En esta porción territorial está enclavado uno de los municipios con menor densidad de población de toda España. Es mi pueblo, La Parra de Las Vegas (Cuenca), que posee ahora 39 habitantes -es decir, 0,63 hbs./km2-, con una edad media de 54,33 años (ver aquí).
Cuando digo esto es porque pienso lo mismo que Maite González, directora del grupo de acción local Adefo en la comarca zaragozana de las Cinco Villas, que abarca 52 núcleos de población y 30.000 habitantes, de los que 24.000 corresponden a Ejea y Tauste. Y, como destaca igualmente, "la Administración debe prestar los servicios básicos, pero esta es una lucha de largo recorrido y con resultados inciertos". Una microsíntesis que lleva mal curada la cicatriz de la despoblación, causada por la brecha -cada día más honda- entre la España urbana, localizada alrededor de Madrid y la periferia de la costa; y la rural, con una población escasa, envejecida y dispersa geográficamente. Las dos verdaderas Españas, una mala realidad que parecía amortizada hasta que en 2017 coincidieron dos circunstancias, agudamente descritas por Raúl Conde (vid. su artículo "La mitad de los pueblos de España está en riesgo de desaparición", aquí): por un lado, la introducción de este asunto en la agenda política; por otro, la publicación de varios libros de éxito, entre los que sobresalen La España vacía, de Sergio del Molino; o Los últimos, del periodista Paco Cerdà, lo que ha disparado la celebración de congresos y conferencias.
Mi hijo Juanan ha participado en varios de estos eventos, y, muy concienciado con este problema, se halla investigándolo a fondo con otros profesionales desde el Grupo Recoveco, paso a paso, con carácter multidisciplinar (por lo cual han tenido la deferencia de incluirme como sociólogo, cosa que agradezco a estos jóvenes especialistas de la Arquitectura y la Ingeniería, para cooperar en las tareas demográficas y en el desenvolvimiento de proyectos de políticas "directas" de población; área en la que vengo trabajando desde 1971).
Estos conocimientos me fuerzan a dejar a un lado la literatura y obrar como cualquier cirujano social que se precie, o sea, cumpliendo con la obligación moral de atajar y reparar las enfermedades producidas en una sociedad. La clave se halla en evaluar -algo que no todo el mundo sabe- las prioridades que deben marcarse, y realizar inmediatamente una serie de políticas cuya clave se desenvuelva en la ejecución de programas colaterales e ininterrumpidos que faciliten oportunidades para desarrollar las capacidades de cada zona; más aún, que allanen un desarrollo que debe venir de abajo a arriba. Algo que dio la razón al propio Aurelio García, presidente de la Red Española de Desarrollo Rural, que engloba a más de 170 grupos de acción local, al afirmar que todavía "hay mucha filosofía y poca concreción. Bienvenidos sean los pasos políticos que se están dando, pero hemos perdido un año. Hay que empezar a exigir fondos públicos". Y parece que, por fin, esto van a llegar a partir de este mismo año 2019. ¡Manos a la obra!, pues, si no queremos ver convertida La Parra de las Vegas en un pueblo así: en una ruina.
A partir de 2017, el aumento de la población española (en La Parra este fenómeno se produjo desde comienzos del sexto decenio del siglo pasado) ha quedado exclusivamente —ya lo estaba mayoritariamente— en manos del saldo migratorio, un fenómeno muy variable y mucho más impredictible que las tendencias de natalidad y mortalidad. Hay que retroceder hasta la Guerra Civil para observar un fenómeno igual.
Un estudio del INE prevé que España pierda en los próximos 10 años 2,6 millones de habitantes —más de la suma de la población de las ciudades de Barcelona y Valencia— y caiga hasta los 44.082.671. “Es un reflejo de que la situación en España es mala: vienen menos inmigrantes, emigran más residentes y la gente no tiene los hijos que desearía”, sostiene Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Y, lo que resulta más dramático para estas cercanías, la caída de población dejará de ser un fenómeno limitado básicamente a zonas rurales o en desarrollo, sino que se generalizará. Así está llegando ya a Cuenca capital, y se acentuará durante el próximo quinquenio de no ponerse en marcha rápidamente las políticas que los expertos en demografía venimos demandando.
(Continuará)
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