¿Qué, cómo y cuánto cambiarán nuestras vidas a consecuencia de la epidemia? Hice un primer esbozo sociológico de la pandemia en el libro Trance del coronavirus, que se halla editando en estos instantes. Hay una referencia directa en esa monografía a la problemática "post", a partir de las predicciopnes de diez pensadores –historiadores, escritores, sociólogos, filósofos…– que hablan de cómo nos puede transformar esta pandemia, de a qué valores daremos prioridad en el futuro, de cómo evolucionará la economía, o de qué forma cambiarán las relaciones entre las personas y las sociedades. En un momento extremadamente complejo, las opiniones son también muy diversas: las hay pesimistas y las hay esperanzadoras, pero entre ellas predomina que nuestra sociedad será más solidaria, o debería serlo, y que la política se renovará de verdad. O debería hacerlo. Una impresión, sin embargo, es generalizada: estamos en términos históricos, en un punto de inflexión, en una curva cerrada al final de una larga recta.
Terminada la obra a finales del mes de abril, me ha parecido útil, como comunicador político y analista social, antes que aquella salga de imprenta, adelantar esa serie de tendencias sociológicas, que paulatinamente se van observando de manera más abierta y expansiva. Por eso estimo pertinente traer a los Aires de La Parra, con efectos meramente informativos, el Cuaderno Especial publicado por el diario elPeriódico (ver aquí), cuya Redacción ha hecho un trabajo espléndido en su compromiso por proporcionar información de calidad y estar cerca de sus lectores en esta crisis sin precedentes en nuestro país. Una labor que merece la pena ser divulgada.
SALTO DIGITAL: Telesociedad, sí, pero con condiciones
Por Michele Catanzaro
Reuniones de trabajo virtuales, fiestas por videollamada, clases a distancia, consultas médicas por el móvil… El confinamiento ha lanzado a España de lleno a la telesociedad. Este experimento, improvisado y a menudo atropellado, ha quemado etapas que habrían durado años. El teletrabajo, la educación a distancia, la cultura por internet o la compra electrónica han venido para quedarse.
Las ventajas están a la vista: menos calentar la silla y más tiempo para la familia; menos contaminación por los desplazamientos; chats que rompen la soledad de los mayores; los beneficios de la inteligencia artificial, etcétera. Pero los riesgos ya asoman. La telesociedad solo existe en hogares con suficientes dispositivos y cobertura. Las desigualdades no desaparecen con un clic.
El teletrabajo, la educación a distancia y la cultura por internet han venido para quedarse. / EFE / Enric Fontcuberta
El teletrabajo puede convertirse en trabajo a destajo si no se establecen normas claras. Además, la charla delante de la máquina del café es importante. El trabajo proporciona identidad, relaciones, autoestima.
Un modelo mixto combinaría lo mejor de lo presencial y de lo virtual. No se trata de reemplazar al médico por una 'app', sino de que pase más tiempo escuchando y menos tecleando. En educación, hay que pasar de la improvisación a la planificación. El comercio electrónico triunfa, pero deja atrás tiendas cerradas y conflictos laborales. Hay modelos 'online' alternativos, donde Amazon no se lo come todo.
Privacidad, seguridad y gasto energético de los servidores son asignaturas pendientes. Telesociedad sí, pero no a cualquier coste.
PROHIBIDO BESAR: Emociones a dos metros de distancia
Por Juan Fernández
La pupa emocional de la pandemia no se limita al duelo de los que han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos ni al impacto causado por tantos días encerrados en casa, muchos en soledad o en lastimosas condiciones, sin poder ver a nadie que no viviera bajo nuestro techo ni rozar otras pieles que las suyas. Esa dolencia se alarga ahora en la nueva normalidad, regida bajo el imperio del distanciamiento social y las mascarillas, en la que no podremos darnos los abrazos y besos que nos debemos desde hace semanas, y ni siquiera podremos tocarnos ni estrecharnos las manos en los saludos.
Según los estudiosos de las emociones, ese invierno afectivo tendrá un coste en forma de mayor irritabilidad, cuadros de ansiedad y creciente malhumor entre la población. Porque no es lo mismo besarnos y abrazarnos que no hacerlo, igual que sonreír al aire libre no es como hacerlo con mascarilla. Los psicólogos recuerdan que somos seres emocionales por naturaleza, y que sentirlas es tan importante como expresarlas. No solo necesitamos agua para vivir, también sentimos 'sed de piel'. «Sin roce no hay sociedad», advierten los sociólogos.
