierno local y ampliación europea", publicado el 1/12/2005 en Aires de La Parra, desde donde puede bajarse haciendo un clic.
Marco Político para la Sociedad de la Información en Cuenca Para bajar la obra del servidor sólo tiene que hacer clic en el Download que figura al pie de este artículo, publicado en Aires de La Parra el 26/11/2005
Gabinete de Exploración y Análisis Sociológico
Gabinete de Exploración y Análisis Sociológico Constituido para servir como herramienta complementaria al Observatorio Político, Económico y Social de "La Vanguardia de Cuenca". Y, con ello, facilitar la práctica de la buena gobernanza en todas las instituciones de Cuenca.
Vadémecum de política municipal: "cómo gobernar un ayuntamiento" Esta obra del profesor Rafael Jiménez Asensio, se publicó en 2017 por el Instituto Vasco de Administración Pública. El Vademécum de Política Municipal (Cómo gobernar un Ayuntamiento) es una síntesis de la primera parte del libro Cómo gobernar y dirigir un Ayuntamiento, editado por el citado Instituto.
TheCircularLab TheCircularLab es un centro de innovación situado en Logroño que centra su actividad en el estudio, prueba y desarrollo de las mejores prácticas en el ámbito de los envases y su posterior reciclado.
Home Portal Todopatrimonio.com El portal Todopatrimonio es un proyecto de Preserv@Doc: Asociación para la Documentación, Difusión y Preservación del Patrimonio Cultural a través de las Nuevas Tecnologías.
Fundación Democracia y Gobierno Local Entidad sin ánimo de lucro constituida en mayo de 2002 por iniciativa de la Diputación de Barcelona. Su finalidad es contribuir y dar soporte a todo tipo de actuaciones y de iniciativas para el conocimiento, el estudio, la difusión y el asesoramiento en materia de régimen local.
DELOS: Desarrollo Local Sostenible POLÍTICA SOCIAL Y DESARROLLO LOCAL-MUNICIPAL
Se indagan los vínculos que existen entre el gobierno municipal y la política social, y, particularmente, qué papel juega la política de desarrollo social en el plano discursivo del gobierno municipal.
Acta de Investigación Psicológica (AIP), publicada cuatrimestralmente por la División de Investigación y Posgrado de la UNAM, posee como objetivos divulgar recientes y relevantes contribuciones de académicos a la Psicología, caracterizándose por su contenido que refleja la transversalidad y el enfoque multidisciplinario de los conocimientos generados.
Juan Andrés Buedo: Estrategias de emprendimiento para el desarrollo de Castilla-La Mancha La obra se centra en el examen de los recursos disponibles por las Administraciones Públicas de Castilla-La Mancha para impulsar el emprendimiento, entendido no solo como la capacidad para iniciar nuevas actividades económicas de generación de empleo y crecimiento social en esta región, sino también como valor social que debe promoverse y ampararse desde todos los poderes públicos.
Conquenses por el Cambio La expresión en la red de un sentimiento, y una razón, que cada vez se extiende más por Cuenca. Después de ocho más cuatro años de gobierno del socialista Cenzano en el Ayuntamiento, Cuenca necesita un cambio que devuelva a los ciudadanos la fe en su ciudad y la confianza en el sistema democrático.
Chasquidos Letras con ácido para derretir el aburrimiento. Por Anselmo Cobirán.
Blogs de Cuenca Blog que recoge una amplia opinión e información sobre Cuenca con unas instantáneas variadas y sugestivas, extraídas de los blogs por aquí publicados
Con independencia de aquellos comentarios ad hoc que cada artículo u opinión puedan suscitar, se publicarán de modo singular e independiente las opiniones de nuestros lectores, remitiendo un correo a la dirección de abajo, poniendo al final del mensaje “PUBLICAR ARTÍCULO”.
Han pasado 15 años desde que Larry Diamond, catedrático de Sociología Política de la Universidad de Stanford, aseguró que estamos inmersos en una «recesión democrática». En los tres años transcurridos desde que la OMS certificó el coronavirus como pandemia global, esta crisis de la democracia global no ha hecho sino acrecentarse. En otras palabras, el centenar aproximado de países democráticos que hay en el mundo estaría perdiendo calidad, día tras día, en sus respectivos sistemas de gobierno. ¿Y cuáles son los parámetros clásicos que definen una democracia estándar? Son seis: sufragio universal, separación de poderes, libertades civiles, parlamento funcional, partido de la oposición e igualdad ante la ley.
Nueve catedráticos analizan la democracia española
En nuestro país, nueve catedráticos han tomado la decisión de unir fuerzas para denunciar una situación que juzgan de máxima gravedad: la merma progresiva de la democracia española. Sus análisis y reflexiones se han reunido en un libro que publica la Fundación Colegio Libre de Eméritos bajo el título España: Democracia menguante.
A cargo de este informe de situación se halla Manuel Aragón, catedrático de Derecho Constitucional y magistrado emérito del Tribunal Constitucional, que ha expresado públicamente su zozobra en cuanto a que la coyuntura política actual de nuestro país pudiera derivar en una «democracia disminuida». Bajo su batuta, el octeto denunciante lo forman Francesc de Carreras (Catedrático de Derecho Constitucional), Juan Díez Nicolás (Catedrático de Sociología), Tomás-Ramón Fernández (Catedrático de Derecho Administrativo), José Luis García Delgado (Catedrático de Economía Aplicada), Emilio Lamo de Espinosa (Catedrático de Sociología), Araceli Mangas (Catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales), Francisco Sosa Wagner (Catedrático de Derecho Administrativo) y Gabriel Tortella (Catedrático de Historia Económica).
El veloz declive de la calidad democrática española
En la prensa generalista se han publicado desde 2020 centenares de artículos inquietos por la deriva política nacional, en especial desde que el semanario británico The Economist eliminara a España del selecto grupo de Democracias Plenas de su Democracy Index (DI) en febrero de 2022 (valorando el comportamiento de nuestro país durante 2021). El 1 de febrero de este año 2023, España recuperaba su estatus de democracia plena, ascendiendo de nuevo al pequeño olimpo de los 24 países más políticamente avanzados del planeta. Pero, ojo, que ocupa el penúltimo lugar, casi rozándose con el siguiente grupo de las democracias deficientes. Pues bien, entre los factores que determinaron la mala posición de España en el prestigioso grupo de las democracias plenas del Democracy Index destacaron las medidas coercitivas que tomó el ejecutivo de Pedro Sánchez durante la pandemia de coronavirus. (Merece la pena recordar que en la cima del Democracy Index está Noruega, que mantiene su primer lugar desde el año 2010, cosa que en la España de la ideología de trazo grueso podría sorprender, ya que el sistema de gobierno noruego es una monarquía parlamentaria).
Deterioro grave y deslealtad constitucional de las instituciones
Si algo ha demostrado la pandemia es que, ante una crisis mundial de semejante envergadura, los países sin instituciones sólidas corren el peligro de perder calidad democrática de manera casi inmediata. En una democracia sana y funcional, las instituciones son el vínculo principal entre la ciudadanía y el Estado, nexo imprescindible para mantener la salud del sistema político. Precisamente, el sector institucional es el que más inquieta a los autores de este informe: «Nos estamos refiriendo principalmente al mal funcionamiento de nuestro Estado social y democrático de Derecho, cuyo deterioro se ha producido sobre todo en el plano institucional». Los autores van más lejos, al concretar que detectan una “deslealtad constitucional” en no pocas instituciones españolas.
La crisis democrática española es superior a la crisis democrática global
Una de las primeras aseveraciones del libro España: democracia menguante es que la crisis democrática global no puede considerarse un fenómeno tan agudo como el de España. No en vano recientes encuestas del Eurobarómetro (verano de 2022) indican que 9 de cada 10 españoles desconfían de los partidos políticos (la media de la UE es del 75%); el 74% desconfía del gobierno (frente al 61% de la UE); y otro 74% desconfía del parlamento (muy superior a la media UE del 60%).
En el capítulo inicial, dedicado al fracaso de la política española, se aportan datos recientes de un sondeo de Metroscopia (Junio, 2022) en cuanto a la «demoledora opinión sobre los políticos» que tiene la población española. Un 87% lamenta que no presten atención a las preocupaciones de los ciudadanos; un 84% echa en falta ideas claras para solucionar los problemas nacionales; un 81% detecta una carencia de vocación de servicio público; un 79% cree que los líderes no tienen la experiencia necesaria y un 75% asegura que actúan de manera deshonesta.
Gobiernos radicales administrando a ciudadanos moderados
En cuanto a la polarización, que con frecuencia se cita en España como un problema inherente a la propia ciudadanía, esta idea se rechaza de plano en el libro. El «bibloquismo», los «cordones sanitarios» y la falta de diálogo derecha-izquierda serían impostaciones de los propios líderes políticos, que infectan con ellas a sus representados. En cuanto a la conchabanza del bipartidismo con el nacionalismo, el veredicto es severo: «No olvidemos que los dos grandes partidos han dificultado siempre la posible emergencia de partidos bisagra (UCD, CDS, Partido Reformista, UPyD, Ciudadanos), prefiriendo el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos». Esta estrategia temeraria, en lugar de integrarlos, habría contribuido a reforzarlos, debilitando al Estado, hoy casi «residual» en algunas Comunidades Autónomas. Como reflexionaba Emilio Lamo de Espinosa en su cuenta de Twitter el 2 de marzo de 2023, aportando un gráfico de autoubicación ideológica del CIS para apoyarlo: «Los españoles llevan siendo de centro izquierda casi treinta años sin variación. No se han radicalizado. Los que se han radicalizado son los políticos, aunque no todos. Gobiernos radicales administrando a ciudadanos que no lo están».
Partitocracia derivada de una Ley Electoral oligárquica
El desmedido poder de los partidos políticos —cimentado por una Ley Electoral anticuada e injusta— habría devorado la separación de poderes: «el líder del partido que gana las elecciones controla no solo el Poder Ejecutivo, sino también el Poder Legislativo, pues los representantes lo son porque el aparato les ha incluido en la lista electoral». En cuanto al Poder Judicial, la Constitución se habría ido «modificando subrepticiamente» para que un «Consejo General del Poder Judicial políticamente mediatizado», junto a un reparto por cuotas de las designaciones directas que hacen las Cortes Generales, permitan a los principales partidos políticos nombrar a los jueces de los principales órganos de la Justicia.
La cultura de la corrupción
No olvidan los autores el gravísimo problema de la corrupción española, citando datos de Transparencia Internacional, que en 2021 situaba a España en el puesto 34 del escalafón global, empatada con Lituania. Constatan que recién estrenado este índice, en 1995, España ocupaba un puesto 26 y llegó a estar en el 20 en el año 2000. Pero quedó en el puesto 41 en 2018, hasta llegar al puesto 35 actual, empatada con Botsuana y Cabo Verde, según el Índice de Percepción de la Corrupción publicado en enero de 2023. En efecto, la cultura de la corrupción parece formar parte de la mentalidad nacional, que justifica la del partido propio y demoniza la del contrario. Los dos partidos mayoritarios tienen largos historiales corruptos, pero tampoco se libran los nacionalistas, ni los pequeños o emergentes. Los juzgados españoles rebosan «casos de corrupción en los que están involucrados políticos pertenecientes a todo el arco parlamentario».
España, ¿país sin ley ni justicia?
Abundan las columnas periodísticas que hablan ya de España, como «un país sin ley». En ese espíritu nos recuerda este libro que no puede haber democracia sin Estado de Derecho, cosa que en otros tiempos hubiera podido parecer una obviedad, pero que hoy es de obligada reivindicación. «Se observa con estupor cómo en parte del territorio español los poderes autonómicos desobedecen, de manera expresa y reiterada, la Constitución, las leyes y las sentencias de los tribunales sin que el poder central lo remedie, usando las competencias de ineludible ejercicio que tiene».
La politización de la justicia se define como el resultado de la partitocracia más cruda y voraz, lamentando que la ciudadanía haya asumido como algo «normal» la existencia de dos bloques entre los jueces de izquierdas y los jueces de derechas. Los autores nos comparan con Alemania y Estados Unidos, cuyos magistrados llegan a los tribunales «cargados de medallas políticas e incluso con el carné del partido en el bolsillo», pero este posicionamiento ideológico no suele influir sobre sus decisiones jurídicas. En España, por contraste, los jueces serían peones de partido, acatando las órdenes del aparato sin demasiada resistencia.
Gobierno «a golpe de decreto» y nula capacidad de absorción de fondos europeos
En el capítulo sobre el gobierno y la administración se puntualiza la cuestión sin ambages y con la claridad meridiana que caracteriza a todo el libro, reiterando que el Poder Ejecutivo ha desplazado al Legislativo, además de instrumentalizar a los tribunales. La masa de decretos leyes convertidos en leyes o convalidados equivale ya a tres cuartas partes del output legislativo, aseguran, y se requeriría una operación colosal para sanear el ordenamiento jurídico. Por si esto fuera poco, se apostilla que todas estas aparatosas «reformas» no mejoran una capacidad de absorción de fondos europeos casi nula, «que nos coloca los últimos de la lista de veintisiete, en la que nuestro modesto vecino, Portugal, figura en segundo lugar». España tiene la peor tasa de absorción de los fondos europeos en el período 2014-2020, con solo un 43% de los fondos ejecutados.
Estado autonómico gravemente disfuncional
En cuanto al estado autonómico, los autores lo desaprueban con una asepsia casi clínica, señalando los dos problemas graves manifestados desde sus comienzos. El primero es la disfunción organizativa, que genera anomalías, duplicidad de funciones y un gasto público innecesario. El segundo es la integración territorial defectuosa, que en determinadas partes del perímetro español pone en grave riesgo la unidad estatal y nacional. La solución que se recomienda sin rodeos es modificarlo para convertirlo en un modelo federal, es decir, en una versión perfeccionada de la actual. «El federalismo no es una forma política más conservadora o más progresista, más liberal o más socialdemócrata, más de izquierdas o más de derechas. Simplemente es una forma de organización territorial que funciona bien en muchos países y, por ello, también debiera funcionar en el nuestro».
Política exterior e imagen internacional: del enfrentamiento interno a la insignificancia global
El capítulo sobre el papel de nuestro país en el escenario mundial acusa a las cúpulas políticas del «descrédito de España como consecuencia de la ruptura de sus obligaciones europeas e internacionales», in crescendo ante las instituciones europeas y los mercados internacionales. Las grietas estructurales del Estado español lo incapacitan para cumplir con sus deberes y compromisos como país europeo y lo deslegitiman para aportar propuestas normativas que le confieran la relevancia e influencia correspondientes por su estatus occidental. Las ineficaces administraciones públicas, colonizadas por los partidos, ahuyentan a las empresas y agentes socioeconómicos. Por no hablar de la dependencia de la ayuda externa para salir de las quiebras internas en que los propios partidos políticos sumen al país, desde las crisis nacionalistas hasta las crisis económicas. La pandemia, lejos de servir como acicate para efectuar las reformas estructurales exigidas en 2019 por la UE, ha agravado junto con la crisis energética los desafíos orgánicos de España como nación europea. Lamentan los autores que la polarización interna haya impedido durante todo un siglo acordar intereses nacionales que permitieran afrontar con fuerza y dignidad el devenir externo de una España autocondenada a la irrelevancia mundial.
