Uno, en su inocencia, llegó a creer que, con la Ley de Estabilidad Presupuestaria, todos estos problemas iban a quedar obviados
Hoy es el día del parto de los montes. Esta tarde parece que se va a reunir de nuevo el Consejo de Política Fiscal y Financiera para intentar ponerse de acuerdo sobre el espinos tema del reparto del déficit que les toca a las CC.AA que, como es sabido, asciende al 1'3% para el corriente ejercicio. A los simples ciudadanos de a pie nos extraña que, a estas alturas del año, ya han transcurrido dos trimestres, todavía se esté deshojando la margarita del margen que le va a corresponder a cada una de las autonomías. En el caso de Catalunya todavía se presenta peor, porque el gobierno del señor Mas parece no querer aprobar el Presupuesto del 2013 hasta que tengan claro el tanto por ciento de déficit que se les va a permitir asumir.
Uno, en su inocencia, llegó a creer que, con la Ley de Estabilidad Presupuestaria, todos estos problemas iban a quedar obviados. Es más, cuando salió a la palestra un señor Montoro tonante, cual Júpiter airado, amenazando con los peores males a las autonomías que no cumpliesen con el déficit fijado para el 2012; llegamos a pensar que la cosa iba en serio y que podríamos llegar a ver casos en los que, el Estado, tuviera que intervenir en la gobernanza de alguna de las autonomías que se atreviese a salirse de la norma general. Luego, como es habitual que suceda, vino "el Tio Paco con la rebaja" y el iracundo ministro ha acabado como corderillo recién destetado, sumiso y complaciente con aquellas autonomías que ni cumplieron con el objetivo de déficit, ni se las castigó por ello y, para más INRI, han estado chupando del FLA en grandes cantidades ( Catalunya 20.000 millones de euros en 2 años) y todavía lamentándose de "lo mal que las viene tratando el Estado".
Lo que sucede, señores, es que la ciudadanía hay cosas que puede entender, aceptar e incluso asumir como, por ejemplo, que cuando el PP se hizo cargo del gobierno del país y, pecando de primo, se tragó la bola del déficit que le endosaron los socialistas, dándolo por bueno e, incluso, alabando al PSOE por la forma "ejemplar" en la que se había llevado el traspaso de un gobierno al otro; no le quedase otro camino, al señor Rajoy, que cambiar su propósito de bajar los impuestos ante el hecho irrebatible de que, el déficit real, en lugar de ser del 6% resultó ser del 9'5%. Unas novatada la puede tener que sufrir cualquiera, pero, y este pero es el que nos solivianta, lo que no se puede ir haciendo con los españoles es, primero anunciar una medidas razonables y que todos podíamos entender y, apenas un año después, porque Catalunya, Valencia, Murcia y Balares no hubieran sido capaces de conseguir su objetivo, el resto de comunidades que sí lo hicieron, se vean obligadas a responsabilizarse de los platos rotos de aquellas otras que, por los motivos que fueren, no supieron hacer honor a su compromiso.
Hemos tenido la sensación de que, al señor Montoro y al Gobierno que lo respalda, se les ha encogido el ombligo cuando, como ha venido ocurriendo con los gobiernos socialistas anteriores, ha tenido que enfrentarse a las dos opciones: utilizar mano dura contra los incumplimientos de la Constitución y del déficit catalán o el intentar (como de hecho así ha sucedido) contemporizar con el desafío nacionalista catalán, ir cediendo en cuestiones de financiación y, finalmente, aceptar la teoría de la Generalitat de una financiación y un déficit a la carta que, como no podía ser menos, favorezca desproporcionadamente a la Generalitat y, como la vaca no da para más, perjudique a las otras autonomías que fueron capaces de cuadrar sus números.
