Precaria victoria del PP en un escenario desolador. Los electores envían al PSOE a la oposición, donde debe permitir gobernar al que tenga los votos
Mariano Rajoy saluda a sus partidarios desde la sede central de su partido en Madrid, una vez conocido el recuento de votos del 26-J. MARCELO DEL POZO (REUTERS)
Una vez conocida la decisión de los españoles, el escenario es distinto al del 20 de diciembre, pero las novedades no son suficientes como para que una sola fuerza política pueda asegurar el futuro Gobierno. La prioridad absoluta es la de hacer posible un pacto que garantice rápidamente un Ejecutivo estable, corrigiendo así la peor consecuencia de la legislatura precedente. Ahora se necesitan soluciones, aunque para ello sea preciso pasar por encima de los intereses partidistas o personales más concretos. De ningún modo puede repetirse la esterilidad del periodo anterior ni acudir al irresponsable expediente de dejarse llevar hasta unas terceras elecciones.
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El resultado del PP, claramente mejor que el de diciembre, le concede de nuevo la iniciativa para intentar formar Gobierno; esperemos que no lo rechace de nuevo. Su líder, Mariano Rajoy, puede sentirse razonablemente recompensado con la ganancia de escaños, pero sigue lejos de poder gobernar en solitario. Le corresponde intentar la formación de un Gobierno de base amplia y para ello tiene que abrir un diálogo responsable y sincero. Seguimos creyendo que la retirada de Rajoy facilitaría ese proceso, pero asumimos que el presidente verá este resultado como una reivindicación personal. Su estrategia de polarizar la campaña, con ayuda de Podemos —involuntariamente, también del referéndum británico— ha sido eficaz, por mucho que la suya no sea más que una triste victoria en medio de un escenario desolador.
Las demás fuerzas tienen que interpretar lo sucedido con realismo. En el caso del PSOE, se trata de un partido tan tocado que hasta un pésimo resultado —como el que indudablemente ha obtenido, que empeora el desastre de diciembre— es susceptible de convertirse en una buena noticia, dado que ha aguantado en la segunda posición y evitado el tan cacareado sorpasso. Cuando concluya en Ferraz el suspiro por haberse librado del final por muerte súbita, tal vez se comprenderá que todos los problemas que el partido tiene siguen así, empeorados ahora por el hecho de que hay cinco diputados menos de los que había hasta hoy. Esperamos que en los próximos días, con más calma, el PSOE abra un verdadero proceso de reflexión y reestructuración para abordar los asuntos de fondo que siguen amenazando su supervivencia. De momento, desde la prioridad absoluta de facilitar la gobernabilidad, el PSOE debe escuchar el mandato de los electores de que permanezca en la oposición y permita con su abstención que gobierne aquel que tenga los votos necesarios para hacerlo.
El PP debe abrir un diálogo responsable y sincero que supere de una vez los bloqueos
Aunque el PSOE haya sufrido un nuevo retroceso en escaños, el golpe más importante lo han recibido sin duda los dirigentes de la coalición Unidos Podemos. Su estrategia de constituir un bloque de izquierdas, sumando los votos que habían obtenido por separado en diciembre, no ha funcionado. Incluso parece haber generado rechazo entre muchos electores y provocado una cierta corriente de simpatía hacia el PSOE.
Con estos resultados, Podemos no puede reclamar la hegemonía de la izquierda, ni menos aún, liderar, como pretendía, un proyecto de cambio político basado en una mayoría que no existe entre los electores. El PSOE continúa siendo el partido que lidera la izquierda europeísta, reformista y constitucionalista: los electores siguen respaldándolo como opción moderada y más identificada con la socialdemocracia.
Más que nunca se espera que los líderes acentúen su sentido de la responsabilidad a la hora de administrar los resultados. Por supuesto que el cambio de representación obedece al desgaste del sistema anterior, como hemos analizado muchas veces. Pero ahora hay que abordar soluciones, partiendo de que ninguna de las minorías votadas ayer tiene fuerza suficiente como para imponer su ideario. Y hay que hacerlo a través del impulso que supone disponer de un Gobierno, sin prolongar por más tiempo la interinidad que arrastra este país a partir del fracaso de las negociaciones para constituir un poder ejecutivo.
El PSOE sigue siendo el partido que lidera la izquierda europeísta y constitucionalista
Es la hora de la generosidad de los partidos y de aceptar mayores dosis de sacrificio para conseguir un pacto. Se necesitan soluciones para la estabilidad de España.Lo peor sería reproducir la esterilidad de la breve legislatura anterior: acabar con los bloqueos es la idea que debe predominar. Nada sería más irresponsable que provocar unas terceras elecciones en un año.
Para que pueda iniciarse la legislatura hay que optar por una fórmula de gobierno. Toca construir una solución que acabe con mejor suerte que la intentada por Ciudadanos y PSOE en la fallida legislatura precedente. Sea cual sea el desenlace, necesitamos un Gobierno que satisfaga las necesidades de los ciudadanos y sea creíble ante los españoles y ante nuestros socios europeos.
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