El 31 de enero del 2011, en un artículo titulado "El Islam en llamas", publicábamos el siguiente párrafo: "Que esta revuelta estaba planificada, no creo que quepa la menor duda; que Occidente, como es habitual en sus políticos timoratos, tardos en reaccionar, llenos de prejuicios y ciegos ante la evidencia, se ha quedado embobado mientras el reguero de pólvora se va extendiendo a Argelia, Egipto, Jordania y Yemen, es evidente ¿Cuántos países más será necesario que los islamistas pongan en su objetivo para que Europa se de cuenta de que, los pocos aliados que le quedaban en el mundo árabe, se van volcando hacia el más efectivo y descarado integrismo islámico? Han transcurrido dos años desde aquella crónica y las sospechas que entonces abrigábamos se han hecho realidad, con la particularidad de que, en todos aquellos países que formaron parte de la revolución de la "primavera árabe" sólo han cambiado los "collares" de los gobernantes, pero siguen siendo "los mismos perros", sin que en ninguno de ellos se hayan logrado los fines que se buscaban a través de las revueltas que, de buena o mala fe, iniciaron las revueltas para librarse de sus dictadores, se hayan cumplido.
Estos días, precisamente, hemos podido observar como, en naciones como Egipto o Túnez y ya no hablemos de Siria, siguen produciéndose manifestaciones populares que ya no se dirigen contra sus antiguos gobernantes, aquellos que se habían instalado en el poder con carácter definitivo y que dominaban despóticamente a sus ciudadanos; no, señores, ahora las manifestaciones están encaminadas a protestar porque, todas aquellas promesas que se les hicieron cuando los animaron a rebelarse en contra de quienes no respectaban las normas democráticas, se han esfumado en la nada y, quienes ocupan en la actualidad los sillones del poder, vienen incurriendo en los mismos errores, en idénticos modos dictatoriales y en las mismas carencias de aquellos regímenes autocráticos, que fueron los que motivaron que el pueblo se rebelase contra sus anteriores gobernantes. En todo caso, como ya era previsible, en todos los casos en los que los revolucionarios vencieron, quienes han sacado la mejor tajada de los cambios que se han producido en el mundo árabe, han sido, sin duda, los radicales musulmanes que han sido los que han conseguido aglutinar en torno a sí el mayor apoyo y poder.
Si Europa, esta Europa que está padeciendo una de las mayores crisis de su historia, no sólo en lo económico y financiero, sino también en cuanto hace referencia a lo que debiera ser esta UE política, que buscaba la unidad supranacional bajo una nueva Constitución que agrupase a todas las naciones que la integran; esta Europa que ya ha dejado de mirar hacia el norte, pendiente de la amenaza de la antigua Rusia, para fijar sus preocupaciones en los que viene de oriente, de todas estas naciones de Oriente Medio, especialmente del agresivo Irán y las inestables Paquistán y Afganistán, que siguen en perpetua lucha civil, marcadas por los atentados terroristas, sin que las sucesivas intervenciones de las naciones occidentales hayan conseguido apaciguarlas y encarrilarlas hacia formas democráticas. Lo cierto es que, los suministros de petróleo procedentes del mundo árabe, tan esenciales para el desarrollo de la CE y que deberían librarla de la dependencia exclusiva del petróleo ruso; han quedado condicionados a lo que decidan los diversos gobiernos islamistas, léase Hermanos Musulmanes y Amadineyad de Irán, de los que pasarán a depender en régimen, prácticamente, de monopolio.
España, aparte de estar sometida a las limitaciones que puedan derivarse de su integración en Europa tiene el handicap de estar en primera línea de contacto, frontera con frontera, con el mundo musulmán que ha ocultado sus aspiraciones a regresar al famoso Al Ándalus que, para ellos, es prácticamente toda España. Ceuta y Melilla están desde hace muchos años entre las aspiraciones del rey de Marruecos, Mohamet VI, que si no fuese por los problemas que tiene en su propio país y por la necesidad de buscar el apoyo, al menos la no intervención, de España en su contencioso con el Frente POLISARIO del antiguo Sahara español; es más que probable que volviera a insistir en la devolución de nuestras dos ciudades autónomas.