El distanciamiento social se suple con inventos creativos, como saludarse chocando los codos. / MIGUEL LORENZO
El covid-19 nos está obligando a suplir esa mordaza emocional con soluciones imaginativas, algunas ya casi homologadas, como chocar los codos en vez de las manos, pero más allá de lo coyuntural, los expertos señalan que esta pandemia puede acabar cambiando algunas costumbres de extendido uso. Como el rito, habitual en las culturas latinas, de chocar las mejillas en los saludos.
VIDA PÚBLICA: La vigilancia, una tentación totalitaria
Por Nuria Navarro
El coronavirus ha formateado la vida pública a golpe de estados de alarma, controles de temperatura y aplicaciones de rastreo. China, el primer vivero del covid, controló el brote original tirando de 'big data' y con un sistema de crédito sobre la conducta social de los ciudadanos (a menos puntos, más lejos el empleo o el billete de avión futuros). Ese modelo disciplinario asiático, jaleado por Europa cuando ya tenía un pie en el horror, ha hecho que politólogos y filósofos aventuren dos escenarios poscovid –un pelín llevados al extremo–: 1/ el totalitarismo digital con excusa sanitaria, y 2/ la enmienda al capitalismo acelerado que ha traído esta y otras calamidades y que, como recuerda el arqueólogo Eudald Carbonell, pone en jaque a la especie y al planeta.
Para el esloveno Slavoj Zizek –autor de '¡Pandemia! La covid-19 sacude al mundo'–, esta tragedia sanitaria le ha dado «un golpe a lo Kill Bill» al sistema capitalista y abre la posibilidad de fundar «un nuevo comunismo apoyado en la solidaridad y la ciencia»; mientras que el italiano Giorgio Agamben teme que, ahora que el miedo al terrorismo islamista ha perdido fuelle, al poder le venga bien la idea del «ciudadano como terrorista en potencia (el contagiador)», un sospechoso al que hay que monitorizar con cámaras y drones las 24 horas. Eso no solo daría la estocada definitiva a la privacidad, sino que, mientras que las mercancías circularían libremente, se podrían esgrimir criterios etnonacionalistas para cerrar aún más las fronteras. «Si el virus muta, habrá que mutar», anima a plantar cara Paul B. Preciado.
CULTURA: Más allá de conciertos en balcones
Por Gemma Tramullas
A la pregunta de si el covid ha supuesto un revulsivo en el sistema cultural la respuesta es que, de momento, no. Se han producido fenómenos interesantes, como la iniciativa Llibreries Obertes, que permitió vender 51.200 libros por Sant Jordi pese al confinamiento; los conciertos en terrados, con la aparición de grupos como Stay Homas, o el consumo de artes escénicas en línea, que tiene el potencial de crear nuevos públicos.
Gran parte de estas iniciativas han partido de personas o entidades particulares que han puesto su creatividad al servicio de la sociedad confinada de forma gratuita. Sin embargo, sin una política de apoyos públicos —no solo inyecciones puntuales de dinero, sino una apuesta real por la cultura como un bien básico— la comunidad artística se queda sin blanca para convertir lo aprendido en la pandemia en nuevos proyectos.
’Stay Homas’ muestra su vídeo más reciente. / TWITTER
Es una gran noticia que reabran la mayoría de museos, pero mucho mejor sería poner en marcha políticas para mejorar a largo plazo la raquítica cifra del 14% de ciudadanos que visitan centros culturales, concretamente en Barcelona. Alegra leer (aunque no para los que sufrieron el colapso del sistema) que 16.000 personas se peleaban a la vez por las entradas a 15 euros del Festival Grec, pero quizá hubiera sido el momento de invitar a las personas más vulnerables a la función inaugural de la compañía Baró d’Evel. Las salas pequeñas, de música y de teatro, no son rentables con un tercio del aforo y tendrán que apañárselas. ¿Revolución cultural? No tiene pinta.
TERCERA EDAD: Otra forma de vivir la vejez
Por Gemma Tramullas
Justo tras la pandemia de la gripe de 1918, el gobierno español diseñó un completo plan de reforma sanitaria. Sin embargo, aquellas ambiciosas medidas —que incluían los seguros sociales como parte de la profilaxis contra las enfermedades infecciosas— se ejecutaron de forma parcial y muy lentamente. De no ser por la movilización social en los años siguientes, la mayoría de mejoras se hubieran quedado en papel mojado.
