Este blog pretende ser un equitativo rincón de la crítica a la propaganda política. En su modestia, tiene abiertas las ventanas a cuantos aires nos libren de las contaminaciones ideológicas.
Reivindicación del tren para el progreso de Cuenca Se pretende quitar el tren luego de haberlo degradado durante más de treinta años. El resultado del cierre es vergonzoso: la pérdida de la vertebración del territorio, el agravamiento del problema demográfico, el desperdicio de una oportunidad para reducir la huella de carbono y la pérdida de servicios en pueblos ya de por sí en una situación crítica.
Enigmas del porvenir de Cuenca. Luces y sombras para salir del estancamiento En Cuenca sobra el "resultadismo" estratégico, que es una inadmisible entrega de las llaves de la continuidad en el estancamiento e incluso en el retroceso en todos los ámbitos socioeconómicos. Está obligada a sustituir a sus actuales líderes, que viven de la política sin aportar nada a ésta.
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Contexto sociopolítico y progreso de Cuenca Obra publicada por la Editorial Alfonsípolis en mayo de 2010. En sus 254 páginas, ayuda al lector a conocer las claves de la vida pública conquense, al tratar los problemas colectivos más recientes de esta provincia y reflexionar sobre ellos.
Cuenca 2005. Un recorrido sociológico por la Ciudad Para bajar este ensayo del servidor sólo tiene que hacer clic en el Download que figura al pie de este artículo, publicado en Aires de La Parra el 23/05/2006
Cuenca en la encrucijada. Repercusiones de ampliación UE El Download de esta obra figura al término del artículo "Buen gobierno local y ampliación europea", publicado el 1/12/2005 en Aires de La Parra, desde donde puede bajarse haciendo un clic.
Marco Político para la Sociedad de la Información en Cuenca Para bajar la obra del servidor sólo tiene que hacer clic en el Download que figura al pie de este artículo, publicado en Aires de La Parra el 26/11/2005
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Vadémecum de política municipal: "cómo gobernar un ayuntamiento" Esta obra del profesor Rafael Jiménez Asensio, se publicó en 2017 por el Instituto Vasco de Administración Pública. El Vademécum de Política Municipal (Cómo gobernar un Ayuntamiento) es una síntesis de la primera parte del libro Cómo gobernar y dirigir un Ayuntamiento, editado por el citado Instituto.
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Acta de Investigación Psicológica (AIP), publicada cuatrimestralmente por la División de Investigación y Posgrado de la UNAM, posee como objetivos divulgar recientes y relevantes contribuciones de académicos a la Psicología, caracterizándose por su contenido que refleja la transversalidad y el enfoque multidisciplinario de los conocimientos generados.
Juan Andrés Buedo: Estrategias de emprendimiento para el desarrollo de Castilla-La Mancha La obra se centra en el examen de los recursos disponibles por las Administraciones Públicas de Castilla-La Mancha para impulsar el emprendimiento, entendido no solo como la capacidad para iniciar nuevas actividades económicas de generación de empleo y crecimiento social en esta región, sino también como valor social que debe promoverse y ampararse desde todos los poderes públicos.
Conquenses por el Cambio La expresión en la red de un sentimiento, y una razón, que cada vez se extiende más por Cuenca. Después de ocho más cuatro años de gobierno del socialista Cenzano en el Ayuntamiento, Cuenca necesita un cambio que devuelva a los ciudadanos la fe en su ciudad y la confianza en el sistema democrático.
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Una de las mesas de votación en las elecciones del 20-D. SANTI BURGOS
Decidido a recuperar como sea algunos de los votos perdidos en diciembre, el PP ha lanzado un nuevo eslogan, “populares versus extremistas”, que es una muestra alarmante del simplismo con que el principal partido de España pretende tensionar a los electores. Es irresponsable fragmentar, dividir y meter el miedo en el cuerpo a unos votantes que, en el caso del PP, se encuentran mayoritariamente situados en las capas de edad avanzada. Mariano Rajoy y sus asesores optan por el más crudo interés partidista de defender un legado (¿cuál, exactamente?) y conservar una cuota de poder.
La voluntad polarizadora es también el objetivo indisimulado de la coalición Unidos Podemos, con el fiel respaldo de la empresa mediática que juega a derecha e izquierda en su espectáculo político y comercial. Por si quedaba alguna duda, las últimas incorporaciones a las listas electorales de esta formación —Manuel Monereo, Diego Cañamero— meten en el magma de Podemos a lo más radical-izquierdista que Pablo Iglesias ha sido capaz de encontrar para que se cumpla su propia profecía: una campaña bronca, porque eso conviene a la vez al PP y a Podemos.
El efecto buscado es deprimir el espacio de centroizquierda en el que se sitúan el PSOE y Ciudadanos, y algún resultado están dando esas estrategias frentistas. El PP aumenta ligeramente en intención de voto, y también lo hace la coalición Unidos Podemos respecto a los resultados obtenidos por separado, según el sondeo publicado hoy por EL PAÍS. Sin embargo, los protagonistas del pacto de centroizquierda intentado durante la breve legislatura anterior no obtienen el rédito que merece su actitud constructiva; el PSOE retrocede y Ciudadanos cae respecto a sondeos anteriores, aunque se encuentra aún por encima del voto logrado en las urnas del 20-D.
Pero todo esto es un espejismo. Tales resultados se producen en un momento de indecisión notoria respecto a si merece la pena votar otra vez. La participación prevista (68%) es cinco puntos inferior a la registrada en diciembre. El pesimismo se mantiene e incluso se agrava, hasta el punto de que un 94% define como “mala” la situación política, lo cual no tiene precedentes en los últimos 20 años. Los líderes están perdiendo credibilidad a chorros (incluso Albert Rivera, que sigue siendo el más valorado, cae por debajo del aprobado) porque ninguno ofrece soluciones y se limitan a insistir en más de lo mismo: una campaña orientada como si esto fuera una competición bipartidista y personalizada entre los aspirantes a La Moncloa.
