"La lealtad tiene un corazón tranquilo" (Shakespeare).
Se dice que "no hay peor cuña que la de la misma madera" y, aunque en esta ocasión no sea exactamente el mejor ejemplo, si podemos usarlo para hacer referencia a una situación, un enfrentamiento entre partidos, una petición de cuentas y un berrinche injustificado por parte de uno de ellos, precisamente por sentirse culpable de no haber hecho aquello que se le reprocha desde el otro. Para mí, dentro del amplio panorama de partidos que tenemos en España, sólo dos, dos pequeñas formaciones en vías de crecimiento y que, acaso por su interpretación de lo que debe ser la política para los ciudadanos, desprovista de los vicios, servidumbres, ambiciones y condicionamientos que vienen afectando a los grandes partidos nacionales y, por entender que, en España, tenemos una Constitución a la que deben ceñirse todos los españoles, sin excepciones; tienen la gran virtud de que nadie puede reprocharles ni corruptelas, ni desviaciones de sus propuestas electorales, ni venderse al mejor postor ni, por supuesto, de actuar en contra de sus propios principios éticos y morales. Se trata, como ustedes ya habrán adivinado, del UPyD, de Rosa Diez y de Ciutatans del señor Albert Ribera.
William Shakespeare, se refería a la lealtad, en su obra El rey Ricardo II, con la siguiente expresión: "La lealtad tiene un corazón tranquilo". Por ello, seguramente, a los que no han sido leales con las promesas que hicieron a sus electores, los que, por las causas que fueren, no han podido cumplir con sus compromisos hacia el pueblo o los que, impelidos por una excesiva prudencia o llevados por un miedo endémico a que se los trate de "dictadores", "autoritarios" o "poco dialogantes", se han plegado a hacer concesiones que, el pueblo que los ha votado mayoritariamente para que tuvieran la libertad de hacer lo preciso para reformar las leyes y las instituciones del Estado (pervertidas por un execrable gobierno incompetente y farisaico), se haya podido sorprender o decepcionar, viendo que, todo aquello que se pudo solucionar con más empuje, valor y osadía política, sigue permaneciendo intacto, si no más embrutecido de lo que lo estaba en la anterior etapa legislativa.
Debo reconocer que, como ya he manifestado en otras ocasiones, aún siendo de derechas, me he sentido tentado de pasarme al partido de Rosa Diez por la coherencia de sus propuestas, la valentía de su líder, lo profundo de sus razonamientos y por esta sensación que nos inspira de ser un partido quijotesco y a veces utópico, deshacedor de entuertos. Sólo algunos aspectos sobre el tratamiento del aborto y otros "tics" izquierdistas, me han hecho permanecer fiel al PP. Sin embargo, no tengo más remedio que reconocer que, si hay alguien en el Parlamento de la nación que sea capaz de poner de los nervios y sacar de sus casillas es este señor hierático, inconmovible, adusto, socarrón y difícil de que reaccione ante los ataques de la oposición ( algo que ha demostrado en innumerables ocasiones ante los duros ataques del señor Rubalcaba, los insultos descarados del señor Tardá de ERC o las dislocadas diatribas del señor Cayo Lara, señores, sin ninguna duda han sido las intervenciones punzantes, acertadas y oportunas en las que la señora Diez que, con su cuerpo menudo, su desparpajo y su facilidad de palabra, viene consiguiendo, cada vez que interpela a nuestro señor Rajoy, que se le alteren los nervios, se le suba el pavo a la cara y se le acentúe la miopía.
Raramente, las respuestas del señor presidente del PP a las andanadas que le lanza la presidenta de UPyD, tienen la parsimonia, el sosiego y la contención con la que suele responder a las acusaciones o reflexiones del resto de partidos de la oposición. Seguramente, porque la señora Diez dispara con la misma munición que el señor Rajoy utilizó contra sus adversarios políticos cuando se postuló a presidente de la nación; estas balas dan en el blanco, recordándole al señor Rajoy aquello que prometió, ofreció o denostó en su campaña electoral y que, por fas o nefas, no ha podido cumplir; fuere por la situación en la que se encontró al país; por los engaños y trampas que le dejaron los anteriores gobiernos socialistas o por las imposiciones tajantes que se le han impuesto desde Europa para recibir las ayudas, las moratorias y los beneplácitos de la UE que han conseguido mantenernos a flote a pesar de la grave situación en la que nos encontrábamos ( y seguimos soportando)
Sin embargo, no todas las promesas que se nos hicieron por el nuevo equipo de gobierno del PP, pueden justificar su retraso en haber sido cumplidas, reformadas o puestas en funcionamiento, por el hecho de que España esté en crisis. Nadie podría impedir que le continuáramos exigiéndole a Rajoy que ponga ya, en marcha, la nueva ley en contra de los abusos que se cometen con motivo de la ley socialista sobre el aborto. El hecho de que, durante el año que lleva el PP gobernando, se hayan registrado 118.000 nuevos casos de interrupción voluntaria del embarazo, sería suficiente para recriminarle al nuevo Ejecutivo su laxitud, su falta de interés, su miedo a las críticas de los progresistas y su incumplimiento de las promesas electorales que, por añadidura, en este caso concreto, no existe la posibilidad de poder remediar el daño causado.
Tampoco se ha querido solucionar este ataque directo a los católicos y a la Iglesia, materializado al reconocer las uniones de gay y lesbianas como si fueran un matrimonio heterosexual, el único al que se le puede aplicar tal denominación. Aparte de constituir una clara interpretación sesgada de lo que, en verdad, siempre ha sido definido como la unión entre un varón y una hembra humanos, implica una serie de consecuencias, como la posibilidad de adoptar hijos, capaces de crear en la juventud interpretaciones morales y éticas que los lleven a aceptar, como normales, unas prácticas, llámenselas enfermedades o desviaciones sexuales, que, por mucho que se las quiera defender y legitimar, no dejan de ser aberraciones o comportamientos antinaturales. Que cada uno haga de su vida lo que le plazca, siempre que ello no perjudique a terceros como, en este caso, puede hacerse con personas inocentes, en edad de no poder entender con conocimiento de causa diversas situaciones que, al menos, les pueden resultar insólitas y acomplejantes.
Tanto el PP como el PSOE, por distintas circunstancias, esta es la verdad, no están pasando por su mejores momentos y, por ello, no debemos extrañarnos de que el señor Rubalcaba intente tirarse más hacia la izquierda (menos de lo que quisieran los más extremistas de su partido) y el señor Rajoy al centro para evitar que, cumpliendo con su deber, se lo pueda tachar de dictatorial. Unos y los otros, por tanto, le temen más que a un tornado que partidos como UPyD o, en el caso socialista, el PC del señor Cayo Lara, les hagan la competencia en las urnas. Algo que, en el caso del PSOE, ya constituye una amenaza inmediata, como se desprende de las últimas legislativas y que, en el del PP, puede que no lo sea tanto pero que, de aquí a las próximas elecciones del 2016, nadie puede afirmar que haya otros partidos, como el mismo de Rosa Díaz, que hayan dado el salto adelante y puedan disputarles su hegemonía. Torres más altas cayeron.
En ocasiones, los ciudadanos de a pie, no podemos comprender el grado de degradación que, el poder, puede llegar a causar entre los gobernante y la fatal consecuencia que ello comporta para los ciudadanos, en ocasiones, indefensos ante la burocracia estatal. O así es, señores, como lo valoro yo.
Miguel Massanet Bosch
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