Un siglo después, se corre el riesgo de repetir la historia. A 17 de junio, el balance de fallecidos en residencias es de 19.506 en España, de ellos 4.026 en Catalunya. La fiscalía ha abierto 224 investigaciones por la vía penal y 194 por la civil relacionadas con centros residenciales, sociosanitarios y hospitalarios del Estado. Decenas de plataformas de familiares presionan al gobierno central y a los autonómicos para que se hagan cambios profundos en el sistema.
Una mujer da un abrazo plastificado a su hijo en una residencia de mayores. / EFE / BIEL ALIÑO
A la práctica, los servicios sociales siguen colapsados y mientras los turistas alemanes ya pueden aterrizar en Mallorca, muchas familias aún no pueden visitar a sus seres queridos en las residencias. Parece que el modelo de gran centro residencial gestionado por una empresa con ánimo de lucro tiene los días contados, pero aún no se han dado pasos firmes hacia un modelo de atención de calidad en el domicilio o en pequeñas unidades de convivencia. Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) concluye que si se hubieran concentrado los recursos en proteger a la población más vulnerable se podrían haber salvado el doble de vidas.
JÓVENES: Las crisis de la generación covid
Por Juan Fernández
En el futuro, los cuatro millones de españoles que hoy tienen entre 15 y 25 años contarán que el coronavirus les pilló en su momento de mayor expansión personal y que tuvieron que mantenerse alejados de sus amigos justo cuando más necesitados andaban de roce con los de su edad. La crisis económica y social que dejará en herencia la pandemia se presenta inquietante para quienes estaban eligiendo perfil profesional o se disponían a saltar al mercado laboral. Sin embargo, ellos parecen afrontar el futuro con optimismo.
Poder de adaptación y muchos, muchos memes: ¿Cómo ha vivido la crisis del coronavirus la Generación Z?
Es lo que transmiten los chicos y chicas de la generación Z –también conocidos como centennials o posmillennials— cuando son invitados a reflexionar sobre el panorama se presenta ante sus ojos. Por lo general, no les asustan los cambios que va a acelerar el covid-19, sobre todo si estos tienen que ver con una mayor preocupación por el medioambiente, más relaciones interpersonales de tipo virtual y un reforzamiento de los lazos familiares. Tampoco les da miedo la palabra crisis: llevan oyendo hablar de ella desde que tienen conciencia.
Los profesionales dedicados al estudio de los jóvenes encuentran lógica esa sensación de confianza. Al fin y al cabo, el mundo que se vislumbra en el horizonte coincide con muchas de sus demandas. Pero también entraña peligros: el desempleo se cebará con un grupo de población que arrastra altos índices de paro desde la crisis del 2008 y se van a ver obligados a ejercitarse en un espíritu de sacrificio en el que no están entrenados.
CIENCIA: La hora de las batas blancas
Por Juan Fernández
La relevancia alcanzada por la investigación científica desde que se desató la pandemia invita a pensar que los hombres y las mujeres de las batas blancas deberían tener más protagonismo en la gobernanza del mundo poscovid-19. Al menos, esto es lo que reclaman los que advirtieron del peligro del coronavirus antes de que fuera demasiado tarde y luego, cuando se desató el contagio, tuvieron que embutirse en trajes de plástico para curar a los enfermos en los hospitales y encerrarse en los laboratorios para buscar la vacuna que nos libre de esta pesadilla.
La comunidad científica solo reclama ser más escuchada por los que mandan. / REUTERS / ARND WIEGMANN
La comunidad científica advierte: probablemente esta no será la última pandemia que viviremos, así que debemos dotarnos de un sistema de biodefensa que haga las veces de ejército en esta guerra invisible. Ese batallón no lo formarán soldados, sino epidemiólogos, genetistas y profesionales del campo sanitario y la investigación médica que hasta ahora no han tenido el reconocimiento ni los presupuestos que merecían.
Los investigadores están convencidos de que el covid-19 va a acelerar multitud de cambios que venían anunciándose en los últimos tiempos, como todos los relativos al cuidado del medioambiente y el uso de la tecnología, en los que la ciencia tendrá mucho que decir, pero la nueva relación de la sociedad con el saber científico-técnico que plantean no está exenta de dudas. ¿Es posible un gobierno de sabios? «No somos políticos, ni queremos estar en los despachos del poder. Solo aspiramos a que nuestros criterios sean más escuchados por los que mandan», reclaman.