Es la economía, estúpido
Esta es la frase que James Carville, jefe de campaña de Bill Clinton, pegó en la pared de su oficina en 1992, bajo otra anotación que exigía «Un cambio» versus «Lo de siempre». Pues bien, para los autores de España: Democracia menguante la política económica española requeriría un cambio radical. En abierta contradicción con la propaganda gubernamental, observan un descenso del PIB por habitante desde 2007; un desempleo que duplica la media de la UE, disparado con los gobiernos socialistas y aminorado con los gobiernos del PP; un mercado laboral agarrotado e inflexible, que conserva la inmovilidad de los tiempos de Franco, con la dualidad de los trabajadores protegidos por el sistema (contratos laborales indefinidos) y los desprotegidos (contratos temporales); y unos sindicatos que no encarnan al sector laboral, sino a las cúpulas políticas y al sector público. ¿Las soluciones que se proponen? Entre otras, flexibilización del mercado, eliminación de trabas al comercio nacional e internacional, conexión del sistema educativo con el sistema productivo, seguridad jurídica como garantía del correcto funcionamiento de los mercados, reconducción del gasto público para impedir que el déficit presupuestario exceda del 3%, incluso llegando al superávit y creación de un mecanismo de fiscalización de las políticas públicas.
Objetivos generales de este informe
La meta inmediata de los autores de este Informe es generar un debate público sobre las averías crónicas de la democracia española, pues en opinión de estos nueve maestros, los peligros que acechan a España son de tal envergadura que, en su opinión, ponen en riesgo su propia existencia. Alegan que este debate nacional sería urgente y perentorio, dado que la ciudadanía ya no puede confiar en soluciones clásicas, como optar electoralmente por la izquierda o por la derecha, sino que se halla ante la disyuntiva de decidir entre la conservación y la destrucción de lo que hasta ahora veníamos llamando la democracia española.
Bibliografía
Democracy Index, The Economist Intelligence Unit (EIU), The Economist, Resultados del año 2022 publicados el 1 de enero de 2023. Vía Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Democracy_Index
La idea de este artículo reminiscente ha partido de Vicenta, para mi -invariablemente con cariño y respeto, como nuestros padres, a todas horas grandes amigos- siempre "Vicentita la de Doro". Me la ha transmitido a traves de un WathsApp mediante la fotografía que antecede. Al que le he respondido: "¡Cuánta nostalgia infantil habrá dejado en mi alma! Sobre todo el Jueves Lardero de 1957, aquel en el que mi padre decidió emigrar a Cataluña". Y ella ha continuado:
-Pero... así recordamos a los nuestros y yo me pongo en contacto contigo -añadiendo el punto artífice de estas líneas-: Yo no he llegado a celebrarlo, pero mi madre sí nos contaba anécdotas de ese día.
Anécdotas, en efecto. Que nos traen nombres que pasaron a la olvidada historia de La Parra, nunca escrita, y, sin embargo, siempre vívida para cuantos hemos tenido la dicha de albergar en ella nuestro cuerpo y espíritu.
Al llegar a este punto, recibo -cosas de la sociedad de la información que domina nuestros movimientos- un mensaje de voz de María Asunción López Laparra. En él me dice que está en el pueblo con las cenizas de su madre, fallecida el pasado 28 de enero. Otro golpe fuerte para la savia de nuestra villa, terruño de orgullo, digno sentir y brío para mojar la honradez encarnada en la pirámide existencial de todas las familias que aquí se han generado.
Fuerza y vitalidad que reencauzan el objetivo de esta jornada. El Jueves Lardero es el nombre con el que se conoce en diversas partes de España al jueves en que comienza el carnaval. En otros lugares se conoce como Jueves Gordo, el día de la tortilla o el día de la mona (Albacete).
Jueves Lardero es el primer día de la celebración del Carnaval. La palabra carnaval procede del latín 'carnem-velare', que significa "dejar la carne", como signo de la llegada del período de la Cuaresma en el calendario litúrgico, que da comienzo el día de Miércoles de Ceniza. La festividad de Jueves Lardero es un homenaje a la despedida de la carne. Antiguamente, los religiosos cristianos aprovechaban el día de Jueves Lardero para darse un último festín comiendo carne de cerdo en abundancia, antes de la Cuaresma, en la cual tenían prohibido su consumo como ofrenda a Dios. El origen de la palabra 'lardero' deriva del latín 'lardarius', que significa tocinero. Forman parte de su familia semántica el verbo 'lardear' --untar en grasa-- y el sustantivo 'lardo' -grasa o tocino-. Lingüísticamente, la diversidad de la geografía española otorga diferentes nombres al Jueves Lardero, la denominación más popular. En la provincia de Salamanca se conoce como el "jueves merendero", y el "día del choricer" en Aragón. No obstante, también tiene su rincón en otros idiomas. En Cataluña celebran el "dijous de gras", en la Comunidad Valenciana el "dijous de berenar" y en las Islas Baleares el "dijous llarder". La costumbre más generalizada en España es merendar carne de cerdo acompañada de pan y huevo o tortilla. También es tradición hacerlo en el campo y con amigos o familia. Pero también surgen diferencias dependiendo del lugar en el que te encuentres.
Cuenca, y por tanto La Parra, cumple con su tradición disfrutando este día con tradicional bocadillo de tortilla, chorizo y pimientos, que ha hecho siempre las delicias de grandes y pequeños.
El periodista de la Cadena SER Paco Auñón contaba años atrás la simbología de esta costumbre en Cuenca. Y, resumiendo, decía que el Jueves Lardero, es una fiesta popular y de origen pagano que se celebra en Cuenca. Su día es siempre el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, la fecha que marca el inicio de la Cuaresma, el periodo de cuarenta días que distan hasta el Domingo de Ramos. Todo esto se calcula con la Semana Santa y ésta con la primera luna llena de la primavera.
El Jueves Lardero consiste en comer en el campo, y generalmente, carne. ¿Y por qué carne? Lo de lardero viene de las lardas, la grasa del cerdo y tiene un origen antiguo en las culturas mediterráneas, como casi todas las fiestas que aún celebramos, aunque adaptadas a la liturgia cristiana.
En las saturnales romanas, en torno al solsticio de invierno, se acostumbraba a comer en exceso, dicen que para acumular grasa en el cuerpo y suportar mejor los días más fríos del año. A las vistas de la primavera se ayunaba para perder esos kilos de más, es decir, la Cuaresma. Así que, el Jueves Lardero, en plenas fiestas del Carnaval (que también viene de carne) es como la última gran comilona antes de la dieta, la forma de atiborrarse antes de que comience la Cuaresma, en la que se come más pescado y se ayuna, aunque eso ya no lo hace casi nadie.
El Jueves Lardero es un día muy especial, sobre todo para los niños, porque desde media mañana no hay clase y todos se van de merienda con sus amigos al campo a pesar del frío que acostumbra a hacer por estas fechas (cuando uno es niño no se tiene frío).
Se dice que en Jueves Lardero, una tajá y un huevo. Y lo típico es la tortilla de patatas y algo de la orza: chorizos, lomos, morcillas, costilla… Vamos, que de orza a lorza hay solo una letra de diferencia.
Se trata de pasar un día al aire libre, donde la principal protagonista es la gastronomía de la zona. Son fiestas más celebradas en la comunidades más orientales de nuestra geografía, dónde se hace real el famoso refrán «Jueves Lardero, longaniza en el puchero». Y quien en La Parra estéis, que la felicidad y el estómago llenéis.
Artículo publicado en El País, el 20 de noviembre de 2022 (ver aquí)
Muchos lo recordarán. En un anuncio de natillas de 1990 aparecían varios niños a los que se les preguntaba qué querían ser de mayores y el último de ellos, vestido con un traje que le quedaba grande, anunciaba contento: “¡Yo de mayor quiero ser jefe!”, y ponía los pies sobre la mesa como si dibujara una metáfora del placer de mandar, la famosa erótica del poder. Luego, una voz en off anunciaba: “Si quieres hacerte mayor, aliméntate a gusto, toma natillas”. Puede sonar a chiste, pero no es broma, se puede ver en YouTube. No cabe duda de que el anuncio surtió efecto y varias de aquellas criaturas comieron muchas natillas, se hicieron mayores pronto, cumplieron su sueño y ahora ejercen felices la celebrada voluntad de poder nietzscheana luciendo el estrés con orgullo, como una conquista que vibra en su móvil cada 10 segundos. Como indica la socióloga francesa Sandra Hoibian, en algunos lugares tener según qué trabajo en momentos de inflación económica es un símbolo de estatus social. No es un simple contrato con objetivos; es la manera más eficaz de sumar contactos y de marcar distancias con el resto. El descanso, el retiro, por el contrario, se tratan a menudo como un sinsentido.
Aprovechando el aislamiento en que vive la pausa, el ensayista francés Alain Corbin ha publicado en Francia Histoire du repos (historia del reposo), una invitación a vivir diferente la relación con la fatiga y con el tiempo. A su juicio, decir “necesito descansar” es formular un deseo, un sentimiento tan cierto como una necesidad elemental. O no, porque, como sostiene, el ocio ha reemplazado al reposo. El ocio ocupa el tiempo y se adueña del espacio. Todo ello en un escenario en el que más de 40 millones de personas del mundo (a su modo privilegiados) abandonaron sus puestos de trabajo el año pasado. Al fenómeno se lo llamó la Gran Dimisión (también denominado la Gran Renegociación, la Gran Remodelación o el Gran Replanteamiento). Hubo gente que se dio cuenta de que podía encontrar mejores formas de ganarse la vida o de no ganársela, ¿para qué?
En cualquier caso, puede que un detalle se les escapara a los creadores de aquel lejano anuncio, porque ser jefe hoy no es lo mismo que ser jefe en los noventa. Entonces no había teléfono móvil y tal vez el puesto, además del deseado salario elevado, ofreciera dos días enteramente libres a la semana y varias horas del día y de la noche. Además, para qué engañarnos, jefes sin jefes hay muy pocos. Se habla mucho de las consecuencias nocivas del bucle de WhatsApp. Ya sabemos que la desconexión es relativa y confusa. Ya sabemos que escribir un correo electrónico en el parque equivale a un mensaje incompleto y a una criatura descuidada. Poco importa que esta sea una época de estrés permanente (y, como aventuraba Mark Fisher, de “privatización del estrés”) en la que verbos como descansar o reposar se han borrado de los mapas mentales de la mayoría, época de llegar a los objetivos y al bonus con la aceleración de las tecnologías que venían para hacernos ganar tiempo y contrariamente lo quitan porque hay que rendir más. Poco importa que en 2021 la revista científica Environment International estableciera el trabajo excesivo como el mayor factor de enfermedad ocupacional, responsable de una tercera parte de las enfermedades relacionadas con el trabajo. O que otra investigación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalara —como recogió la BBC— que cada año 750.000 personas mueren de enfermedad coronaria isquémica y apoplejía debido a largas horas de trabajo, lo que advierte de que hoy muere más gente por trabajo excesivo que por malaria.
Alain Corbin ya escribió una Historia del silencio y es especialista en la historia de las sensibilidades y en paisajes sonoros en libros sutiles, como señala la periodista francesa Julie Clarini, que rastrean lo esquivo, buscan reconstruir las modalidades de percepción y la textura de las emociones. Así pues, ante el imperativo del rendimiento, el objetivo de Corbin es comprender la distancia que va desde los tiempos en los que el reposo se identificaba con salud —es decir, un estado de eternidad feliz— hasta el gran siglo del reposo, que se extiende entre el último tercio del siglo XIX y la mitad del siglo XX, cuando se crea la alegoría placentera de las playas, el descanso terapéutico practicado en sanatorios, las vacaciones pagadas percibidas como tiempo destinado a redimir la fatiga del trabajo. ¿Qué hubo entre un momento y otro? La revolución industrial.
'En la playa' (1873), de Édouard Manet.Leemage (Corbis via Getty Images)
En una conversación con la propia Clarini en la revista L’ Obs, Corbin asegura que la obsesión actual por la necesidad de reposo aparece con la llegada de las fábricas. Antes, el reposo estaba instaurado en el trabajo, se hacían las pausas cortas necesarias. Artesanos y agricultores producían su propio tiempo. Los múltiples instantes de reposo hacían que la alternancia trabajo-descanso fuera sutil. Con las fábricas llega el trabajo cronometrado. Un apunte que nos obliga a recordar el reciente ensayo de David Rooney A tiempo (Alianza), una historia de la civilización a través de los relojes, en el que se recuerda la importancia de las torres con relojes como herramientas de control que además ayudaban a los gobiernos a condenar la pereza. Al aire libre y a la vista (no dentro de una iglesia o de un Ayuntamiento) exhortaban a no perder el tiempo. Eso no cuadraba con la idea de trabajar para el Dios que debía luego brindar otra vida. Para recordar el pecado de la contemplación y la tentación de la desgana surgieron relojes de bolsillo que se llamaron, claro, relojes puritanos, objetos cotidianos que incorporaron disciplina incorpórea a la ética protestante del trabajo, relojes personales que devinieron propietarios y supervisores como lo son hoy nuestros móviles. Pues tal como señaló Lewis Mumford, gran cronista de la modernidad urbana: “El control del tiempo pasó a ser el cumplimiento, la contabilización y el racionamiento del tiempo”.
Es con el trabajo excesivo, lo que Corbin llama “surmenage”, que se instaura el descanso legal, y van apareciendo conceptos nuevos como “ocio”, “relax”, “concentración” o “desconectar”, y a su vez las ciencias del espíritu del reposo como bien natural. Todo un capítulo se dedica al concepto quietud, una palabra que ha caído en desuso para bien de su contrario, inquietud, algo sin duda sintomático. Para Corbin, siempre influido por sus convicciones católicas, la quietud es una suerte de reposo del alma. La quietud es el puro disfrute de una presencia. Es evidente que la idea remite a Pascal y a la famosa frase que ya suena a cliché: “Toda la desgracia del hombre viene de no saber estar en reposo en una habitación”. Para Corbin, como al hombre le disgusta enfrentarse a su destino y su futuro incierto, busca distraerse. Montaigne dedica en los Ensayos un capítulo a la jubilación (que, aunque no lo parezca, viene de júbilo) y advierte de que su mayor enemigo “es la ambición, pues la gloria y el reposo son cosas que no pueden vivir en una misma casa”. La Bruyère lo tenía también claro: “El mejor de todos los bienes es el descanso. El retiro y un lugar que sea su dominio. La vida es corta y aburrida y se pasa mientras se desean cosas”.
