Mañana es un día notable y significativo para quienes tenemos la dicha de ser y sentirnos parreños. El Ayuntamiento de La Parra de Las Vegas en colaboración con la Asociación el Salto del Vaso y la Hermandad del Santo Cristo de la Salud va a celebrar el día del árbol 🌳. Y para llevar acabo esta preciosa actividad se nos ha pedido una colaboración, apadrinando un árbol. Cada árbol (olivos, cipreses y almendros) apadrinado va a ser plantado entre todos los vecinos y cuantos les acompañemos, con la noble intención de pasar un agradable día todos juntos. Los árboles serán señalados en su base con una piedra de río con el nombre escrito o el de la persona a la que hayamos querido dedicar.
Los dos árboles por mí patrocinados llevarán, simbólicamente, el nombre de mi padre (Saturnino) y de su nieto (Juan Andrés), con la buena intención de que ambos echen raíces en la tierra que me vio nacer. Una pretensión consecuente y familiar, sacada de las memorias de mi progenitor, un fulgor ilustrativo cuyo talento ha guiado muchas decisiones que he ido tomando a lo largo de la vida y que también he intentado transmitir a mi hijo.
Cuenta mi padre en esa fidedigna remembranza lo siguiente: "Estamos en los años 1950, la situación comercial y económica de España ha cambiado; empezamos a tener relaciones comerciales con varias naciones y los cupos de trigo y carne han sido eliminados, los pueblos quedan libres de esa carga y pueden vender libremente sus productos". Destaca que, una vez desaparecidas la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes y la Fiscalía Provincial de Tasas, "el cargo de alcalde es muy bonito, y, al no tener problemas, apetecible". Así, declara él, "empieza la política de quítate tú de Alcalde porque eres pobre, que tenemos que ser alcaldes nosotros, los ricos".
No se corta Saturnino un ápice, y con pelos y señales narra el desenvolvimiento de un mal quehacer político, absorto en embustes "caciquiles" -así los califica- embastados en la capital conquense y ejecutados por un Inspector -enchufado de Falange, como ordenaba el sistema político de aquel tiempo y denuncia mi padre- que "fue uno de los culpables de la ruina de la mayoría de los pueblos de la provincia de Cuenca,..., proponiendo el nombramiento de Alcaldes que únicamente ejercían el cargo en provecho de ellos mismos..., en vez de nombrar alcaldes dinámicos, imparciales y con ganas de trabajar en beneficio y progreso de los pueblos". Todavía más, agrega con sagacidad, de haber caminado por esta última cañada esto hubiera "cambiado la trayectoria de la provincia, orientando el enfoque gubernamental y administrativo de los alcaldes, ayudándoles a conseguir subvenciones estatales para mejorar los servicios de los pueblos y, sobre todo, convencerles para instalar industrias de aquellas materias primas que se producen en la provincia".
¡Cuánto sabía mi padre!, un autodidacta que con sus estudios primarios poseía un bagaje formativo superior al de los bachilleres de entonces, como demostró años después en su puesto de contable en la Intervención del Ayuntamiento de Lérida. Sí, dice en sus memorias que, de haberse seguido su consejo, podría haberse dado "trabajo a los obreros y evitar la emigración". Pero no fue así, aquel nefasto "inspector", cuyo nombre no voy a citar porque -¡hados de la vida y el destino!- muchos años después sería compañero mío, entrado en años y más granado, en el ejercicio de una de las jefaturas que ocupé en una entidad gestora de la Seguridad Social en Cuenca, propuso en los años cincuenta del siglo pasado "el nombramiento de sus amistades como alcaldes, que nada hicieron por ayudar a los pobres obreros y estos, al verse desprotegidos, tuvieron que salir del pueblo en busca de trabajo". Y aquí, observa con intachable perspectiva historiográfica Saturnino, "empieza la emigración y con ello la despoblación y pobreza de la provincia de Cuenca". Real como la vida misma y de este modo consta él en los estudios que unos cuantos profesores especializados en socioeconomía han descrito en trabajos de enjundia.
Por todo esto, mañana, al plantarle el árbol a Saturnino Buedo me acordaré con la mano en el pecho de la siguiente cita de sus memorias: "Un hecho memorable, el día 5 de mayo de 1951, estábamos revisando las fincas en el paraje denominado La Aceña, acompañado por Desiderio Rubio La Parra, cuando se presentó mi padre [-o sea, mi querido abuelo-] a decirme que Isidora, mi esposa, estaba de parto. Inmediatamente nos vinimos y cuando llegamos al pueblo ya había dado a luz un niño, al que le pusimos por nombre Juan Andrés". Casi setenta y tres años hace de ello.
Últimos comentarios