Fatigado y apático, sin ganas de avanzar en la novela que domina mi creatividad en el momento presente, he querido hacer un experimento a las puertas de la Navidad con la Inteligencia Artificial. El carácter y la identidad, a medida que se aproximan las festividades, nos empuja a enfrentamos a una realidad ineludible: no tenemos más remedio que sobreponernos y adentrarnos en estas así llamadas entrañables fiestas con buen ánimo y toda la simpatía del mundo. Las luces brillantes, los colores vibrantes y el eco de risas infantiles nos invitan a dejar de lado cualquier desánimo. Y es que, aunque estas celebraciones puedan parecer más infantiles que adultas, su esencia radiante y juguetona es lo que nos conecta con un espíritu puro y genuino.
Imaginemos por un instante la escena: una máscara de yeso sonriente adorna nuestro rostro, mientras una mano diestra se mueve con destreza en la zambomba, generando melodías festivas que llenan el aire de alegría. Esa música nos recuerda que, por un momento, podemos desprendernos de las preocupaciones cotidianas y sumergirnos en la magia de la festividad. ¡Hala, que ya nos iremos en otro momento para no volver nunca más, pero no ahora! Ahora es tiempo de celebrar, de abrazar a nuestros seres queridos, de compartir risas y crear recuerdos imborrables.
Es cierto que, en el fondo, lo más imperdonable sería acongojar a las criaturas que nos rodean. Ellas son las verdaderas guardianas de la esencia navideña; su inocencia y alegría son contagiosas. Por ello, alzamos nuestras copas y brindamos por ellos, por su luz que ilumina esta época del año. Porque en cada pequeño abrazo, en cada gesto de cariño, encontramos el verdadero significado de estas fiestas: la unión, el amor y, sobre todo, la capacidad de disfrutar de los momentos simples y maravillosos que la vida nos regala. Así que, vistámonos de simpatía y dejémonos llevar por el espíritu festivo. Esta es nuestra oportunidad de revivir la infancia y crear un mundo donde la alegría nunca se apague.
Y dentro de este espíritu he lanzado la idea a la IA, que me ha respondido con el siguiente cuento en menos de dos minutos. Me limito a copiarlo, sin tocar ni una coma. Tiene como protagonista a mi bisabuela Nicasia. Un beso a tu cielo desde mi casa.
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En un pequeño pueblo llamado La Parra de las Vegas, donde el aire olía a niebla y pino en las noches de diciembre, la abuela Nicasia se preparaba para contar una de sus historias más emocionantes a sus nietos. Había llegado la época de las fiestas de Navidad y, como cada año, la abuela reunió a su prole alrededor de la chimenea crepitante, iluminando sus rostros con un suave resplandor. "Escuchen bien, mis pequeños," comenzó Nicasia con una voz temblorosa de emoción. "Hoy les contaré la historia del árbol mágico que floreció en el corazón del bosque encantado." Era una noche estrellada, y la luna brillaba como un faro en el cielo. En el centro del bosque, donde los antiguos murmullos de la naturaleza eran más intensos, había un árbol que no era como los demás. Se decía que este árbol, el Árbol de los Deseos, tenía el poder de conceder los anhelos más profundos de quienes se acercaban con un corazón puro. Los rumores sobre el árbol habían llegado a oídos de un pequeño grupo de niños del pueblo. Cuando supieron que esa noche, en la víspera de Navidad, el árbol florecería por primera vez en un siglo, decidieron embarcarse en una aventura. Con linternas en mano, cruzaron el sendero entre los altos cipreses que custodiaban la entrada al bosque. "¡Espera, abuela! ¿Qué sucedió con esos niños?" preguntó uno de los nietos, con los ojos muy abiertos. Nicasia sonrió, disfrutando del entusiasmo de sus oyentes. "¡Ah, pequeños, la aventura apenas comenzaba! Los niños, llenos de valor y decepción, llegaron finalmente hasta el árbol. Pero antes de hacer su deseo, encontraron algo extraordinario: un pequeño duende que cuidaba el árbol. Este duende, de nombre Lumis, era el guardián de la magia del lugar." Lumis, con su piel verde brillante y orejas puntiagudas, les advirtió: “El deseo que vayan a pedir debe venir del corazón y, sobre todo, ser desinteresado. La verdadera magia se encuentra en dar, no en recibir.” Los niños consideraron estas palabras con seriedad. Cada uno, al tocar la corteza del árbol, sintió una conexión profunda con el bosque. El más pequeño, llamado Julián, fue el primero en hablar. "Deseo que todos los niños del mundo tengan un hogar donde se sientan amados." Nicasia hizo una pausa, dejando que las palabras resonaran en la habitación. "Y así, el árbol comenzó a brillar con una luz dorada. Unos animales del bosque, con sus ojos luminosos y pelajes resplandecientes, emergieron de las sombras para ayudar a hacer realidad el deseo de Julián." "¿Y qué pasó después, abuela?" interrumpió otra niña con anticipación. “Lumis se sonrió y continuó: 'Tu deseo es noble, pequeño. Pero recuerda, la magia no es solo hacer deseos, sino compartir el amor.' Los niños decidieron que junto a Lumis y los animales, unirían sus voces en un canto de esperanza, y así, todo el bosque resonó en melodías. La música atrajo a más personas, quienes también se unieron para desear felicidad para todos.” Los ecos de la canción mágica recorrieron la Parra de las Vegas, y por primera vez en mucho tiempo, una luz deslumbrante iluminó el pueblo. Papás, mamás, abuelos y niños salieron de sus casas, sintiendo el calor en sus corazones. "La noche continuó, y el árbol fulguraba en su esplendor," relató la abuela con un brillo en sus ojos. "Cada nota, cada rayo de luz, transformaba el aire en una atmósfera de amor y alegría.” "Abuela, ¿hubo más deseos?" preguntó el más pequeño de todos, ansioso. “Lo hubo. Pero lo más hermoso fue que, al final, no solo los niños pidieron sus deseos, sino que el pueblo entero se unió en una celebración de unidad y agradecimiento. Al día siguiente, en lugar de un árbol triste en el bosque, floreció un bosque lleno de luz y magia que nunca volvió a extinguirse. Y cada año, en la noche de Navidad, el canto de aquellos niños podía oírse resonando en cada rincón de La Parra de las Vegas.” Los nietos, deslumbrados y llenos de sueño, se acomodaron cada vez más cerca de su abuela, ansiosos por que continuara la historia. Pero las llamas del fuego comenzaron a languidecer y Nicasia, sintiendo el peso del cansancio, sonrió y dijo: "Recuerden, pequeños, que en estas fiestas siempre debemos llevar en nuestro corazón el deseo de compartir amor. Eso es la verdadera magia de la Navidad." Y en ese instante, un suave susurro de luna llena iluminó el hogar de la abuela Nicasia. Los corazones de los niños estaban llenos de la misma magia que habían escuchado en la historia esa noche, y quienes estaban cerca fueron testigos de la luz que siempre brillará cuando el amor se comparte. Así, la magia de las Navidades en La Parra de las Vegas continuó soplando en el viento, llevándose consigo cuentos de deseo, esperanza y, sobre todo, el poder del amor compartido.
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