Tiempo después, entre la burguesía y los artistas florecerá la paradoja del descanso dominical: el peso melancólico de la tarde del domingo. Baudelaire se mostró sensible a este aburrimiento, unas veces lo llamó ennui y otras spleen. En el poema El crepúsculo de la noche se lee: “Va cayendo el día. Una gran paz llena las pobres mentes, cansadas del trabajo diario, y sus pensamientos toman ya los colores tiernos o indecisos del crepúsculo”.
El domingo, que empezó siendo el primer día de la semana, destinado a ir a misa y rezar, desembocó en el aburrimiento, un tema tan eterno que hasta Juliette Grecó y Aznavour cantaron Je hais les dimanches (odio los domingos) y Charles TrenetLes enfants s’ennuient le dimanche (los niños se aburren los domingos). El dramaturgo Sacha Guitry afirmaría: “No hagas nunca el amor el sábado por la noche, pues el domingo si llueve ya no sabrás qué hacer”. Para analizar el reposo hoy podemos acudir a Andrew Smart, ingeniero en Google, que en su obra El arte y la ciencia de no hacer nada, de 2013, escribió: “Ciertas redes cerebrales se vuelven más activas cuando no estás haciendo nada en particular, es muy importante dejar que estos momentos sucedan. Es como con el ejercicio físico; si se camina durante un largo rato es necesario detenerse y descansar. Si no se le aplica ese principio al cerebro, se sofoca la creatividad y el conocimiento de uno mismo”. Alex Soojung-Kim Pang, fundador de Strategy and Rest, empresa de consultoría con sede en Silicon Valley que ayuda a las compañías a implantar semanas laborales de cuatro días, ha publicado en la revista Psyche Guides un artículo al respecto titulado How to rest well: “Al igual que los nadadores y los monjes budistas aprenden a utilizar la respiración para mantener la energía o calmar la mente, las personas ocupadas deben aprender a descansar de forma que los ayude a recargar sus baterías mentales y físicas, y a obtener una ráfaga de visión creativa. Para ello es necesario desarrollar nuevas prácticas diarias y pensar de forma diferente sobre el descanso”. Pero, como es habitual, más contemporáneo es el siempre lúcido Friedrich Nietzsche, que en La gaya ciencia predijo: “Reflexionamos con el reloj en la mano. Vivimos como alguien que se atormentara sin cesar por dejar escapar alguna cosa”, y “parece que la verdadera virtud consiste ahora en hacer una cosa en menos tiempo que otro”. Aquello de “mejor hacer cualquier tontería que no hacer nada” se ha convertido en un principio. Sí, Nietzsche lo vio venir todo, incluso el desvalimiento del hombre ante el abismo de la existencia y del trabajo y de la aceleración del tiempo que trajo consigo la modernidad y sus problemas, que son los de hoy, la inmediatez, el WhatsApp.
Resumiendo: si la revolución industrial trajo la reducción de los periodos de reposo y la intensificación de la fatiga en el obrero, entre las clases privilegiadas el progreso trajo la posibilidad de un descanso estrechamente ligado al vacío del tiempo, al cultivo del yo más allá de la simple restauración de la fuerza, a eso que hoy llamamos tiempo personal y que remite al sentido primigenio del reposo.
En The Use of Life (1895), el autor victoriano John Lubbock, innovador en el mundo de las finanzas, destacado arqueólogo que acuñó los términos Neolítico y Paleolítico y utilizó su riqueza para salvar el antiguo círculo de piedras de Avebury (el henge más grande del mundo del Neolítico europeo, más antiguo que el vecino Stonehenge, en la llanura de Salisbury, Inglaterra), y que, como reformista político, lideró la campaña a favor de los días festivos, lo tenía clarísimo: “El descanso no es una ociosidad, y tumbarse a veces en la hierba bajo los árboles en un día de verano, escuchando el murmullo del agua, o viendo las nubes flotar en el cielo azul, no es en absoluto una pérdida de tiempo”.
Balzac y los caminantes
El reposo ha sido tan importante que llegó a invadir el mundo artístico. La pintura representaba escenas en las que veíamos personajes retirados (hasta de sí mismos), muy lejos del trabajo. Balzac no dejaba de describir hombres que caminaban tranquilos por la calle cuyo ritmo lento revelaba el tiempo (y las rentas) de que disponían. Para el estudiante que sobrevive con trabajos precarios descrito por Jules Vallès en la novela 'El bachiller', el domingo tiene el color del aburrimiento, la desesperación y la nada. No en vano (o no por casualidad), ya en 'Los Miserables', de 1862, Victor Hugo advierte: “Hay algo más terrible que un infierno de sufrimiento, un infierno de ocio”. Tampoco pasa por alto el historiador Alain Corbin el concepto “reposo eterno”, tan importante en el catolicismo. Así, uno de los momentos álgidos de la historia del cristianismo se halla en los últimos minutos de la 'Pasión según san Mateo', de Johann Sebastian Bach. Después de que el cuerpo de Cristo haya sido enterrado, el coro de fieles repite “Jesús descansa dulcemente”. E igualmente, al Sansón de Haendel se le desea un reposo eterno y dulce.
Para un aristócrata en los siglos XVII y XVIII la mayor desgracia era la privación de ir a la corte y el deber de renunciar al tumulto de la vida parisiense y la obligación de retirarse a sus dominios en provincias. El pueblo era un infierno, un exilio interior que condenaba a la víctima al letargo, una muerte simbólica. La prisión también ha jugado en la historia del reposo un rol importante, el marqués de Sade estuvo preso, pero cuesta considerar su obra como un elogio de la quietud. Paul Lafargue, gran nombre del movimiento obrero del siglo XIX, escribió en la cárcel de Sainte-Pélagie 'El derecho a la pereza', aquel corto y utópico panfleto que partía de una idea implacable: “El verdadero mal de la clase obrera viene de la extraña locura que la pierde: la moribunda pasión por el trabajo”.
Artículo publicado en RdL-Revista de Libros, el 5 de octubre de 2022 (ver aquí)
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La invención de España. Leyendas e ilusiones que han construido la realidad española
Henry Kamen
Espasa Calpe, Barcelona, 2021, pp. 517
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En el año 2006 publicó el autor una obra que llevaba por título Del imperio a la decadencia. Los mitos que forjaron la España Moderna, traducida al inglés y editada dos años después como Imagining Spain: Historical Myth and National Identity. El pasado octubre apareció en formato de bolsillo esta Invención de España, en buena medida versión aumentada del primero. De tales títulos se infiere que todos ellos tratan de mito, invención, leyenda e ilusión. El mito es la etiqueta que con mayor frecuencia se endosa a los acontecimientos escrutados, serie que arranca en Numancia, pasa por la Reconquista, los siglos del imperio de los Austria, la Ilustración, llegando a la Constitución de 1812, la República y la Guerra Civil. La secuencia se enriquece en páginas finales con la fantasía (en referencia a la Constitución de Cádiz) y el sueño, capítulo en el que se incluye el epígrafe «La monarquía española: una institución siempre en entredicho» (cursiva mía).
No es esta Invención, desde luego, lectura fácil de digerir. El texto se articula en diecinueve capítulos que a su vez contienen entre tres y ocho epígrafes, lo que provoca no pocas reiteraciones, por lo demás incluidas ya en otras obras del autor. Con todo, es el carácter hosco del discurso, de principio a fin, lo que acaso mayor sorpresa causará al lector, como de facto sorprendió a quienes leyeron la edición de 2008. Advirtió uno de ellos en la escritura tono de «ira», de «enfado», de «furia», resueltamente «encendido»1. Anotó otro la propensión del autor a fustigar a los «historiadores profesionales», sostener interpretaciones del pasado «deliberadamente polémicas»2, tanto como para que un tercero comprendiese que Imagining Spain hubiese puesto de los nervios a gente «todavía muy sensible» hacia los mitos que el autor somete a escrutinio3. Éstos, los mitos, eran siete entonces; pero habiéndose ampliado la cronología de esta Invención por ambos extremos resulta inevitable que la lista haya adquirido dimensiones desproporcionadas.
No queda nada claro, sin embargo, qué sea para el autor esto del mito. «La realidad es lo que aparentemente sucedió, mientras que el mito es lo que debería haber sucedido (el pasado) o lo que esperamos que suceda (el futuro)», escribe Kamen. Se definiría, pues, el objeto por oposición a la realidad, aunque habrá de reconocerse que tan mítico es el salto que realmente dio Bob Beamon en 1968, como los Fueros de Sobrarbe, fabricados por el jurista Jerónimo de Blancas en 1588. Reconozcamos, en todo caso, que el concepto no es fácil de aprehender4, y prueba de ello es que en La invención de la tradición de Hobsbawm y Ranger pasan estos como sobre ascuas por el asunto5. Tampoco ayuda gran cosa la brevísima introducción que Hugh Trevor-Roper redactó para The Invention of Scotland. Myth and History6, obra, por lo demás, tan deliciosa y divertida de lectura como erudita en su confección. Cuenta su biógrafo7 que el autor comenzó a interesarse por la historia de Escocia desde el previo acercamiento a la Ilustración escocesa. Al impulso académico se añadió el político, urgido por el resultado de las elecciones de 1974 que otorgaron al Scottish National Party el suficiente número de escaños como para despertar la inquietud en más de uno. Las escasas tres páginas que Trevor-Roper dedicó a presentar su Invention soslayan la definición o conceptualización del mito, salvo para postular que éste, en el caso de Escocia, «nunca ha sido marginado por la realidad, o por la razón, sino que permanece hasta que se ha descubierto otro, o fabricado, a fin de reemplazarlo». La intención de T.-R. no resulta, pues, muy lejana de la que anima a Kamen, convencido éste como está de que «muchos españoles» vivimos todavía en el siglo XVI8. A T.-R. le bastaron tres ejemplos para dar cuenta de su potencia en la historia de Escocia y en su proyección política hasta hoy. Fueron éstos: el mito de una «ancient constitution», el mito de una supuesta y no menos vieja creación poética, y -lo más divertido- el desentrañamiento de que la célebre sinfonía de cuadros y colores con la que se adorna el tradicional kilt no es sino el lucrativo invento (éste sí) de un par de astutos entrepreneurs cuando despertaba el siglo XIX9. Kamen multiplica los ejemplos hasta lo inimaginable, si bien caben dudas de que buena parte de ellos puedan etiquetarse de mitos, y que acaso lo más sensato hubiera sido mantenerlos recluidos en el desván de las leyendas. Sorprende asimismo que el autor proponga más de uno inédito, por ejemplo, el de la limpieza de sangre. Semejante atracón no carece de riesgos. A fuerza de tanto mitificar, podría el lector llegar a la conclusión que La invención de España es precisamente eso, un tinglado de materiales de dudosa calidad presto a desmoronarse al mínimo soplo de realidad.
Mito por mito, qué mejor que comenzar por el de «La pérdida de España». Se lee en estas páginas que «es posible» que el «más fundamental para la invención de la España cristiana medieval sea la idea de su pérdida y su posterior recuperación»; y poco más adelante consta que, para la explicación de esta «pérdida», circula entre los españoles «una leyenda tradicional que se ha convertido en la versión clásica de los acontecimientos». Esa leyenda no sería otra que la de Florinda la Cava. ¿De veras? Tengo todas las dudas de que, salvo en los manuales de historia de la literatura, la leyenda en cuestión forme parte de los de historia, tanto universitarios como del bachillerato. Por ello es fácil estar de acuerdo con el autor cuando escribe que «hace tiempo que los expertos dudan de la verosimilitud de numerosos elementos de esta versión». ¡Y tanto que hace tiempo! Uno de tales fue don Ramón Menéndez Pidal, quien en 1925-1927 ya incluyó la leyenda en su Floresta10.
Y es que no se mueve con soltura el autor por el Medioevo, poco cercano al modus operandi de los medievalistas. Las dudas que exhiben proceden, según él, de que «quienes redactaron las crónicas fueron escritores musulmanes y cristianos que las escribieron mucho después y sin ningún conocimiento directo de los acontecimientos» (cursiva mía). A propósito del reino de Asturias, en su condición de origen del de España, y del tránsito en cuestión, argumenta que de ello «no hay pruebas documentales aceptables de los pormenores» (cursivas mías). Otorgando a Pelayo el título de «figura mítica» y acto seguido el de personaje de «ficción», dado que «no hay forma de documentar con precisión su existencia ni sus hazañas» (cursiva mía), me pregunto a qué categoría pertenece entonces de las enunciadas páginas atrás; a saber, la real («lo que aparentemente sucedió») o la mítica («lo que debería haber sucedido […] o lo que esperamos que suceda»). Tanto las crónicas musulmanas como las cristianas hablan de él, aunque en ellas «no hay nada totalmente fiable». Aunque a la postre parece importar poco «si [Pelayo] existió como si no», y otro tanto acontece respecto al enfrentamiento (evitaré lo de batalla) de Covadonga. «De ninguno de estos detalles hay pruebas fiables»; «es posible que la falta de pruebas directas invalide todo intento de identificar a Pelayo con Covadonga, pero, evidentemente, no descarta la posibilidad de que se produjera en aquella región algún incidente militar que frenara el avance de los musulmanes».
En la siguiente página se aludirá ya sin duda al «revés que sufrieron los musulmanes en Asturias». Cualquier salida se antoja válida11.
Algo similar ocurre al afrontar la presencia islámica en España, por la que sobrevuela el mito de la convivencia entre las tres religiones, el florecimiento cultural, etcétera. Para empezar, se postula que «no se trató de una conquista al uso»; «los musulmanes no llegaron necesariamente para establecerse de forma permanente, sino que hubo una larga serie de llegadas y partidas, en las que un sector de los invasores sustituía a otro» (luego cabe deducir que musulmanes los hubo siempre…). Cierto es que la Hispania resultante de la invasión «no se creó sólo por la fuerza; también dependió de medidas a largo plazo para estabilizar el régimen». Tales medidas (fiscales, religiosas, sociales), sin embargo, fueron exactamente las mismas allí donde el Islam impuso su presencia, tanto hacia el este como hacia el oeste12. La toma de Bujará y Samarcanda (712) tuvo su réplica en la de Hispania (711). Las poblaciones conquistadas (dhimmis) eran sometidas al pago de un tributo (jiziya) a cambio de protección; los fieles musulmanes por su parte pagaban la sadaqa (limosna). «L’État, c’est en effet l’impôt»13. Y por lo que se refiere al ejercicio de la religión, las llamadas “Gentes del Libro” (ahl al-kitāb) (judíos, cristianos) no plantearon al Islam particulares problemas siempre y cuando éstas aceptaran su autoridad14.
