Como el resto de los miembros de la UE, España cuenta con un plan climático para instalar de forma masiva energía renovable para cumplir con sus compromisos europeos y ante la ONU de lucha contra el cambio climático. La autorización ambiental de los proyectos, que en algunos casos está despertando el rechazo de distintos colectivos por los impactos en el territorio, depende de varias Administraciones. Pero las grandes instalaciones —aquellas que tienen una potencia superior a los 50 megavatios (MW)— deben ser autorizadas por el Gobierno central, en concreto, por el Ministerio para la Transición Ecológica. Durante los últimos años, la avalancha de proyectos de toda índole y la falta de manos en las Administraciones para poder analizarlos, han terminado en un enorme atasco que se ha liberado en apenas dos meses. El ministerio tenía hasta el 25 de enero para resolver las declaraciones de impacto ambiental (DIA) de un paquete de 202 proyectos que cuentan con el permiso para conectarse a la red eléctrica, requisito indispensable para que puedan operar.
Y en estas, nos aparece el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico explicando que "desde finales de 2018 España se ha convertido en uno de los lugares más atractivos del mundo para desarrollar proyectos renovables". Y enumera los principales motivos: "la fuerte caída de costes de las tecnologías eólica y fotovoltaica y las "excelentes condiciones de nuestro país para desarrollar este tipo de proyectos", entre lo que se destacan la abundancia de recurso solar y eólico, la presencia en toda la cadena de valor industrial, el capital humano cualificado, un sector financiero sofisticado y "bajas densidades de población en gran parte del territorio".
Esta última "bondad" enfureció lógicamente a la España Vaciada, partido que agrupa a las 170 plataformas que desde hace años luchan por el equilibrio territorial del país. Se interpretó la frase como un sinceramiento por parte del MITECO sobre el atractivo que tiene la despoblación para promotores e inversores. "Destapa su opinión de la España Vaciada y los territorios de sacrificio que nos condenan a ser", tuiteó el pasado miércoles por la mañana la cuenta oficial de esta formación política. "El MITECO reconoce en el boletín oficial que la despoblación de nuestra tierra es un buen negocio para las eléctricas y estado. Por eso no tendremos tren de alta velocidad ni inversiones en infraestructuras con la complicidad de los diputados y senadores de nuestra provincia", se quejaron desde Salamanca. Y, a traves de esta página, venimos a hacerlo los miembros del Grupo de Acción para el Progreso de Cuenca, sumándonos a lo afirmado por los salmantinos, en cuanto hace y afecta al trenicidio cometido en nuestra provincia.
Es una indignación agregada a nuestras exigencia de reanudación de los servicios del tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia (ver aquí) porque el Gobierno reconoce que "las bajas densidades de población" que sufre la España Vaciada son una excelente oportunidad para llenarnos de plantas solares y parques eólicos aunque no aporten ningún beneficio a sus territorios. Somos sus territorios de sacrificio".
Las colisiones de pájaros con los aerogeneradores suponen uno de los grandes problemas ambientales de la energía eólica, además de las líneas para transportar la electricidad que se genera. Y, cuando los parques están en zonas sensibles, se analiza la mortandad que puede provocar cada molino para establecer si es admisible o no. En el caso del parque eólico del Maestrazgo, donde se han identificado 79 especies de avifauna, destacan el buitre leonado, el alimoche y el águila real. También se ha constatado (aunque de forma más ocasional) la presencia de águila perdicera y quebrantahuesos. Varios de los aerogeneradores se han suprimido cuando se ha considerado que causarían altos daños en estas especies protegidas o cuando se ha concluido que supondrán un gran impacto visual desde alguno de los municipios de la zona. Y así lo vemos en Campillo de Altobuey (Cuenca)
Aunque nadie duda que el futuro modelo energético en nuestro país pasa por el necesario despliegue, entre otras fuentes, de la energía eólica, no conviene olvidar la conciliación entre esta energía limpia y el paisaje, que ha derivado en una polarización de los puntos de vista, inducida sobre todo por la transformación súbita que provocan los aerogeneradores en el paisaje. Y Campillo es un ejemplo cercano y directo.
Los aerogeneradores suelen ser cada vez más altos y tienden a situarse en crestas montañosas o en zonas donde el viento es más constante e intenso. Los aerogeneradores se agrupan en parques eólicos, a menudo acompañados de un edificio de control, una subestación eléctrica de transformación y una línea de evacuación, que añaden artificiosidad al paisaje. El mar también es un emplazamiento idóneo para los aerogeneradores, gracias a la constancia del viento. El resultado es que, muy a menudo, las zonas con las mejores condiciones de viento coinciden con los lugares de mayor exposición visual y significación simbólica.
Hace ya diez años Pere Sala Martí, Coordinador del Observatorio del Paisaje de Cataluña, indicó que la presencia de aerogeneradores genera controversia. A algunas personas les resulta agradable su forma estilizada o su color blanco, y los ven como un símbolo vinculado a la sostenibilidad. Por otra parte, otros tienen una opinión contraria, porque contrastan con los paisajes rurales tradicionales o desfiguran fondos escénicos. Para estas personas, más que un impacto visual, los aerogeneradores provocan un impacto en el carácter del lugar, que tiene que ver con dimensiones de carácter identitario, cultural e incluso afectivo que explican por qué la gente se siente parte de un sitio. Esta es una cuestión relevante que no se debería menospreciar. A menudo la oposición a muchos parques eólicos se ha banalizado y se ha considerado la controversia como una simple discusión de carácter estético, cuando las razones que explican el rechazo a proyectos generalmente mal explicados y nada o poco consensuados con el territorio son mucho más de fondo.
Podemos remitirnos, como hace este mismo especialista, a Gobiernos como los de Francia o Escocia, entre otros, con una larga tradición en temas de paisaje, todo esto lo conocen bastante bien y han entendido desde hace tiempo que, para que los nuevos parques eólicos sean bien aceptados, los aerogeneradores no se pueden poner como quien clava agujas de coser en un acerico, de cualquier manera y en cualquier lugar, sino que hay que compatibilizarlos con los valores ecológicos, históricos, estéticos o simbólicos del paisaje. ¿Se da esto en Campillo? Externamente todo da a entender que no. Por eso, frente al derrumbe paisajístico de este pueblo conquense salta a los ojos, los gobiernos antes citados hace tiempo que, conjuntamente con las entidades promotoras de la energía eólica y con las que defienden la conservación del paisaje, publican manuales con criterios y ejemplos para minimizar el impacto de los aerogeneradores en el paisaje. Afortunadamente, hoy contamos con bastantes conocimientos, experiencia y tecnologías de todo tipo, como el análisis de cuencas visuales o las modelizaciones 3D, como para poder afirmar de manera objetiva y contrastable que hay lugares donde los aerogeneradores encajan y lugares donde no: Campillo de Altobuey. Mi consejo es el mismo que el de Pere Sala: "En tierra habría que procurar evitar instalaciones en zonas emblemáticas o ante hitos relevantes; concentrarlos en lugar de dispersarlos y tener muy en cuenta elementos estructurantes como el parcelario, la vialidad o el horizonte, entre otros criterios de integración en el lugar".
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