TURISMO: Ni ‘low cost’ ni paraísos lejanos
Por Noelia Sastre
«Adiós a la hipermovilidad, al 'low cost', a los récords de viajeros. Aprovechemos para proponer iniciativas más respetuosas con el clima y la comunidad». La reflexión desde el Centro Español de Turismo Responsable resume el objetivo de quienes llevan años advirtiendo de que la locomotora nacional (aporta un 12,3% del PIB y 2,6 millones de empleos) está al límite. «El covid-19 pasará, pero el turismo debe cambiar. Hay que frenar el consumo devorador de recursos».
La pandemia que nos obliga a pasar el verano como en los años 70 también debería servir para poner el foco en la España vaciada o en iniciativas como la 'Ruta del clima', nacida en Málaga para explicar cómo «el 10% de las emisiones globales provienen del turismo». «Ese es el impacto de las vacaciones en un paraíso lejano. La solución pasa por poner límite a los aviones, barcos y hoteles dependiendo de la capacidad de cada territorio».
Y en esa apuesta por repensar el modelo turístico están también los grandes. Hoteles, agencias y líneas aéreas buscan mejorar su imagen y plantear nuevos indicadores. «Ya no sirve exaltar el número de llegadas. Hay que diseñar una oferta por intereses y destinos». Mientras llega el modelo que acabe con la estacionalidad, con conceptos como el 'veroño', el sector aplica medidas de seguridad sanitaria y trata de recuperar la confianza del cliente. «En el índice de desarrollo sostenible de la ONU liderado por los nórdicos, España ocupa el puesto 21 de 162 países. El movimiento ya está en marcha y esta crisis lo va a acelerar».
ÉXODO RURAL: ¿Y si nos vamos a vivir al campo?
Por Nacho Herrero
Cuando la curva de los contagios del virus seguía despuntando, los fallecidos se acumulaban en las grandes ciudades y el confinamiento ya hacía mella en muchos, otra estadística empezó a crecer: la de las llamadas a inmobiliarias (o incluso a los ayuntamientos) a interesarse por casas en pueblos.
Los posibles rebrotes animan a buscar una residencia alejada del epicentro de la crisis sanitaria, en municipios en los que las condiciones del encierro fueran más blandas. La expansión del teletrabajo hace real una opción hasta ahora muy limitada por la falta de empleo en el mundo rural, pero solo para quien pueda acceder a ese tipo de empleo.
La crisis provocará un retorno al mundo rural, vaticinan los expertos. / MIGUEL LORENZO
Dolores Sánchez, profesora del departamento de geografía física y análisis regional de la Universidad de Barcelona, da por seguro que una crisis como esta provocará «un retorno al mundo rural» pero que «no va a ser masivo» y se producirá a municipios relativamente grandes, con dinamismo económico y bien comunicados. «Las áreas remotas seguirán vaciándose, es una utopía pensar que van a volver a florecer», asegura. En épocas complicadas económicamente es difícil embarcarse en aventuras, sostiene.
Huir del virus. Por Miguel Lorenzo.
Desde los pueblos ven con buenos ojos ese posible trasvase, pero defienden que las políticas han de estar orientadas a quien ya vive allí. «Lo primero es trabajar para que los jóvenes que son de aquí y quieran quedarse lo puedan hacer. Luego, si quiere venir gente de fuera, pues perfecto porque esta situación puede animar», explica Lucía Martí, alcaldesa de Palenques (Castellón).
RELACIONES INTERPERSONALES: Cooperación o sálvese quien pueda
Por Núria Marrón
Con el covid, lo personal se ha vuelto peligroso. Respirar el mismo aire. Abrazarse. Tocar las mismas cosas. Sin embargo, aún está por ver qué alcance tendrá el impacto de la distancia física y el 'shock' por la emergencia en las relaciones interpersonales y comunitarias, más allá de que la mascarilla ya forma parte del 'dress code' callejero y que lo físico ya no tiene prioridad ante lo 'online'. ¿Quedarán descabalgados los abuelos de la familia nuclear? ¿Qué muescas dejará la crisis en las relaciones sexuales? ¿Y qué fuerza saldrá ganadora de la tensión vivida entre libertad y control, solidaridad y sálvese quién pueda que está llamada a marcar la pospandemia? ¿Dónde quedará la explosión comunitaria que se ha vivido durante estos tres meses?