Todos se están equivocando. Es muy grave porque demuestra que los estados mayores de los partidos no han aprendido nada de las lecciones del 20-D ni del bloqueo posterior. Rechazan el mensaje de los ciudadanos, que reclaman líderes capaces de alumbrar soluciones y no de crear problemas. Seis de cada diez votantes siguen situados en las zonas templadas del espectro ideológico (centro y centroizquierda), pero se encuentran con que el PP y Podemos tratan de llevarles hacia los extremos y atizar el miedo a las aviesas intenciones de unos adversarios elevados a la categoría de enemigos.
La confrontación a cara de perro nos lleva a todos a una situación desastrosa. La polarización deja más heridas en el cuerpo social, pero no va a conseguir que nadie obtenga respaldo suficiente para gobernar. Hay que buscar un mínimo denominador que deje espacio a acuerdos futuros. La sociedad está mucho menos tensa de lo que sugiere la campaña y es irresponsable conducir al país a una situación alarmante que falsea la realidad y aleja los consensos indispensables para abordar los problemas más graves.
Albert RIvera, este sábado en Barcelona. Massimiliano Minocri
El fracaso general de todos los partidos en estos últimos meses de bloqueo político e institucional ha hecho mella en la valoración de sus líderes políticos.Albert Rivera, que hasta ahora había logrado mantener en terreno positivo su saldo evaluativo (la diferencia entre los que aprueban su gestión y los que la rechazan), recibe finalmente el mismo suspenso que el resto de candidatos, aunque en un grado inferior, según un sondeo de Metroscopia que EL PAÍS publica íntegro este domingo.
El electorado ya es consciente de que el tiempo de las negociaciones ha concluido. Vienen por delante unas nuevas elecciones generales y queda atrás el momento en que pudo valorarse la actitud de uno u otro líder para facilitar la formación de un Gobierno. Ha llegado la hora del reagrupamiento en torno a la opción preferida.
Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera solo obtienen un claro aprobado entre sus respectivas bases electorales, aunque este apoyo tiene matices. El líder de Podemos es quien tiene un saldo evaluativo más bajo de sus votantes, de 57 puntos positivos (por primera vez, este saldo se calcula teniendo en cuenta a los ciudadanos que votaron a Podemos y a los que lo hicieron a Unidad Popular-IU). Los otros tres líderes consiguen un respaldo de sus bases de unos 70 puntos.
El candidato de Ciudadanos sufre también la erosión del fracaso en las negociaciones, pero mantiene aún una valoración positiva entre los votantes de otros partidos. En concreto, entre la base del PP (+3) y del PSOE (+15).
Un mensaje queda claro en el sondeo de Metroscopia, y los principales líderes deberán tomar nota de él desde un principio: una abrumadora mayoría de los consultados, un 94%, tiene claro que no volverán los Gobiernos monocolores, y que el partido más votado, sea el que sea, tendrá que contar con el resto de partidos para poder gobernar. Solo un testimonial 4% de los electores cree que aquella fuerza que obtenga un mayor respaldo podrá permitirse gobernar por si sola. La nueva realidad, el multipartidismo, es la única certeza del sondeo.
Los principales partidos políticos españoles han robado, han defraudado, han prevaricado, han obstruido el funcionamiento de la Justicia y han mentido. Todo eso lo han hecho de forma bastante habitual. Se trata de conductas inaceptables que sólo en algunos casos han recibido el castigo correspondiente. Pero puedo vivir con ello. España es el país que es, no el que querríamos que fuera. Resulta absurdo compararnos con Alemania, Suecia o el Reino Unido. En materia de honradez colectiva jugamos en otra liga, junto a países como Italia, Argentina, Brasil o Turquía. Hay que asumirlo.
Los principales partidos políticos españoles han tendido a privilegiar sus intereses electoralistas más inmediatos en detrimento del bien común. Dicha actitud, que alcanzó niveles repugnantes en los días posteriores al 11-M, ha envenenado los grandes problemas de fondo: la ordenación territorial, la Justicia, la economía. Un ejemplo de manual lo ofrecieron los socialistas embarcándose en una reforma estatutaria en Cataluña que nadie percibía como urgente, los 'populares' recogiendo firmas contra ella y favoreciendo bajo mano boicoteos contra empresas catalanas, y los convergentes intentando luego cabalgar una ola independentista que los ha engullido y ha colocado Cataluña en una situación disparatada. Son cosas que tienen mal remedio. Hay que asumirlo.
Lo realmente imperdonable, lo inasumible, es que los grandes partidos políticos se nieguen a trabajar. El trabajo que les corresponde no consiste en mover a sus líderes de un lado a otro diciendo inanidades, ni en acusarse unos a otros, ni en sostener peleas internas. Aunque roben y mientan, aunque perviertan las instituciones, en último extremo les corresponde, porque nadie más puede hacerlo en un sistema no dictatorial, evitar los peores desastres.
La incapacidad de formar Gobierno es un desastre pequeño. El desparpajo con el que se ha llevado la deuda nacional, con una escalofriante dependencia de acreedores externos, hasta niveles propios de una situación posbélica, es un desastre considerable. La incompetencia que ha impedido afrontar con seriedad y constancia un mal tan destructivo como el paro crónico y masivo constituye un desastre grandioso. La aparente indiferencia con que se espera el colapso del sistema de pensiones, ya sin fondo de reserva, insostenible a medio plazo en sus actuales términos, es peor que un desastre. Es un crimen que empequeñece todos los cometidos hasta ahora.
