Acabo de darme de baja de un grupo "privado" de Facebook. Y lo siento.
Lo he hecho porque no acepto la censura, y, mucho menos, que se atente a la dignidad personal.
Decía Arístóteles, gran defensor de la meritocracia, que la dignidad no consiste en tener honores,
sino en merecerlos. Y, en esta tesitura, siguiendo a Saramago, amparo mi decisión,
basada en el hecho innegociable de este concepto: "La dignidad no tiene precio.
Cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido."
El hombre de cada región, tiene dicho Gervasio Manrique de Lara, es un producto de su medio natural. La geografía modela al ser humano a su antojo. Se comprueba cómo los hijos de emigrantes, que se asientan en otros lugares, adquieren las influencias del ambiente natural donde viven. Por tanto, el medio físico imprime el módulo de expresividad al ser humano.
He aquí por qué Castilla, puntualiza este escritor, nos da un tipo varonil con sus peculiaridades raciales en consonancia con sus circunstancias geográficas.

Las áridas llanuras de Castilla como un mar encrespado, su cielo límpido y despejado, sus lomas rojizas resquebrajadas de sed, la desolación, los éxtasis, el silencio solemne de la monotonía infinita, los paisajes geométricos de líneas cruzadas, el clima extremado imprimen a los hombres de Castilla su heroico estilo de vida con perfiles físicos y espirituales bien acusados, sigue diciendo el mencionado autor.
Así se entiende que el carácter castellano concuerda en armonía -y en todo instante- con el medio natural de su entorno: reciedumbre espiritual, austeridad heroica, estoicismo moral. Por ello descuella el espíritu especulativo y de reflexión. Predominio racional apto para las ciencias que exigen esfuerzo mental. Escasas aptitudes para las creaciones imaginarias. He ahí su realismo en la poesía y el arte [no] son los primores de la loca fantasía. Lo reflejaba Antonio Machado y lo he sentido esta mañana en mi fuero interior al borrarme de la película documental que venía exhibiendo sobre el pueblo en el que nací, La Parra de las Vegas, cuyos aires respiraré mientras viva, mal que les pueda pesar a algun@s.
He dudado sobre si merecía la pena seguir dando partitura literaria a este documental, que ha ido ensanchando paulatinamente el recoveco de "Los vanidosos de La Parra de Las Vegas". Y la Antropología me ha situado en el sendero luminoso: "hay que seguir, no pongas el final" ("y", último nº correlativo, terminación). Por fortuna mi estancia vital posee muchas ventanas, y, si me cierran una, la claridad no se oculta, sino que se expande con mayor vigor abriendo otras. Podrá verse cuanto digo en la novela El compromiso de Samuel Eskenasy, la segunda parte de El artista de Valdeganga, muy avanzada ya.
Este es el punto impulsor del episodio 27 que transmito en esta fecha. Necesito hablar, aquí y ahora, despues de lo sucedido en el pantano de las redes sociales con un grupo constreñido por el que espero no volver a aparecer -la cultura me lo impide-, de una problemática perdurable y actualmente en alza, la que conllevan las envidias y las relaciones sociales en el medio rural español.

