VICTORIA PREGO (Publicado en El Mundo, aquí)
El todavía presidente del Gobierno no está moviendo más ficha que la que se resume en su insistente mensaje a la opinión pública a través de los medios: las ventajas indudables de un amplio acuerdo entre los tres partidos, digamos constitucionalistas, que dé la estabilidad a un futuro Gobierno en esta incierta legislatura. Pero políticamente no se mueve en ninguna dirección en busca de algún apoyo más allá del que le ofrece C's en la segunda vuelta de su imposible investidura en primera instancia.
Quiere esto decir que está dispuesto a someterse a una derrota segura, pero no está claro qué pretende obtener de lo que va a ser una humillación política en toda regla. Dicen los suyos que va a aprovechar el debate de esa sesión para concretar su oferta de pacto al PSOE. Pero dada la claridad con la que Sánchez y los suyos le dan calabazas todos los días, con un tono incluso tan impertinente como el que exhibió ayer Odón Elorza-«Rajoy, deja ya de dar el coñazo»-, no tiene sentido que se reserve hasta ese momento para poner sobre el mantel su oferta de negociación. A menos que lo que intente sea fijar ante los electores su perfil pactista y dejar que sea Sánchez el que quede como intransigente. ¿Y en qué beneficiaría al PP una estrategia así? En nada de nada.
Puede también que Rajoy quiera esperar a que, a continuación de su propio fracaso, Pedro Sánchez se estrelle a su vez porque no pueda conseguir el apoyo de Podemos y del PNV ni asegurarse con los partidos independentistas una abstención que le garantizara la investidura. Pero eso es mucho esperar porque cada día que pasa parece más factible que esa fórmula acabe por cuadrar.
De momento, de la prohibición expresa que el Comité Federal impuso a Pedro Sánchez de ni siquiera sentarse a hablar con quien no hubiera «renunciado» a plantear un referéndum de autodeterminación no hemos vuelto a saber nada. Susana Díaz manda muy de cuando en cuando un mensaje en esa dirección, pero los barones descontentos con la deriva de su secretario general ya han empezado a abdicar públicamente de la rotundidad de sus exigencias iniciales. Y, por su parte, los de Podemos han dejado de hablar del famoso referéndum, con la intención evidente de camuflarlo entre la hojarasca de las reclamaciones sociales, y que pase la bola para que así el socialista, desesperadamente necesitado de un acuerdo, pueda presentar el pastel con un aspecto digerible para sus críticos internos. Y a los independentistas les conviene enormemente aupar al Gobierno a un presidente «bizcochable» como Sánchez, y parlamentariamente, y por eso políticamente, débil.
Esto es muy probable, de modo que si Rajoy ha calculado que va a tener una segunda oportunidad cuando el panorama político esté lleno de cadáveres, se puede quedar con las ganas.
A lo mejor sólo busca el martirio. Pero esa sería una broma del peor humor negro.
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