(Publicado en vozpopuli.com-Caffe Reggio, aquí)
Los indicadores adelantados de muy corto plazo disponibles para distintas áreas geográficas -Estados Unidos, Unión Europea, Reino Unido y España- confirman que la economía occidental en su conjunto está a punto de entrar en una profunda recesión económica. El inicio del estallido de la última burbuja generada por las autoridades monetarias supone básicamente finiquitar con una forma de crecimiento perversa. Y ese proceso es inexorable, más aún bajo las recetas prescritas por la ortodoxia académica dominante. Estamos en los albores del final del súper-ciclo deuda iniciado en los años 80, y que ha estado sazonado con políticas profundamente conservadoras, enormemente injustas, tremendamente ineficaces.
En tres post distintos hemos detallamos como la hoja de ruta marcada por la superclase y las élites económicas y políticas generó como característica más relevante la “financiarización” de la economía en su conjunto. Desde un punto de vista histórico este proceso se vio precedido por una profunda infravaloración del factor trabajo respecto al factor capital, al incrementarse de manera notoria la oferta de trabajo y promoverse desde un punto de vista económico unos sindicatos débiles, una mayor flexibilidad del trabajo y una reducción de salarios nominales. Los profundos errores de política monetaria, tremendamente laxa, eliminaron la deflación “buena” -deflación “a la Keynes”-, lo que aún castigó más a las rentas del trabajo, al disminuir los salarios reales. En este contexto de descensos de salarios nominales y reales, la tremenda laxitud monetaria promovió el endeudamiento privado, incentivó la inflación de activos, y auspició la toma de riesgos excesivos, introduciendo un problema de riesgo moral.
El súper-ciclo secular de deuda
Las élites económicas y políticas, en definitiva, tras una larga secuencia de raquíticos crecimientos económicos, diseñaron, a mediados de los 90, una huida hacia adelante a través de una política monetaria excesivamente expansiva que conllevó procesos de endeudamiento y la activación de distintas burbujas financieras a cual más grande. Primero la tecnológica, después la inmobiliaria, y finalmente la de los balances de los Bancos Centrales. Además de sostener una expansión artificial de la demanda, que sorteaba en realidad la caída de la tasa de ganancia del capital, permitían, sobre todo, la financiación de un gigantesco proceso de acumulación y adquisición de riquezas por todo el globo a favor de las grandes multinacionales y capitales. Sin embargo, la desigual distribución de la renta, junto a los límites físicos y energéticos del planeta, abortaron y abortarán cualquier intento de fuga hacia delante vía burbujas, que incluso las mismas elites tecnócratas financieras valoraban peyorativamente: “las burbujas financieras, no son sino una vía para sortear artificialmente los limites que la desequilibrada distribución de la riqueza en el mundo”, decía Strauss-Kahn allá por 2010.
En realidad, la huida hacia adelante emprendida por la superclase presentaba dos fases bien diferenciadas. En la primera, se compensó el vaciamiento de la economía, los bajos salarios y el aumento del subempleo, a través del crédito y la deuda, que se convirtieron en la solución para estimular la demanda y la tasa de retorno del capital. Mientras duró, los beneficios empresariales se multiplicaron, a la vez que se deprimían los salarios. Una vez que el colateral que alimentaba esa deuda estalla, entramos en una recesión de balances privados iniciándose la actual crisis sistémica. En la segunda fase o huida hacia adelante, en plena crisis sistémica, se subsidió, financió y rescató a terceros -bancos y acreedores- mediante una expansión de la deuda soberana, a la vez que se promocionaba la austeridad fiscal y la devaluación salarial en aras de la competitividad, aderezado todo con una política monetaria tremendamente injusta. Sin embargo, ello no se ha traducido ni se traducirá en nueva inversión productiva, incluida la formación de los trabajadores. Como consecuencia, la productividad del trabajo y del capital está cayendo y por ende el crecimiento económico potencial. Y este castillo de naipes es el que se puede desmoronar durante los siguientes trimestres.
¿Qué nos dicen los indicadores adelantados?
En su momento introdujimos una serie de modelos econométricos que permiten la evaluación en tiempo real de la evolución de la situación económica en el corto plazo. Sin duda alguna los más novedosos son los modelos para la predicción en tiempo real de la tasa de crecimiento del PIB en la zona Euro (EURO-STING), y España (Ñ-STING) de los españoles Máximo Camacho y Gabriel Pérez-Quiros. El primero lo utiliza el Consejo de Gobierno del BCE y el segundo Banco de España, y ahora la AIReF. En Estados Unidos la Reserva Federal de Atlanta empezó a publicar desde principios de 2015 el indicador GDPNow real GDP forecast copia de nuestro Ñ-Sting y Euro-Sting. Este indicador complementa al índice de indicadores de actividad adelantado de la FED de Chicago (CFNAI o Chicago Fed National Activity Index).
Si observamos las previsiones del “GDPNow real GDP forecast” y del Ñ-Sting, en ambos hay una importante desaceleración en marcha. Mientras que el indicador adelantado del PIB de Estados Unidos nos decía hace apenas tres semanas que la previsión del PIB intertrimestral anualizado para el primer trimestre de 2016 era del 2,3%, ahora ha caído a solo el 0,6% -crecimiento prácticamente nulo-. Para el Ñ-Sting ocurre algo parecido, nos da una previsión para el primer y segundo trimestre de 2016 alrededor del 2,4% intertrimestral anualizado, muy alejado de tasas próximas al 4,5% del tercer trimestre de 2015.
Permítanme un comentario final. En nuestro país algunos ya se han prestado a asociar esta desaceleración al parón político. Confunden causa con efecto. Como ya detallamos en su momento, el crecimiento económico desde la segunda mitad de 2014 era frágil, programado por las élites. Por un lado, la austeridad expansiva se relajó con el consentimiento de Bruselas. Pero ahora se acelerará de nuevo la austeridad presupuestaria, con la contracción adicional que ello implicará. Por otro lado, la banca abrió el grifo del crédito, bajo cierta presión gubernamental. Sin embargo, el contexto actual no anticipa grandes alegrías en el crédito. Los márgenes bancarios en mínimos históricos; unas curvas de tipos de interés planas, que anticipan recesión; y unas mayores necesidades de capital regulatorio, limitan cualquier proceso de continuidad en la concesión de créditos. Por lo tanto, la actual desaceleración puede que no sea transitoria y sea el comienzo de un ciclo bajista. Veremos.
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