“Expulsión de los moriscos”, Gabriel Puig Roda (1894).
El autor tampoco participa de la leyenda dorada de al-Andalus; apuesta por un escenario de «enfrentamiento profundo entre la sociedad cristiana y la islámica», y a propósito de la convivencia añade que, de haber existido, tal cosa debió de ser «a la fuerza». Concurro en que la leyenda en cuestión ha llevado a exageraciones difícilmente asumibles. La edición inglesa del libro de María Rosa Menocal que el autor cita se abre con un prólogo de Harold Bloom que constituye un buen ejemplo de estos excesos. Según Bloom, la expulsión de musulmanes y judíos de España en 1492 (sic) constituyó un «brutal disaster» cuyos efectos se perciben en Cervantes; desde entonces -agrega- España murió para no resucitar hasta la muerte de Franco, momento a partir del cual se ha vuelto otra cosa «todavía no por entero definible»15. Temo al respecto que tanto Kamen como Menocal se valen de herramientas conceptuales que de poco sirven para encarar el asunto («pluralismo», «tolerancia», «secularismo», «libertad religiosa», «progresismo»). El párrafo de Menocal que el autor transcribe («Sólo en ocasiones, esta tolerancia incluyó garantías de libertad religiosa comparables a las que esperamos de un Estado moderno tolerante») da buena cuenta de la fina percepción del tiempo histórico que exhibe la autora…
Observo también que Kamen, apelando al «sentido común», acaba por recular de su propia posición aceptando que «ha habido lugares y épocas en los cuales, a pesar de los conflictos periódicos, las comunidades sabían llevarse bien entre ellas», practicaban «cierto nivel de convivencia», siendo, paradójicamente, los propios musulmanes quienes entre sí habrían usado de la violencia más cruenta. El recurso al sentido común suele, en efecto, proporcionar salida a embrollos como éste. Un buen conocedor de estas cuestiones señaló hace tiempo que lo que funcionó en aquella España fue «un status quo de tregua o desarme que permitía la existencia continuada de las tres religiones, siendo de tener en cuenta que la libertad de creencia era entonces mucho más importante a este nivel colectivo o de grupo que no (como a la moderna) en el terreno individual. La medida en que una situación de esta clase pueda ser calificada de “tolerancia” queda desde luego como cuestión de puntos de vista o de un simple escarceo semántico». Y a continuación añadía:
«Del otro lado la necesidad de la economía, el trabajo y la cultura de moros y judíos fuerza a una claudicación en materia de libertad religiosa similar a la de estos otros pueblos cuando, también contra sus principios, se doblegan de facto y de jure al poder cristiano»16. Dicho de otro modo: ambas partes, en especial cristianos y musulmanes, acabarían percatándose de que los beneficios de la convivencia superaban con creces los inconvenientes de hacer las maletas de forma voluntaria o forzosa. No les habría movido una actitud tolerante, sino lo que Brian A. Catlos ha llamado «principio de conveniencia»17. El fenómeno es perceptible no sólo en España sino también allí donde cristianos y musulmanes han convivido (Palestina, Sicilia…), dependiendo los avatares de la relación tanto de la magnitud de las poblaciones respectivas o del grado de dependencia de una comunidad respecto a otra. En este sentido, el caso hispano pasa por ser el «cisne negro” de la historia». En fin, por lo que hace al territorio del «conocimiento humano», resulta innegable que, en su transferencia de Grecia a Occidente, la conexión islámica Bagdad-Córdoba-Toledo proporcionó a Europa un caudal de sabiduría de valor capital18. En la Andalucía del 951, «un monje bizantino, un judío español y ciertos médicos musulmanes depuran» la traducción del célebre tratado de Dioscórides que Hunayn Ibn Ishaq había vertido al árabe en Bagdad un siglo antes.
No podía el autor dejar de tocar el «más fundamental» y también «más ficticio» concepto de la historia hispana: la Reconquista. «Se trataba», y desde luego todavía se trata, de «definir un lapso enorme y complejo de Historia medieval con una etiqueta compuesta por una sola palabra» (sic). Pero argumentar en contrario que «ninguna campaña militar en la historia de la humanidad ha durado tanto» se me antoja un recurso bien pobre; y reducir los enfrentamientos habidos a lo largo de casi ocho siglos a la batalla de Las Navas, por mucho que haya sido «decisiva», no ayuda gran cosa, especialmente si a continuación se admite que «de forma esporádica durante todos esos siglos se produjeron innumerables choques, ataques y asedios significativos», a la vez que estos mismos enfrentamientos vuelven a limitarse dos páginas más allá a «muy pocas batallas». Por cierto: el calificativo de «decisiva» que se le endosa en la pág. 80 desaparece en la 97: «no fue una batalla decisiva para la historia de los reinos peninsulares ni alteró el equilibrio de poder entre cristianos y musulmanes». Poco después la misma batalla comparece de nuevo para reencarnarse como el fin de la Reconquista, dando paso a un «contexto» irreconocible tres siglos más tarde. Por lo demás, convendría hacer ver que enfrentamientos como éste hubo unos cuantos, saldados con victoria cristiana (Simancas, 939; El Salado, 1340) y otros con derrota (Alarcos, 1195; Zalaca, 1086). Pero produce hasta sonrojo tener que advertir que la actividad militar no fue lo único que ocupó a los hispanos durante ocho siglos. Hubo, primero, re-conquista y tras ésta re-población, y ni siquiera ésta fue en algunos casos definitiva, como aconteció en León, repoblado en 856 y arrasado en 986. Acaso convenga reparar también en que la lucha no fue siempre de cristianos contra musulmanes, y que la conveniencia dio lugar a pactos y alianzas inverosímiles entre unos y otros. En las Memorias del rey de Granada, destronado en 1090 por los almorávides, se relatan las cuitas de Ibn Ammar, muñidor de una alianza entre Alfonso VI y él para hacerse con la ciudad en estos términos:
«Si la ganase, no podría conservarla más que contando con la fidelidad de sus pobladores, que no habrían de prestármela, como tampoco sería hacedero que yo matase a todos los habitantes de la ciudad para poblarla con gentes de mi religión. Por consiguiente, no hay en absoluto otra línea de conducta que encizañar unos contra otros a los príncipes musulmanes y sacarles continuamente dinero, para que se queden sin recursos y se debiliten. Cuando a eso lleguemos, Granada, incapaz de resistir, se me entregará espontáneamente y se someterá de grado, como está pasando con Toledo, que, a causa de la miseria y desmigamiento de su población y de la huida de su rey, se me viene a las manos sin el menor esfuerzo»19.
Mito particular de la Reconquista lo es también para el autor la toma de Granada, que, «en la mayor parte de la bibliografía», se «atribuye» (sic) a los Reyes Católicos. Carece no obstante de sentido, según él, incluir dicha campaña en el proceso, pues, siempre según su opinión, este último eslabón constituyó «una etapa muy diferente», si bien, «como no podía ser de otra manera, algunas de las referencias siguieron siendo medievales». No se aclara, sin embargo, qué hubo de diferente en la campaña de Granada, y si lo que se sugiere novedoso residió en su presentación como una cruzada, lo que cabe decir al respecto es que esto venía de lejos.
Es sabido que el discurso de Urbano II en Clermont el año 1095 que dio curso a la primera cruzada culminó en la caída de Jerusalén en manos cristianas cuatro años después. No es aventurado postular que desde fines de la década de los 1080 el papa venía prestando atención a la situación de España20, y recuérdese que Toledo cayó en 1085. Tiene sentido asimismo que para entonces la reconquista del territorio hispano dispusiese ya de un armazón ideológico que Urbano encontraría útil para elaborar el «cocktail rhétorique» del célebre discurso. Así había sido en efecto. Desde el momento en que se hizo necesario, la clerecía del reino de Asturias se puso a la tarea de construir un relato cuyo hilo conductor tomaba materiales de época visigoda y se enriquecía con el paso del tiempo. Sus principales ingredientes: Guerra Santa y Cruzada. ¿Hasta cuándo? Un cronista musulmán se atrevió a dar respuesta mediante las palabras que puso en boca de Fernando I poco antes de la caída de Toledo: «Solamente pedimos nuestro país, que nos lo arrebatasteis antiguamente al principio de vuestro poder y lo habitasteis el tiempo que os fue decretado. Ahora os hemos vencido por vuestra maldad. ¡Emigrad, pues, a vuestra orilla y dejadnos nuestro país!, pues no será bueno para vosotros habitar en nuestra compañía después de hoy, pues no nos apartaremos de vosotros a menos que Dios dirima el litigio entre vosotros y nosotros»21.
Detalle de “Julián Romero y su santo patrono”, El Greco (1612)
Por lo demás, siglos de presencia musulmana y hebrea en España hubieron de dejar huella. Kamen etiqueta sin embargo el resultante prejuicio de la limpieza de sangre como «supuesta obsesión», «ficción fascinante», carente «base real», y aduce el ejemplo del maestre de campo Julián Romero, al cual Felipe II hizo caballero de la orden de Santiago ordenando al tiempo que no se investigara su limpieza. Las cosas no fueron exactamente así. En 1558 el rey transmitió su voluntad al Consejo de Órdenes, pero difirió la merced hasta tanto «se reciba la información que se acostumbra para saber si en su persona concurren las calidades» de rigor. En su caso no era la limpieza lo que estaba en juego, sino su condición hidalga, la cual, pese a todo, fue sometida a escrutinio22. Hubo que esperar a la dispensa papal (1561) para que Julián pudiera lucir su hábito en el retrato que El Greco pintó. Que las concesiones de hábitos no eran tan fáciles de obtener lo prueban los casos de otros militares insignes, Sancho Dávila y Cristóbal de Mondragón. A Dávila había prometido el rey un hábito (1570). En su caso era una bisabuela la piedra en el camino. El duque de Alba salió en su defensa sugiriendo se pidiera dispensa al papa, a lo que se negó el presidente del Consejo de las Órdenes; conceder un hábito a un converso, y en persona de tal relieve, sería una puñalada y el fin de las órdenes, advirtió; intervino directamente el marqués de Aguilar ante Felipe II, quien asimismo recibió carta del interesado, que puso sobre la mesa su dimisión de todo cargo. Murió en 1583 sin haber logrado su recompensa. Lo de Mondragón fue si cabe todavía más triste23.
Los archivos de los colegios mayores salmantinos albergan centenares de interrogatorios hechos en el lugar de origen de los presuntos candidatos; incluso los pasaportes para el viaje a Indias requerían de la deposición de testigos que declarasen su sangre limpia. Refresco los datos del calvario sufrido por Diego Velázquez para obtener el hábito de Santiago: i) 1636: primera noticia de que el pintor aspira a ello «a ejemplo de Tiziano»; ii) 1650: desde Roma se insta al Nuncio a que apoye la concesión, a la que sigue la probable oposición del Consejo de Órdenes; iii) 1658 el rey otorga la merced previa «información que se acostumbra para saber si concurren en él las calidades que se requieren»; iv) primera ronda de testigos: 75 interrogados; v) segunda ronda: 24 más; vi) 1659 tercera y última: otros 50; vii) ese mismo año el Consejo de Órdenes rechaza la pretensión, bien es cierto que en cuanto a la hidalguía del aspirante, no a su limpieza. La dispensa papal se hacía necesaria. Una vez concedida, el rey procedió a otorgar la merced «no obstante las no probadas noblezas» de dos abuelas y un abuelo. Hubo de ser ahora, y a instancia del Consejo, que Felipe IV, «de propio motu, cierta ciencia y poderío real absoluto», añadió a la dispensa de Roma la condición hidalga de don Diego24.
Los procedimientos, pues, no eran ninguna broma, dado que tanto el asunto de la hidalguía como el de la limpieza de sangre tampoco lo eran. Jean-Frédéric Schaub ha llamado la atención sobre el hecho de que «el éxito de unos cuantos» (los conversos que consiguieron «colarse» (sic) en ayuntamientos, órdenes militares o cofradías) no evitó que ni cristianos viejos ni conversos de antiguo siguieran manteniendo o incluso reforzando el «rechazo moral» que les merecían los advenedizos25.
Sería tarea para nunca acabar el repaso a otros epígrafes de esta Invención. Por salir de lo propiamente histórico comentaré el titulado «Dudas y mitos sobre La rendición de Breda». La cosa empieza mal, dado que el autor ejecuta a Justino de Nassau desde el principio, dándolo por muerto «poco antes de la rendición» (falleció en 1631). La entrega de las llaves que hace el difunto Justino es, se dice, asimismo «ficticia». Luego, precedida por un «sin embargo» y un «tal vez», aparece lo que sigue: acaso ocurra que «nos estemos engañando sobre lo que en realidad se aprecia en la pintura de Velázquez» (cursiva mía). Las vacilaciones se suceden: «sabemos que Spínola era un hombre justo, pero, como demuestra [¿?] el sitio de Ostende, no era comprensivo en absoluto»; «es posible que su gesto […] -si eso fue lo que ocurrió- no fuera típico de él». El crescendo prosigue cuando se afirma que la pintura en cuestión «contiene errores reconocidos», frase de la cual no es fácil saber qué resulta más sorprendente, si lo de los errores o lo del reconocimiento. «Es posible que el artista se esforzara en verificar la información, pero también tuvo libertad para expresar sus propias ideas». La serie continua por la afirmación de que no hubo ninguna batalla y sí un asedio, a mayores de que, «por supuesto», no hubo tal victoria. Dicho de otro modo: el asedio anula la batalla. Sentenciando que «la pintura de Velázquez carece de fundamento histórico» el autor se pregunta «¿qué motivos tuvo para pintarla?», y la respuesta es que se trataba de «mostrar una imagen que fuera aceptable en España».
Conozco un par de interpretaciones sobre el cuadro en cuestión; ambas se interesan por el mensaje político que pudo haber inducido al artista a elegir la iconografía que finalmente resultó. Ninguna de ellas ha interesado a Kamen. En 1978 Luis Díez del Corral sugería que Velázquez ideó la composición de la obra con anterioridad al 28 de abril de 1635, cuando el embajador de Toscana la vio colgada. Añadió que el cuadro «no está imbuido, ciertamente, de espíritu triunfalista», sino del de reconciliación, en línea con el papel jugado por Spínola en la conclusión de la Tregua de 1609 y en las abortadas conversaciones al mismo efecto de 1627-1628. El ilustre politólogo estaba, por tanto, persuadido de que la obra traducía un «estado de ánimo» que preludiaba «el espíritu de Westfalia»26 y no tanto un éxito militar pasado. La publicación en 1981 del libro de Brown y Elliott sobre el palacio del Buen Retiro puso el acento, a mi modesto entender, más en la composición e iconografía del cuadro que en la coyuntura política del momento en que fue pintado27. Su propuesta, en todo caso, insistía en la voluntad del artista en presentar el hecho de la rendición huyendo de la humillación del vencido mediante el rescate de una iconografía de los usos de la guerra que en la de Flandes estaban a la orden del día28. Escuela de soldados, al fin y al cabo.