Y de repente se rompió el bipartidismo, no en tres o en cuatro trozos, sino en un cúmulo de taifas que están aquí para quedarse: En Común (los más casposos), Compromís (el más burgués), En Marea (los más poéticos), Podemos (pero que aún no han podido). Esta disgregación del panorama político ibérico me ha llevado a repasar los clásicos que, ¡cómo no!, son ingleses, porque los pensadores autóctonos, casi mostrencos no saben dar una, se pierden en “me duele España”, “que inventen ellos” o “sólo mentes castellanas son capaces”.
Gerald Brenan, que armó un lío considerable al grupo de Bloomsbury cuando osó flirtear con Carrington, la pintora y amante platónica de Lytton Strachey, se vino a las Alpujarras y luego a Alhaurín, donde pasó la mayor parte de su vida. Pudo así estudiar España de primera mano y escribió, durante la Guerra Civil, El laberinto español, publicado en 1943, que es el análisis canónico del proceso que llevó a la guerra. “No lo escribí para justificar el bando que yo apoyé, sino para explicarme a mí mismo y a otros por qué las cosas sucedieron como sucedieron”. España es la tierra de la “patria chica”, comienza por afirmar Brenan. Cada aldea, cada pueblo es el centro de una intensa vida social y política. En condiciones normales España es una colección de pequeñas repúblicas mutuamente hostiles o indiferentes que permanecen unidas en una desatada federación.
El problema político principal ha sido lograr un equilibrio entre un gobierno central efectivo y las necesidades de autonomía local. “Castilla –escribe Brenan–, que por su posición geográfica y su historia representa la tradición centralizada, es una meseta yerma, pobre en agricultura, en minerales y en industria”, por suerte esto ya no es cierto, pero sí lo era en 1943. Y continúa Brenan: “Las provincias costeras son todas mucho más ricas e industriosas. De modo que, aunque España sólo puede ser mantenida junta por Castilla –porque una España gobernada por Barcelona, Bilbao o Sevilla es imposible–, los castellanos carecen del dinamismo industrial y comercial para proveer una organización económica eficiente. Su punto de vista es militar y autoritario”.
No podemos seguir a Brenan en esto: Castilla ya no es yerma y sin industria. Hay un área metropolitana de Madrid con hectáreas de fábricas. La capital está llena de redes multinacionales y empresas de comercio y marketing. La estructura española ha cambiado radicalmente desde 1943. Lo que no ha cambiado es ese postulado indemostrado e inexplicado por Brenan de que “una España gobernada por Barcelona, Bilbao o Sevilla es impensable”. Si la historia no hubiese traído al neurótico Felipe II, la capital podría haber estado en Lisboa, Valencia, Valladolid, incluso, ¡oh aberración!, en Barcelona. La patria chica y el pragmatismo ibérico dan un individualismo que, según Brenan, ha continuado la intensa vida de la ciudad Estado griega, de la tribu árabe o de la comuna medieval. En vez del ágora hay el casino y el café, la política es municipal y tribal. Pues aquí están las tribus ibéricas, incapaces de acordar un gobierno de coalición, dispuestas a votar otra vez sin bajar de sus trece, como el Papa Luna.
Henry Buckley fue el corresponsal inglés de The Daily Telegraph que cubrió la República y la Guerra Civil entre 1929 y 1939. Amó tanto España que se casó con una señora de Sitges y se instaló a vivir en el hermoso pueblo de la costa barcelonesa. Conoció a todos los personajes de la época, tratando con familiaridad a Negris, la Pasionaria, Líster, Hemingway y Capa. En su libro Vida y muerte de la República española se pregunta por qué fracasó la democracia en España en los años treinta. “La democracia no vino fácil a Inglaterra. Cromwell dio el golpe de gracia al feudalismo en medio de graves disturbios. La República francesa de hoy es hija de la Revolución Francesa. Si la democracia británica y la francesa hubieran estado alertas, habrían advertido a la joven república detrás de los Pirineos que debía eliminar los elementos feudales antes de poder construir algo nuevo. Luego señalar que, con el feudalismo extinguido y sin clase media potente para ocupar ese vacío, el Estado español debía planear una nueva economía nacional”.
Resulta muy curioso que esa clase media y esa economía nacional dirigida fueran realizadas por Franco, al cual se le puede negar casi todo y acusar de mucho, pero no de su política económica, que puso las bases de lo que tenemos.
“Felipe II, que fue el responsable de la Armada –dice Buckley–, fue también responsable de Madrid, eligió el lugar más desabrido, ventoso y monótono que se podía encontrar en España. Allí un millón de españoles viven a expensas del resto de la nación, por ser la capital”. A los pocos días de llegar vio a Primo de Rivera paseando de noche por la calle de Alcalá, solo y sin escolta y empezó a simpatizar con el pueblo español y sus rarezas. También cuenta que Alfonso XIII marchó solo, el conde de Romanones le quitó cualquier temor por dejar a la reina y sus hijas en Palacio. Romanones le dio su palabra de que nada podía pasarles: “Están en manos de españoles, señor”.
Algo debemos tener que atrae a los ingleses y les convierte en fans de España. ¿Por qué nosotros mismos no podemos ser fans de nuestro país? Ya toca disfrutar de esas cualidades buenas que nos ven los viajeros y cesar de maldecirnos mutuamente cual tribu en pie de guerra.
Allo, la nueva app de mensajería instantánea de Google.
Si alguien nos preguntara cómo sería el WhatsApp del futuro, en esta predicción no andaríamos muy lejos de lo presentado ayer por Google en su conferencia I/O. La compañía presentó Allo, una sofisticada aplicación de mensajería para el móvil que cuenta con una serie de ingredientes clave para competir. Google ya se había adentrado de alguna manera en la mensajería móvil con Hangouts, pero el gigante acaba de hacer borrón y cuenta nueva con un nuevo producto que aprovecha buena parte del potencial de los algoritmos de la compañía.
