Me tocaba hoy quitar de la cabeza mucho estrés, después de varias semanas en las que he ido embastando los tres proyectos que absorben mi dedicación literaria, política y social. Y como suelo hacer cuando el cansancio acogota la creatividad, he cogido el coche y con este he viajado hasta el pueblo para descargar paso a paso en un reposado caminar cualquier atisbo de fatiga.
Por el camino del Arroyo del Tejar, después de varios años sin pisar su grato terreno, he ido pensando en el pasado. En el propio y en el ajeno. Sin nadie a mi lado, acompañado solamente por los surcos que nutren el despoblamiento de la España Vaciada, han sonado en la memoria las imperecederas compañías juveniles, que han reembolsado los recuerdos de hace cincuenta y más años. Mi primer amor, la casi novia que, con la cándida pubertad, dejé involuntariamente en Lérida y nunca ha desaparecido de la membranza, idealizada y embellecida en los momentos de expiación y de mayor esfuerzo.
Tampoco se ha desvanecido el segundo cariño. Aquel que durante varios años poeticé románticamente en las duras temporadas de estudio pasadas en el Colegio Mayor Ilerdense de Barcelona. Acabó, a causa de la distancia y el espacio, en una amistad distante; apartada e impoluta, pero siempre sentimental y romántica, como las cartas que entre examen y examen en la Universidad crucé con ella. Entre el leve cauce y los árboles he visto su estampa serpenteante y su efigie icónica, como buena descendiente de La Parra.
Son esas cosas que siempre ha tenido el amor juvenil, una experiencia que suele estar llena de intensidad y emoción. ¿Quién puede negarlo?, si durante la juventud los sentimientos amorosos pueden ser especialmente fuertes y a menudo se caracterizan por su pasión y espontaneidad. Dos rasgos que nunca se dieron con fidelidad en los instantes que, coartados por el caminar en grupo, este nos evitó siempre la posibilidad de expresarlo cara a cara y sin intermediarios.
Al menos yo, idealicé a esa imaginada pareja, a partir de una superficial relación romántica, viendo el amor a través de un lente de perfección y sueños. Viví con intensidad sus miradas, con las hechuras genuinas de las emociones que siempre deja el amor juvenil su magnitud, sus altos y bajos pronunciados. Cada momento juntos era sentido como trascendental.
Fue una etapa de la vida personal llena de lecciones, tanto sobre uno mismo como sobre las relaciones en general. Un tiempo despejado y vivo para cometer errores y aprender de ellos. Un magma de inocencia preparado por el destino incógnito, antes de que la vida y las experiencias adultas añadan complejidad a las relaciones.
El regreso a la calle donde tenía aparcado el coche ha estado terciado por la historia y los símbolos culturales parreños. Entre personajes próximos en el recuerdo, ha centrado mi atención una cuestión pendiente y que espero que pronto alcance solución, aunque esta no dependa propiamente de mi. Tiene que ver con los modismos, las expresiones, los refranes, las palabras y las expresiones populares singulares de La Parra, que una estimada maestra aquí afincada me prometió hacerme llegar para su debida publicación. Y nada más las tenga en mis manos, así lo haré, pues encierra una riqueza cultural que no puede perderse bajo ningún concepto.
Esas locuciones populares son frases que se utilizan en el lenguaje cotidiano y que tienen un significado figurado, a menudo culturalmente específico. Aquí tenemos algunos ejemplos interesantes de modismos y expresiones en español:
- **"Estar en las nubes"**: Significa que alguien está distraído o no presta atención.
- **"Meter la pata"**: Cometer un error o equivocarse.
- **"Hacer la vista gorda"**: Fingir no haber visto algo, generalmente algo malo.
- **"Echar una mano"**: Ayudar a alguien.
- **"No tener pelos en la lengua"**: Hablar con franqueza, sin censura.
- **"A buenas horas, mangas verdes"**: Llegar tarde cuando ya no se necesita la ayuda o intervención.
- **"Tener un corazón de oro"**: Ser muy generoso y amable.
- **"Estar como una cabra"**: Estar loco o actuar de manera muy excéntrica.
- **"Ponerse las pilas"**: Ponerse a trabajar de manera enérgica y eficiente.
- **"Ser pan comido"**: Ser muy fácil de hacer.
Estas expresiones son parte integral del lenguaje y reflejan la cultura y el humor de los hablantes. Un ajetreo costumbrista que José Mota puso en valor cuando llevó a la televisión las expresiones y palabras manchegas que trascendieron de la España más profunda para darse a conocer. Tal es el repertorio, que existe un diccionario llamado ‘El Bienhablao’ que recoge todas las expresiones y vocablos más conocidos y empleados en la región manchega con su respectivo significado.
Olegario Ortiz Carcelén, a sus 95 años y nacido en Chinchilla de Montearagón, un pueblo de la provincia de Albacete, comparte con THE OBJECTIVE las palabras más características de la región que, muy posiblemente, cualquier hablante fuera de la provincia desconoce. Expresiones y palabras recogidas brevemente en el citado diario, y que doy por supuesto coincidirán algunas con la recolectadas en el trabajo realizado explícitamente para el hábitat parreño.
Últimos comentarios