La breve estancia de ayer -Día de la Fiesta Patronal del pueblo- en La Parra de las Vegas, de la que nos sacó una malévola indisposición alojada en el cuepo de mi querida esposa, a pesar de la aflicción de este hecho, nos ha dejado sin embargo una buena solada, que a mí en particular me predispone a difundir unos agradecimientos directos y muy personales. Para esto voy a recurrir a Jorge Luis Borges especialmente, gran maestro a la hora de colocar este tipo de toga.
Decía este escritor que, como todos los actos del universo, una dedicatoria es un acto mágico, pues entraña el modo más grato y más sensible de pronunciar un nombre: "Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio..." A los que añado hoy yo: ¡Cuántos Socorro, Esperanza, Eli, Fernando, Emilio, Amparo, Ana, Vicenta, Juan Carlos, Reyes, Chencho...! En suma, qué cantidad de familiares y amigos prestaron su valimiento ayer en la Iglesia a Juli, para arrancarla de las manos del vértigo que la estaban tumbando. Gracias a todos ellos regresamos ambos a Cuenca con pausa y en plenitud. No olvido tampoco a los seis niños y niñas que en el banco delantero al que nos sentábamos nosotros aguantaron con educación primorosa el desarrollo de la misa mientras el abanico de Juli lanzaba el aliviador soplillo refrigerador.
Tan bien se portaron todos ahí que Juli, un pináculo de la práctica religiosa y artística, ha prometido que "mientras pueda acudirá todos los años a esa procesión", que, por cierto, el mal tiempo no permitió recoger al Santo Cristo en su ermita. Lo estará haciendo en los instantes que esta línea escribo.
La eventualidad ha servido para que mi persona, absorbida siempre por compromisos de prodigalidad social, se salga también de los rodales intelectuales y le haya prometido ser más positivo para vivir mejor. Para esto ha servido la suave llovizna que ayer mojó la blanca barba que brota de mis mentones. No constaté en la gente intenciones oscuras y desalentadoras en ninguno de los muchos momentos que en la Iglesia traspasé la mirada para ver el estado de Juli, en todo instante con los ojos cerrados.
¡Gracias Santo Cristo de la Salud!, ha exclamado ella durante el desayuno.
Esta refacción ha pausado el nudo argumental por el que se desenvuelve el presente parecer: Me gusta el pueblo, pero sobre todo su gente. Hace pocos años, por deformación profesional -las cosas esas de la "España vaciada"- y avanzado de toda esa literatura sociológica, pensaba que iba camino del abandono total y la desaparición. Ahora puedo decir con orgullo que no es así. Se ha aplicado la medicina social recomponedora adecuada, en la que tienen un asiento de honor Vicente y Rubén, junto con todos esos jóvenes que dan impronta y calidad a sus iniciativas. Ánimo coterráneos parreños. La edad me permite afirmar, esta es la máxima que quiero transmitir ahora, que es fundamental en el comportamiento social saber distinguir las intenciones oscuras de las desalentadoras. Por esto debe destacarse la gente con capacidad de análisis, ya que son los nuevos guías del mundo de la luz. Veo repoblada La Parra de una nueva generación de amplia cultura, que da motivo para la esperanza y permite observar su creatividad y lúcidas soluciones. Por eso traspasan las fronteras de los intereses egoístas, que tantos años poblaron el municipio. Creo que ahora no se ven, como décadas atrás, "buenos y malos", como en las películas. Si acaso, existen buenas y malas intenciones, y, afortunadamente, La Parra de las Vegas ya ha despertado para ver mejor que nunca a discernirlas.
Ayuda en este camino el símbolo y el mito del Santo Cristo de La Parra. Puedo decir que en mis años de universitario mundano, con ideología marxista rezumando por los cuatro costados (de la que luego tuve que renegar, como demostré en varias publicaciones, tras mantener un entrañable debate politológico con el entonces vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra), para conseguir la superación de duros retos personales, durísimas oposiciones en la función pública o difíciles proyectos en los que me vi embarcado, encomendarme a ese gran emblema me dio la fuerza necesaria para conseguir las metas trazadas. Mejor todavía, en la búsqueda de la felicidad, a la que no he renunciado en ningún instante, me ha ayudado a hacer más llevaderas la gran cantidad de actividades que he realizado, fortaleciendo el espíritu y marcando las prioridades que éste establece en el logro de los éxitos.
El reclamo de unas gotas de ternura, en un día como hoy, me ayuda a terminar lo dicho. Voy a hacerlo de la mano del filósofo Baruch Spinoza, quien agrupó todos los posibles tipos de emoción en "formas de placer" o en "formas de dolor", y desde entonces los psicólogos que han venido investigando hasta hoy el complejo y fascinante mundo de las emociones humanas coinciden en distinguir dos tipos generales de las mismas: las emociones positivas (que nos producen gozo y bienestar físico y psíquico, nos motivan e impulsan al logro de nuestros objetivos, constituyen una experiencia subjetiva placentera y son constructivas y salutíferas: entusiasmo, júbilo, alegría, gozo, optimismo, ilusión, aceptación, esperanza, buen humor, confianza, valor/valentía, sentido del humor, adaptabilidad, fluidez, creatividad, elevación y resiliencia, o capacidad de superación) y las emociones negativas (decepción, pesimismo, desilusión, malhumor, melancolía, miedo, tristeza, depresión, desmotivación, desconfianza, irascibilidad, asco, derrota, hundimiento, tedio).
¡Felices Fiestas de Agosto parreños! Un abrazo a tod@s.
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