¿Qué es Allo exactamente? Se trata de un programa de comunicación en el móvil muy semejante a WhatsApp, pero que mejora en muchos aspectos la oferta existente en el mercado ahora mismo. Google ha puesto en la coctelera los mejores ingredientes de sus rivales, incorporando su magia particular y como consecuencia nos encontramos con una app de mensajería útil, versátil y muy divertida. Los de Mountain View han seguido hábilmente los pasos de Facebook al no exigir que el usuario de Allo tenga una cuenta activa en su sistema: basta con introducir el número de móvil para comenzar a utilizarlo.
Allo vendrá acompañado, como aplicación aparte, de Duo, una app de videollamadas que completa la oferta
En realidad, Google parece mirar directamente a los ojos de Facebook y su Messenger con Allo, puesto que algunas de las funciones que presenta fueron ya esbozadas por los de Zuckerberg con M, un asistente virtualen ciernes que pronto será incorporado a la aplicación de mensajería. En el caso de Allo, el servicio incorpora también un sistema de inteligencia artificial que hace que recoge la información contextual y ofrece una serie de respuestas que entiende pueden ser utilizadas. Así por ejemplo, si uno escribiera a un amigo en Allo “ayer estuve en una fiesta”, el sistema puede ofrecer como respuestas automáticas “¿y qué tal?” o “¿lo pasaste bien?”, de manera que no sea necesario llegar a escribir una sola línea.
Se trata, en esencia, del poderoso motor de Google y su algoritmo, explotado al servicio del usuario en una aplicación de mensajería. Este servicio es tan poderoso que funciona incluso con una fotografía, analizando su contenido y ofreciendo respuestas relacionadas. Los estadounidenses se han adelantado a las posibles críticas de los más celosos de la privacidad, informando de que las conversaciones son cifradas de extremo a extremo (al igual que hizo WhatsApp) con lo que nadie, salvo los interlocutores, podrán conoce el contenido de la conversación.
Google parece mirar directamente a los ojos de Facebook y su Messenger con Allo, puesto que algunas de las funciones que presenta fueron ya esbozadas por los de Zuckerberg con M
Pero Google ha ido todavía más lejos a la hora de ofrecer una herramienta útil y diferente de lo existente en el mercado: Allo integra todo el motor de Google en su sistema, de manera que se puedan efectuar reservas de restaurantes o cerrar citas sin llegar a salir de la aplicación. El gigante tampoco ha querido obviar la parte lúdica o entretenida de una aplicación de este tipo, y así, en una conversación, se pueden añadir fotos y garabatear directamente sobre ellas, o bien agrandar y reducir el texto para manifestar un estado de ánimo. Google se adelanta también a los acontecimientos y ha anunciado que Allo vendrá acompañado, como aplicación aparte, de Duo, una appde videollamadas que completa la oferta.
Ambas aplicaciones llegarán este mismo verano tanto al iPhone como lógicamente a Android, y no cabe duda de que su llegada no va a pasar desapercibida. Sin embargo, este lanzamiento tiene también sus claroscuros: el mercado no olvida la ligereza del gigante a la hora de cerrar servicios que no le interesan en ese momento en sus conocidas limpiezas de primavera, y en su pasado hay todo un reguero de ilustres cadáveres como Wave o Reader entre otros. ¿Hará lo mismo con Allo dentro de unos años? ha sido una cuestión que se ha planteado en redes sociales y con su lógica. A fin de cuentas, estamos hablando de algo con más impacto en el usuario, como es el caso de las aplicaciones de mensajería.
Aficionados del Barça con esteladas, en el Camp Nou, el pasado noviembre. ALBERT GEAREUTERS
La delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, se ha puesto a hacer méritos para que se la condecore como una heroína del patriotismo. El problema es que el fervor con que ha prohibido las esteladas en el Vicente Calderón se resiente del cinismo político y hasta de la arbitrariedad legislativa. Requiere forzarse mucho el espíritu y la letra de la ley de la violencia deporte para convenir que las banderas soberanistas incitan el odio y amenazan la convivencia, aunque todavía resulta mucho más ridículo el impracticable ejercicio policial de cachear a los aficionados del Barça para "incautarles" las esteladas, sobre todo porque esta purga ejemplarizante cuestiona los límites de la libertad de expresión y contribuye de forma desmedida a la exaltación del discurso victimista.
Era el pretexto que necesitaban el president Puigdemont y la alcaldesa Colau para ausentarse de la finalísima. Un despecho institucional que contradice las últimas novedades de la política de deshielo y que retrata el efecto contraproducente —premeditadamente contraproducente— de la decisión de Dancausa, naturalmente confortada ella con la aprobación y respaldo del Gobierno.
Mariano Rajoy quiere preservar el escrúpulo constitucional en la inercia de sus intereses electorales, del mismo modo que la Fiscalía va a movilizarse de oficio para escarmentar la gran pitada al himno. Menos corpulenta que otros años porque la afición del Sevilla garantiza el contrapeso de las ovaciones, pero igualmente expuesta a la comisión de un estrafalario delito de injurias al Rey o a los símbolos y emblemas de España.
Ni pitar el himno ni exhibir las esteladas contribuyen a la filantropía ni al hermanamiento de los pueblos, pero las medidas de excepción que comprometen a la libertad de expresión solo pueden adoptarse desde presupuestos inequívocos. Y no desde el oportunismo político ni desde la confusión de banderas y pasiones.
Concepción Dancausa ha leído e interpretado a su manera la ley de violencia del deporte. Ha politizado la final de la Copa del Rey tanto como anoche pretendió hacerlo Joan Tarda. El diputado de Esquerra exigió la retirada del Barcelona, propuso que el club de Luis Enrique e Iniesta asumiera un papel sacrificial en la causa soberanista, inaugurando un nuevo episodio de manipulación de sentimientos.
