El triunfo en el estado de la nación amortigua la caída de los populares
La valoración y la confianza en Rubalcaba se desploman de nuevo
Fernando Garea Madrid (Publicado en El País, aquí)
PP y PSOE
se desangran. Más de un año después de iniciarse la legislatura, el desgaste de
ambos partidos corre a la par por distintos motivos: uno por las medidas que ha
adoptado desde el Gobierno y el otro porque no se quita de encima el peso de su
gestión en la anterior legislatura y, sobre todo, porque no encuentra cómo
graduar su labor de oposición.
A todo eso se une la desafección ciudadana hacia los políticos por la crisis,
que ya ha acabado con partidos tradicionales en Italia, Grecia o Portugal, y que
aquí hace que populares y socialistas no logren cerrar sus heridas. En esa
situación, IU y UPyD son las
dos formaciones que aprovechan la sangría para crecer, según el sondeo de
Metroscopia para EL PAÍS y la serie histórica de toda la legislatura. El
crecimiento de estos dos partidos, en momentos de alejamiento ciudadano de la
política, ha tenido altibajos, pero la perspectiva desde las generales de 2011
muestra que no es fruto de un acontecimiento puntual y concreto, sino que se
consolida como tendencia sostenida. En España la desafección no se traduce en el
apoyo a opciones extravagantes o populistas, que ni siquiera aparecen, y si en
el ascenso de estos dos partidos.
Izquierda Unida llega al 15,4% de los votos, su mejor dato en toda su
historia y más del doble del 6,9% que obtuvo en las generales de 2011. UPyD
logra el 10% de los votos, con un descenso de tres puntos sobre el sondeo del
mes anterior, pero también doblando el dato de las generales, cuando se quedó en
el 4,7% de los votos.
Ese descenso del último mes es obviamente imposible de atribuir a hechos
concretos, pero el simple análisis de los acontecimientos apunta a la polémica
sobre la difusión por el diputado Toni Cantó de datos
falsos sobre malos tratos que él mismo rectificó luego.
En todo caso, además del sostenimiento en el tiempo hay otro dato que muestra
que su crecimiento se consolida: el de la fidelidad de voto. Según la encuesta,
el partido de Cayo Lara tiene
un 59% de fidelidad de voto y se le atribuye haber captado un 14% de exvotantes
socialistas. Es decir, que IU sí es capaz de canalizar desde la izquierda el
descontento social y las movilizaciones en la calle, llegando donde el PSOE
quisiera llegar pero no puede por sus cargas previas y por el rechazo que
genera. El episodio de los socialistas Juan
Fernando López Aguilar y Beatriz
Talegón expulsados de una manifestación antidesahucios es la anécdota que
describe la categoría de cómo el PSOE quisiera estar a la cabeza de esas
manifestaciones, pero los participantes no les dejan estar siquiera dentro de la
protesta. Por mucho que los socialistas quieran coger esas banderas, no han
cerrado aún la brecha que les separa de sus potenciales votantes. Su estimación
de voto está en el 23,1%, ligeramente por debajo de la de hace un mes y aún 5,6
puntos por debajo del resultado de las generales, sin dar muestras de que ya
haya tocado lo fondo. Y lo peor para el PSOE es que su líder es más rechazado
que el presidente del Gobierno y genera aún más desconfianza que éste. Un 94%
dice no fiarse de Alfredo Pérez Rubalcaba, un 87% desaprueba su gestión y hasta
un 79% de los votantes del PSOE le cuestionan como líder de la oposición.
La fidelidad de voto del partido de Rosa Díez es la más alta
en este momento, con el 62%, y ha atraído a un 8% de exvotantes del PP. Esos
datos confirman que UPyD ha roto la tendencia según la cual los populares
mantenían a sus votantes movilizados, entre otras cosas porque no competían
contra nadie en las urnas, mientras que la izquierda siempre iba dividida. Los
del Rosa Díez han logrado meterse como cuña en medio de un bipartidismo que
languidece y recoger a votantes descontentos con los dos principales
partidos.
El PP está en el 24,3% de los votos, remontando ligeramente. En su caso, el
debate sobre el estado de la nación en el que Mariano Rajoy ganó,
según el CIS, le ha servido para mitigar los efectos negativos del caso Bárcenas
y la embrollada gestión que hacen el Gobierno y el PP de ese
escándalo.
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