"La política no es ninguna ciencia, como muchos profesores se imaginan, sino un arte" (Otto Von Bismarck)
"Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe". Puede que seamos muchos los votantes del PP que le hemos dado un amplio margen de confianza para que pudiera actuar, aún en contra de lo que nos prometieron cuando les fuimos a votar. Podemos entender que, en el momento en que se hicieron cargo del gobierno de la nación, se encontraran con imponderables, con desagradables sorpresas o con circunstancias con las que no pensaban tener que lidiar. Y es cierto, también que en estos 14 meses que llevan dirigiendo los destinos del país se han "mojado", han llevado a cabo muchos cambios, promulgado leyes, recortado gastos superfluos y bregando, con relativo éxito, con una Europa que no se fiaba de nosotros, con unas bolsas que han cargado las tintas sobre nuestra deuda y con una explosión de nacionalismo radical de difícil solución que, sin duda, no ha contribuido a ponerle las cosas fáciles al señor Rajoy. Incluso, yo diría más, aún somos legión los que estarían dispuestos a continuar sacrificándonos, a estrecharnos más el cinturón y a posponer al 2014 o el 1015 el inicio de esta esperada recuperación que parece que se nos niega. Pero falta algo.
Sin embargo, tengo la impresión de que el gobierno del PP ha llegado a un punto en el que se nota que, ni entre los mismos miembros de la dirección del partido, ni entre los ministros o las principales figuras de los populares, parece que haya una sintonía respecto a cómo afrontar los problemas; de modo que, al menos a nivel de ciudadanos de la calle, da la sensación de que están a punto de superarlos. Es notorio que los casos de corrupción que se han destapado recientemente dentro del PP, entre los cuales está el del señor Bárcenas, el ex tesorero, que se añade al, no menos escandaloso, caso Gurtel; aunque sea cierto que todavía no haya sentencias; están haciendo mucho daño a la credibilidad de aquellos que se nos presentaron como los adalides de la lucha contra los errores de las dos legislaturas del PSOE. Si a ello añadimos algunos excesos del señor ministro de Hacienda, que parece haberse convertido en uno de aquellos recaudadores de la edad media que, extremando su celo recaudatorio, arramblaban con todo lo que se les ponía por delante, sin mirar ni tener en cuenta a quienes perjudicaban con sus abusos y violencias; con el único objeto de satisfacer las ansias recaudatorias del monarca, que nunca solían corresponderse con las necesidades y urgencias de sus ciudadanos.
Es cierto que, sin las reformas llevadas a cabo por el PP, en cumplimiento de lo que nos exigía Europa, no tenían alternativa posible si es que queríamos conseguir ayuda de la UE para evitar la caída del país en quiebra soberana. Es muy posible que, a estas alturas, ya hubiéramos tenido que aceptar el rescate que nos estaba imponiendo desde Bruselas. Podemos comprender la necesidad de recortes en los gastos públicos, aunque no se puede negar que poco se ha hecho para reducir el inmenso aparato de las Administraciones públicas, tanto del Estado como de las autonomías, en las que se siguen despilfarrando los millones según los caprichos y las conveniencias electorales de sus dirigentes.