Se trata de una mayúscula irresponsabilidad. No ya la de someter el deporte al corsé identitario, restringiendo la universalidad del Barça al ensimismamiento nacionalista, sino la escalada que ha abierto Dancausa en un terreno tan incendiario, tan irracional y tan imprevisible como la amalgama del fútbol y la política.
Las cosas están donde las quería el Gobierno de Madrid y donde las queríaPuigdemont. Un derbi entre patriotas contra nacionalistas empapado de obscenidad electoral que frivoliza el peligro de los peores instintos.
(Publicado en El Mundo-Blog Moncloa Confidencial, aquí)
Decía el matemático y filósofo Bertrand Russell, imprescindible para entender la política de nuestros días, que en todas las actividades en la vida suele ser saludable, de vez en cuando, poner un "signo de interrogación"sobre aquellas cosas que por mucho tiempo se han dado como seguras. El poderío del bipartidismo, los escaños blindados en las provincias medianas y pequeñas o el techo y el suelo electoral habitual de socialistas y populares en nuestra serie histórica que se adjudicaban sus estrategas.
Convendrán con nosotros en que en tan sólo año y medio en España están cayendo muchos de esos apriorismos. Winter is coming y nada está escrito. El paso del mito al logos en nuestra política nacional nos ofrece además grandes ironías del destino. La última: la unión de Podemos, confluencias e Izquierda Unida, bautizada técnicamente en este espacio, como saben, como el "Efecto Mariposa", ese paso (no lo olviden como metáfora) de la larva a la mariposa. Esa teoría del caos que va a obligar la noche electoral a todos nuevamente a contar escaños.
Deben saber que, a falta de cinco semanas para la votación, esa alianza, en un contexto de menos votos y baja participación (sobre el 70%), arranca sus primeros días juntos con más de 5.600.000 electores (2+2 nunca es 4, aunque consiguen que sea 3.5). El PSOE está actualmente por debajo de los 5 millones de votos.
Con estas cifras ya les estamos diciendo mucho. El sorpasso en votos parece garantizado, Podemos+IU serán en voto popular el nuevo partido alfa de la izquierda, segundos tras el Partido Popular del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. Y lo relevante es que el adelanto a los socialistas en escaños, debido al gran desgaste que ha padecido su líder Pedro Sánchez, sobre todo,por las divisiones internas que siguen manteniendo a parte del electorado que necesita movilizar en la abstención, Unidos Podemos está ya a tan sólo cuatro diputados de sobrepasarles en escaños.
Vamos a deconstruir para ello su anatomía, como hicimos en el pasado con el PSOE, con el propósito de que observen de primera mano ustedes el por qué de la supremacía de "Unidos Podemos" en lógica de izquierdas. La unión es ya el primer partido en España entre los parados (30.7%), antes lo eran los socialistas (20.1%); es primera fuerza también entre los votantes que trabajan (26.3%), entre los estudiantes (31.3%) y es tercero con un porcentaje de voto que comienza a ser competitivo entre los jubilados (13.1%) y los pensionistas que no han trabajado (12.4%).
El PSOE en esta última categoría en la que integramos a los más mayores, ya no está tan lejos de los morados: obtiene un 20%. Los Ciudadanos de Albert Rivera tienen en este segmento, para que se hagan una idea, sólo un 6.8% de ese electorado. Ésa es la potencialidad de la plataforma. IU, como partido tributo en España en unos comicios marcados por ele eje izquierda-derecha otra vez, aporta cualitativamente mucho a los morados. En un titular: más canas y más votos.
Cuidado con este dato, porque es la novedad de la semana. Unidos Podemos no sólo lideran a los menores de 40 años (la generación de la democracia), sino que por primera vez son hegemónicos entre los menores de 60 con una media global de respaldo del 28% (ya compiten de tú a tú en la generación de la transición y la autarquía con los socialistas). Todavía no hay "efecto mutiplicador" en votos, pero podría producirse en campaña. Si consiguen unificar un mensaje ganador entre todas las confluencias ("Cambiemos frente al PP") podrían superar los seis millones de votos. Es lo que la técnica nos dice para el que lo quiera ver.
La pregunta es obligada: ¿Debió Sánchez en el postelectoral ganar tiempo no yendo a nuevas elecciones? La primera "segunda vuelta técnica" de nuestra democracia va a delimitar claros ganadores y perdedores tras el proceso fallido de pactos. La disputa por los últimos escaños está hoy extraordinariamente cara. Mucho más que antes. Un ajedrecista de talla mundial como el gran Aron Nimzovich en su obra Mi Sistema no podría definir mejor el partido que vamos a vivir: "el centro del tablero (el voto útil) es siempre como los Balcanes: se vive en él bajo una atmósfera bélica". Ésa es la campaña que les espera a los socialistas, desdibujados por una nueva fuerza emergente, Unidos Podemos frente al PP.
En ese contexto, quizás el mayor error estratégico del PSOE durante este tiempo, como diría Henry Kissinger, haya sido no entender una de las máximas de las leyes de la "guerra de guerrillas" permanente a las que les someten inteligentemente los morados (esa propuesta de ir juntos al Senado con Ximo Puig como actor secundario es una más dentro de una panoplia de "golpes de efecto" que tratan de ponerles a la defensiva y orillarles ante su propio electorado).
El principio es el siguiente: la guerrilla (Podemos) gana si no pierde.El ejército convencional (el PSOE) pierde si no gana.Deberían haber puesto todos un "signo de interrogación" ante lo que venía.Qué gran lección política.
