Gana enteros el político que es capaz de conectar de forma directa con los suyos, a pesar de, o más bien gracias a, enervar al resto
VÍCTOR LAPUENTE GINÉ (Publicado en El País, aquí)
Pablo Iglesias en la sesión parlamentaria del pasado 19 de julio. FRANCISCO SECO (AP)
Uno de los misterios de nuestro tiempo es que los políticos que más mienten son los que parecen más auténticos. Los más inconsistentes —que dicen hoy A y mañana, B— son los que, paradójicamente, vemos como los candidatos con más personalidad. Incluso las democracias más asentadas, como Reino Unido y EE UU, son pasto de políticos oportunistas. Años atrás hubiera sido inconcebible que Donald Trump ganara la nominación republicana o que Boris Johnson se convirtiera en el ministro de Exteriores de Su Majestad. ¿Por qué el oportunismo, la inconsistencia, e incluso la mentira, son más rentables hoy?
Para empezar, la política se ha polarizado. Las tergiversaciones hiperbólicas —sobre los inmigrantes, la UE, los bancos o lo que fuere— eran denunciadas por unos medios de comunicación con vocación de llegar a todos los ciudadanos. Hoy son celebradas en las redes sociales. Y propagadas por unos medios con voluntad de nichos en los que los seguidores de una ideología se sientan cómodos.
Progresa así un nuevo tipo de político. Pierde peso el candidato con capacidad de persuadir, o como mínimo no irritar, a la mayoría silenciosa. Gana enteros el político que es capaz de conectar de forma directa con los suyos, a pesar de, o más bien gracias a, enervar al resto. En unos medios con unos colores bien definidos, los políticos no se pueden distinguir los unos de los otros por el argumento de fondo. Todos lo comparten. Con lo que buscan singularizarse adoptando un tono distintivo, irrepetible. En la nueva política, como dice Pablo Iglesias, “el tono lo define todo”. No te diferencias de tus competidores dentro del mismo bando ideológico proponiendo políticas marginalmente mejores, sino con un estilo particularmente llamativo. Trump, Johnson o muchos de nuestros políticos con más impacto, no dicen lo que los votantes quieren oír, sino cómo quieren oír las cosas. Con provocaciones, exageraciones y comentarios irónicos. El mensaje es secundario y puede cambiar de un día a otro. Lo que no se altera, lo que permite la identificación con el votante, es el tono. Un tono auténtico, construido mentira a mentira. @VictorLapuente
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