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1Las políticas urbanas sobre mitigación del cambio climático y de la contaminación atmosférica deberían centrarse primordialmente en las fuentes de contaminación (tráfico, transporte, calefacciones...), más que en los llamados “sumideros” (soluciones capaces de absorber o contrarrestar los contaminantes, pero con capacidad muy limitada).
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2Los parques urbanos, el arbolado viario o la vegetación en edificios pueden actuar como zonas y corredores de aire limpio y fresco en las ciudades, y son especialmente relevantes debido a la ausencia de terrenos disponibles en los núcleos urbanos. La mayoría de estos elementos son multifuncionales para los tres servicios “ecosistémicos” considerados: calidad del aire, temperatura local y secuestro de carbono.
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3Para mejorar la salud humana en las ciudades es esencial mejorar la calidad del aire y el confort térmico, frentes en los que la infraestructura verde urbana puede ser un buen apoyo a escala local.
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4Respecto a la mitigación y adaptación al cambio climático, los entes locales y metropolitanos deberían fomentar las compensaciones de carbono más allá de los límites urbanos, dado que se trata de un desafío a escala global. A través la infraestructura verde se puede incidir en vías de transporte y fuentes de contaminación (centrales eléctricas, grandes industrias, etc.) que se encuentran alejadas de los núcleos urbanos.
En las áreas urbanas suelen priorizarse aquella infraestructura que contribuye a mejorar la calidad ambiental y el bienestar y la salud de la población urbana. Se orientan, por ejemplo, a la purificación del aire, la disminución del ruido, la regulación de la temperatura urbana. Sin embargo, hasta qué punto la infraestructura verde puede proporcionar efectivamente estos servicios “ecosistémicos” depende de múltiples condiciones estructurales, funcionales y medioambientales.
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