Las mascarillas ya forman parte del 'dress code' callejero. / JOAN CORTADELLAS
De momento, todavía hay más interrogantes que certezas. Sin embargo, para un grueso de investigadores, haber coreografiado la gestión de la epidemia como si fuera una guerra y no como una crisis sanitaria y de cuidados ha abonado el microcontrol y las desconfianzas, y que la vida digna se haya sacrificado sin pregunta alguna en nombre de la emergencia: los enfermos y los abuelos han estado solos y los muertos se han enterrado sin despedidas. «En la guerra todo vale, pero en los cuidados, no», advierte el psicólogo social Miquel Domènech.
Precisamente el choque entre capital y vida, el trabajo de cuidados y quienes lo sostienen, así como la dependencia –con el escándalo de los geriátricos–, han entrado en tromba en la conversación, aunque de momento no se avistan transformaciones de calado. A la vez, también está por ver el alcance que tendrá la mayor conciencia adquirida sobre la vulnerabilidad e interdependencia humana y respecto a un planeta en emergencia. «La vida humana es mucho más insegura si se deteriora el medio ambiente, nuestra relación con los demás y la naturaleza no es una opción ética, sino pura supervivencia», afirma la antropóloga ecofeminista Yayo Herrero.
MODA: Abran paso a la ‘slow fashion’
Por Noelia Sastre
El debate no es nuevo, pero el coro de voces que pide parar suena cada vez más alto en la moda, una de las industrias más contaminantes. Si Chanel, Inditex o Mango firmaron el 'fashion pact' en el 2019 para asumir su responsabilidad en la crisis climática (un simple lavado de imagen para los ecologistas), los independientes han aprovechado el confinamiento para pedir una moda más lenta en el mundo poscovid. Desde la carta abierta en la que Dries Van Noten y otros 300 creadores reclaman dos desfiles al año y procesos más sostenibles, hasta la iniciativa #rewiringfashion, en la que 1.600 firmas como Missoni o Isabel Marant proponen reordenar el calendario de presentaciones para acercar la llegada a tienda, evitando las copias y pérdida de interés de los clientes, desfiles mixtos en los que se pueda comprar en el momento o cancelar las rebajas a mitad de temporada.
El impacto de la epidemia ha obligado a cambiar la forma de vender. / JOSÉ LUIS ROCA
En España, los diseñadores de ACME, como Modesto Lomba, Juan Duyos, Juanjo Oliva, Andrés Sardá, Teresa Helbig o Adolfo Domínguez, piden recuperar la industria perdida y unirla al talento, apoyar la creación española, reflexionar sobre el hiperconsumo, comprar piezas que duren y se hereden. Los pequeños seguirán poniendo en valor el diseño, la artesanía local, la diferenciación. Los gigantes acercarán la producción, reforzarán el negocio digital y la experiencia omnicanal. Sostenibilidad, reducción de estoc, aplicación de realidad virtual en filtros y espejos o disolución de fronteras entre la tienda física y online son los retos de las grandes cadenas.
RETO AMBIENTAL: En busca de la vacuna climática
Por Michele Catanzaro
La emergencia pandémica ha ofuscado la climática, que sin embargo sigue acechando. Parte del mundo se paró del todo, pero ni eso fue suficiente para alcanzar la caída anual de emisiones establecida en los acuerdos de París.
La próxima cumbre del clima se ha aplazado. Algunos países pretenden reanimar la economía abriendo nuevas centrales de carbón y rescatando industrias contaminantes. Sin embargo, de la crisis del covid-19 se puede salir sin cargarse el clima. Los fondos de recuperación anunciados por Europa tienen vínculos ambientales. Pueden ser el impulso que faltaba para la transición verde. Los impuestos sobre las emisiones dirigirían la economía hacia sectores de futuro y proporcionarían al estado fondos para superar la crisis.
Hay indicios que apuntan a un repunte de los residuos plásticos tras el covid. / AFP / ANTHONY WALLACE
El covid-19 y el cambio climático conllevan una tercera crisis: la social. Cualquier estrategia debería incorporar medidas sociales potentes, según la filosofía del Green New Deal.
La renta universal o reducir el horario de trabajo a cambio de más empleo suavizarían las peores consecuencias de la crisis. A la vez, permitirían acometer cambios radicales en la economía, necesarios para reducir las emisiones sin temor a consecuencias sociales insostenibles.
El reto climático después del Covid
Algunos expertos creen que lo insostenible es volver a crecer. Solo un decrecimiento controlado de la economía es compatible con los límites del planeta. Según otros, ya es tarde: nos enfrentamos a un colapso inevitable de la economía y del clima.
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