El comediógrafo latino Titus Maccius Plautus (254 a.C.-184 a.C.) en su Pseudolus hizo el siguiente comentario que nos va a servir para iniciar este comentario: "Sería una estulticia encomendar una gran hazaña a un hombre tímido, pues todas las cosas tienen la talla de quien las hace". En más de una ocasión nos hemos lamentado de que un hombre como Rajoy que, sin duda, tiene grandes cualidades para gobernar, sin embargo se muestre tan excesivamente prudente, tan remiso a tomar decisiones importantes cuando la ocasión lo demande y tan pusilánime cuando la inmediatez del estímulo o la imposibilidad de demorar la respuesta, le pone en la tesitura de tener que improvisar. Él necesita meditar las cosas, darles largas, asegurarse de que ha analizado punto por punto los pros y contras de la decisión que va a tomar, antes de decidirse a tomarla. Claro que, por desgracia, existen momentos en la vida política en los que no se dispone del tiempo para retrasar la respuesta; que debe acudirse a la rapidez de reflejos y, como se dice, coger al toro por los cuernos antes de que, una dilación en parar la embestida, pueda llegar tarde para evitar que nos los clave en pleno pecho.
Sabemos que, en estos momentos, los populares no están en su mejor momento; que el caso Bárcenas los ha cogido a contrapié y que, a los ministros, nos les da tiempo para intentar achicar la marea de críticas que les llueven de la oposición. Tampoco es que no hayan dispuesto de la oportunidad, desde que se destapó este desagradable asunto, para hacer lo que ahora, a toda prisa, dice la señora Santamaría que va a hacer su partido, al que van a someter a dos auditorías, una externa y otra interna, para sacar a la luz todas las posible irregularidades que pudieran existir en su financiación. Ni que decir tiene que suena a una puerilidad el lanzar una proclama para promover una campaña de todos los partidos del arco parlamentario para luchar contra la corrupción; cuando se ha venido demostrando que, al menos los más importantes, están emponzoñados por este virus que tanto afecta de los políticos, que los lleva a echar mano del dinero de los contribuyentes para destinos que nada tienen que ver con el uso que se les debiera dar.
Y es que, al parecer, no existe unanimidad dentro del PP, me refiero a su dirección, en cuanto al enfoque que se le debe dar al "problema catalán" que, salvo para don Felipe de Borbón, desde su padre, el Rey, hasta el último español lo consideran uno de los mayores con los que se ha de enfrentar el Estado español. Si hasta ahora se ha venido confiando, por una parte del Ejecutivo, en la mediación del señor Durán Lleida para actuar de enlace con el bloque más radical del independentismo catalán, pensando que actuaría de freno a sus aspiraciones separatistas; la última votación del Parlamento catalán ha dejado claro que, cuando llega el momento de la verdad, el siempre inestable líder de Unió Democrática de Catalunya les ha fallado. Una persona que ha empezado a ser cuestionada desde que el caso Pallarols les ha explotado en la cara y ha demostrado la falta de fiabilidad de sus promesas al no cumplir con su promesa de dimitir si se demostraba la financiación ilegal de su formación; algo que acaba de hacer la Audiencia cuando ha declarado demostrado que, parte de los fondos del caso Pallarols, sirvieron para pagar las nóminas del personal de UDC, otra para adquirir materiales de oficina y mobiliario y también hubo cantidades de las que se aprovecharon terceras personas que no han sido enjuiciadas.
Comprobado que la solución de Joseph A. Durán ha dejado de ser efectiva y visto que lo peor que podía pasar en Catalunya ha tenido lugar cuando los separatistas, con mayoría en el Parlament, consiguieron aprobar un texto en el que declaraba a Catalunya un "ente jurídico soberano con facultades para decidir", es cuando en el seno del PP han empezado a surgir las disputas internas referentes a cuál ha de ser la postura del Gobierno ante la abierta postura levantisca del gobierno de la Generalitat. Como siempre, la pretensión de buscarle los tres pies al gato a la Constitución española; este emperramiento en pretender sacar conclusiones complicadas o interpretaciones sesgadas de los artículos constitucionales, les impide ver con claridad lo que en el texto de la Carta Magna parece quedar meridianamente claro-. No sabemos si para ganar tiempo o si, porque tienen miedo de un TC politizado, que ya ha dado muestras de interpretar la Constitución según sea el humor de sus magistrados o si la mayoría es de izquierdas (como ahora parece ser) o de derechas; prescindiendo de la verdadera intención de los legisladores que, como no podía ser menos, se desprende claramente de la lectura del texto constitucional.
El hecho concreto, señores, es que el acuerdo tomado por el Parlament catalán no ha sido una sorpresa, sino que era algo que ya se venía anunciando desde hace meses, desde el famoso 11 de septiembre, en el que la manifestación multitudinaria celebrada en Barcelona les sirvió de excusa, a los partidos catalanistas, para exigir un trato especial desde España que se concretó en la petición de un acuerdo fiscal específico amenazando que, en caso contrario, se acudiría a la decisión, votada por el pueblo catalán, de la separación de Catalunya de España. No cabe la menor duda de que, el Gobierno de la nación, ha tenido tiempo de sobras para hacer un estudio exhaustivo de la situación, una consulta al Consejo de Estado y, con mayor motivo, a esta medida a la que acaban de acudir, de solicitar un informe jurídico de la abogacía del Estado.
La impresión que tenemos los ciudadanos de a pie es que, el señor Rajoy y su gobierno, no tienen clara cual debe ser su postura ante el descarado desafío catalán. El hecho de que el señor Presidente del gobierno se ausente en viajes protocolarios por estos mundos de Dios, cuando tanta falta hace en España, la poco entendible circunstancia de que, medidas de gran calado para la economía española, las tenga que comunicar en una entrevista con el presidente de Ecuador o en un encuentro con el embajador alemán; nos produce la sensación de que se encuentra más cómodo fuera de España que teniendo que enfrentarse, cara a cara, con los gravísimos problemas que nos están afectando de lleno.
El caso catalán ya debiera de haber sido objeto de un pleno extraordinario en el Parlamento, para que la representación de la voluntad popular se manifestara y dejara constancia, ante todos los españoles, del rechazo unánime a estos juegos ilegales de los mandatarios autonómicos de Catalunya. No se entiende que, a estas alturas, todavía se esté tratando el tema desde los intereses políticos de los distintos partidos del arco parlamentario cuando de lo que se trata es de si se hace cumplir la constitución, con el apoyo de todos o si lo que buscan algunos partidos es, aprovechando las aguas revueltas del separatismo catalán, sacar beneficios políticos de esta inquietante situación por la que pasa el reino de España.
Como suele ocurrir, quienes sacan más provecho de que, las medidas que pudiera poner en marcha el Gobierno, se vayan aplazando y de que el tiempo vaya permitiendo que la convicción de que van a conseguir su objetivo se vaya reafirmando en todos aquellos que piensan en que la independencia es un hecho, son los nacionalistas. Somos muchos los que recelamos de estas políticas de "diálogo" y "paciencia", cuando se trata de un tema del que no hay nada que hablar y sí cumplir con el mandato constitucional. O así es, señores, lo que opino yo.
Miguel Massanet Bosch
Últimos comentarios