La política partidaria ha sido interpelada en los últimos tiempos reclamando que emocione a la gente, que sea permeable a las demandas y a los sentimientos de los ciudadanos aportando cercanía y calidez en el desempeño de la tarea pública. Que salga de los despachos y las reuniones a puerta cerrada al encuentro con jóvenes y mayores. Pero es más que dudoso que la política que ha convertido los grandes mítines en encuentros de pequeño formato con sus incondicionales, sea en recinto cerrado sea en cualquier esquina o plaza, esté conmoviendo a alguien. Que la utilización de las redes sociales para dar a conocer sus decisiones o alinear a propios y adversarios en un torrente ininterrumpido de mensajes previsibles tenga mucho que ver con las emociones requeridas. Emociones que quedan anuladas cuando esos mismos que se hacen vídeos o tuitean parecen deleitarse unas veces y sufrir en otras con juegos tácticos e invectivas.
Visto desde otro ángulo, las emociones que pudieran despertar entre los entusiastas generan efectos reactivos en el resto de la sociedad. Cuando un líder partidario logra el fervor de sus seguidores con una frase ocurrente, con un emplazamiento al otro, o con su insistente utilización de la primera persona del singular y del plural, es seguro que habrá mucha gente experimentando emociones de aversión hacia él. Basta ver cómo el binomio aceptación/rechazo deja en mal lugar de la opinión pública a dirigentes incontestados en sus respectivas organizaciones. Tal es el caso de Mariano Rajoy y de Pablo Iglesias. Todo liderazgo desafiante, en las distintas variantes de la arrogancia, provoca el desagrado entre quienes no pertenecen a las filas propias, y más de una incomodidad también en estas.
El ruido ambiente no genera emoción, aunque permite eludir el juicio sobre propuestas programáticas, sobre su viabilidad y sobre su coherencia. Es el recurso de una política apocada que, si acaso, se evade de responsabilidades enarbolando proclamas que, de tan repetidas, tampoco emocionan a nadie. Proclamas contra la derecha austericida, contra el comunismo acechante o contra el socialismo inepto. Todos los dirigentes y todos los candidatos dedican una línea de su discurso a señalar que lo suyo es atender los problemas de los ciudadanos, para a continuación hablar únicamente de lo suyo.
Las propias expectativas de cambio, que pudieron estar presentes en vísperas del 20-D, se han visto tan defraudadas que las constantes apelaciones a la “ilusión” suenan ahora forzadas. Sus pretendidos protagonistas se abrazan fingiendo emoción y hasta mostrándose alborozados, pero no son capaces de contagiar lo que ellos mismos han convertido en poses calculadas más para descolocar a los adversarios que para entusiasmar a sus seguidores. El cambio es, si acaso, una opción política indeterminada y poco emocionante, sujeta a la elevada carga de escepticismo que han introducido los cuatro meses de la XI Legislatura. Hasta las perspectivas que ofrecía la alternancia en tiempos del bipartidismo llegaron a ser algunas veces más emocionantes que el abigarrado escenario partidario actual.
No hay emoción porque no estamos en una segunda transición, aunque son indudables las transformaciones que ha experimentado el arco parlamentario. La transición supuso nada menos que la Libertad, así con mayúsculas, aunque algunos no se lo crean. Mientras que hoy la regeneración democrática queda como un sucedáneo en boca incluso de quienes no acaban de dejar atrás la corrupción, o de quienes se incomodan ante la división de poderes, o de aquellos que reclaman transparencia a los demás. No hay emoción porque no se cuenta con una propuesta transversal ni, por ello, con un liderazgo capaz de ir más allá de las propias siglas y algún voto prestado. La emoción implicaría salirse de lo rutinario, y aunque la política se ha vuelto entretenida en tanto que espectáculo, en el fondo está volviendo a lo que era y en su peor versión, a pesar de las selfies y los mensajes de 140 caracteres.
Incluso hay un aspecto en la escenificación actual de la política partidaria que hiere emociones. Se produce cuando cualquier portavoz con pinta de no haberle pasado nunca nada osa dirigirse al público con ademán de controlar perfectamente la situación. Esta nueva épica resulta a veces irritante, y sale en pantalla a diario, bien sea arengando a las tropas propias, bien arremetiendo contra el enemigo, como si la victoria estuviera a su alcance siempre que las cosas ocurran tal cual las predice el personaje televisivo.
Algo que, de producir alguna emoción, no sería favorable a los intereses de los nuevos héroes.
Los líderes de Podemos festejan cada iniciativa propia como si fuera un cambio tan auténtico al que solo los inmovilistas se pueden oponer
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el de En Comú Podem, Xavier Domènech, se besan en el Congreso durante la segunda jornada del debate de investidura del líder socialista. EFE
La autodenominada nueva política de izquierdas abusa de dos términos que se han convertido en inseparables de cualquier propuesta que realicen: todo es histórico o supone un cambio tan auténtico que solo los inmovilistas se pueden oponer. El ejemplo más claro lo dio el martes Pablo Iglesias al ofrecer al PSOE presentarse en listas conjuntas al Senado el próximo 26 de junio. ¿Por qué no reflexiona Pedro Sánchez antes de oponerse a un acontecimiento histórico?, venía a decir el líder de Podemos.
Para empezar, las listas conjuntas de la izquierda al Senado no son nada nuevo, y mucho menos histórico. Joaquín Almunia (PSOE) y Francisco Frutos (IU) acordaron en el año 2000 presentarse de forma conjunta a la Cámara Alta en 27 provincias, con el resultado de una mayoría absoluta del PP de José María Aznar en el Congreso y el Senado.
Hay dos posibilidades. O Pablo Iglesias, profesor de Ciencias Políticas y viejo militante comunista (o sea de IU), no conocía ese hecho, lo cual le deja en mal lugar; o lo sabía perfectamente y sencillamente prefirió regatear la realidad para empezar su bombardeo de propuestas agresivas a (o contra) Sánchez, para tener la manija de la agenda política en estos 40 días que quedan hasta las elecciones.