El debate sobre las
brechas de todo tipo existentes entre el mundo urbano y metropolitano respecto de las zonas rurales o más periféricas constituye un tema de máxima actualidad. Más aún en el contexto del cambio climático y de las decisiones que hay
que tomar y acometer para lograr un crecimiento económico que sea sostenido, inclusivo y sostenible a la vez. Bueno, pues el borrado de esta alusión -completada en el post `compartido´ días atrás en el restringido grupo Fk- es el causante de mi salida de éste. Parece que en sus alrededores andan más aplicados en notificar sus andanzas de peña y estómago que en impulsar la cultura y sus estratos. Que les vaya bien.
Sin embargo, se queda muy corto ese camino para tranquilizar la conciencia de cuantos estamos implicados en "crear futuro". El fenómeno de la
España vaciada expresa este gran desequilibrio interno que acaba por expulsar de las oportunidades de progreso económico y social a importantes segmentos de la población, o bien les fuerza a las migraciones interiores hacia las grandes áreas metropolitanas en busca de una mejor calidad de vida, oferta de servicios u oportunidades laborales
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la proporción de empleos que por su naturaleza pueden realizarse a distancia en las distintas comunidades autónomas españolas oscila entre menos de una cuarta parte en las Islas Baleares y Extremadura y el 41% de Madrid. No solo se trata de una cuestión del tipo de ocupación -paradójicamente más propicias al trabajo no presencial en las grandes ciudades-, sino del acceso a las redes.
El envejecimiento de la población por el éxodo forzado hacia las metrópolis y el difícil acceso a otros servicios básicos (educación o salud) son elementos fundamentales en la desconexión y desigualdad rural que solo podremos resolver con políticas que anclen riqueza y actividad al territorio y que faciliten un crecimiento vertebrador para combatir desigualdades no solo entre regiones de un mismo país, sino también entre países de una misma zona.
Desde el año 2007, más de la mitad de la población mundial vive ya en ciudades y se espera que este porcentaje alcance el 60% en 2030. Este crecimiento de las grandes urbes -en ocasiones rápido y desordenado como vemos en muchas regiones del planeta- reproduce gran parte de los problemas de sostenibilidad globales al provocar ineficiencias y sus propias desigualdades. La contaminación, el desplazamiento de sectores sociales más vulnerables, el incremento de la pobreza e inseguridad urbana o el aumento a veces insostenible del tráfico son solo algunas de las consecuencias directas de la expansión de las ciudades.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas priorizan la reducción de las desigualdades «en y entre los países» (Objetivo 10) y la sostenibilidad de las ciudades (Objetivo 11), dos metas interrelacionadas y complementarias.
«Lograr que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles», reza el ODS 11; que ello sea posible pasa en buena medida por frenar la urgencia de las migraciones internas del mundo rural al urbano. Por tanto, como dijo Tobías Martínez en marzo pasado, es tiempo de apostar por políticas de arraigo focalizadas en conseguir desarrollo local en municipios más pequeños a los que la baja densidad poblacional y la menor oferta de servicios e infraestructuras parecen condenar al olvido. Unas políticas de arraigo, muy lejos del proceder de ese grupo de "peñistas" centrados en el ocio y no en el empeño por el emprendimiento y el desarrollo sostenible. Han de saber esos turistas de peña escueta que la política es necesaria para cualquier apoyo amparador de efectos positivos, sirviendo de palanca a la transición digital. Este es el modus operandi que permitiría ganar tiempo y espacio para una planificación del territorio más integrada, con una malla de poblaciones pequeñas, ciudades intermedias y grandes que ayuden a corregir y reequilibrar las asimetrías de las grandes megalópolis.

Lo que se ha explicado conlleva tener siempre presente el concepto de los desequilibrios demográficos y el que se conoce como "generación soporte". Lo explicó muy bien el equipo coordinado por Luis Camarero en su trabajo La población rural de España. De los desequilibrios a la sostenibilidad social (Fundación "la Caixa", Colección Estudios Sociales, Núm. 27). Despeja ahí el hecho de que en la reciente historia del medio rural hay muchas generaciones que han tenido protagonismo en distintos momentos. Y se ocupa de aquellos que nacieron en torno a la década de los sesenta en pueblos y pequeños municipios. Al igual que, también, de aquellos que, de la misma generación, se fueron a vivir a zonas rurales. Observa que esta generación es un grupo clave en el desarrollo rural y en la vida actual de los pueblos. Es un grupo relevante no sólo por la edad madura en la que se encuentran ahora mismo sino, sobre todo, por la posición estratégica que ocupan como generación numerosa dentro de la irregular composición generacional que caracteriza al medio rural.
Por ello, por soportar la vida rural, son el sujeto y el protagonista principal de ese libro acerca de la sostenibilidad social de las áreas rurales. Reparan los autores del mismo en la formación histórica y la composición de la generación soporte y terminan analizando cómo, además, su presencia o ausencia expresa, a la vez que define, los distintos paisajes sociales que forman la ruralidad española. A toda esta me abrazo, y, con la misma, justifico mi marcha del grupo de Facebook que termino de abandonar.
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