Kamen apuesta por una cronología tardía, 1638, con la guerra contra Francia en curso, sumada a la de Flandes que seguía corriendo. Acepta el mensaje de reconciliación, pero cree que el cuadro constituye un lamento ante «el final de la grandeza», habida cuenta de que por entonces (1637) Breda había sido re-conquistada por la República. La gestualidad, lo que el autor llama «el apretón de manos» (¿?) de los respectivos comandantes, no sería, de este modo, sino réplica del que en 1637 habían practicado Federico Enrique y Gomar de Fourdin. Así sucedió, en efecto. Una «verdadera y breve» relación del sitio de Breda cuenta que el gobernador de la plaza llegó al encuentro en carroza aquejado de fiebre, si bien, a la vista de vencedor, pidió un caballo y lo montó para descender luego, actitud que imitó Federico Enrique. Tras un breve intercambio de «saludos y cortesías» se despidieron «de la manera más amigable»29. La escena no era «la contraria» a la de 1625, sino la misma, salvo que los papeles se habían invertido. La guerra, las treguas, los asedios, etcétera se desenvolvían de acuerdo con unos códigos de conducta que las partes conocían. Incluso la masacre de las poblaciones urbanas obedecía a circunstancias precisas tras las cuales era posible prever lo que pudiera ocurrir o no30>. Velázquez se valió de la imaginación (¡era un artista!) e introduce en la escena la entrega de las llaves porque, sencillamente, tal gesto formaba parte de aquellos códigos. Imágenes al respecto las hay ya para la Edad Media (tapiz Bayeux, siglo XI), testimonio escrito en 1492 (guerra de Granada) o en un hermoso dibujo de Juan Bautista Tiépolo (1596-1770) en el que lucen llaves, lanzas, caballos, vencedores, vencidos y de fondo el asedio de rigor. Todavía al filo del siglo XX el ilustrador portugués Rafael Bordallo Pinheiro presentó al rey Sancho I en actitud de impedir a los cruzados que en 1189 habían pactado la rendición de Silves la masacre de la población. Una fuente coetánea describe la salida del gobernador musulmán «solus in equo», como de costumbre31. No le falta aquí razón a Kamen: «no era nada excepcional» lo ocurrido 1625, como tampoco en el siglo XI o más tarde. Dicho de otro modo: Velázquez no precisaba del ejemplo de 1637.
En fin, si algo hemos aprendido en las últimas décadas es que las singularidades nacionales parecen estar condenadas a ceder ante enfoques de carácter más global, y el que de éstos nos concierne, como más próximo, es el constituido por los países de la cristiandad latina, diversa de la oriental y ortodoxa32. En ella primaron las similitudes sobre las diferencias, incluso en ciertos aspectos de la doctrina y práctica de la religión; de modo que tan «profundos defectos» aquejaban a los españoles en materia de fe como al pastor inglés que preguntado si sabía quién era el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo contestó: «Al padre y al hijo los conozco bien pues cuido sus ovejas, pero no conozco a ese tercer paisano; no hay nadie de ese nombre en nuestra aldea»33. Y también pudiera ser que la desafección que se predica de la monarquía española, afirmación sostenida en cuatro páginas, revele no tanto una hercúlea capacidad de síntesis como una ligereza difícilmente demostrable. Los españoles, se dice, «nunca prestaron un apoyo incondicional a la institución de la monarquía», lo cual es cierto, pues condiciones las hubo; tal como Olivares escribió al infante don Fernando: «Acá, Señor, aunque no tenemos fueros, es menester cumplir con el pueblo». Ruth Mackay comprobó en su día que en los momentos más críticos del siglo XVII la relación entre gobernantes y gobernados (aquiescence) nunca fue inconditional, sino dependiente de que el monarca cumpliera su parte del pact34. Leo asimismo que el «caso» (sic) español presenta características «mucho más graves que en cualquier sitio de Europa», en referencia a la escasa simpatía hacia la institución. Sin ir más lejos, «los españoles no creían en el derecho sagrado de la monarquía», proposición que, así formulada, ignoro si era así; lo que sí sé es que disponían de un amplio abanico de opciones, desde que el rey era «Dios en la tierra» (fray Juan de Santa María), su vicario e incluso el mercenario de su pueblo. Personalmente me hubiera sentido mucho más tranquilo con un rey mercenario que con el modelo que el clero de Inglaterra auspiciaba en 164035. De aquellos polvos… Antes, pues, Vitoria, Mariana o Suárez que Bossuet. Respecto al hecho de que aceptaran «un nivel normal» (¿?) de reverencia hacia su rey, al cual «no trataban […] como si tuviera un papel político especial, como hacían los ingleses y otras naciones», también es cierto, a falta de alguna precisión. Por ejemplo: en 1586 Felipe II hizo publicar una Pragmática de las cortesías. Para sí mismo quiso que en la correspondencia a él dirigida se le tratara únicamente de «Señor», y que en la despedida la cosa no fuera más allá de «Dios guarde la Cathólica Persona de Vuestra Magestad». No era muy diferente al trato usado con el rey de Francia36. Éste y el de Inglaterra curaban las escrófulas, no siendo hasta el reinado de Jorge I que éste puso fin al «royal touch» por considerarlo práctica de tufo católico y estuardiano. El resultado no estaba desde luego garantizado. Samuel Johnson fue sometido a la operación cuando niño «without any effect». Aquí se había abandonado la ceremonia cuatro siglos antes. Tampoco desplegaron los reyes de España un ritual de coronación homologable con la de sus pares europeos; sabemos desde hace tiempo que «en los reinos hispánicos los atributos de la realeza juegan un papel menos importante que en el resto de Occidente»37. Ahogado por las deudas, en 1561 Felipe II puso en venta «el ornato imperial» de su padre y de su bisabuelo. El medieval alzamiento del pendón real bastó durante siglos para escenificar el tránsito de un reinado a otro. En este sentido se afirma también que los hispanos no respetaban los principios del derecho hereditario, “«o que estaba bien», pues de vez en cuando existían discontinuidades en la sucesión al trono. Menos mal que la especificidad se acaba con el párrafo: «en el resto de Europa hubo problemas similares, sobre todo en el siglo XIX». Los hubo, claro; pero si se califica de «espectáculo poco edificante» que durante la Guerra de Sucesión hubiese en España dos reyes, conozco el caso de un país (Francia) en el que hubo tres…; cayeron asesinados todos ellos entre 1588 y 1610. (El diablo está en los pequeños detalles). Lo cierto es que estas cosas ocurrían en todas partes, porque, como recuerda Edgar Faure, lo más patético que le ocurre al rey absoluto es la dificultad que puede tener para garantizar la transmisión de su propio poder38. Lo experimentó Francia entre Valois y Borbón, y con anterioridad había sido también un problema dinástico el que diera lugar a una guerra que duró cien años. Las alternancias de dinastía formaban parte de un sistema de estados que por eso mismo se ha dado en llamar dinástico. Las hubo suaves (de Tudor a Estuardo), y por supuesto sangrientas. Rodaron cabezas coronadas tanto en Francia como en Inglaterra, y en la última, en particular, el establecimiento de una república que se llevó por delante la de Carlos I. Ya he aludido al «espectáculo poco edificante» de los dos reyes. Lo fue también la conocida como farsa de Ávila, la revuelta nobiliaria contra Enrique IV en la que, según dice la crónica, el arzobispo de Toledo remató la ceremonia «quitándole la corona de la cabeza». A Carlos Estuardo le habían privado ya de la corona cuando una fría mañana de enero de 1649, frente a Banqueting House, perdió también la cabeza. «De un modo u otro, la mayoría de los monarcas de la España posmedieval tuvieron que sufrir una suerte similar». Ahí queda eso.
La guinda de estos párrafos la proporciona el recordatorio de la frase de Ortega (1930) «¡Delenda est Monarchia!», el entusiasmo republicano de Azorín y el de «los literatos» en general. Un repaso a Las armas y las letras de Trapiello hubiera tal vez desinflado la apreciación hacia el republicanismo tanto de Ortega como de buena parte de los «literatos» coetáneos39. El encantamiento les duró bien poco. Las cosas empezaron a torcerse en 1934, y en 1936 comenzó la huida. La nómina de los que entonces abandonaron su país es tan extensa como trágica. Todos ellos comparecen en el índice onomástico: Azorín, Baroja, Américo Castro, Marañón, Menéndez Pidal, Ortega, Sánchez-Albornoz. Maeztu sería ejecutado en octubre. El trato dispensado por Kamen a la tarea de los nombrados va más allá del ninguneo; y la institución que cobijó la investigación sobre el pasado su país, el Centro de Estudios Históricos (1910-1939), se pinta como la fábrica donde tomaron cuerpo los mitos. Pero hay aquí algo que no funciona. Al pasar por alto el autor el trauma de la Guerra Civil, el resultado viene a ser que el mismo discurso mítico parece haber servido durante la Dictadura, la República y el franquismo. Uno de los personajes más citados -y fustigados- por el autor, don Ramón Menéndez Pidal, publicó La España del Cid en 1929, razón por la cual resulta harto dudosa la afirmación de que su libro empezara a circular «justo» cuando el régimen nacionalista de Franco «estaba buscando un sostén ideológico en la experiencia histórica de España». La utilización de los hechos históricos por toda clase de regímenes políticos ha estado en todo momento a la orden del día, y de forma especial con ocasión de guerras o momentos especialmente críticos en la historia de los pueblos. El «Unus Deus, unus Papa, unus imperator» que Ernst Kantorowicz empleó en su Federico II (1927) fue traducido por el nazismo como «Ein Reich, eine Volk, eine Führer40. Otro tanto ocurrió con la noción de Grossraum de Carl Schmitt, prostituida en Lebensraum41. Pero la talla intelectual tanto de los unos como de los otros, españoles y no españoles, sometidos ambos a experiencias dolorosamente similares, no torció en modo alguno la trayectoria de sus respectivas investigaciones. Lo que dijeron o escribieron en los ’20 aguantó firme en los ’30 y los ’40, al margen de la evolución de sus posiciones políticas. Quienes corearon el lema de Ortega serían también testigos de sus azarosos días del verano de 1936, y de un más o menos explícito volte-face antes o después por parte de todos ellos. Trapiello lo ha contado con pelos y señales.
Marañón fue uno de tantos. Formó parte de la Agrupación al Servicio de la República, pero en el momento que estalló la guerra huyó a Francia con su familia y la de Menéndez Pidal. No es desconocida su simpatía por el nuevo régimen, como tampoco que, si en su día había propugnado una «rectificación» al curso de la República, en 1943 volvería a hacerlo a propósito del de Franco, de quien por entonces echaba pestes. El embajador inglés Samuel Hoare confeccionó entonces una lista de «españoles representativos» en la que el doctor formaba equipo con Azorín, el cardenal Segura y el general Matallana42. Menéndez Pidal, por su parte, esperó a 1947 para hacer público su ideal, bajo presupuestos tales como que «suprimir al disidente, sofocar propósitos de vida creída mejor por otros, es un atentado contra el acierto»; o bien condenar «la enervante y desmoralizadora situación de vivir sin un contrario, pues no hay peor enemigo que no tenerlos», y rematar el párrafo con este dardo: «No es una de las semiespañas enfrentadas la que habrá de prevalecer en partido único poniendo epitafio a la otra»43.
1. Véase la reseña de Mauricio Tenorio en The Journal of Modern History, 82 (2), 2010, pp. 487-488. Donde se incluye la referencia al «constante ninguneo» (sic) con el que Kamen trata a los historiadores españoles.
2. Id. de Sara T. Nalle, The Americas, 66 (2), 2009, pp. 269-271.
3. Id., de Enrique A. Sanabria, Journal of World History, 21 (3), 2010, pp. 509-512.
4. Manuel García-Pelayo, Los mitos políticos, Madrid, 1981, pp. 11-37.
5. Barcelona, 2002, p. XX. La edición original es de 1983
6. New Haven-Londres, 2008.
7. Adam Sisman, Hugh Trevor-Roper. The Biography, Londres, 2010.
8. Del Prefacio a la ed. de 2008.
9. Es este epígrafe el que puede leerse, resumido, en la edición española de la edición de La invención de la tradición.
10. Floresta de leyendas heroicas españolas, 3 vols., Madrid.
11. Recomendable la lectura de Alexander Pierre Bronisch, Reconquista y guerra santa. La concepción de la guerra en la España cristiana desde los visigodos hasta comienzos del siglo XII, Granada, 2006.
12. Gabriel Martínez-Gros, L’Empire islamique. VIIe-XIe siècle, Paris, 2019
13. Ibid., p. 68.
14. Dictionnaire de L’Islam. Histoire, idées, grandes figures, Adel Theodor Khoury, Ludwig Hagemann, Petre Heine y Christian Cannuyer (eds.), Turnhout, 1995, sub voce Tolérance.
15. The Ornament of The World. How Muslims, Jews, and Christians Created a Culture of Tolerance in Medieval Spain, Nueva York-Boston-Londres, 2002, pp. xi-xii. Versión española: La joya del mundo: musulmanes, judíos y cristianos, y la cultura de la tolerancia en al-Ándalus, Barcelona, 2003.
16. Francisco Márquez Villanueva, «Moros y judíos», El concepto cultural Alfonsí, Madrid, 1995, pp. 95-105.
17. Muslims of Medieval Latin Christendom, c. 1050-1614, Cambridge, 2014, pp. 522 y ss.
18. Violet Moller, The Map of Knowledge. How Classical Ideas Were Lost and Found. A History in Seven Cities, Londres, 2020.
19. El siglo XI en primera persona. Las Memorias de ‘Abd Allāh, último rey Zirí de Granada, destronado por los Almorávides (1090), traducción del árabe, introducción y notas de É. Lévi-Provençal (ob. 1956) y Emilio García Gómez, Madrid, 2018, p. 175.
20. Peter Frankopan, La première croisade. L’appel de l’Orient, París, 2019, pp. 44 y 184.
21. En Alexander Pierre Bronisch, Reconquista y guerra santa. La concepción de la guerra en la España cristiana desde los visigodos hasta comienzos del siglo XII, Granada, 2006. El texto en cuestión, p. 500.