Menos mal que Pedro Sánchez y Susana Díaz han puesto las cosas en su sitio de forma rápida y contundente, afirmando que no van a entrar en los jueguecitos de Podemos. Ya lo que le faltaba al PSOE es que se dejaran llevar al huerto por el partido morado y se olvidaran de presentar una propuesta ilusionante para los españoles de centro izquierda e izquierda.
El problema de fondo es que Iglesias y su tribu piensan (o dicen que piensan) que están haciendo historia. Puro adanismo. Como si antes de que ellos llegaran a la política nadie hubiera luchado por la democracia y las libertades, desarrollado un Estado de bienestar o puesto en marcha mecanismos contra la desigualdad.
Además de presumir de estar escribiendo la historia, los líderes de Podemos y de todas sus confluencias han impuesto un nuevo estilo político basado en el ¿por qué no? Bajo ese paraguas, hacen planteamientos impropios, actúan de forma provocativa o insultan directamente a sus rivales políticos en nombre de la nueva política. Aunque ésta tenga dos varas de medir: una para ellos y otra para los demás.
¿Por qué no voy a insultar a los políticos con los que quiero pactar (la cal viva del PSOE o el pitufo gruñón de Garzón)? ¿Por qué no voy a proponer incumplir las leyes que no me gustan? ¿Por qué no voy a montar un teatro en el Congreso con bebés, besos y promesas de cargo a lo bolivariano? ¿Por qué no voy a mantener en las listas electorales a una juez acusada de prevaricación? ¿Por qué no vamos a colocar a nuestra familia en cargos públicos o darles contratos? ¿Por qué no proponer que los cargos más importantes de la Administración declaren fidelidad al régimen? ¿Por qué no insultar a los periodistas que no les hacen la ola?
Y por qué sí? La respuesta más probable que te pueden dar es “porque yo lo valgo”. O, dicho de otra forma, “porque estamos haciendo historia”.
España ha pasado en el último año y dos meses por cuatro procesos electorales -andaluzas, autonómicas y municipales, catalanas y generales- y se dispone a afrontar el quinto el 26-J con la repetición de los comicios del 20-D. La sucesión de campañas electorales prácticamente sin interrupción, el nacimiento de nuevos partidos y la crisis institucional que ha impedido formar Gobierno han incrementado la agitación política y el interés ciudadano por los asuntos públicos. El aumento del consumo de las tertulias televisivas netamente políticas, la presencia constante de los líderes en todas las pantallas posibles y el perfil mediático de los nuevos liderazgos conforman una realidad inédita en España. La sensación generalizada que transmiten los medios es que se habla de política más que nunca y en todas partes. En las casas, en los bares, en las calles, en los colegios, en los centros de trabajo, en las redes sociales, en las televisiones, en las radios. Sin embargo, algunos datos permiten concluir a los sociólogos y a los dirigentes de los partidos que hay dos Españas separadas por una brecha. La España de la burbuja mediático-política y otra que no consume información política al por mayor. El primer dato que arrojó sombras sobre la idea general de que hay un interés por la política sin precedentes fue la participación en las elecciones del 20-D. El 73,2%, cifra modesta en la serie histórica de las generales en las que soplaban vientos de cambio de Gobierno. El récord está en las generales del 82 que ganó el PSOE: votó el 79,9%. En el 96, Aznar relevó a González con una participación del 77,3%. En 2004, la llegada de Zapatero se produjo con un 75%. Así pues, las ansias de cambio de los españoles -inmensas de acuerdo con las encuestas- no fueron suficientes como para acudir a las urnas más que en otras ocasiones.
El estudio poselectoral del CIS sobre el 20-D arroja asimismo algunos datos más acerca de esta brecha entre las dos Españas políticas. El 44% de los españoles no habla nunca o raramente de política con sus amigos. El 41% tampoco ha comentado nada o casi nada sobre las negociaciones para formar Gobierno después del 20-D. El 30% de los españoles no ha accedido a Internet por ningún dispositivo en los últimos tres meses. El 85,9% no envió ningún SMS, whatsapp, correo electrónico ni tuit sobre las elecciones generales. Sólo el 17% de los españoles está en Twitter. Las redes sociales y los formatos televisivos de la nueva política-espectáculo son los dos factores que definen la España de la burbuja. En esos lugares interactúan líderes de la nueva política y también de la antigua, analistas, periodistas, politólogos, asesores de imagen, sociólogos, expertos en comunicación política, economistas y polemistas de diversas disciplinas. El dirigente socialistaÓscar López -con experiencia en la organización de campañas- explica que en los últimos años algunas cadenas de televisión han apostado por el formato de tertulia porque la audiencia ha respondido a ellos. «Cuando la política se convierte en televisión pasa a tener los códigos de la televisión», concluye. Según el estudio poselectoral del CIS, el 21,1% de los encuestados elige La Sexta como su cadena de televisión preferida para seguir la actualidad. La cadena de Atresmedia ha apostado fuerte por los formatos políticos, tanto a diario como los fines de semana. La audiencia de estos programas se sitúa en una media del 12-13% y, en su inmensa mayoría, está compuesta por votantes de los partidos nuevos. El editor de PolitikonKiko Llaneras, experto en el análisis de sondeos, asegura que el «boom de los formatos de tertulia y análisis político puede tener un cierto efecto de espejismo. El escenario que se refleja no es totalmente representativo del conjunto de la sociedad española. El votante medio está menos politizado». El sociólogo Narciso Michavila, presidente de GAD3, destaca que las encuestas despertaban un interés relativo antes de la crisis, ya que sólo podían reflejar las subidas o bajadas del PP, y ahora, sin embargo, se han convertido en parte fundamental de los formatos de tertulia política televisiva.
Las redes sociales son la segunda referencia fundamental de la burbuja. David Runciman, profesor de Ciencias Políticas de Cambridge, sostiene en Política, un libro muy de moda, que «las nuevas tecnologías unen a la gente, pero al separarla por intereses políticos, también la confinan en nichos políticos estancos. Las relaciones que se entablan son superficiales. La clase política entabla relaciones duraderas únicamente entre sus miembros».