En todo caso, lo que es evidente es que los sacrificios que se les pueden exigir a los ciudadanos tienen un límite, necesitan unas explicaciones claras y precisan de alternativas viables y esperanzadoras, encaminadas a reactivar la producción, animar la demanda, favorecer la creación de puestos de trabajo, dar facilidades a empresarios para invertir en sus negocios, lo que requiere que los bancos, estos entes que se han llevado, hasta ahora , la parte sustancial de las ayudas recibidas, no sólo a cargo del Estado sino de la propia UE, sin que hayamos visto que, por su parte, hubiese ningún gesto de abrir la espita de los créditos o reducir sus intereses, sin lo cual es evidente que no habrá reactivación alguna. La carrera que ha llevado a cabo el gobierno del PP en estos pasados 14 meses ha sido meritoria, diría que necesaria y quizá sin otra alternativa pero, señores, no es algo que se pueda prorrogar indefinidamente en el tiempo. El enrarecimiento que unas políticas draconianas ha venido produciendo en el clima social es evidente; la intranquilidad de los desafíos nacionalistas ha calado en la mayoría de los españoles y no faltan los que reclaman una reacción, del Ejecutivo, más tajante ante la petulancia, desvergüenza, temeridad y desprecio por la legislación vigente, que los gobernantes de algunas autonomías, especialmente la catalana, muestran ante los tímidos avisos del gobierno Central, que parece indeciso ante las medidas a tomar para acabar con esta lacra. Los ciudadanos empiezan a perder la calma.
Lo cierto es que parece que ha llegado el momento en el que el señor Rajoy tendría que descargar lastre. Es obvio que algunos ministros del actual gobierno están tocados y, para el bien del mismo gobierno y del partido que lo sustenta, es posible que fuera deseable una nueva remodelación del Ejecutivo, que trajera caras nuevas, personas sin antecedentes personales o políticos que pudieran disminuir la credibilidad de los votantes del PP, que sirvieran de reactivo y de excusa para empezar una nueva política, en la que se intentara compaginar una austeridad necesaria con la promulgación urgente de determinadas normas que dieran, aunque fuera sólo en parte, satisfacción a las demandas, en ocasiones muy sensatas, de la ciudadanía. La señora Mato puede ser inocente, puede ser muy eficaz y nadie duda de que no tiene porque cargar con las culpas de lo que pudiera haber hecho su marido, pero, por mucho que Rajoy pretenda ignorarlo, en estos momentos es una rémora para el partido y una fuente de conflictos con la oposición, que se aprovecha de ello para cebarse en ella.
Otro de los ministros a los que se les debiera de dar descanso es al señor Montoro, ministro de Hacienda que, sin duda, ha llevado a cabo una magnífica política de reducción del déficit, no sólo del del Estado, sino también de las CC.AA que, excepto 5, parece que han sido capaces de ajustar sus respectivos déficit al máximo del 1'5% que se las había asignado. Pero esto ha supuesto un gran desgaste y uno diría que la tensión, al menos durante las últimas intervenciones que ha tenido, le ha hecho cometer algunas imprudencias que los de la bancada socialista han sabido explotar en su contra. La buena labor del ministro podía ser continuada por alguna de las figuras, debidamente capacitadas, que militan en las filas del PP. ¡Lástima que Rajoy desperdiciase la ocasión, con excesiva prontitud, de darle mayor protagonismo al señor Pizarro, asignándoles una plaza de ministro en su ejecutivo!
El tercero que, a mi modesto criterio, no ha estado a la altura de lo que se pedía de él, ha sido el ministro del Interior, señor Fernández Díaz, en asuntos de su competencia que le han puesto a prueba sin que sus reacciones, en ocasiones tardías y poco convincentes, hayan sido bien recibidas. El caso del señor Gallardón queda sobre el tapete ya que ha conseguido ponerse enfrente a todo el poder judicial con sus nuevas tasas judiciales y ha levantado alarma social, aunque en este caso, compartida con el resto del Gobierno, por los innumerables indultos concedidos, algunos bastante llamativos por no decir incomprensibles, que han puesto en tela de juicio los motivos que se han alegado para concederlos. Es posible que un retoque de cuatro ministros sea demasiado para Rajoy, puesto que se le podría achacar como un fracaso de su primer gobierno; sin embargo, es muy posible que con una nueva savia, la segunda parte de la legislatura, ésta en la que se espera que afloren las mejoras que tanto llevamos esperando, fuera más tranquila, menos tensa y, por supuesto, sin la rémora de la corrupción a cuestas. O eso es lo que, como ciudadano de a pie, pienso yo.
Miguel Massanet Bosch
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