22. Antonio Marichalar, Julián Romero, Madrid, 1952, cap. III. Más información en Raymond Fagel, Protagonists of War. Spanish Army Commanders and the Revolt in the Low Countries, Lovaina, 2021, cap. I
23. Ambos casos en caps. II y III de la segunda de las obras incluidas supra
24. Jaime Salazar, «Velázquez, caballero de Santiago», en Velázquez en la corte de Felipe IV, Carmen Iglesias (ed.), Madrid, 2003, pp. 95-126.
25. «La mácula como recurso político en las sociedades ibéricas de la época moderna», en La Inmaculada Concepción y la Monarquía Hispánica, J. J. Ruiz Ibáñez, G. Sabatini y B. Vincent (eds.), Madrid, 2019, pp. 59-81.
26. Velázquez, la Monarquía e Italia, Madrid, 1979, pp. 194-200.
27. Un palacio para el rey: el Buen Retiro y la corte de Felipe IV, Madrid, 1981.
28. The Principles of the Art Militarie Practiced in the Warres of the Vnited Netherlands, Londres, 1637. Citado por Geoffrey Parker en «The Etiquette of Atrocity: The Laws of War in Early Modern Europe», Empire, War and Faith in Early Modern Europe, Londres, 2003, pp. 143-168. Véase asimismo
29. A Trve and Briefe Relation of the Famovs Seige of Breda: Beseiged, and Taken in Vnder the Able and Victorious Conduct of his Highnesse the Prince of Orange, Captaine Generall of the States Armie, and Admirall of the Seas, &c., Delf, 1637, p. 14. Copio el enlace:
30. Jean-Léon Charles, «Le sac des villes dans les Pays-Bas au XVIe siècle. Étude critique des règles de guerre», Revue Internationale d’Histoire Militaire, 24 (1965), pp. 288-301. Elena Benzoni, «Les sacs de ville à l’époque des guerres d’Italie (1494-1530): les contemporains fase au massacre» David El Kenz (ed.), París, 2005, pp. 157-170. Añádase: D. Alan Orr, «Communis Hostis Omnium: The Smerwick Massacre (1580) and the Law of Nations», Journal of British Studies, 58 (2019), pp. 473-493.
31. C. W. David, «Narratio de itinera navali peregrinorum Hyerosoliman tendentium et Silviam capientum A. D. 1189», Proceedings of the American Philosophical Society, 91 (1939), pp. 591-676, en concreto p. 628.
32. Heinz Schilling, Early Modern European Civilization and its Political and Cultural Dynamism, Hanover-Londres, 2008, introducción
33. Keith Thomas, Religion and the Decline of Magic, Hardmonsworth, 1984, p. 196.
34. The Limits of Royal Authority. Resistance and Obedience in Seventeenth-Century Castile, Cambridge, 1999.
35. John Neville Figgis, The Divine Right of Kings, 2ª ed., Cambridge, 1992, pp. 142-143.
36. David Lagomarsino, «Furió Ceriol y la “Pragmática de las Cortesías” de 1586», Estudis. Revista de Historia Moderna, 8 ( 1979-1980), pp.
37. Percy E. Schramm, Las insignias de la realeza en la edad media española, Madrid, 1960, p. 63.
38. La banqueroute de Law. 17 Juillet 1720, París, 1977, p. 68.
39. Cito por la ed. de 2017.
40. Pierre Boureau, Histoires d’un historien: Kantorowicz, París, 1990.
41. Matthew Specter, «Grossraum and Geopolitics: Resituating Schmitt in a Atlantic Context», History and Theory, 56 (2017), pp. 398-406.-
42. Jimmy Burns, Papa Spy. Love, Faith, and Betrayal in Wartime Spain, Nueva York, 2010, p. 266-286.
43. «Los españoles en la historia», prólogo a la Historia de España por él dirigida, incluido en Los españoles en la historia y en la literatura. Dos ensayos, Buenos Aires, 1951, pp. 150-152.
No quería dejar pasar este mes, que está dando ya sus últimos estertores, sin hacer un breve apunte dedicado a los vanidosos de La Parra, me ha instigado a ello este nene rubio -llamado "Juanandresete"- de la fotografía precedente, tomada en 1952, que siempre guardó en la memoria un refrán conocido por muy pocos: De viñedos, anda La Parra llenos. Se lo enseñó su padre, en cuyo homenaje y para dar a éste tersura literaria, me ahorro otros portillos con el fin de dejar aquí constancia de ese autor, de cuyas memorias he sacado el adagio. Es el primero por la izquierda que porta las andas del Santo Cristo en septiembre de hace muchos, muchos años y fue funcionario del Ayuntamiento del pueblo.
La añoranza del pasado nos retira del presente, sobre todo cuando incurrimos en una cierta manera de usar la palabra “antes”, bien lo tiene explicado el periodista Álex Grijelmo, subdirector de El País. “Antes” contiene mucho más de lo que define su significado. La extensión cronológica de este adverbio abarca lo mismo siglos que horas, días que minutos, pero esta cierta forma de decir “antes” no se define por la distancia temporal, sino por designar un tiempo que ya fue archivado.
“Antes esto se hacía así”, “antes había aquí un parque”, “antes se repetía curso”, “antes me decías otras cosas”. Un revés porque lleva la vista atrás en un signo inexorable que la desvía del presente. Este uso de “antes” da idea de un tiempo irrepetible, abarcador de contextos caducados que nunca podremos recuperar en su esplendor. Lo he observado desde Cuenca en el color de la cuenta de Faceook que tiene ahora el pueblo en 2022, que posee la grandeza de ofrecernos a las personas que no hemos podido estar presentes en su fiesta desarrollada a mediados del fenecido mes.
Decir “antes eso se hacía así” constituye la disculpa perfecta para, al volver los ojos hacia el pasado, quitarle la mirada al presente y no buscar soluciones a los problemas de hoy en función de los tiempos de hoy, con las dificultades de ahora y en el contexto en que vivimos. Afortunadamente las redes sociales ayudan a frenar esa temporalidad.
“Antes” —esa cierta forma de usar “antes”— lo dice todo porque, terminaré con el mismo argumento de Álex Grijelmo, sin expresar un límite concreto a partir del cual se activa el contador del reloj mental de quien habla, remite a un tiempo más que pretérito, a un tiempo anterior, a un momento que se fue definitivamente. Y arroja al pensamiento una comparación inevitable en la que el pasado gana siempre, inútilmente.
[Gracias padre mío, por haberme trasladado al "antes" con tu refrán acendrado e impoluto]
Jóvenes, éramos tan jóvenes Soñaba yo, y soñabas tú Y fue… la Verdadera razón De mi vida, nuestros sueños sin temor Los jóvenes quieren ser felices Los jóvenes buscan la amistad Y al fin son de la vida el lugar Que prefiero porque tienen la verdad Brilla ya en tus ojos, la felicidad De verme aquí, junto a ti… que alegría siento en mi Jóvenes, somos aun tan jóvenes El tiempo sigue sin pasar Y son tus besos y tus recuerdos Que vuelven y que guardan nuestro amor
Hoy he sobrepuesto a la imagen de La Parra de las Vegas una canción que da sentido a un refrán vivaz y agudo: Amar y no ser amado, es tiempo mal empleado. Un proverbio que se aposentó en muchos corazones de aquella mocedad de veraneantes que regresaban a los pueblos -dónde tenían sus raíces, arrancadas por el éxodo incontenido de años atrás- en compañía de sus padres y hermanos durante la "España despegada". Así califica la historiografía a nuestro país al referirse a la etapa desplegada desde finales de los años sesenta y cobra pujanza a lo largo de toda la década de los setenta del siglo XX.
Las familias rurales con destino al medio urbano fueron las grandes protagonistas del movimiento migratorio en España de 1950 a 1975. A ello contribuyeron la transformación de los medios de producción agraria con una mayor concentración y mecanización de las explotaciones. Por otro lado, el Plan de Estabilización de 1959 favoreció la absorción por la industria del excedente de mano de obra agrícola. Se calcula que 3.100.000 españoles se trasladaron a la ciudad en la década de 1960. El destino se centró en los focos industriales y del sector servicios de Madrid, Barcelona y País Vasco.
Los meses de julio y agosto de aquellos años, era el momento en que muchos regresaban a sus pueblos de origen, y con ellos los nuevos miembros de la familia, familias muchas veces creadas en aquellos destinos lejanos, esposas, hijos, etc.
Al anochecer regresaban, tras una larga y calurosa jornada en el campo, padres, maridos, hijos... dedicados a la dura profesión de agricultor, bien como peones, bien como amos o arrendatarios. Tras refrescarse y asearse con el agua del “lebrillo” preparada por su esposa o su hija, se sentaban en la puerta de casa, alrededor de una pequeña mesa, en las típicas sillas con asiento de enea o de cordel, con el fin de dar buena cuenta de la cena que,con todo cariño y los “posibles” familiares, preparaba el ama de casa.
La velada se alargaba varias horas y en las tertulias, los vecinos, trataban infinidad de temas: de las cosechas, de política, de la guerra..., también temas sentimentales: noviazgos y casamientos, etc. y como no, todo tipo de rumores, habladurías, cotilleos o críticas referentes a vecinos, familiares o parientes.
En un Seat 127 o en un R-8 cabía, hace 50 años, todo lo que el español medio necesitaba para veranear: la familia, las llaves de la casa del pueblo, el presupuesto total a buen recaudo en la cartera y un equipaje ligero donde el bañador era el rey. Armadas de paciencia, las familias cogían carretera y manta con la única ambición de descansar. Los 'Fórmula V' se encargaban de recordar que las 'Vacaciones de verano' eran para ti (y para mí) y los 'Tequila' invitaban a bailar un rock&roll en la plaza del pueblo, la máxima expresión del cachondeo patrio. Eran los primeros años de los 70, como puntualizó Rocío Mendoza.
La plaza de La Parra aún estaba sin su simbólica fuente. Pero era el lugar de recreo preferente cuando el sol dejaba de apretar. Agrupaba una ebullición social que unía a la vez ocio, cultura -inadvertida, pero antropológicamente digna en relatos de tradiciones y montaje de holganzas-.
En aquellos años, el país tampoco estaba para muchas alegrías: hasta el 77 no se vivieron las primeras vacaciones en democracia y asomaba la crisis del petróleo. Un sondeo del CIS del año 72 revelaba entonces que solo la mitad de la población tenía vacaciones remuneradas y, de ellos, no todos veraneaban. Quienes no lo hacían (un 49%) alegaban que no tenía recursos económicos para ello o que tenían trabajo. Quedarse en casa no era una opción tan rara. "¿Cuántos no se habrán planteado así el verano del coronavirus?", dijo en 2020 Rocío Mendoza igualmente.
Un estudio cercano ha cifrado el fenómeno al que aquí se alude en España en el 24%», como sostiene Alfonso Vargas Sánchez, Catedrático de Organización de Empresas de la Universidad de Huelva, especializado en turismo. Hace 50 años, el fenómeno se situaba en un porcentaje muy similar: el 22% pasaba el verano «en casa».
El verano empezaba cuando llegaban los veraneantes. No el mes de julio, cuando comienzan oficialmente las vacaciones, ni siquiera la noche de San Juan, la más corta y misteriosa del solsticio, cuando la gente se sanjuanea sumergiéndose en las aguas de los ríos o buscando al amanecer el trébol de cuatro hojas mientras las brujas bailan con el diablo en Zugarramurdi o en los páramos castellanos de Barahona o cabe el Moncayo, sino cuando llegaban los afortunados que podían permitirse el lujo de no hacer nada los meses de más calor, al contrario que el resto de la gente. Al revés, el verano era para muchos la época de más trabajo, pues tenían que recoger las cosechas con vistas al largo invierno que habría de llegar.
Julio Llamazares describió muy bien el fenómeno aquí agrupado. E insisto con él, los veraneantes llegaban en coche o a la estación de ferrocarril más próxima con su impedimenta de bultos y de equipajes y sus séquitos de sirvientes, según su categoría y su posición social, y se instalaban en sus casonas cerradas durante el año, pero preparadas siempre para cuando ellos vinieran. Y durante dos o tres meses se dedicaban a veranear, esto es, a no hacer nada, ante la envidia de los vecinos, que les veían ir y venir en sus coches o de paseo con sus sombrillas mientras ellos atendían a sus múltiples trabajos bajo el sol de la canícula o el rayo negro de la tormenta. No es extraño que muchos campesinos comenzaran a alentar ya en aquel tiempo la esperanza de que sus hijos, liberados de su destino por los estudios o por un trabajo en la capital, pudieran convertirse también ellos algún día en veraneantes como los que envidiaban en aquellos instantes.
Su deseo, en cierto modo, se cumplió. Pasaron los cincuenta y los sesenta, la gente emigró en masa a las ciudades y los hijos de aquellos campesinos que veían a los veraneantes ir y venir de paseo o tumbados en sus hamacas en los jardines de grandes tapias mientras ellos atendían a sus múltiples trabajos se convirtieron también en veraneantes, si bien que con menos clase y con la duda sobre su condición de tales que les dejaba su propio origen. Al fin y al cabo, ellos iban solamente algunos días a sus pueblos.
La noche de San Juan es la más corta del año, pero también la más llena de tradiciones y supersticiones para gustos y objetivos.
Como es obvio -y no puede ser de otro modo- yo no estaba presente la primera vez que se practicó el "salto del vaso" en La Parra de las Vegas, por eso, sin fuentes escritas donde terciar, no puedo decir a ciencia cierta quién, cuándo y por qué se instituyó. Lo que sí es evidente que compone una tradición cuya práctica y mantenimiento ha dado santo y seña a este pueblo. Mis abuelos la vivieron, mis padres también, lo mismo que mis contemporáneos.
Como toda costumbre o usanza, su referencia nos dirige al instante a cuanto entraña la Fiesta, que es hoy objeto de múltiples interpretaciones desde diversas disciplinas, particularmente en el campo de la Historia, y ha logrado posicionarse como uno de los temas de interés, dado los entramados sociales que hacen parte de esta manifestación colectiva.
La fiesta es uno de los actos o acciones colectivas que los grupos humanos realizan con mayor frecuencia, entraña muchas formas de sociabilidad y como un medio de manifestación social está ligada a las variadas esferas e intereses de poder en virtud de ser un campo propiciatorio de interacciones sociales. Ella sirve como punto de encuentro al crear, en algunos casos, un espacio de unanimidad y, en otros, construyendo territorios de lo diferente; de tal manera que modela lugares de diversidad. Mediante la fiesta "el hombre se acerca a la divinidad, pero también a su dimensión animal, entregándose a lo irracional", como afirma Uwe Schultz, y es aquí donde el individuo pierde una porción de su autonomía, que sólo podrá encontrar en la comunidad.