En ello coincide Michavila. «Las redes sociales -paradójicamente- han devuelto la política al siglo XIX, cuando los ciudadanos escribían cartas a los políticos para hablarles de cosas concretas. Ahora les envían tuits con sus quejas». El presidente de GAD3 ha cruzado los resultados del 20-D y los datos del CIS acerca del uso de Twitter. Con el siguiente resultado: si en las elecciones sólo hubieran votado los tuiteros españoles, el partido más votado, con un 30%, habría sido Podemos, seguido de Ciudadanos, con un 20% y de PP y PSOE, con un 17%. Este microclima de personas enfadadas, sostiene el sociólogo, no se corresponde con la España real en la que la mayoría de los ciudadanos no están tan politizados. «Quien crea que las redes sociales son lo mismo que la opinión pública se equivoca por completo». Óscar López coincide en que las «redes sociales definen el espacio de cada uno, pero no se tocan. Son espacios endogámicos. Cada partido habla consigo mismo».
La socióloga Belén Barreiro, ex presidenta del CIS y directora de MyWord, aprecia una brecha profunda entre la España analógica y la España digital. «No sólo a efectos políticos. Es una transformación profunda que afecta también a las pautas de consumo y a todos los aspectos de la vida», asegura. Barreiro aprecia, por una parte, a la España digital, «más informada y más crítica con el sistema», que son los sectores jóvenes y maduros, y, por otra, a «la España analógica de los más mayores en la que no han penetrado ni las nuevas tecnologías de la información». Desde el punto de vista electoral, la España analógica vota sobre todo al PP y al PSOE. Mientras que la España digital se inclina por las nuevas formaciones. La socióloga destaca que es la primera vez en democracia que un partido político, el PP, gana las elecciones gracias al voto masivo de los mayores de 65 años. Los expertos señalan que los pensionistas y jubilados son los protegidos de la crisis, mientras que los jóvenes se han quedado a la intemperie y apuestan por un cambio en el sistema. Los mayores de 65 años son el 25% del censo.
La dirección del PP tiene su propia opinión sobre la realidad político-sociológica del país. «Hay una España que volvería a dar la victoria al PP frente a una España mediática en la que la figura de Rajoy está cuestionada permanentemente y con ganas de airear aparentes disputas internas dentro del PP. Si nos limitáramos a ver los programas políticos de más éxito en televisión, sería imposible pensar que el PP pudiera ganar las elecciones. La virulencia que se aprecia en las redes y las televisiones contra Rajoy no se plasma en la calle. La mayoría de la sociedad española no quiere riesgos».
«La España sociológica que vota al PP quiere certidumbre, no espectáculo», señala un dirigente muy próximo a Rajoy. De ahí la calma del candidato del PP a revalidar su puesto. Cree que la España que madruga y trabaja es distinta a la que consume política televisiva.
En su análisis del estudio poselectoral del CIS publicado en El Español, Kiko Llaneras saca conclusiones interesantes tanto para los partidos antiguos como para los nuevos. El bipartidismo tiene un electorado envejecido, que reside en ciudades y pueblos pequeños, y tiene un menor nivel de estudios. El PSOE se ha convertido en un partido de clase obrera, que mantiene un voto estable entre las mujeres de mayor edad y menos formación, que viven en pueblos y ciudades pequeñas. «Se pararon en el partido de hace 20 años», asegura Llaneras.
Podemos es el partido más votado entre los menores de 40 años y entre quienes tienen un mayor nivel de estudios y declaran una renta familiar media o media alta. Ciudadanos es muy competitivo en los sectores de rentas más altas y mayor formación. El PP es el partido de las antiguas clases medias, pequeños propietarios, autónomos, comerciantes. Los sociólogos consultados coinciden en que a Podemos y Ciudadanos les cuesta llegar al electorado de mayor edad y a las mujeres. «El debate de la nueva y la vieja política es de hombres. Las mujeres se preocupan más por la Educación y la Sanidad. Hay que asumir que España es un país mayor. Y que los mayores votan más», asegura un dirigente del PSOE.
La fundadora de Podemos, Carolina Bescansa, experta asimismo en análisis sociológicos, asegura que, en términos históricos, los cambios políticos en un país como España siempre han llegado de la mano de las clases sociales y de los sectores proactivos que han votado mayoritariamente a Podemos y, en menor medida, a Ciudadanos. Los ciudadanos de mayor nivel de estudios, los profesionales y los que residen en ciudades grandes. Bescansa aprecia ese movimiento de fondo en sus análisis desde 2014 y considera que PP y PSOE son dos partidos «con una acusada tendencia declinante». El resto de los sociólogos consultados coincide en que los partidos que tienen un electorado envejecido, que vota por tradición y costumbre, deberían estar preocupados a medio plazo. «El votante por tradición se irá agotando», cree Llaneras.
Carolina Bescansa reconoce las dificultades de su formación para penetrar en el electorado de mayor edad que reside en pequeños núcleos de población, pero considera que la consolidación del nuevo partido es una cuestión de tiempo. «La tendencia de fondo es muy poderosa, ocho millones de personas han votado a partidos nuevos que tienen menos de dos años. Hubiéramos necesitado una legislatura de cuatro años para consolidar el voto ante una segunda elección. Ese tiempo se puede acortar ahora porque la legislatura sólo ha durado cuatro meses».
Según Bescansa, los votantes de Podemos son los que tienen capacidad y liderazgo para «crear narrativa» y convencer a quienes dentro de sus familias o de sus entornos aún puedan desconfiar de un partido nuevo y rompedor. A su juicio, el partido más declinante es el PSOE, ya que todos los estudios indican que puede acabar confinado a Andalucía y Extremadura desde el punto de vista electoral.
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