Es por eso que me resulta tan incomprensible que occidente en general y, en particular, nuestro país, quieran mostrarse tan hostiles, quisquillosos, tendenciosos y, evidentemente, injustos con el único país de Oriente Medio que se ha librado del islamismo radical, que ha plantado cara a sus vecinos cuando quisieron eliminarlo del mapa y que siempre se ha mostrado favorable a negociar con occidente, como es el país judío de Israel. Una nación que fue apoyada por la ONU que, sin embargo, apenas los judíos se instalaron en ella para tener su propia nación, fueron atacados por sus vecinos que a punto estuvieron de borrarlos del mapa, antes de que pudieran comenzar a disfrutarlo. No obstante, gracias a su tesón, su habilidad para la guerra, su laboriosidad y cultura han sido capaces de subsistir a pesar de la hostilidad de las naciones que lo rodean.
Me cuesta pensar que nuestra nación, así como muchas de las naciones del este de Europa, hubiera podido librarse del expansionismo islámico y de la codicia de las grandes repúblicas asiáticas, sin este muro de contención, si este guardián que, a costa de sufrimientos, sigue conteniendo la amenaza que se viene cerniendo sobre occidentes. Y aquí se produce una paradoja y es que, siendo Israel, como es, una país de régimen socialista, les resulte tan antipático, cause tanto odio y sea tan rechazado por los partidos comunistas y socialistas de gran parte del mundo. Ni que decir tiene la poca simpatía que siente la izquierda española, salvo raras excepciones, por este pueblo israelí siempre acosado y vilipendiado por aquellos a los que les duele que haya sido capaz de superar todas las grandes pruebas a las que ha sido sometido. La gran contradicción está en el apoyo, la simpatía y los esfuerzos diplomáticos en su favor que, no obstante, está consiguiendo el gobierno terrorista de Palestina, un país que, al contrario de Israel no parece que tengan el espíritu constructivo, el amor por el trabajo y la fuerza para convertir, como han hecho los judíos, el territorio que ocupan en un lugar reciclado en el que poder vivir en paz con sus vecinos.
Es evidente que tanto Hamas como Al Fatá, enemigos entre sí, no tienen otra obsesión que acabar con Israel, en lanzar a sus terroristas para hostigar desde las fronteras a los poblados judíos y en llevar a cabo una labor de propaganda victimista, presentando a Israel como el malo que no desea otra cosa que matar a niños y mujeres árabes. Hasta la ONU, esta confederación de países que se ha convertido en inoperante e incompetente para preservar la paz en el Mundo, que sólo sirve para favorecer los intereses de aquellos grupos que, bajo la apariencia, de ONG's o de defensa de los Derechos Humanos, se dedican a favorecer, el aborto o un sin fin de causas de dudosa legalidad y utilidad fomentadas por las izquierdas, pero que consiguen disponer de sustanciosas subvenciones. Hace unos días, Palestina consiguió ser admitido como estado observador en la Naciones Unidas lo que, sin duda, le va a reportar considerables ventajas, una de las cuales será poder acusar a Israel ante los tribunales internacionales. España, una vez más, ha cometido el error de votar a favor de esta resolución. La visita del señor Fernández Díaz a Israel, pretendiendo paliar los efectos negativos de tal decisión, vaya a servir para que los israelíes nos perdonen el haberlos abandonado. Sólo los EE.UU. votaron en contra, conocedor de la importancia estratégica de la nación judía. Un freno para el islamismo que, desde el norte de África hasta el este de Europa, esta dominado por grupos tan peligrosos como son los Hermanos Musulmanes, Hamás o los Ayatolás iraníes.
Cuanto más se acosa a Israel, cuando más se favorecen las aspiraciones territoriales de Palestina, Siria o cualquiera de los eternos rivales de Israel, más peligro existe de que salte la chispa que pudiera desencadenar una guerra de imprevisibles consecuencias, en una parte estratégica del mundo; que puede considerarse como la frontera o el muro de contención del expansionismo de la China o la inestabilidad del régimen de Corea del Norte, un país que pasa miseria pero que, curiosamente, tiene uno de los ejércitos mejor dotados del mundo y muchas ganas de utilizarlo, para dominar a sus más cercanos y ricos vecinos. Nadie, en lo que constituye la comunidad de naciones, puede considerarse a salvo de una guerra, por lejana que nos parezca, ya que los misiles intercontinentales son un peligro evidente. Un panorama inquietante, sí señores.
Miguel Massanet Bosch
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