La fiesta crea un ambiente nuevo al romper la rutina diaria y al mismo tiempo es "una intensificación de la vida en un lapso corto de tiempo", que permite construir escenarios donde se manifiesta la incertidumbre de lo fugaz, el desorden del descontrol, el desvanecimiento de las fronteras, la comparsa de las burlas, las risas de la esperanza, las nostalgias de lo efímero, la sensación de la alegría, la superposición de la transversión con la reversión, pero que al mismo tiempo puede servir de tablado de un orden reglado, de un control social y de la puesta en escena de lo desigual, según describe Marcos González Pérez.
Para ensayar definirla se requiere tener en cuenta una serie de elementos, principalmente en lo que tiene que ver con su entorno de existencia, que hace que ésta no se deje "atrapar fácilmente" (Jacques Heers). El estudio de la misma ha sido abordado desde diversas disciplinas, lo que ha permitido ampliar su campo de análisis y se ha logrado además un mejor mapa de comprensión acerca de las diversas interpretaciones que sobre ella se han efectuado.
Para considerarla como objeto histórico mucho se debe a los aportes del folclore, de la etnología y del psicoanálisis, así como de la antropología, campos de estudio que han orientado al historiador hacia el análisis de los rituales y de lo "aparentemente insignificante" de las sociedades.
La noche de San Juan es una de las más cortas del año y también una de las más mágicas y especiales. Desde hace siglos, cada 23 de junio se congregan miles de personas en torno a las tradicionales hogueras para celebrar la víspera de San Juan. Además de ello, las supersticiones y las tradiciones se dan la mano esta noche para purificar y rendir culto al sol.
San Juan es una festividad que muchos vinculan a ritos de origen pagano, pero con los años se cristianizó hasta convertirse en una fiesta dedicada al nacimiento de San Juan Bautista. Con la llegada del cristianismo, la popular fiesta se adaptó al calendario de la liturgia católica, haciéndola coincidir con el 24 de junio. De hecho, la tradición de encender hogueras se asocia con el relato bíblico según el cual Zacarías mandó a encender hogueras para anunciar el nacimiento de su hijo Juan.
Al centrar este peculiar asunto, hoy mismo la Cadena SER recuerda que las celebraciones de hoy en día giran en torno a diferentes ritos y tradiciones y se extienden por toda la geografía española, pero si hay una ciudad donde la noche de San Juan cobra importancia esa es Alicante, cuya fiesta fue declarada de Interés Turístico Internacional en 1983. También cuenta con especial arraigo en amplias zonas de Galicia y en Andalucía, sobre todo en el litoral malagueño.
Algunos de los rituales más extendidos en la noche de San Juan son los siguientes:
Saltar las hogueras en la playa
Bañarse en el mar a medianoche
Saltar olas de espaldas
Introducir plantas aromáticas en agua
Quemar los deseos y pensamientos negativos
Recoger hierbas a medianoche
Quemar Juanes y Juanas
Lavarse la cara a medianoche
Dormir con patatas bajo la almohada
Encender dos velas rojas
Beber agua de un manantial al día siguiente
Hacer una cruz en los árboles a medianoche
Encender fuegos artificiales
Analógicamente veo que es en este conjunto de ceremonias donde cabe ubicar también el parreño salto del vaso, dicho es sin afán de sentar cátedra ni cortar aportaciones más solventes.
Lo cual me permite decir que este rito se enmarca en el de otras zonas del país en las que es común escribir en un papel los deseos que se anhelan y en otro algo negativo que se quiere eliminar. Según la tradición, se debe quemar el papel con lo que queremos eliminar y conservar durante todo el año los deseos que ansiamos alcanzar para quemarlos en la noche de San Juan del siguiente año.
Rituales para atraer la suerte en la Noche de San Juan (Erik Mclean/Pexels)
La cadencia del salto del vaso entronca con una trradición perdida en La Parra de las Vegas, como es la dormir con patatas bajo la almohada, que también es algo típico de San Juan, aunque más que un ritual es una superstición. De acuerdo con esta costumbre, se deben colocar tres patatas: una entera; otra, rasgada; y la última, sin piel. Al día siguiente se debe introducir la mano bajo la almohada y extraer uno de los tubérculos. Si se saca la patata entera, el futuro estará lleno de prosperidad; si se saca la patata marcada, habrá momentos positivos y negativos; si se saca la patata sin piel, el año estará cargado de mala suerte.
Una de las costumbres más originales, parecida a la superstición de las patatas, consiste en recoger nueve flores de cualquier tipo y colocarlas bajo la almohada para tener sueños premonitorios. Incluso, hay quien cree que beber agua de un manantial recogida el 24 de junio, Día de San Juan, sirve para ahuyentar el mal de ojo.
No obstante, lo cierto y verdad es que hay tantos rituales de San Juan como lugares donde se celebra la festividad. Aparte de los ya mencionados, en algunas regiones es tradición hacer una cruz en los árboles a medianoche para que las promesas se cumplan. Otra tradición propia de estas fechas es encender velas: siete para atraer las virtudes o dos si lo que se quiere es atraer a la persona deseada.
Tampoco podemos olvidar las verbenas, que son todo un clásico de San Juan. Repartidas a lo largo y ancho de la geografía española, las fiestas más famosas de esta época son las de Albacete, ciudad que honra a San Juan Bautista como su patrón esta semana. Como colofón a estos festejos, los espectáculos pirotécnicos tiñen el cielo de color en la noche de San Juan. Como no podía ser de otra forma, los fuegos artificiales dan el pistoletazo de salida del verano.
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (izquierda) y el Rey Felipe VI (en el centro), saludan a los niños a su llegada a la presentación del festival de la innovación de Cotec Imperdible05 sobre la innovación de la España rural y contra la despoblaciónen Oteros de Herreros, Segovia.Nacho Valverde (Europa Press)
La Fundación Cotec dirige un festival de innovación para impulsar la actividad en los pueblos
[Paradigma de variantes para salir del abismo de la desertización demográfica rural (artículo de Juan Navarro, publicado en El País, el 11 de junio de 2022, aquí)]
Hacía muchísimos años que Otero de Herreros (Segovia, 900 habitantes) no veía tantos niños. Autobuses y autobuses con hasta 600 escolares acuden a esta localidad cercana a la sierra segoviana para enseñarles a los alumnos, en su mayoría de escuelas rurales, cómo la tecnología desempeñará un papel clave para que su generación no tenga que exiliarse hacia lo urbano, como hicieron tantas que la precedieron. La Fundación Cotec ha preparado un festival de innovación para mostrar cómo las nuevas tecnologías puede tener impacto en zonas despobladas, como esta de Segovia, rodeada de páramos yermos. El encuentro, que reúne iniciativas dispares unidas con ese objetivo, lo ha inaugurado el rey, Felipe VI, que ha visitado los puestos para conocer estos proyectos.
La feria, bajo el nombre Imperdible 05, incluye toda clase de actividades para calibrar cómo la informatización y la automatización tienen mucho que aportar para, primero, retener el éxodo rural y, después, atraer a los desbordados por la exigencia urbana. Los chavales corretean entre las atracciones mientras les explican desde cómo crear empleo en el sector primario y en el turístico gracias a la lavanda en Tiedra (Valladolid), cómo los gusanos sirven como nutritivo y hasta sabroso alimento y generan 250 puestos en Salamanca o las funcionalidades de la realidad virtual, las impresoras 3D o las reconstrucciones digitales para que las localidades en riesgo demográfico y sus negocios tengan una válvula de escape.
El foro de Cotec ha reunido a menores, para enseñarles cómo hay esperanza en los lugares de los que proceden, y a mandatarios como responsables de las decisiones que estimulen la ruptura de esta dinámica. Además de Felipe VI, la ministra de Transición Ecológica y vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera (PSOE) y el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), han recorrido con gran expectación los puestos y los ingenios que cada uno ofrecía. Uno de los triunfadores, quizá porque regalaba trozos de mazorca de maíz a la plancha, correspondía a la empresa Huercasa, asentada en la provincia segoviana desde hace más de 40 años y que propicia unos 400 empleos en temporada alta, en su mayoría para mujeres. Ana San Romualdo detalla que la compañía ha basado su crecimiento en darle valor a la materia prima para, mediante un proceso tecnológico basado en el calor, conseguir que se pueda embalar durante meses y que el maíz no se deteriore en apenas unos días. “También creamos un festival de música country para que la gente de allí disfrute de la cultura, que no solo está en las grandes ciudades”, destaca San Romualdo, que cree que los pueblos tienen en la modernización “una oportunidad para diferenciarse”.
La presencia de unas gallinas en la entrada a la nave habilitada para acoger estos emplazamientos también ha despertado la curiosidad de los alumnos, aunque estas, escurridizas, evitaban sus caricias. El gallinero corre a cuenta de Voluta.coop, una entidad creada por dos jóvenes ingenieros, de 28 y 31 años, que tras ahogarse “en el confinamiento, atrapados en pisos con vistas a un patio de luces”, decidieron dar un paso hacia lo que les apasionaba: el medio rural. Uno de ellos, Axel Pena, considera que la “dinamización rural” que ayude primero a retener y luego a atraer habitantes se puede conseguir con talleres como los suyos, que incluyen formaciones en competencias digitales para modernizar algo tan sencillo como los gallineros, que se pueden controlar de forma remota. “La tecnología nos ha alejado de los pueblos y nosotros queremos que ahora sea lo contrario”, expone Pena, que ha bautizado su plan como “Gallinas al rescate” para incentivar esos territorios tanto en la agricultura y la ganadería como en el turismo.
La Noria de la Diputación de Málaga participa en el festival nacional de la innovación para la despoblación de Cotec.DIPUTACIÓN DE MÁLAGA (Europa Press)
Unos metros más allá se encuentra Sara Donoso, parte de la Agencia gallega de innovación, que incide en cómo Galicia también cuenta con amplias zonas despobladas y que gracias a estos impulsos se consiguen entender para paliar estas carencias. Es así cómo buscan aunar los métodos tradicionales de producción con el reciclaje o la economía circular, un concepto muy repetido este viernes en Segovia, hacia una “cooperación que tenga una repercusión positiva en la naturaleza”. Así es como de antiguas mallas de pesca o chatarra se construyen sillas o se crean esponjas a partir de restos vegetales. De Málaga ha venido José Manuel Salado, que presenta Crafteando, un proyecto que a través del videojuego Minecraft permite generar recreaciones realistas de cómo sería una zona de un pueblo si se construyeran nuevos elementos, como piscinas, canchas u hospitales, principales demandas de la joven audiencia. “Fundimos la representación con la realidad para plantearles a los Ayuntamientos cómo hacerlo”, asegura Salado, que cree que así se fomenta un “conocimiento desde abajo” para que “desde arriba” se puedan acometer las ansiadas reformas.
La tierra también da sus frutos, animales en el caso de Tebrio, una compañía salmantina que a base de criar miles de gusanos ha conseguido afianzar unos 250 puestos de trabajo. El público infantil primero recela de los insectos, pero pronto descubre que estos alimentos, crujientes y con sabor a vainilla, no están tan mal y sirven como sustento natural para los piensos de la ganadería de una forma sostenible, como ensalza Adriana Casillas. El “Tenebrio molitor” o gusano de la harina permite reducir la huella de carbono e interesar a niñas como Mara Amat, Sara Maya y Vega Domínguez, de entre 10 y 11 años. Ellas vienen de El barco de Ávila (Ávila) y afirman, con la lección bien aprendida, que las placas solares o los aerogeneradores son el futuro para el mantenimiento energético de sus comunidades. Mara presume de tener instaladas ambas opciones, junto a un espléndido huerto, en su casa.
Los nuevos tiempos, representados en que muchos de los escolares sacan su móvil para hacerle fotos al monarca, se dejan notar también en los negocios surgidos lejos del asfalto. Tiedra de lavanda, asentada en Tiedra (Valladolid), aporta olor a lavanda a todo el recinto y ha llenado el Instagram de famosos y no tan famosos gracias a sus 450 hectáreas de terreno agrícola dedicadas a esta planta aromática. Allí los Fonseca han conseguido generar actividad tanto en lo primario, referido al cuidado de estos campos morados, como en lo turístico. Esos grupos atraídos por el postureo también hacen pernoctas, consumen en restaurantes o visitan la comarca, de modo que se cierra el círculo. Los responsables de la empresa añaden que este invierno van a incorporar gafas de realidad virtual para que hasta en invierno, cuando las plantaciones no tienen flor, los viajeros puedan saber cómo quedaría.
La algarabía interior contrasta con la quietud de Otero de Herreros y su entorno, poco dados a semejante jaleo. Juan Santamaría, un vecino de las proximidades, mira con curiosidad todo el revuelo que se ha montado. Santamaría, veterinario de profesión, confía en la innovación para hacer crecer al campo y amortiguar la despoblación, pero matiza: “Esto está muy bien, pero falta lo de abajo”. En su casa, como en otras tantas en Castilla y León u otras comunidades afectadas por estas carencias, no llega bien Internet y han de recurrir al satélite. “¿Cómo se van a quedar los jóvenes?”, reflexiona el hombre, que lanza una advertencia para cuando acabe el festival y tanto festejo: “Hay que hacer más que parecer, ya no vale solo con quedar bien”.
Acabo de darme de baja de un grupo "privado" de Facebook. Y lo siento.
Lo he hecho porque no acepto la censura, y, mucho menos, que se atente a la dignidad personal.
Decía Arístóteles, gran defensor de la meritocracia, que la dignidad no consiste en tener honores,
sino en merecerlos. Y, en esta tesitura, siguiendo a Saramago, amparo mi decisión,
basada en el hecho innegociable de este concepto: "La dignidad no tiene precio.
Cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido."
El hombre de cada región, tiene dicho Gervasio Manrique de Lara, es un producto de su medio natural. La geografía modela al ser humano a su antojo. Se comprueba cómo los hijos de emigrantes, que se asientan en otros lugares, adquieren las influencias del ambiente natural donde viven. Por tanto, el medio físico imprime el módulo de expresividad al ser humano.
He aquí por qué Castilla, puntualiza este escritor, nos da un tipo varonil con sus peculiaridades raciales en consonancia con sus circunstancias geográficas.
Las áridas llanuras de Castilla como un mar encrespado, su cielo límpido y despejado, sus lomas rojizas resquebrajadas de sed, la desolación, los éxtasis, el silencio solemne de la monotonía infinita, los paisajes geométricos de líneas cruzadas, el clima extremado imprimen a los hombres de Castilla su heroico estilo de vida con perfiles físicos y espirituales bien acusados, sigue diciendo el mencionado autor.