La realidad y el sentimiento generalizado de la ciudadanía es que el Gobierno sigue dando palos de ciego e intenta tapar como puede las vías de agua que se van produciendo, en ocasiones con poca fortuna, como está sucediendo en el caso de la comunidad catalana en la que, cada día que pasa, a causa de la cobardía del Gobierno, se van incrementando las muestras del sentimiento separatista y cada vez van aumentando los partidarios de la secesión con nuevas incorporaciones de refuerzos que vienen de aquellos que, en un principio, no se atrevían a mostrar su catalanismo independentista. La última muestra la ha dado la ciudad de Mataró que, estando en sus fiestas de "Las Santas", han permitido que se quemara, públicamente, una bandera española ante la pasividad municipal; con la agravante de que el alcalde de la ciudad, Juan Mora, de CIU, no sólo no ha tomado medidas para impedir la salvajada, sino que ha aplaudido, animando con enérgicos movimiento de sus brazos y vociferado gritos de "independencia", apoyado por el Teniente de Alcalde que aprovechó que los grababan para hacerse notar. ¿Cómo se puede entender que llevemos varios años en los que se cometen esta clase de actos vandálicos, permitidos, cuando no provocados, por las autoridades y qué, en esta autonomía, aparte de unas tímidas reclamaciones del PP y Ciutatans, no se hayan tomado medidas de ningún orden para impedirlo?
Resulta patético que se sancione a un español por utilizar palabras que puedan ofender a los catalanes y sus sentimientos nacionalistas y, sin embargo, cuando se trata de defender la unidad de la patria, de salvaguardar la imagen de España y de sus símbolos nacionales, nadie parezca sentirse afectado, nadie mueva un dedo para impedirlo y ninguna de las instituciones bajo cuya responsabilidad cae el hacer que se cumplan las normas constitucionales, sean fiscales, jueces, policía, ministerio de Justicia o el propio estamento militar, para no mirar más arriba, parece que se enteren de lo que está sucediendo en esta comunidad, en la que, los que vivimos en ella y nos sentimos españoles, tenemos la desagradable sensación de vivir en un país extranjero abandonados y a merced de unas gentes que nos consideran unos intrusos en su casa.
Es posible que, desde su jaula de cristal en la Moncloa, rodeado de ministros y asesores que poco parecen saber de lo que se está gestando en esta autonomía catalana; el señor Rajoy esté convencido que el problema catalán es algo menor, que puede controlar sin entrar de lleno en él y que, a pesar de todo, en Catalunya, todavía queden muchas personas que son alérgicas a la creación de un nuevo estado catalán. No pensaría lo mismo si conviviera con el pueblo, si escuchase lo que opinan del gobierno Central, de lo que se dice sobre lo que se da por axiomático, que, desde Madrid, se roba a Catalunya y que, a cambio, no reciben casi nada. Sí, sí, ya se lo que me van a contestar y créanme que estoy seguro de que tienen razón y que no es cierto que esta región de más de lo que recibe y que, los catalanes, sean explotados por el resto de España; pero esto, señores, no me lo digan a mí, díganselo y hagan pedagogía al resto de catalanes, a los que los políticos les han lavado el cerebro y están convencidos de que se les está perjudicando a favor de Madrid y otros territorios. El Gobierno ha sido incapaz de explicar con claridad la realidad entre Catalunya y el resto de España y es culpable, por omisión, de que entre la gente el rechazo hacia lo que ellos definen como "centralismo" cada día sea mayor.
Puede que el señor Rajoy y su equipo tengan en la recámara algún arma secreta, algún elixir mágico o brujería para utilizar cuando se produzca lo que muchos vemos venir con gran alarma. Pues, si es así, que la saquen pronto, que no esperen a que los hechos se les echen encima y que debamos apechugar con una declaración de soberanía que nada más pudiera ser solucionada con la fuerza. Puede que, para entonces, sea ya tarde. No soy pesimista sólo digo lo que pienso y espero, de todo corazón, estar equivocado. O esta es, señores, mi opinión que, una vez más, vuelvo a exponer tercamente.
Miguel Massanet Bosch
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