Así se entiende que el carácter castellano concuerda en armonía -y en todo instante- con el medio natural de su entorno: reciedumbre espiritual, austeridad heroica, estoicismo moral. Por ello descuella el espíritu especulativo y de reflexión. Predominio racional apto para las ciencias que exigen esfuerzo mental. Escasas aptitudes para las creaciones imaginarias. He ahí su realismo en la poesía y el arte [no] son los primores de la loca fantasía. Lo reflejaba Antonio Machado y lo he sentido esta mañana en mi fuero interior al borrarme de la película documental que venía exhibiendo sobre el pueblo en el que nací, La Parra de las Vegas, cuyos aires respiraré mientras viva, mal que les pueda pesar a algun@s.
He dudado sobre si merecía la pena seguir dando partitura literaria a este documental, que ha ido ensanchando paulatinamente el recoveco de "Los vanidosos de La Parra de Las Vegas". Y la Antropología me ha situado en el sendero luminoso: "hay que seguir, no pongas el final" ("y", último nº correlativo, terminación). Por fortuna mi estancia vital posee muchas ventanas, y, si me cierran una, la claridad no se oculta, sino que se expande con mayor vigor abriendo otras. Podrá verse cuanto digo en la novela El compromiso de Samuel Eskenasy, la segunda parte de El artista de Valdeganga, muy avanzada ya.
Este es el punto impulsor del episodio 27 que transmito en esta fecha. Necesito hablar, aquí y ahora, despues de lo sucedido en el pantano de las redes sociales con un grupo constreñido por el que espero no volver a aparecer -la cultura me lo impide-, de una problemática perdurable y actualmente en alza, la que conllevan las envidias y las relaciones sociales en el medio rural español.
El debate sobre las brechas de todo tipo existentes entre el mundo urbano y metropolitano respecto de las zonas rurales o más periféricas constituye un tema de máxima actualidad. Más aún en el contexto del cambio climático y de las decisiones que hay que tomar y acometer para lograr un crecimiento económico que sea sostenido, inclusivo y sostenible a la vez. Bueno, pues el borrado de esta alusión -completada en el post `compartido´ días atrás en el restringido grupo Fk- es el causante de mi salida de éste. Parece que en sus alrededores andan más aplicados en notificar sus andanzas de peña y estómago que en impulsar la cultura y sus estratos. Que les vaya bien.
Sin embargo, se queda muy corto ese camino para tranquilizar la conciencia de cuantos estamos implicados en "crear futuro". El fenómeno de la España vaciada expresa este gran desequilibrio interno que acaba por expulsar de las oportunidades de progreso económico y social a importantes segmentos de la población, o bien les fuerza a las migraciones interiores hacia las grandes áreas metropolitanas en busca de una mejor calidad de vida, oferta de servicios u oportunidades laborales
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la proporción de empleos que por su naturaleza pueden realizarse a distancia en las distintas comunidades autónomas españolas oscila entre menos de una cuarta parte en las Islas Baleares y Extremadura y el 41% de Madrid. No solo se trata de una cuestión del tipo de ocupación -paradójicamente más propicias al trabajo no presencial en las grandes ciudades-, sino del acceso a las redes.
El envejecimiento de la población por el éxodo forzado hacia las metrópolis y el difícil acceso a otros servicios básicos (educación o salud) son elementos fundamentales en la desconexión y desigualdad rural que solo podremos resolver con políticas que anclen riqueza y actividad al territorio y que faciliten un crecimiento vertebrador para combatir desigualdades no solo entre regiones de un mismo país, sino también entre países de una misma zona.
Desde el año 2007, más de la mitad de la población mundial vive ya en ciudades y se espera que este porcentaje alcance el 60% en 2030. Este crecimiento de las grandes urbes -en ocasiones rápido y desordenado como vemos en muchas regiones del planeta- reproduce gran parte de los problemas de sostenibilidad globales al provocar ineficiencias y sus propias desigualdades. La contaminación, el desplazamiento de sectores sociales más vulnerables, el incremento de la pobreza e inseguridad urbana o el aumento a veces insostenible del tráfico son solo algunas de las consecuencias directas de la expansión de las ciudades.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas priorizan la reducción de las desigualdades «en y entre los países» (Objetivo 10) y la sostenibilidad de las ciudades (Objetivo 11), dos metas interrelacionadas y complementarias.
«Lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles», reza el ODS 11; que ello sea posible pasa en buena medida por frenar la urgencia de las migraciones internas del mundo rural al urbano. Por tanto, como dijo Tobías Martínez en marzo pasado, es tiempo de apostar por políticas de arraigo focalizadas en conseguir desarrollo local en municipios más pequeños a los que la baja densidad poblacional y la menor oferta de servicios e infraestructuras parecen condenar al olvido. Unas políticas de arraigo, muy lejos del proceder de ese grupo de "peñistas" centrados en el ocio y no en el empeño por el emprendimiento y el desarrollo sostenible. Han de saber esos turistas de peña escueta que la política es necesaria para cualquier apoyo amparador de efectos positivos, sirviendo de palanca a la transición digital. Este es el modus operandi que permitiría ganar tiempo y espacio para una planificación del territorio más integrada, con una malla de poblaciones pequeñas, ciudades intermedias y grandes que ayuden a corregir y reequilibrar las asimetrías de las grandes megalópolis.
Lo que se ha explicado conlleva tener siempre presente el concepto de los desequilibrios demográficos y el que se conoce como "generación soporte". Lo explicó muy bien el equipo coordinado por Luis Camarero en su trabajo La población rural de España. De los desequilibrios a la sostenibilidad social (Fundación "la Caixa", Colección Estudios Sociales, Núm. 27). Despeja ahí el hecho de que en la reciente historia del medio rural hay muchas generaciones que han tenido protagonismo en distintos momentos. Y se ocupa de aquellos que nacieron en torno a la década de los sesenta en pueblos y pequeños municipios. Al igual que, también, de aquellos que, de la misma generación, se fueron a vivir a zonas rurales. Observa que esta generación es un grupo clave en el desarrollo rural y en la vida actual de los pueblos. Es un grupo relevante no sólo por la edad madura en la que se encuentran ahora mismo sino, sobre todo, por la posición estratégica que ocupan como generación numerosa dentro de la irregular composición generacional que caracteriza al medio rural.
Por ello, por soportar la vida rural, son el sujeto y el protagonista principal de ese libro acerca de la sostenibilidad social de las áreas rurales. Reparan los autores del mismo en la formación histórica y la composición de la generación soporte y terminan analizando cómo, además, su presencia o ausencia expresa, a la vez que define, los distintos paisajes sociales que forman la ruralidad española. A toda esta me abrazo, y, con la misma, justifico mi marcha del grupo de Facebook que termino de abandonar.
Centrándonos en la historia, los análisis de cualquier comunidad rural -a partir de las enseñanzas de Helen Nader- tienen que ir más allá de lo económico y político, adoptando ideas y técnicas de otras disciplinas como la antropología, la sociología y la etnografía. Así, por ejemplo, como vengo haciendo en las colaboraciones dedicadas a lo que vine en llamar "losvanidosos de La Parra", que no tiene mayor simbología y aplicación que un pretexto para agrupar a aquellos que poseemos nuestras raíces en este pueblo y poseemos la dignidad y el orgullo de tenerlas en esta tierra; y así lo manifestamos, sin ningún ápice de arrogancia o altivez, sin soberbia ni vanidad, ahuyentados por supuesto de las conexiones con las que se enlazan los sinónimos negativos de la palabra vanidoso (es decir, vano, hueco, hinchado, altivo, arrogante, engreído, presuntuoso, creído, fatuo, etc.). Esto, más bien, es todo un signo de personalidad desinteresada y altruista, que, como he dicho en más de una ocasión, demostramos los parreños al dirigirnos con la cara abierta y el espíritu limpio a cualquier extraño o desconocido. ¡Cuánta gente desearía ser igual! Y cuántos reptiles transmisores de envidias desaparecerían con la extensión de un comportamiento generalizado merced a este buen aire, que respiramos desde pequeños y se transmite de generación en generación.
La historia dice que esta Villa en el Censo de 1591 contaba con una población de 165 vecinos, de los cuales 142 eran pecheros (o sea, obligados a pagar o contribuir con pecho o tributo, o más claramente, en versión de aquella época, eran plebeyos, en contraposición a "noble"), 21 hidalgos y 2 clérigos. En 1787, Floridablanca nos da una población de 795 habitantes, de los cuales, 1 es cura, 1 sacristán, 1 ordenado de menores, 18 hidalgos, 1 abogado, 1 escribano, 45 labradores, 10 jornaleros, 26 criados, 3 tejedores, 2 albañiles y 22 carreteros, más 664 entre menores y sin profesión declarada.
En el censo del Marqués de la Ensenada, en 1752, se dice que el mayor hacendado de la villa es D. Miguel Escudero y se afirma que La Parra pertenecía al Partido de Cuenca, y tenía un total de 177 vecinos. Estos obtenían una renta valorada en 146666 Rs. de vellón, de los cuales las mayores partidas corresponden a los Labradores con 51120 Rs., a los Carreteros con 19525 Rs., a los Sirvientes con 18000 Rs. a los Pastores con 11250 Rs. y a los Colonos de los Bienes de la Iglesia con 9088 Rs., además de otros menores. Esta población, añade textualmente, "cuenta con tres plazas, y se encuentra construida sobre un pequeño cerro y sus laderas, rodeada de tres vegas, la de La Cañada, Tejar y Terceros".
En su conjunto urbano cuenta con valiosas construcciones, entre las que destacan el Ayuntamiento, con fachada porticada; los restos del palacio de los Condes de Cervera, que fue destruido en la guerra de la Independencia, y la Iglesia Parroquial de la Asunción, construida en el siglo XVI. Posee ésta en su interior una capilla enterramiento de los Carrillo de Toledo, fechada en 1653, y en ella se hallan enterrados algunos de los mencionados condes de Cervera (Los Carrillo).
Algunos núcleos rurales, como parece que sucedió con La Parra de las Vegas, surgieron entre los siglos XV y XVI como consecuencia de la instalación espontánea en el agro de grupos de campesinos, quienes de manera autónoma ocuparon y explotaron un espacio sin que mediase planificación previa por parte de concejos o instituciones señoriales. Este modelo es coincidente con lo que conocemos para otras regiones europeas, donde el poblamiento intercalar se incrementa desde finales del siglo XV. Nos situamos ante una pauta de ocupación del medio rural durante la Baja Edad Media a base de asentamientos intercalares organizados por el campesinado y que tuvieron como finalidad racionalizar los costos de explotación mediante la reducción de los tiempos de desplazamiento. La dedicación agraria y la viabilidad económica de estas estructuras se combinan con elementos identitarios, como el desarrollo del sentido de comunidad o la identificación con la nueva parroquia, para explicar su cohesión y continuidad.
A lo anterior debemos unir, además, el modelo sociopolítico como factor decisivo para interpretar la consolidación o abandono de núcleos en el territorio. Las nuevas formas de organizar los aprovechamientos agrosilvopastoriles se basan en mecanismos como la apertura institucional, que permiten una participación comunitaria real en su organización y gestión. La ocupación y explotación del espacio mediante este poblamiento intercalar funcionó hasta que el contexto local e internacional de mediados del siglo XVI da paso a una serie de realidades demográficas (pérdida de población) y políticas (oligarquización y venta de jurisdicciones) que inciden directamente sobre el modelo de ordenación territorial. Por ello, se observa desde mediados del XVI la desaparición de algunos núcleos, sin que se aprecie un cambio sustancial en los factores ecológicos y las dinámicas productivas que los generaron.
La comunidad rural parreña antes de la Revolución Industrial era la dominante en la mayoría de los países europeos; esto es, en ella la agricultura representaba con mucho el sector mas importante de la economia, y los campesinos componian la gran masa de la poblaciôn. Formaban la base de la economia y sociedad, y producian los excedentes que mantenian a las élites eclesiásticas, nobiliarias y reaies. No puede pasarse por alto en esta descripción que la sociedad rural era altamente estratificada, y que incluía muchos oficios no-agricolas. En las comunidades rurales de toda Europa habia taberneros, mercaderes, y una variedad de artesanos que satisfacian las necesidades de la localidad. Además, los mismos campesinos frecuentemente elaboraban panes, u otros articulos para el mercado, además de su producción agraria. Por otra parte, la sociedad rural no estaba herméticamente separada de la vida urbana. En toda Europa lo rural invadia los grandes núcleos urbanos (ciudades y villas) con huertas, animales y campos cultivados. Y aún en las mas importantes "ciudades" vivian gran número de labradores y jornaleros que salían diariamente para trabajar en los campos alrededor de la urbe. Además, en el resto de Europa como en España, los intercambios económicos, sociales, y demográficos entre las ciudades y las comunidades rurales borraban la distinción entre lo rural y lo urbano.
En términos sociológicos, la existencia de una comunidad rural depende de una serie de relaciones mediadas y recíprocas entre los miembros de la comunidad. El reducido tamaño de la comunidad típica de campesinos facilita e intensifïca el sentido de unidad comunal. Todo el mundo se conoce, y la comunidad tiene casi un ambiente familiar, debido a los enlaces matrimoniales entre vecinos. Los aldeanos hacen todo juntos: trabajan, participan en bodas y otras fiestas y actividades religiosas, comparten con todo el mundo sus más importantes alegrías y tristezas. Los límites de la comunidad rural normalmente coinciden con los de la parroquia, y eso forma todavía otro elemento que reúne los habitantes. La iglesia parroquial desempeña un papel sumamente importante en la vida comunal, hasta el grado que muchas veces es difícil distinguir entre lo parroquial y lo comunitario, porque es una sola cosa.
Hubo una relación esencial entre la comunidad rural y su término. Es comprensible, porque antes del desarrollo de actividades industriales y comerciales, la única fuente de riqueza era la tierra. Normalmente se buscaba para la comunidad rural un sitio que aseguraría la disponibilidad de cinco recursos esenciales: agua, tierras cultivables, pasto, materiales de construcción y leña u otro combustible. La necesidad de proteger estos recursos esenciales animaba y fortalecía la cooperación entre los miembros de la comunidad. Así los vecinos se organizaban para actuar conjuntamente porque, ya en los principios de la Edad Media, en muchas partes de Europa (sobre todo en el mundo mediterráneo), las comunidades rurales no podían tolerar la pérdida de ninguna parte del territorio que consideraban "suyo".
A pesar de las diferencias socioeconómicas dentro de la comunidad rural, los habitantes sentían una fuerte identificación con la localidad, y solían mostrar una gran solidaridad frente a los de fuera. Este grado de solidaridad local se encuentra raramente en la sociedad individualista de hoy. Pero era una de las características más destacadas de la Europa del Antiguo Régimen.
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